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jueves, 2 de diciembre de 2021

Diciembre de 2021



¿Ya les conté que en mi casa no hubo agua el 24 de tarde? Ni ayer, ni hoy. Pasa el mediodía y se corta. Hay poca presión, mucho calor, esas cosas. ¿Y les dije que el 25 hubo apagón? De noche. No sé el motivo. ¿Mencioné ya que tuve que ir 3 veces al Brou para que me dieran una tarjeta de crédito y cada vez tuve que hacer una cola para entrar de más de media hora? ¿Y que fui a tomar algo con unas amigas en el Centro y en un par de horas pasaron más de media docena de personas pidiendo mesa por mesa algo de comida o una moneda? ¿Les comenté del señor de 78 años que el otro día subió al ómnibus a cantar un tango para que le diéramos algo? ¿Y de la carpa de alguien sin hogar que hay en la puerta del IAVA? O en el Molino de Pérez. O en otros lados. Ya pasaron 668 días (el 36.5%) de los mejores 5 años de mi vida. El chico surfer no tiene la culpa del calor o de la enfermedad, pero ciertamente habrá que ver cómo haremos para pasar los 1158 días que faltan para que se vaya y no morir (sin metáfora) en el intento.





Ursusagalamatofilia. Parece el nombre de la casa de balneario de una familia numerosa, pero no. La ursusagalamatofilia es la excitación provocada por los juguetes de peluche o por personas disfrazadas con traje de animal. El concepto es un poco turbio pero la palabra suena bien, como uno de esos términos de origen oriental que una vez explicados refieren a la literatura o la filosofía, al estilo de "tsundoku" o "shouganai". Termino de escribir el párrafo anterior y veo a mi oso amarillo con cara de "¿ah, sí? ¿entonces yo le puedo gustar a alguien?". Y no, estimado, no. La verdad es un poco cruel, pero a veces hay que decirla. Casi medio siglo después y con la tela a la vista ya no entrás en la categoría "peluche" por más bandana valicera que te cuelgues al cuello para que no se vean las costuras. Re disculpame. Quedate en tu zona de confort y no hagás papelones, ¿querés? Y los paralelismos no están permitidos. El tiempo pasa para todos, pero los humanos tenemos maquillaje. ¡Qué calor para ser ursusagalamatófilo en estos días! ¡Hay que tener ganas! Ya la idea de una barba me da calor, si me encara alguien disfrazado de Osito Cariñoso o de Gato de Schrek... Sin palabras (excepto una: no). Todo esto para decir que acabo de aprender una palabra nueva y también para que vean qué lindo era mi osito regalo de Reyes de los 5 años, el mismo que cuando tenía 13 le di a unas primas y a los 18 lo pedí de vuelta, porque era mío y ellas lo tenían ignominiosamente vestido con ropas de voladitos. O capaz que se los robé. No me juzguen. Feliz lunes. Martes. Lo que sea.





Vivo en una calle tan tranquila que a veces, cuando llevo ya dos o tres horas levantada, tomo conciencia de que no he escuchado ni un sonido que no venga de los pájaros o el viento entre los árboles. Mi casa está en medio de una cooperativa, cerca de un par de depósitos y a pocas cuadras del Intercambiador: tendría que ser más ruidosa, pero no. El silencio (el silencio poblado de aves y de ramas que murmuran) es como un regalo diario que en esta época se profundiza y va cubriendo los seres y las cosas como una energía invisible. Solo los viejos y los gatos caminan bajo el sol de las ocho mientras yo tomo medio litro de té y los observo discretamente pasar por mi ventana. Ayer y hoy de mañana fueron especialmente quietos y silenciosos; dos domingos seguidos, dos Navidades al hilo. En cierto momento pensé que había habido un apocalipsis y yo era la única sobreviviente de la especie, hasta que vi a lo lejos a dos vecinos conversando en la vereda. Más de medio siglo en esta tierra y aún no logro saber si soy un bicho sociable o solitario. Probablemente las dos cosas, pero más bien poco gregaria. No sé. Feliz domingo post domingo. Los dejo porque tengo que ir al shopping*. Con permiso. *Voy a averiguar precios de teléfonos, contratos y esas cosas, porque el celular se me está revirando muy seguido y no es cuestión de pasar un verano analógico y sin fotos. Deséenme suerte.





 Tardebuena en mi barrio. No se ve un alma. Silencio absoluto (salvo los autos, a lo lejos, y un niño que hace cinco minutos que grita “a bue laaa!” con tono de estar pidiendo algún vicio navideño). Acabo de hablar con mi vieja (que cuando sean las 12 ya llevará unas cuatro horas de sueño). En mi barrio la gente le cuelga chirimbolos a las plantas del jardín porque la cooperativa no nos deja tener árboles (salvo los de las veredas, como la anacahuita que resiste y saca hojas por donde puede después de la poda feroz de la última primavera). No suelo sentarme en el frente de mi casa, pero hoy se respira (por ahora) una paz desusada. Creo que estoy abusando de los paréntesis. Debe ser un vicio (no mayor que otros vicios). 

Que pasen muy bien estas fiestas. 

Mi mayor deseo (después de la paz mundial, el fin del hambre y esas cosas) es que por varios días no haya olas en las playas del Congo.

Buenas tardes.





El viejo hace cuatro o cinco meses que solo entra, come y se va, pero hoy anda dubitativo, como calibrando si le da para encarar el mundo exterior o si por una noche no será mejor quedarse adentro (y eso que aún no empezaron las bombas en mi barrio).

#Viejovivo





Yo también esperaba los fuegos artificiales como un momento alto de las fiestas, hasta que entendí. Diez minutos de exhibición frente al barrio (iba a poner “ver quien la tiene más larga”, pero en fin, me contuve) no justifican el daño a los niños con autismo, los animales y los bebés, sin entrar en barbaridades como las condiciones en que arriesgan su vida los trabajadores, como los gurises de la foto. En Argentina hizo falta un Cromañon para que se dejaran de tirar bengalas en los recitales; acá murieron cuatro gurises y la cosa sigue. 

“Son diez minutos”, me dicen algunos conocidos, como si el mismo argumento no sirviera para que dejen de tirarlos. 

¿Hasta cuándo?

Media pila, un poco de empatía y evolución, que no es nada difícil y para eso estamos.





Llego de la laguna a las doce y media de la noche. Podría esperar un ómnibus en el Intercambiador, pero decido tomar un taxi. Vengo cargada con mi mochila gigante, la almohadita de dormir en el bus, un triángulo de piques que me dio mi vieja aún no sé bien para qué y un plumero de un metro de largo que tengo el encargue de llevarle a alguien en Montevideo. 

_ A Camino Maldonado y Rubén Darío. -le digo al chofer, que me mira detenidamente y arranca. ¿Por qué me mira el tachero? Vengo con el tapabocas, ¿será que ando con los pelos de punta después de seis horas y media de viaje al infinito? Igual no importa. Lo único que quiero es llegar a mi casa y ponerme unas ojotas. Cuando estoy por pagarle (a propósito, $144 del Intercambiador a mi casa: un afane) me mira de nuevo y me pregunta:

_¿Seguís yendo al Cabo?

_A veces... ¿Vos me conocés de ahí?

_ Sí, pero de hace mucho... 1996. Estuvimos charlando en un boliche. Vos estás igual. 

_Ah, gracias... Yo soy un despiste, no me acuerdo mucho...

__No te preocupes. Yo sí me acuerdo. Que andes bien. 

_Gracias. Vos también. 

Bajé de taxi, saludé al sereno y llegué ¡por fin! a mi casa, donde no demoró cinco minutos en aparecer el primero de los felinos a pedir comida en la ventana. A ellos no les importa si yo estoy igual a 1996 o a antes de ayer de mañana; lo esencial es que haya pastillitas. 

Cada uno tiene su propia memoria. 

La mía es a corto plazo* y se borronea con el cansancio. 

Buenas noches. 

*¡Los genes, los genes!




Nunca hice una investigación pero sospecho que debemos ser el único país del mundo donde la gente al atardecer se va al costado de la ruta, arma su mesa y sillas plegables y se dispone a merendar mirando pasar los autos. ¿Cual es el sentido profundo de esta costumbre que no sabe de límites departamentales y que se da por igual en el borde de las ciudades y en el medio de la nada? ¿Uno se siente menos solo? ¿Será una manera de decirle al universo “aquí estoy”? ¿El movimiento de las manchas de color pasando sin pausa tiene función relajante? ¿Por qué es mejor ir a matear al costado de la ruta que debajo de los árboles o a la orilla de un arroyo? ¿Alguien sabe?




