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martes, 7 de abril de 2020

Historias desde la cuarentena, 22. Solo cuatro palabras


_ Hola. Una hora.
_ Dale.
_ Pará que ahora te doy los seis pesos que faltan...
_ No hay apuro.- responde el guarda-chofer del bus que acabo de tomar en el Centro. 

Lindo, el muchacho. Luminoso.
Aprovechando que el ómnibus está vacío voy hasta el fondo y me siento junto a una ventanilla. Afuera el cielo está cada vez más oscuro, y comienzan a ser perceptibles los relámpagos de la  inminente tormenta. Trato de fijar en mi mente una idea sencilla pero importante: acabo de tomar un 111 a Malvín, o sea que sí o sí tengo que bajarme en 8 de Octubre para combinarlo con otro. Repite conmigo, cerebro: no te duermas, no te pases, no bajes en el medio de Veracierto y la nada.
El viaje pasa rápido, en un abrir y cerrar de ojos estamos en 8 de Octubre, y la lluvia aún no se ha descolgado. Cuando voy a bajar evito la puerta de atrás y cruzo todo el bus hasta la delantera, donde el muchacho lindo y luminoso sigue cumpliendo sus funciones con toda eficiencia. 
La puerta se abre. Baja el viejo que estaba adelante, baja una señora cargada de bolsas de nylon y cuando voy a descender yo el chofer, que me está mirando, dice solo cuatro palabras:
_ La profe de Literatura.
Quedo momentáneamente descolocada, mientras mi cerebro empieza a revisar ficheros y una parte de mis neuronas dicen cosas del orden de "no podemos haber sido profesoras de este hombre, que tiene como más de treinta".
_ Hace mucho. En el liceo 10. -aclara, ya arrancando de nuevo, ante un gesto de que me daba igual si bajaba una parada después.
_ Si fue en el 10 tiene que haber sido en 1992- respondo, porque el 10 para mí fue liceo de un solo año.
_Sí... Debe ser. Estábamos con los de No Te Va a Gustar; ¿te acordás?
_ Más o menos. 
_ Vos fuiste profesora de todos ellos. 
_ Me acuerdo de Mateo Moreno. Y de Emiliano, pero solo del nombre.
_ Sí, y el Chamaco también estaba en el grupo.
_ Ah. Ni idea.
_ Vos me mandaste a examen.- afirma de pronto, mirándome fijamente mientras el bus espera la luz verde en una esquina.
_ ¿Estuve mal?
_ No, no, estuviste bien. Yo era un vago. ¿Qué es de tu vida?
_ Acá, mirando ex alumnos- debí decirle, pero no.
Tres minutos más tarde me bajaba en la parada siguiente, a tiempo para combinar con un 103 que me dejó en la cooperativa en el momento exacto en que se desencadenaba un diluvio de un cuarto de hora, con tormenta eléctrica como marco sonoro y visual del camino. Hubiera necesitado un limpiaparabrisas, pero no tenía.
Tengo ex alumnos de 38, iba pensando entre relámpagos y truenos, tengo ex alumnos músicos y famosos, y otros que son choferes luminosos y lindos, de los que no suelen abundar por estas tierras.
Tengo ex alumnos de 38.
Qué peligro.

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