Cosas que no entiendo de la terminal de Río Branco (o de su plaza de comidas): 1. Por qué una marca entendió que era bueno promocionar su producto como “el café de los amantes” ni qué tiene que ver el café con el “Amor perfecto “, salvo que hablemos del amor a la cafeína, pero ahí no sé quién sería el amante. ¿La teína, la mateína, el chocolate? 🤔 2. ¿Por que el local de pizza tiene arriba del mostrador (y por lo tanto fuera de la heladera) varias hormas de muzzarella? 🙄 3. ¿Qué hace una cotorra verde en el brazo de una chica? Es que la plaza de comidas es full pet friendly? ¿Puedo venir con los gatos de mis viejos? 🦜 (ténganme paciencia que en media hora comienza un nuevo viaje interminable de retorno y ya saben que cuando eso sucede me pongo medio insoportable -o un poco más que de costumbre, por lo menos-)




La noche lagunera arranca conociendo las nuevas propuestas gastronómicas de la temporada, continua en uno de los boliches conocidos de otros años y termina en “2021: Odisea del espacio” o “Como armar un tul mosquitero alrededor de la cama mientras la gata de la casa cree que estás jugando con ella”. Son pasadas las once de la noche, mis viejos duermen desde hace tres horas y yo demoré diez minutos en extender el tul, hasta que saqué a la gata de mi cuarto y cerré la puerta. Después la dejé entrar y al abrir apareció también la otra, la Guaytica, que anda muy muy mal (es blanca y parece que tiene cáncer de piel) y desde ayer le había dado por acostarse en el escurridor de platos, pero ahora acaba de instalarse en una mesita ratona junto a la cama donde le dejé un acolchado. El Gatón sigue controlando el panorama de la calle desde el techo del auto, mientras yo recuerdo que ayer casi no dormí y de repente se me viene encima el cansancio de varias noches de sueño insuficiente. Buenas noches. Ps: I ❤️ tul




Mundo Lago Subo al ómnibus de Nuñez y el guarda me pregunta: _¿Dónde baja? _En FM. ¿Vos me podés avisar? _ Sí, yo voy diciendo las paradas. Seis horas más tarde, en medio del cansancio del viaje, veo que acabamos de pasar la salida de Río Branco a Lago Merín. Busco al guarda. _¿Ya pasamos FM? _Sí. _¿Y no me avisaste? _ Sí, yo dije “Ministerio”. _ ¿…? _La parada se llama FM o Ministerio, es lo mismo. _¡Pero te dije que bajaba en FM, y me ibas a avisar! ¿Y ahora donde hay parada? _ En el Panda. El Panda es la terminal, a unos dos km de campo y árboles de la supuesta FM, Ministerio o La Re Puta Madre del Barón de Río Branco. Llamo a Pico, el vecino que hace los 20 km de Río Branco a la laguna llevando liceales y pasajeros en general y que pasaba alrededor de las siete y cuarto. _ Hola, Pico, ¿vos me podés pasar a buscar por el Panda? _Hola. Tienes que bajarte en el Panda y esperar el Decatur que sale en media hora, porque yo rompí hoy. Fantástico. Si hubiera bajado en FM, Ministerio o La Re Puta Madre del Barón de Río Branco me habría quedado esperando hasta las ocho y media, que es la hora a la que sale Decatur (pese a que en los horarios pegados en la puerta de su -vacía-oficina no consta ningún viaje entre las siete y diez y media). Bienvenidos a Mundo Lago, estimados. Cumpleaños de madre, inicio del verano y un montón de sorpresas matinales, para que una no se aburra a la llegada. Respirar hondo, a ver, probando… No enojarse con el guarda que no avisa. No enojarse con el vecino que tampoco avisa. No enojarse con la agencia que no pone todos sus horarios en la puerta. No enojarse con el Barón de Río Branco. Y así.





“¿Por qué no olvido tu canción

Si el río va y no vuelve más Reloj eterno de las horas Esta canción que llora Sobre mi ventanal “ 🎵 Ramona Galarza me recibe atronadora cuado subo al 103 que me lleva a la última reunión de profesores de este año. “¿Por qué será que he envejecido?” Pregunta a continuación otro señor en un tema con música de acordeones que no ubico. “Una vez fui muy querido y me acabé con los años”, sigue el cantor en el tema que (googleo mediante) resultó ser de Mario Diaz y Agripino Lara (con perdón de la ignorancia). Ya no sé si viajo en un 103 rumbo al IAVA, si me meto en una maquina del tiempo que me deja en los setentas o si alguien me está diciendo que olvide las viejas canciones, los relojes eternos y los ríos que se van y no vuelven, so pena de convertirme en una vieja ermitaña que se acaba con los años. Bueno, ta. Nunca dije que fuera buena interpretando señales, y menos en mi penúltimo día de trabajo, la la la! 🎵* Que tengan buena semana. *En lo que sí soy buena es en presumir de mis vacaciones, especialmente cuando ¡por fin! arrancan, un mes después de lo previsto; sepan disculpar. Buenos días.





El jueves salí de casa a las tres y media de la madrugada, a una hora en que no había ninguno de "mis" gatos en la vuelta. Las dos vecinas aparecieron ni bien abrí las ventanas ayer temprano, pero el gato viejo no. Que pase unos días sin venir no es nada raro; dos por tres se manda unas ausencias prolongadas cuando anda de amores, especialmente en la primavera, pero hoy decidí salir a buscarlo, por las dudas. Fui hasta el depósito de fierros viejos de la esquina, que queda a media cuadra de mi casa, donde sé que el viejo vive feliz rodeado de aventuras y posibles escondites. _ ¡Gato! ¡Gato! -anduve llamando desde la vereda mientras miraba tras las rejas el mundo de caños, varillas y estructuras herrumbradas de todo tipo, los cardos en flor y los arbustos que crecen entre la basura metálica desechada y amontonada desde tiempos inmemoriales, pero no tuve respuesta. Solo me maullaron la Pancha y la ardillita vecina, que abandonaron por un rato la seguridad de su territorio para acompañarme y curiosear en qué andaba. _¿Buscás a un gato amarillo? -preguntó un vecino veterano desde la vereda de enfrente. _ No: a uno gris y blanco. _¡Ah, ese es el de Pedro: el Serenito! _No, no, el Serenito es precioso; el mío es viejo, medio hecho pedazos... _ No, a ese no lo vi... Pensé que buscabas a uno amarillo porque hace un tiempo pusieron unos carteles, una chica anduvo viendo si lo encontraba y nada, pero ahora el gato anda acá en la vuelta, y los carteles ya no están, no sabemos si será el mismo que buscaban... Tenía un nombre egipcio, no me acuerdo cuál era. Dos almas gemelas, el vecino y yo, preocupados por ayudar a que los bichos se reencuentren con sus humanos. Seguimos la charla un rato bajo la sombra de una anacahuita (¿para qué vive una en un barrio si no es para charlar con los vecinos en la vereda un domingo de mañana?) y hablamos de que los animales dos por tres cambian de casa, y ellos tendrán sus razones. _Yo tenía un perrito hace muchos años -me dijo- Lo quería pila, lo cuidaba, era el mimoso de mi hijo, hasta que de repente se fue a vivir con tus padres y ya no quiso volver con nosotros. Ups. Era el Charquito. El Charco era un perro amarillo medio amarronado, cuzco sin raza, más bien chico y de lindo pelo, que de repente se instaló en mi casa y no hubo forma de devolvérselo a los dueños. El hijo del veterano con el que charlé hoy (un niñito muy dulce de 8 años) iba dos por tres a tocarnos timbre y se llevaba al Charco aúpa, sabiendo que a la mañana siguiente ni bien viera el portón abierto iba a volver a acostarse a nuestra puerta. _Nosotros no entendimos tampoco -dije, tratando de defender a la familia, aunque el veterano no me estaba reprochando la decisión de su perro- Pero teníamos un cachorro; capaz que el Charco y el Toby se habían hecho compañeros y querían vivir juntos... No sé. Seguimos charlando un rato más, me contó que había visto a mis viejos, recomendó que le diera marcela al Cele, que a su mamá le había ayudado con lo del alzheimer, y volví para mi casa con las dos gatas vecinas que parecen querer seguir los pasos del Charco y enemistarme con el barrio. Sin contar con que el tal Serenito mentado un rato antes era el hijo de Matilda, que fue la gata del vecino Pedro hasta que se vino a vivir a mi casa. Matilda que era gris igual que Silvestre, el gato de la vecina de al lado que también terminó con los Rodríguez. Somos ladrones de mascotas, quiero que lo sepan. No hacemos nada, pero las atraemos. Mis viejos antes, yo ahora: lo que se hereda no se roba. Somos un peligro. Considérense avisados.




Una vez en un taller literario, mientras alguien leía el relato de su viaje a Salta el docente lo interrumpió para decirle que ya iban dos o tres veces que decía algo al estilo de "no me alcanzan las palabras para celebrar tanta belleza". _ Acá hay que hacer algo: vos tenés que ser capaz de recrear en la cabeza del que te escucha lo que viviste. Si no ¿para qué se lo contás? Hay que romper esa imposibilidad, encontrar las palabras, las imágenes, la conexión del otro con lo que te pasó por dentro. Si no lo hacés estás dejando afuera al lector, que es lo último que querés hacer. Ayer fue la segunda vez que fui al Estadio en todo el siglo. "El que dice el Centenario no es uruguayo: para nosotros es el Estadio", dijo Jaime dos segundos antes de arrancar Los Olímpicos bajo la luna llena de una noche (literalmente) inolvidable. Ayer fue la segunda vez, decía, y la primera fue con Roger Waters antes que empezara todo esto, en la otra vida. Lo que vivimos fue precisamente un regreso a ese otro tiempo, un regreso a ir al Estadio, a bailar todos juntos, a cantar a los gritos, a emocionarnos hasta las lágrimas, a reencontrar tanta zona del alma que se sentía replegada y latente, pero estaba. Las palabras nunca van a ser suficientes, pero trato. Media cuadra de cola que avanza velozmente. Mi amiga que me llama cuando estoy mostrando el código de la entrada para avisarme que hubo un problema con su entrada, que le habían pedido que se cambiara para la platea preferencial, justo enfrente al escenario. Me termino instalando con ella (aunque a mí no me habían cambiado) y paso la media hora previa cruzando los dedos para que no aparezca nadie a reclamar que vuelva a los laterales, hasta que se apagan las luces y respiro feliz en el lugar de privilegio al que por suerte o por destino terminé yendo a parar. A las nueve y cuarto los músicos llegan por el costado de la cancha en una suerte de vuelta olímpica caminada, y todos empezamos a enloquecer. Para muchos es un reencuentro después de cinco años de no escucharlo y casi dos de tener la entrada guardada en algún cajón, pero para mí es distinto, porque no lo veía desde hacía once o doce años, y a la entrada la tenía desde hacía un par de semanas. Jaime aparece en el escenario y a partir de ese instante no hay más nada. No hay resto del mundo, no hay cansancio del viaje, no hay celular ni notificaciones ni nada nada nada que no sea aquí y ahora. Casi no saco fotos y filmo unos pocos segundos, porque todos desde las tribunas estábamos en una celebración religiosa, y a la misa no se va a distraerse. La maravillosa voz del Zurdo Bessio tira "Es el amor" y a partir de ese momento los 16000 corazones de la Olímpica nos metemos en un viaje de dos horas y media que nos zarandea por todas las etapas de nuestra vida. Es Jaime tocando en los candombailes del Atenas y los del Defensor, es Jaime en un recital gratis y sorpresivo en la rambla, en el Teatro de Verano cantando con medio mundo (incluyendo a Peluffo), sonando en mi casa a todo volumen, coreado en mil encuentros, sacándose una foto conmigo y un ex novio en una fiesta del American Express hace mil años (foto que nunca tuve porque a ese novio lo dejé unos días después). Es Jaime con la voz intacta, gigante, inagotable. Es Jaime homenajeando a Dino. Es Jaime rodeado por más de veinte músicos increíbles, de la mitad de los cuales me podría enamorar, empezando por el Nego Haedo. Es Jaime aclarando antes de arrancar con Vamo´arriba la celeste que no le gusta que se usen sus canciones para destruir o desunir (no me acuerdo las palabras exactas; busqué la referencia a lo que dijo en la reseña de hoy de El País pero no sé por qué no lo ponen, se les debe haber chispoteado). Cuando llegué al Estadio yo venía del viaje interminable de ida y vuelta a Melo, de casi no haber dormido, del calor de Cerro Largo, de los apuros de la ducha a las corridas y el cansancio acumulado de este mes de encuentros y reencuentros, de planes y despedidas. Cuando salí me había olvidado de todo. Fue una inyección de felicidad, una explosión de energía, una fiesta colectiva. Y ta. Hasta ahí me llegan las palabras. Feliz sábado.





Ñangapiré en guaraní quiere decir pitanga, pero para mí la palabra tiene otras resonancias. Es el lugar donde mis viejos se compraron una casita en 1986, casita que le sirvió de excusa a mi novio de la adolescencia para liquidar tres años de amor eterno y empezar a salir con una amiga de la infancia durante la semana en que mis viejos y yo viajamos a conocer a la “Villa Zucará”. Un lugar que en esos tiempos tenía dos piscinas de agua de manantial, hechas con piedras laja de la zona y mantenids por el viejito Olmos, un señor de pelo blanco y muchos perros. Un lugar en el que mientras yo leía el Quijote tirada en una hamaca paraguaya mi gato Bebé depositaba una víbora movediza y asustada a los pies de mi vieja en la cocina. Donde me esguincé el tobillo corriendo repecho arriba para escapar de una crucera. Donde hace poco otra crucera casi nos lleva a la Guaytica. Donde había una estancia con portera sin trancar que recorríamos para llegar a “las playas”, con un Tacuarí que corre alegre entre piedras lunares y peces a rayitas. Donde había un bosque tan pero tan viejo que los líquenes recubrían buena parte de las ramas de sus árboles altos, amables y silenciosos. Un lugar sin electricidad hasta hace pocos años, con vecinos organizados para construir una garita en la parada del ómnibus y un pozo de agua clara al servicio de todos. Ñangapiré tiene muchas caras, pero esas son las que me pasan por la cabeza mientras cruzo su entrada por la ruta 8 y sigo mi camino hacia el hogar, que no está por estos lados. La vida es movimiento, y los viajes (por fugaces que sean) no hacen más que recordarlo.





A las nueve de la mañana estoy contra el capitalismo, evito el consumo innecesario, quiero adelgazar, defiendo la vida sana y los frutos nativos. A las once me viene una amnesia temporal y cuando quiero ver estoy ante un Moka caliente con budín de jengibre. Cosas que pasan. Yo no tengo nada que ver.





2017: Escena montevideana Trataba de volver a casa con la caja de sandwiches de La Nueva Barcelonesa que alguien me había regalado. El chofer del primer ómnibus hizo una broma: qué bien, justo era su cumpleaños. Le contesté algo, seguí de largo, me olvidé del tema; fue un viaje corto desde la torre de Antel hasta 18. El segundo chofer, un flaco castaño y con cara de pícaro, directamente estiró la mano apenas subí y se ofreció a guardar la caja. Me reí, comente algo al pasar y arranqué a buscar el asiento con mayor porcentaje de sombra en esa tarde de horno inclemente que tan mal le iba a hacer a los sándwiches si les daba el sol. Cuando me disponía a bajar el castaño y yo nos miramos; él adoptó un aire indiferente de hombre mirando al horizonte y estiró la mano. _ Te daría uno, pero te faltan servilletas, viste, no va a poder ser...- bromeé. _ Mirá, no me pelees porque ahí abajo- dijo señalando una zona de bolsos y cosas al costado del asiento- tengo un montón de servilletas. Abrí la caja. _ Servite. Me miró azorado.. _ No, no, nada que ver, era una broma… _ Servite aunque sea uno- insistí. _ Bueno. Y bajé del 100 con unos gramos menos en la pesada caja, dispuesta enfrentar la caminata incandescente hasta las alturas de mi calle. Montevideo seguiría prendida fuego, pero a veces hay situaciones pequeñitas que te refrescan el alma. Somos un pueblo chico (por suerte).




Macbeth es de 1306 y se ubica en Inglaterra. La Divina Comedia tiene una estructura analítica. El infierno fue lo que se creyó primero, Caronte era el que manejaba la balsa y Virgilio es un dios. Y todo en un solo escrito.




Subo al ómnibus y me sumerjo en el mundo virtual, como siempre. Lo primero que leo es que hay un alerta de tsunami en Indonesia porque acaban de sufrir un temblor de 7.5, uno de los 7000 por los que pasan cada año. ¿Cómo será vivir sabiendo que en cualquier momento hay una catástrofe esperando para caerte encima? En eso estaba cuando recordé nuestro temblor de hace cinco años. Fue terrible (dicen). He pasado por dos temblores desde que tengo memoria: uno en los 70’ y otro en 2016, y a los dos los pasé durmiendo. Debe ser que tengo el sueño muy pesado. Montevideo: estabilidad. Sigo mi viaje hacia el último día de clases en el IAVA, donde es posible que a alguno se le mueva el mundo bajo los pies, pero no será nada que no pueda solucionar en febrero. Feliz martes.



Última prueba para los estudiantes de Humanistico; la clase va de 8.20 a 9.45 y dos chicas ya me están esperando cuando llego al liceo 5 minutos antes. A las 9.18 veo a una tercera (que la semana pasada ni apareció a preguntar) caminando tranquila por la vereda para llegar a la mitad de la segunda hora, como ha hecho todo el año. La chica es amable, no tiene mala relación conmigo y parece llevarse bien con sus compañeros. La chica no es tonta, y ya entendió el sistema. Sabe que no cuentan las faltas, sabe que el promedio de 2 que le puse hace diez días no implica necesariamente que se tenga que ir a examen, sabe que no importan la puntualidad y asiduidad en el contexto de una clase (que será un contexto laboral en el futuro), sabe que si obtiene una calificación de aceptable en esta prueba su año conmigo estará aprobado sin importar si aprendió algo, si interrumpió todas y cada una de las clases llegando a cualquier hora, si faltó a los escritos o los entregó en blanco. Números, números, numeritos. Números sin alma, números sin futuro, números en el aire, engrosadores de estadísticas. Números ellos, nosotros, números sin vida, descarnados, sin base, precarios, inestables, mentirosos. Y así estamos.





Jueves. Llego al liceo a las ocho menos veinte, como siempre, y el silencio me abraza como si ya hubieran empezado las vacaciones. No hay alumnos en mis clases, salvo un par de chicas que vienen a plantear si pueden hacer la prueba de repechaje el lunes o quizás el martes. Charlo con los que van llegando mientras avanza la mañana: ellos juegan al ping pong y se sientan a tomar el sol en los dos patios, yo como pitangas, tomo café y leo un libro de Pamuk sobre Estambul. Antes de mediodía voy con mis compañeros caminando hasta el edificio de la Inspección, a apoyar a dos de ellos que fueron denunciados por "violencia verbal" por la directora. Nos quedamos en la vereda, donde nos vamos moviendo como una suave marea que trata de escapar del sol y perseguir la sombra. Una hora, dos horas, mil horas. Un patrullero nos pregunta qué hacemos. La audiencia se demora. Termino yéndome antes: ellos declararon interminablemente hasta que salieron del lugar a las cinco y media de la tarde. Mientras tanto yo llegué a casa con 1% de batería. Mi madre llama, corta, llama de nuevo, deja sonar muchas veces el teléfono y se me paraliza el corazón porque siempre pienso que les puede pasar algo, pero cuando salgo del baño y la atiendo me doy cuenta de que los viejos están bien y la razón de la llamada era un asunto de papeles. Tengo que ir a Melo a firmar algo y tiene que ser sí o sí el viernes 17. Pero ese día voy a ver a Jaime Roos. Viernes 17. Pero la entrada me costó un platal, hace doce años que no lo veo, voy con una amiga. Viernes 17. Suspiro, respiro hondo, almuerzo tardíamente a las tres de la tarde y me meto en la página de Tres Cruces. Arreglo para ir y volver en el día los 800 km entre la ida y la vuelta de Melo y confío en llegar con cuerpo y cabeza al recital para cantar por lo menos algo fácil al estilo de algún día verás. Es el amor. Si me voy antes que vos. Adiós juventud. Sigo con el tema de los trámites: necesito unos documentos que no sé dónde están, ni si los tengo. Doy vuelta media casa, dejo las dos camas tapadas de cajas y rimeros de papeles, pero no encuentro mi libreta de casamiento. Sí, sigo casada, boludez de ambos, no pasa nada, nos llevamos bien. Le mando un mensaje a mi ex marido. Decidimos que sí o sí tenemos que hacer de una vez los papeles de divorcio. Voy a la marcha de la Plaza Libertad, donde encuentro cinco amigas, veinte conocidos y una multitud de compañeros. Cuadras, cuadras y cuadras de gente reclamando lo mismo que reclamamos desde que tengo memoria. Caminamos hasta el Palacio. Escuchamos la proclama. Volvemos. Termino frente a una muzzarella con roquefort con mi amiga y un amigo en el bar de mi barrio. Más tarde veo una foto en la prensa donde aparezco como un lechoncito de remera fucsia ante las puertas de la inspección y me da un poco de culpa por la muzzarella con roquefort pero, en fin, este ha sido un largo día y no es tiempo de arrepentirse de las calorías disfrutadas. Ya en mi casa, casi me da un patatús cuando la computadora se resiste a ser encendida. Ayer el teléfono, hoy la notebook. Mac, hija mía, ¿tú también? Al fin se deja revivir, quizás conmovida y en un arranque compasivo ante mi desesperación de la medianoche sin neuronas. Respondo un par de mails, me hago un último capuchino y me desplomo en la cama, donde demoro dos segundos en dormirme (como siempre).

Hay días que parecen haber sido hechos para ser intensos, duran meses y meses, no se acaban nunca. Hoy, en cambio, desayuno tranquila en mi casa oyendo a los pájaros en los árboles de la vereda y mirando cómo corren las nubes por el cielo. Todo pasa (y todo queda). Feliz viernes. (y olvídenlo: la foto del lechoncito fucsia no la subo... ni falta que hace)



La gata de al lado es la Eva de Dominici del mundo felino, pienso al salir de casa, y mientras camino voy asumiendo que la costumbre de desayunar viendo programas argentinos en YouTube está comenzando a afectarme. La tal Eva* es una actriz bellísima, aunque espero que no tenga el mismo carácter de la vecina, que después de la foto no demoró dos segundos en clavarme los dientes y las uñas (“ jugando”, ponele).

Rumbo al cuarto día de incierta asistencia estudiantil en el liceo. 

Feliz jueves. 

* Una de las cosas que contó en el programa es que hace unos días la maquilladora le fue a poner un liquido en los ojos, se confundió y le metió pegamento. Gracias, programa argentino del desayuno: acabo de encontrar un maravilloso tema para nuevas  pesadillas




7.30 de la mañana en mi cuadra, diálogo escuchado al pasar. Padre treintañero e hijo de 4 años están por subir a su auto. 

_ ¿Y esa?

_ ¿La araña? No, no la mates.

_¿La hormiga?

_Tampoco. Ellas no te hacen nada; dejalas tranquilas.

_¿La puedo tocar?

_ No, no las toques porque pican, pero no les hagas nada. Dejalas ahí, nomás.

_Las  dejo ahí.

Las palabras justas, el tono amoroso, el cuidado del niño y la transmisión de valores condensados en breves segundos. El nene que pasa del impulso de matar a querer intervenir y al final contemplar.

No está todo perdido (ni mucho menos).

Feliz miércoles.





4 reposteos de cuando no había repechaje (@#÷∞#“):

2015: Lago Merín

Los enemigos zumban, silban, amenazan.

Estoy rodeada. 

Quieren mi sangre. Lo sé. Los escucho. 

Su nombre es Legión, pero una barrera sutil y efectiva protege las fronteras, detiene el paso de los otros y me proclamo invencible.

Gracias, súper tul de Tienda Inglesa. 

Los 245 pesos mejor invertidos de mi reino.

2017: Montevideo

2.53: despierto escuchando un sonido inesperado: llovizna. Dejé a la gata en el sillón y la ventana abierta. Me levanto a cerrarla. 

2.55: la criatura demandante hace honor a su nombre. No encaro sacarla ni cerrar la ventana porque llueve pero poco, así que la dejo comiendo y vuelvo a mi cuarto. 

3.07: Diluvia. Bajo. Cierro ventana. Subo. Me acuesto. 

3.20: Concierto en Gato Menor Número 5. 

3.24: Bajo. Muestro a la felina el plato aún lleno de alimento. Ella parece sorprendida ante la constatación y se pone a comer.

3.35: Cantata en Miau Mayor frente a mi puerta. Dudo si sacarla al patio (con lluvia pero techito), hacer oídos sordos o bajar y volver a mostrarle la comida en el plato. Al fin bajo, me tiro con ella en la alfombra y le hago mimos, sin llegar a resolver el dilema ventana abierta/ gata afuera. Suspiro. Nota mental: volver a habilitar el baño felino de interior. Me acuesto.  

3.47: Apocalipsis Now al otro lado de mi puerta. Nueva nota mental: menos mal que la casa de al lado está vacía. 

3.55: Casi dejó de llover; qué lindo el patio del frente, ¿verdad? Chau, hasta luego. 

4.14: Bzzz... bzbzbz... El Primer Mosquito del Verano. Nota mental: lo odio.

Arbolito: hogar de los seres demandantes. 

Menos mal que hay un frasco de café sin abrir en la cocina.

2018: ruta 9

_¡Palmeras, muchas palmeras al costado de la rut... ! 

_Ya pasaron. 

_ ¡Un ñandú, un ñandú, un ñandú! 

_ Se me fue. 

_ ¡Macizo de flores amarillas al lado de ranch...! 

_ Muy lejos. 

_ ¡Carancho, carancho al lado de portera de madera! 

_ No dio tiempo. 

_ ¡Ceibos, cientos de ceibos tapados de flores rojas! 

_ Mmmh... No salen. 

Y así vamos, mi yo niño y mi yo adulto, dialogando al costado del camino.

2018: Valizas

Merienda en el hostel; aprovecho el wi fi para navegar mientras tomo el capuchino y termino enterándome de que hoy es un excelente día, en el que como Aries me uno a mis compinches de fuego (léase Leo y Sagitario) para apoyar a Géminis y joderle la vida a Escorpio. Sí, ta, otra vez los horóscopos de El País. El único problema es que desde hace años no me acuerdo de ninguna fecha así que, estimados, si son de Escorpio perdonen, de nada si son Géminis y choque esos cinco, Leos y Sagitarios, que el mundo es nuestro (o eso nos creemos)




El 7 de diciembre de 2012 yo andaba en labores de jardinería. 

En 2013 me paseaba por el barrio fotografiando tilos. 

2014 me encontraba en casa, visitada por mis viejos. 

2015 me veía amanecer en la laguna. 

En 2016 iba hasta la Curva para recorrer el intercambiador recién inaugurado.

En 2017 filmaba a Matilda revolcándose en la tierra del jardín del frente. 

En 2018 y 2019 caminaba por las playas de Valizas.

El 6 de diciembre de 2020 y 2021 tocó estar en el liceo, reponiendo clases a las que nunca he faltado y esperando estudiantes que no hacen acto de presencia ni siquiera ante el regalito que les cae del cielo de una nueva oportunidad para dar la segunda prueba. Café, lectura, charla con los compañeros y de repente alguien que pregunta: 

_Profe, ¿usted va a dar clases de repechaje?

_ Sí, la de tu grupo era hoy a las 7.40. 

_ Ah. 

O llega un mail: 

“Ayer estuve en el liceo a las diez, unos minutos tarde, y usted ya se había ido.”

“No es verdad, estimado, yo me fui a las 13.35.”

Ah. 

Otro:

_Profe, es que el mes pasado tuve covid. 

_ Lo sé. Pero solo viniste a cinco clases entre agosto y noviembre.

— Ah. 

Saludos desde el banco de uno de los patios. Hay un murmullo de voces socializando que se mezcla con los cantos de los pájaros y el sonido de la pelota del pong pong del otro patio. Lo que no se ve por ningún lado es gente que esté estudiando. 

Ah.





Le hago señas a un ómnibus y subo detrás de una chica que viene limpiándose las manos con alcohol. A los tres minutos se desocupan dos asientos contiguos, ambas nos sentamos y lo primero que ella hace es volver a sacar el alcohol en gel de la cartera y pasárselo por las manos, que se restrega un buen rato. El aire queda impregnado del olor al desinfectante, en tanto yo invierto el tiempo del viaje en imaginar diferentes maneras para hacerla tocar algo, a ver si puede resistir a la tentación (o a la compulsión) de limpiarse en seguida.* 

A la altura de Comandante Braga quedan dos asientos libres; me demoro una parada pero al pasar Garibaldi termino abandonando a la compañera hiperdesinfectada y me instalo junto a la ventanilla para ver pasar las últimas paradas medio vacías bajo el sol de la mañana.

Feliz martes.

*Nunca dije que yo fuera buena (o no todo el tiempo, por lo menos).



Acabo de hacer cuentas. Este año tuve 195 estudiantes en el liceo, de los cuales ya aprobaron 150 y 45 tienen la posibilidad del repechaje. De estos últimos hay 20 que han desertado (aunque podrían presentarse a clase ya que no se cuentan las faltas, y no seré yo quien los mande a examen si hacen una buena prueba final). Estas son solo cifras, hasta que me doy cuenta de un dato (a mi juicio) revelador: de los 66 estudiantes de Artístico que tuve este año solamente 5 son los que no han aprobado la materia, todos ellos por abandono (incluyendo a una chica que se fue del país). Ni uno solo se fue a examen por otro motivo. ¿Es que son especialmente estudiosos, serios, superdotados? No, pero están a gusto, no faltan, vienen a las pruebas, se comunican con los profesores, se apoyan entre ellos. Este año es especial, pero siempre que tengo Artísticos pasa algo más o menos parecido. No sé. ¿Casualidad o bondades de una orientación que contempla tanto lo racional como lo físico y lo espiritual? Porque ellos también tienen Matemática y Física, digo, por si algún despistado cree que van al liceo solo a actuar y hacer música (que no es poco). Aquello de la formación integral del ser humano que planteaban los antiguos griegos, ¿se acuerdan? No, claro, quizás algunos no se acuerdan. En fin.




Mañana se inicia el "repechaje" en Secundaria, que va hasta el 14 de diciembre. Voy a ver tres veces a cada grupo, dos de repaso y aclaración de dudas, una de prueba final. Formativa, creo que se llama. Tres clases a las que pueden asistir y una prueba que puede rendir todo el mundo, incluyendo los que nunca han venido o los que solo he visto tres o cuatro veces en el año. No es exageración: algunos que están en esta última situación ya me han dicho que van a venir. Obviamente la prueba final no tendrá el mismo nivel de dificultad para quienes estuvieron arañando la promoción que para los que solo aparecen al final, pero igual. ¿Vale lo mismo un año lectivo que tres días de esfuerzo para zafar del examen? Si tuviste 4 o 5 de promedio hasta la semana pasada te la llevo, pero... ¿Y los que tienen calificación de 1, 2, 3? ¿Qué les estamos enseñando? Les enseñamos que solo importa que pasen de año, aprendan o no. Les enseñamos que lo que el docente y los compañeros trabajaron en más de cien clases es tan poco que ellos lo pueden aprender en dos. Les enseñamos que lo más importante es que cierren bien los números, más allá de los aprendizajes. Les enseñamos la ley del mínimo esfuerzo. Les estamos diciendo que ellos no nos importan en realidad, que solo importa que tengan el papelito de haber cursado el Bachillerato, así pueden ir a buscar trabajo tranquilos en un call center o un local de comida rápida (sin desmerecer a los trabajadores de esos lugares, que cada uno hace lo que puede desde el umbral de su historia y sus posibilidades). Le decimos a la sociedad que los docentes casi no damos nada, que no nos importan nuestros estudiantes y que les vamos a poner una prueba el 14 de diciembre que va a ser tan pero tan pava que ya la tendremos corregida ese mismo día por la noche, así podremos asistir a la reunión del 15 con los promedios convenientemente hechos y registrados en la libreta digital. Y así estamos.




"Yaguarón entre Mercedes y Colonia", apunto en este muro en un post al que le cambio la privacidad para que solo quede visible para mí. Yaguarón entre Mercedes y Colonia es la dirección que me pasó ayer una amiga de un lugar donde arreglan celulares, y la anoto en el muro así cuando esté cerca puedo sacar el teléfono y... Oh oh. "Yaguarón entre Mercedes y Colonia" escribo prolijamente en un papelito al mejor estilo analógico, papelito al que le sacaría una foto para ilustrar este post, si no fuera que... Oh oh. "Yaguarón entre Mercedes y Colonia", voy pensando mientras me preparo para ir al Centro y guardo un libro en la mochila, porque el viaje es largo. ¿Cuánto hace que no voy leyendo en el ómnibus algo que no sea una pantalla? ¿Y que no memorizo nada? ¿O que no demoro cinco minutos en saber si alguien comentó alguna cosa, si recibí un mensaje o fui etiquetada en una foto que no me favorece? Ayer por la noche fui a tomar algo, pedí un martini, miré a la gente de alrededor y me concentré todo el tiempo en la conversación con mis amigas. Por unas horas volví a estar en 1987, y no pasé mal. Si pudiera hacerlo cuatro o cinco horas cada día creo que podría (tal vez) encontrar un equilibrio, pero no sé si a esta altura del partido sería capaz de sostener ese nivel de abstinencia. Saludos desde el patio del fondo, donde estoy tomando un capuchino y evaluando visualmente el estado de mis plantas. Hay algunas flores abriendo que no había visto antes, una suculenta que traje de Floripa* hace dos años acaba de repente de pegar un estirón y el helecho que se esconde entre las ramas de la enredadera está sacando brotes del borde de cada hojita. La primavera y sus cambios se abren paso en silencio, como siempre, y yo me siento en condiciones de apreciarla, como a veces. Esto no tiene remate. Feliz sábado (sea el año que sea). *encanutada en la cajita de plástico de un helado porque ya se sabe que no se puede traer plantas de más allá de la frontera (sshhh...).




2017 En esta última semana hubo dos revoluciones en mi vida de cooperativista suburbana: un amigo se mudó a una cuadra de casa y en la esquina abrió un bar rico, barato y tranquilo. ¿Si estoy contando algo bueno? No, al contrario: todo mal. Alerta roja. _ ¿En qué andás? ¿Cenaste? _ No. _ ¿Bar? _ Vamos. Vamos a llegar al verano rodando por la bajada de la cooperativa, a eso vamos. Este es un camino de ida. Recuérdenme como era hasta el mes pasado. No soy yo: es mi amigo. La muzzarella con roquefort. La torta de menta con chocolate. Todos, menos yo.




Aviso que ando sin cel, porque la criatura se me congeló y no hay manera de hacerla recapacitar. Yo le digo: "dale, ¿qué te cuesta?", pero el muy porfiado ahí sigue, inmutable. Estoy esperando que se le agote la batería para ver si se apaga, pensando (quizás ingenuamente) que en una de esas después de un rato lo alimento y se despierta renovado y funcional, pero no sé. Debo reconocer que no lo he tratado bien: dos por tres se me cae, y tiene unos astillados sospechosos por todos lados, en fin. ¿Esto implica un cambio radical en mi contacto con el mundo? ¿Voy a tener que ir por la calle mirando a las personas con las que me cruzo? ¿Debo viajar en bus con la mirada perdida en las veredas? ¿Cruzarme con un gato y no sacarle foto? ¿Volver al siglo diecin... veinte? 😳 Ampliaremos. Snif.2016

"Solo una cosa no hay: es el olvido", decía Borges, y yo coincido en la certeza. No puedo, no logro, no consigo olvidar. Algunas veces parece que sí, cuando pasa un día entero sin que las imágenes aparezcan en mi recuerdo, pero todo es inútil. Sigues ahí, lo sé. Sigues ahí, al acecho. Cómo olvidarte si a cada momento te veo caminar por el borde del felpudo, subir la escalera o merodear entre los platos de comida de mis gatas. Ya te salvé de morir ahogada ayer, araña gigantesca de seis centímetros de diámetro (con patas y todo), no lo olvides. Estabas flotando, atrapada en el recipiente del agua, y fui yo (¡yo!) quien llevó el taper de Crufi hasta la puerta y lo volcó en el patio para liberarte. Sí, es cierto que lo empujé con una escoba, pero es que empezaste a moverte y mis manos se negaron a cooperar desde muy cerca. Hagamos un trato. O te vas a vivir al jardín o te escondés para siempre debajo del sillón, pero no quieras vivir a la vista conmigo. En esta casa no hay lugar para una tercera mascota. Ah, y decile a tu amiga la chiquita, esa que hizo una preciosa tela en la cuerda de la ropa, que si puede vaya desalojando el área, que el fin de semana pinta soleado y voy a andar necesitando el tendedero. A ver si nos entendemos: ya no es mágico el mundo, tarántula de seis centímetros con todo y patas: mi casa tú y tus amigas me han conquistado. Ya no seré feliz, tal vez no importa. Ya no quiero compartir con ustedes la clara luna ni los lentos jardines. Hoy solo tengo la fiel memoria y los fóbicos días. Aunque también tengo un Raid. Te aviso, nomás. Tengo un Raid. Ojo al piojo.




Semana D. Definición de promedios del curso. Defensas de trabajos de ProCES. Liceo ocupado. Mails con saludos, elogios y afecto. Mails con proyectos para corregir. Mails con preguntas. Despedidas. Trabajo administrativo. Trabajos artísticos. Mensajes (muy lindos) de estudiantes. Mensaje (muy lindo) de una madre de estudiante. Practicantes que (ya!!) buscan grupo para el 2022. 8 escritos aún por corregir. Ojos cansados. El final de la parte más gruesa del trabajo al alcance de la mano. Un 2021 que se estira como chicle. Planes. Cambios de planes. Hombros que duelen. Libros pendientes desde hace semanas. Voces amigas. Encuentros. Desencuentros. Y así.



Visita felina matinal: etapas

1. Alimento permitido

2. Alimento no permitido

3. Marcado de escalera

4. Abandono del sitio. 

(Por ahora no hay fotos del punto 4 porque el trámite se encuentra momentáneamente demorado mientras la susodicha visitante se dedica a recorrer a sus anchas el piso de arriba. Ampliaremos)



“Hoy tengo ganas de ti… No hay nada más triste que el silencio y el dolor, nada más amargo que saber que te perdí…”

Yo diría que no hay nada más amargo que escuchar a un señor muy veterano cantando este hit de los 70’ para las cuatro o cinco personas que viajamos mirando distraídamente por la ventanilla en un 100 semivacío.

Al terminar la canción (que acompaña con música de parlante) dice ser un cantor de baladas, se despide y pasa por los bancos recogiendo las moneditas que nadie deja de darle. 

Primero fue un pichón de benteveo que no vuela mucho y solo se queda muy quieto mientras pía llamado a la mamá en la puerta del liceo, ahora el cantor de voz temblorosa haciendo los pesos uno por uno. 

Jueves de agujeritos. 

Ya va a pasar.



Empecé buscando una foto para compartir en esta movida de #valoraatusprofes, y de repente busqué otra, y otra, y otra... Son infinitos los docentes que me han traído hasta ser lo que hoy soy.
Sin contar a mi amada Rosario de la primaria ni a algunos de los referentes pares que me han enseñado in situ, cuando yo ya estaba al frente de algún grupo, vaya desde aquí el recuerdo y homenaje a los que están y a los que han partido. Roger MIrza (en el IAVA), Graciela Mántaras, Lisa Block, Ricardo Pallares, Jorge Arbeleche (en el IPA), Teresa Torres (en la práctica). Todos bellas personas, luminosos, empáticos y de una extrema generosidad para con los que en algún momento supimos ser "los nuevos".
Pero también hubo otros, como la profe de Literatura Isabel Sánchez que me regaló un libro sobre Fausto cuando yo cursaba quinto en el IAVA y le conté que iba a estudiar su materia. El de Química, Aldo Martín, que nos daba largas charlas inolvidables en los salones a punto de derrumbarse del viejo liceo 30 de 8 de Octubre. El de Matemática Raúl Cobas (terror del IAVA) que un día me vio en Tienda Inglesa y me saludó llamándome por el apellido. La de Italiano, Elsa Sagario, separada del cargo por cantar el himno con los estudiantes en el primer acto en memoria de los mártires estudiantiles, un 14 de Agosto de 1984. El de Historia, Carlos Ranguís, que era candidato colorado a la intendencia pero igual lo queríamos. La suplente de Matemática Luisa Auliso, que vino a rescatarnos del terror a la materia que nos había infundido un señor de mal carácter al que no le entendíamos ni medio. Y así.
No termino más.
Siempre hay un docente en la historia personal de cada uno. Siempre. El tiempo pasa, la memoria queda.
GRACIAS.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Noviembre de 2021




3 reposteos 3 1. _ Pensé que ibas a frenar ahí- dice la guarda, y el chofer contesta con tono inseguro. _¿Por? _ No sé... estoy acostumbrada a viajar con Miguel. Silencio. Al rato, él: _ ¿Maneja bien Miguel? _ No sé... Te dije por decir, nomás. Sutil escena de celos entre el personal del 103. Ella se ofrece a traerle verduras que planta no sé quién: creo que con eso ya lo distrajo y Miguel no vuelve a aparecer en el diálogo, aunque su sombra sigue interponiéndose entre los dos, porqué Miguel sí sabe dónde hay que frenar. Mariela, testigo (casi) muda de un mundo de veinte asientos. 🚎 (2017) 2. No alcanzo a ver al señor del asiento 10, pero sí escucho su voz cansada y con tono de abuelito. Hace un rato le dijo a la del 9 si se animaba a despertarlo al llegar a no sé cuál pueblo, porque él no puede evitarlo y siempre que viaja se duerme. Desde mi asiento 16 no llego a ver más que la espalda de la del 10, pero se ve rubia, joven y flaca. Accede a despertarlo sin problemas, cruzan un par de frases, la conversación no decae. A partir de ahí señor del 9 se despierta del todo y empieza a hacerle a la rubia un cuento atrás del otro. Ella apenas contesta con algún monosílabo ocasional, pero no parece molesta. Él saca temas y temas, ya ni sueña con dormirse, dos por tres se ríe y su voz parece haber rejuvenecido veinte años, década más, década menos. Cosa linda el amor. La atracción. Algo. (2018) 3. Una vaca muge no muy lejos. Se oye una moto en la otra cuadra, decenas de cotorras en los eucaliptos de la calle de atrás y un sinfín de insectos y aves de los que pocos puedo identificar. El zumbido de una mosca, cacareos de gallo, algún perro. De pronto, junto a mi oreja, un rumor asordinado. Demoré unos segundos hasta que levanté la mirada y lo vi: era un picaflor. Me estuvo dando vueltitas un rato, nos miramos bajo el suave sol de noviembre y se fue a posar a unos metros, en un paraíso del jardín. Terminé de tomar el té y aquí estoy, tirada en la hamaca, pensando que en Montevideo está mi casa pero sea donde sea mi verdadero hogar está donde haya naturaleza, donde pueda desayunar sin un techo sobre mi cabeza y escuchar y ver sin apuros ni intermediarios el feliz despertar del bicherío por la mañana. (2016)





Siguen llegando trabajos creativos, y Macbeth es el preferido de los artistas. 👑⚔️🩸 Aviso: Desde la dirección de este muro desmentimos categóricamente cualquier rumor que relacione los trabajos artísticos de los estudiantes con sutiles formas de intentar corromper al docente. Y ahora, con su permiso, voy a ver si me compro un té rojo para estrenar mi nueva taza Macbeth.





Al despertar esta mañana veinte minutos después que sonara el teléfono para levantarme solo una imagen me quedaba de lo que había soñado. Acababa de bajar de un ómnibus y recién ahí tomaba conciencia de que había viajado todo el tiempo sin tapabocas y nadie parecía haberlo notado. Hasta donde sé nunca había soñado nada en relación a los tapabocas; ¿será que en el mundo onírico son la versión moderna de la desnudez o la caída de los dientes? ¿Qué tanto demora una situación habitual para volverse simbólica? Saludos desde el 103 casi vacío de las 7.15, que avanza lleno de rostros semicubiertos y tranquilos, al son de una música boba pero no molesta. “Una música ñoña”, escribe mi celular, y cuando lo quiero corregir pone “una música viva”. Viene bravo el censor matinal; parece que “boba” tampoco es un término recomendable. Nos. Viva. Vos. Niña. Boca. Su creatividad para eludir lo que no quiere poner en palabras es molesta pero digna de consideración. Ya venia siendo tradicionalmente complejo lidiar con un inconsciente; ahora tenemos que atender a dos… Último día (creo) de pruebas y clases “normales”. Como siempre, llego temprano aunque me levante tarde (misterio). Allá vamos. Buenos días.





Crucero Hamburg: _ Hola, Puerto de Buenos Aires, soy un crucero y vengo de Cabo Verde, ¿puedo pasar? Puerto, Operaria 1: _Sí, amigo, entre, que aquí los asiáticos son bienvenidos. Solo tenemos prohibida la entrada a las embarcaciones africanas por aquello de la variante nueva, vio? Puerto, Operario 2: _Boluda, este barco viene de Cabo Verde, ¿eso no es en África? Puerto, Operaria 1: _ No, no, creo que queda en Asia. O en la India... (Largo silencio) Puerto, Operario 2: _Es África. Nos mandamos una macana. Conclusión: "Luego de que se llevara a cabo en el barco una inspección rutinaria de la Prefectura Naval Argentina, el personal policial tuvo que desembarcar y trasladarse a través de un corredor seguro a un centro de aislamiento de la institución. A su vez, se ordenó a los pasajeros y tripulantes el confinamiento en camarotes a la espera de que se realicen los test de covid, cuyos resultados se conocerán en las próximas horas. A partir del “descubrimiento” de la procedencia geográfica del Hamburg y considerando que habían transcurrido 12 horas desde que se emitió la autorización para bajar a tierra, comenzó una desesperada “cacería” de tripulantes y turistas que se encontraban disfrutando de Buenos Aires." Macondo, un poroto. Latinoamérica unida jamás será vencida.





El País: "En el orden de los trabajadores fue reelecto Ramón Ruiz, que obtuvo el 65,8% de los votos válidos, contra el 39,3% de Luis Lisboa"
Mirá vos; somos un país tan democrático que votó el 105,1% de los habilitados.




Lo voy a decir una sola vez, fuerte y claro: #Basta de consumismo #No a la importación de tradiciones y productos foráneos #Terminemos con los alimentos caros y ultraprocesados. #EsTiempo de... ¿Es tiempo de pan de jengibre? Ah, qué bien, quiero uno. Y un Moka Alto, gracias. ¿En qué estábamos? 





Pongo la foto de la malaquita en este muro y 25 minutos después me comienza a seguir por Instagram una página (de otro país) que vende piedras.
¿Coincidencia? No lo creo. 
¿Paranoia? Puede ser.
¿Excusa para no seguir corrigiendo? No, porque desde ayer soy libre. (Libre... como el sol cuando amanece io soy liiiibre! 🎵)
Libre pero controlada, pues Big Brother is watching you.
Voten bien. 
Nada que ver, pero igual: voten bien.
Buenos días.





Después de corregir el escrito de uno de mis grupos estoy en condiciones de afirmar que: 
DANTE: DIVINA COMEDIA
*Dante va recorriendo todas las ultratumbas del mundo.
*En el Paraíso se supone que sos algo así como feliz en el resto de tu vida.
*Los personajes son Dante, Virgilio, señor del bote, las fieras.
*Dante consideró ponerle a su libro comedia porque comenzaba muy agitado y terminaba con tragedias griegas. Bancuo le puso divina porque calificaba la estética y la religión.
SHAKESPEARE: MACBETH
*La obra ronda o es sobre los clásicos efectos psicológicos y físicos de aquel entonces.
BIBLIA: SALMO 1
*Bueno en este salmo cuando dice impío se dirige hacia un aldeo como que el aldeo es una persona que arrastra el viento, como que siempre será castigado.


Dante, canto 3 del infierno:  “Los indiferentes eran personas que no recibieron críticas ni alabanzas, son tibios, ni de Nacional ni de Peñarol”
Mirá vos, qué manera solapada de decirme indiferente. 




Vivo con un pequeño censor que controla y corrige todo lo que digo. No, no es un hijo ni una pareja circunstancial: es mi teléfono. El Iphone viene con una moral conservadora instalada en los circuitos más profundos de su cerebro reptiliano, de manera que no solo trata de que no digas groserías sino que incluso intenta convencerte de salir de temas oscuros como la muerte o la violencia en cualquiera de sus formas. Ya lo he contado por estos lados, lo sé, pero es que no termino de salir de mi asombro ante su pacatería. Si en vez de digitar letra por letra intento escribir deslizando el dedo por el teclado resulta que "Violación" se convierte en "colación", "tortura" puede ser "tortita" (la primera vez que lo digito) o "tirita" (la segunda). "Homicidio": homínido. "Suicidio": dividió. Hoy intenté escribir "son tarados" (en mensaje a mis amigas, hablando del Ministerio de Turismo, que parece identificarse con "la cobra que te cobra todo lo que hiciste") y el teléfono puso "sin tratados". Corregí y él puso "son tara dos", porque se ve que quiere hasta el último momento tratar de enseñarme un poquito de educación y buenos modales, o quizás su intención es distraerme y sacarme de esta actitud belicosa e inconformista, vaya una a saber. 
Lo dicho: vivo con un censor (que además es mi asesor de compras, mi consejero ante cualquier gasto y seguramente la caja negra de mi cerebro que registra todo lo que hago, digo y pienso). 
¿Paranoia? ¿Yooo?
¿Procrastinación? ¿Escritos por corregir, intento de olvidarlos y patearlos para adelante, yoooo?
No sé de qué me hablan, estimados. Buenos días.




No vayan a pensar que estoy pateando para adelante la corrección de pruebas y proyectos finales, pero acabo de entrar a la sección "femenina" del pasquín que ya sabemos, la cual no visitaba desde hace medio año, por lo menos.
Un artículo sobre mamografías y otro planteando una campaña contra la violencia doméstica me impresionan favorablemente: al fin se van metiendo en temas que importan en relación con las feminidades, pienso, y ahí veo que las otras notas giran en torno a la realeza británica y cómo cocinar bien el pescado. En fin. Pero eso no es todo: además nos proponen un juego, por aquello de que el cerebro de las mujeres no se usa mucho y es bueno moverlo de vez en cuando (no muy seguido ni con mucha fuerza). "El desafío nuestro de cada día: podés resolver el acertijo del viernes"?, se preguntan (y debo decir que no lo resolví, porque no entré al artículo). Lógicamente no me voy sin antes ver el horóscopo, donde me entero del destino de Aries para el inicio del fin de semana: "Todo se realiza con más energía de la habitual y eso les dará la pauta de que tienen mucho para generar a futuro. Divino día en lo personal. Disfruten." Y con el aval de doña Susana (la astróloga del diario) termino mi desayuno y me propongo encarar (por fin) el trabajo pendiente. No sé si la energía me la va a dar Marte, Venus o el segundo café de la mañana, pero aquí vamos. Tienen mucho para generar a futuro. Disfruten.





Diseño y fabricación de caravanas en relación a los textos del año. Captame el nombre y la página de la empresa… La descripción de cada uno abundó en detalles explicativos al estilo de: “las tres cuentas negras encima del puñal de Macbeth representan a las brujas, y están en el mismo eslabón porque siempre aparecen juntas y son indiferenciadas”. _Profe, elegite la que más te guste que te la quiero regalar. Listo. La nota es 12. 





Recreo largo en el liceo.
_ Profe, ¿te gustan los caramelos? ¿Cuántos tengo que darte para que me pases? - pregunta el Chico Cero Falta de Humanístico.
Le respondo que no como caramelos y le muestro el meme de “y si en lugar de un trabajo le mando un cordero?”, pero aclaro que igual eso conmigo no corre, porque no como carne. Un compañero que escucha eso último al pasar interviene en la conversación:
— Ah, sos vegetariana? Yo no comía carne, 11 años fui vegetariano, hasta que me fui con unos amigos a Costa Azul y se les ocurrió hacer cordero…
Los Humanísticos se ríen y siguen su camino. Yo me voy a la Tata del barrio a comprar un vicio para acompañar el café y en el camino me detengo a admirar las Santas Ritas de la esquina. Me llama la atención el contador de una casa todo manchado de pintura roja.
_ La tragedia de la sangre está inundando la ciudad- pienso, un segundo antes de darme cuenta de que tanto Macbeth ya me está afectando. Es tiempo de un café y algo dulce para equilibrar el estado emocional, me digo, mientras me dispongo a iniciar la segunda mitad de la mañana.





El pequeño y angosto salón 19, donde no hay ningún grupo este año, se ha convertido en la sala de estreno de las obras de los Artísticos en los últimos días. Hoy asistimos (los compañeros, la adscripta y yo) a la escena del encuentro de Macbeth con el espectro de Banquo durante la cena de gala en el castillo, representación que contó con la presencia de “extras” que actuaron de onda como invitadas a la celebración. Antes de salir volvieron a dejar el salón tal como lo habían encontrado, y lo único que no volvería a ser lo que era fue la camisa (antes) blanca de Banquo. _ Profe, me dicen por la cucaracha que las manchas no van a salir, pero que un 12 bien lo vale… Como tras la representación aún nos quedaban unos minutos de clase nos dedicamos a comentar los trabajos que se habían presentado en la primera hora, especialmente el dibujo de la Lady Macbeth encorsetada, que sirvió para reflexionar sobre las múltiples maneras en que la figura de la mujer ha sido sometida a presiones y trabajos varios para encajar en los parámetros hegemónicos de su tiempo. Claro que Lady Macbeth fue unos siglos anterior al corset, pero seguro que en la Escocia medieval del siglo XI también habrá habido formas de disciplinamiento asociadas a la figura femenina. Y así estamos.





Acaba de aparecer el viejito, al que no veía desde el viernes de mañana (siempre que me voy de fin de semana él demora en volver a la casa de la humana proveedora). Es un gato de la calle, curtido, vapuleado. No sabe ser mimoso; lo máximo que he logrado es que me olfatee la mano y deje su cabezota al alcance de mis dedos por si quiero tocarlo. En ese caso se deja acariciar, pero al primer sonido o movimiento sale corriendo con cara de pánico hacia la puerta. Mundo felino, estimados. Tan diferente del nuestro (o quizás no).



Hola, lunes. Hola, mes extra de clase. Hola, 33 grados. Hola, lugar del mundo que no es Valizas. Aquí vamos.





Con la lluvia de la tarde los sapos del pueblo están de parabienes, y en La Proa andaban a los saltitos. La gata Ceniza no se asusta con los truenos y el único que parece confundido es un pichón de picaflor que apareció en el patio: la gente del hostel lo puso con sumo cuidado en una maceta alta, hasta que recupere el aliento y pueda volar de nuevo. Los seres humanos, mientras tanto, no parecen tampoco preocuparse por la tormenta eléctrica: en la terraza de enfrente al hostel había unos cuantos bailando bajo la lluvia, que ahora (diálogo de ellos con micrófono mediante) acaban de ser invitados a la piscina y cruzaron en clima de fiesta. Yo me voy en una hora, quién sabe si bajo lluvia pero seguro que con ojotas y minifalda, por si acaso. A veces me parece que vivo en Macondo. Solo a veces.





Y se vino la lluvia en Valizas!! Hora de un cortado en La Proa, donde a esta hora soy la única clienta y los mozos y dueños andan bailando y cantando Gilda a todo volumen. Fuiste mi sueño, fuiste mi ilusión, todo eso fuiste, pero perdiste! 🎵 Se me ha perdido el corazón, si alguien lo tiene por favor que lo devuelvaaaa! 🎵 No me arrepiento de este amor! 🎵 Etc.





Cuatro caras diferentes de la playa esta mañana: el increíble color de las pinzas de los siríes, el yuyo rastafari, una minúscula cuchareta apoyada en un trozo de cerámica indígena que encontré junto al arroyo* y un bicho raro y con espinas con aire a Pez Globo desinflado.
* ¿Barro? Lo reputaré y tendré por cerámica finísima de encaje… digo, de charrúa.





¿Miedo? Miedo es lo que te pasa a las ocho de la mañana cuando no hay un ser humano en toda la playa, estás concentrada sacando una foto y de repente algo movedizo te empuja las piernas. Los perros de Valizas: amigos inseparables por un ratito, hasta que otro humano, un colega canino o un cacho de lobo en la arena los distraiga.





En 1991 tuve un novio que me invitó al rancho de una amiga en un pueblito pequeño y sin luz de la costa de Rocha. Dos años de relación y lo más importante que me quedó de esa etapa fue este amor que ya lleva 30 años y es cada día más fuerte. ¿Quien puede saber las huellas que deja en las personas con las que se cruza? ❤️ Valizas ❤️





Hace poco le contaba a una de mis practicantes de este año que mi examen de Didáctica 2 lo tuve que dar en la segunda semana de clases, con un grupo de sexto año al que apenas había visto dos o tres veces, en el Bauzà. A mi grupo del año anterior lo había dejado de ver en el penúltimo mes de clases, cuando comenzó una huelga docente que duró semanas y semanas, de la cual no salimos a tiempo para reencontrarnos (porque en ese tiempo las clases de bachillerato terminaban el último día de octubre y no el 14 de diciembre como ahora, en fin…). Yo iba a tener mi examen dando Papá Goriot, y a la salida de cada asamblea Teresa, la Adscriptora, iba recalculando lo que podríamos llegar a analizar de acuerdo al tiempo de que disponíamos:: “damos tres capítulos… o quizás uno… ¿Qué te parece si mejor vemos este párrafo de seis renglones?” Como siempre, el humor salvándonos de la incertidumbre. Este año con un amigo estuvimos planeando ir a España en enero, íbamos a recorrer todo el Sur y algunos otros sitios, pero la situación incierta en relación a los protocolos y permisos de entrada nos hizo desistir. Pensamos entonces en el norte de Chile, el desierto de Atacama, La Serena, varias playas frías pero hermosas del Pacífico a las que me encantaría volver alguna vez… Pero tampoco. Chile exige un permiso de movilidad de trámite lento, y nos sigue dando miedo que la situación incierta de “la cosa” nos complique la entrada o la salida. Ahora decidimos quedarnos en Valizas, donde nadie nos exige PCR ni nos puede complicar la salida. Uno nunca sabe cuándo son para bien las decisiones que toma, aunque de momento el panorama se ponga por momentos algo turbio e impredecible. El año del examen con el grupo nuevo, por ejemplo, me fue muy bien. ¿Qué me deparará este verano atlántico y rochense? Misterios… La vida. Carpe Diem.





Hay aguavivas. Hay viento. Hay gente. Hay mucha cosa calórica. Hay pocos fósiles. Todo mal, todo mal. No sé para qué vine.





Escenas del amanecer. Adivinen quién es la única persona despierta en el hostel desde las seis y media de la mañana. La perra Pulga instalada en un sillón me miró como diciendo “no jodas que YA te despertaste”, en tanto Ceniza (que duerme en la cocina) aprovechó a prenderse de mi pelo cual nuevo juguete para trepar, antes de volver a ser un bebe felino y empezar a pedir comida con lastimero maullido. Los pájaros tienen una batalla de cantos desde hace horas, y a una cuadra del hostel suena suave el mar, que amaneció tranquilo. El sol pica desde temprano y en el cielo no se ve una nube; hoy va a ser un día de pleno calor y caminatas. Acá en el hostel los amigos conocen mis horarios y me dejaron el café esperando para el predesayuno. Aún no decido si bajar ya a la playa, si quedarme leyendo en la terraza o en alguno de los patios* o si largar todo a la mierda, instalarme de una vez en este pueblo y no volver a pensar en nada que no esté hecho de aire, de agua o arena. Sábado de casi verano en el mejor lugar del mundo (o de mi mundo, por lo menos). Y así estamos. *(iba a poner “al lado de la piscina” pero me contuve, por aquello de no andar dando envidia, vieron? Es que yo en el fondo soy muy buena gente). 





El Rutas del Sol para en la terminal del Cabo y se bajan como veinte personas. Los cinco o seis que quedamos en el bus nos miramos y (aunque no nos conocemos) enseguida suspiramos aliviados, nos reímos y decimos que menos mal que no iban todos para Valizas. _Es por la luna llena- dice una señora rubia y comunicativa- Van porque es un buen fin de semana para la meditación y el Cabo es un lugar energético, pero nosotros tenemos las dunas y la energía es la misma. Empieza el último y breve tramo del viaje. Frente a mí un gurí dé unos doce años dormita en el asiento: todos los días hace el viaje entre Valizas y La Paloma para ir al liceo, chiquito. El campo amarillea de flores, no hay una nube en el cielo y sobre el horizonte ya se ve el mar a lo lejos. Esto en mi barrio se llama felicidad. 





Una vez en Florencia subí a una de las torres. No fue el Campanile, que es facilito: no me acuerdo de cuál era pero sí que tenía cientos de escalones en caracol, angostos, varias veces centenarios. Quizás el Duomo. Vos subías, subías, siempre girando, siempre viendo un panorama de no más de seis o siete escalones y teniendo por atrás y por delante una fila de hormiguitas humanas que aspiraba, como todas, al premio final de la vista de la ciudad desde lo alto. Una auténtica pesadilla. Hice todo el recorrido apelando a mis reservas de serenidad más profundas, mientras una vocecita claustrofóbica trataba de abrirse paso en mi cerebro y desplazar toda prudencia para hacerme dar vuelta y atropellar en el retroceso a las decenas de personas que venían detrás de mí. Al parecer hubo voces ajenas que lo lograron, porque tres o cuatro veces tuvimos que pegarnos todos bien contra la pared de la torre para que bajara alguien congestionado, llorando y angustiado en pleno ataque de ansiedad. Yo respiraba y subía un escalón, respiraba y subía otro. Trataba de pensar en otras cosas: los paseos que haríamos al día siguiente, los helados de la calle peatonal, la playa arenosa alrededor del río, los tanos, lo que fuera. En cierto momento mi amigo (que iba tres escalones por detrás) me preguntó cómo iba llevando el temita de la claustrofobia y casi desbarranco. Lo que menos quería era pensar que estaba encerrada en un tubo de cemento y escalones, con escasas posibilidades de retroceso y con una meta que parecía estirarse hasta el infinito. Por fin: el azul del cielo. Fotos, alegría, distensión, aire puro. Y entonces, el descenso. La bajada se realizaba por otra escalera, igual de angosta y también en caracol. Como había muchas personas y la torre no daba para que fuéramos todos de una, la cosa se hacía en tandas. Me tocó ir primera, lo cual por un lado estuvo bueno, porque no tenía frente a mis ojos el panorama de las espaldas de todos bajando cual condenados a alguna clase de tortura medieval, pero el cargo conllevaba una cierta responsabilidad civil, moral y social. ¿Y si los guiaba mal? ¿Habría posibilidad de tomar un camino equivocado? Tres o cuatro veces pensé que sí, porque de golpe llegaba a una pared sin salida, pero siempre en el último instante (cuando ya estaba a punto de enfrentar mi derrota guiando a las tropas hacia un lugar seguro) resultaba que aparecía una puerta angosta, de esas por las que no puede pasar una persona muy gorda, y continuábamos el descenso. Tres veces me sometí a esas torturas, tres. Dos en Florencia y una en Siena. La semana pasada fui con los estudiantes de quinto a la biblioteca del liceo y algunos subieron la preciosa escalera caracol de metal hasta el primer piso, de a uno, por si las moscas, y varios declararon que era su primera vez en ese tipo de estructuras y que les había dado un poquito de vértigo. Principiantes. Historia sin remate, estimados: solo son conexiones que establece el cerebro entre imagen y recuerdos. Y ahora, con su permiso, me voy a retirar, que en un rato sale mi ómnibus a Valizas (sí, este era solo otro post babosito levemente disimulado). Buenos días.





_ Profe, lo del trabajo artístico… ¿puede ser con comida? Porque yo iba a hacer algo Inspirado en Macbeth… Le dije que sí, y ayer se apareció con una caja enorme llena de coronas doradas y dulces, muffins verdes representando el bosque de Birnam y otros rojos simbolizando la traición y muerte, con las letras M en unos y LM en los demás. Todo fue explicado y repartido después entre los compañeros; yo me quedé con una corona y un registro fotográfico y explicación teórica del trabajo. Cosas que pasan en nuestros liceos(y la tele no te muestra).





Ellas son cuatro estudiantes de Artistico. Ayer de mañana me buscaron en el recreo para plantear que necesitaban un salón oscuro donde representar una adaptación de Macbeth, y les sugerí que quizás podríamos pedir el Salón de Actos o la Biblioteca, porque buscar salones oscuros en el liceo de los grandes ventanales es poco menos que una misión imposible. 
Hoy anduvimos a las vueltas desde temprano, pero ninguno de los dos lugares estaba a esa hora disponible. Nos gustó el local vacío de la ex cantina, pero nadie pudo hallar la llave. Al final decidimos que el salón 19, uno pequeño donde no hay ningún grupo, podría servir para la representación. Ellas, que ya estaban vestidas y maquilladas,  se quedaron acondicionando el espacio y ultimando los acuerdos con la sonidista (una compañera del grupo que se prendió al proyecto), en tanto el resto de la clase y yo nos quedamos admirando los proyectos artísticos de otros estudiantes de la clase. 
Cuando ya casi estaba todo listo aparece una compañera a la corridas: 
_ Profe: amenaza de bomba.
_ ¿Otra vez???
_ Otra vez, sí, ya nos dijeron que tenemos que salir todos, como ayer. 
Juntamos los cuadros, los diseños de vestuario y las coronas comestibles que había sobre la mesa y allá fuimos, a la vereda, donde Lady Macbeth y las brujas nos esperaban con rostros compungidos. 
_ ¡No puede ser, profe, hoy nos pasa de todo!!
_ Sí… Pero ¿se acuerdan que ya hablamos de la tradición de mala suerte que acompaña a esta obra? Bienvenidas a Macbeth. 
_ ¡Es cierto, es por eso!! - concordaron, maravilladas, dos minutos antes de ir a olvidar las penas al puesto de las tortas fritas, que con la amenaza de bomba (y por tanto extensión del recreo) estaba de lo más solicitado.
Un rato después sí,  realizaron la presentación, que fusionó teatro, danza, canto y pintura. Los compañeros, la directora del liceo y yo asistimos embelesados: una muestra de talento y creatividad que nos dejó sin palabras. 
Al fin y al cabo, quién cree en las obras asociadas a la mala suerte en el año 2021…
Pero toco madera.




Las dos señoras del asiento de atrás en el 103 vienen charlando animadamente. Van cada una a sus respectivos trabajos, parece que son amigas (o al menos conocidas) y su tema único y exclusivo son las plantas. Qué tal o cual tipo de tierra es mejor que aquel otro, que cuándo se transplantan los jazmines, que las hojas de equis planta están amarillas, que otra vecina le ha prometido a una regalarle una planta que a ella le gusta, mil y un temas verdes y vegetales mientras el ómnibus avanza por camino Maldonado, llega a 8 de Octubre y se va acercando a la Unión. 
En cierto momento hablan de una planta que de ellas tiene afuera pero se va a llevar para adentro porque alguien le dijo que “esa planta es muy buena para renovar el aire”.  Yo trato de rescatar del fondo de mi memoria todas las cosas que aprendí sobre la fotosíntesis con mi maestra preferida de la escuela y no recuerdo que las plantas renueven el aire; más bien me viene a la memoria que no hay que tenerlas en los dormitorios por aquello de la liberación de anhídrido carbónico y el consumo del oxígeno, pero, en fin. La señora no aclara en qué habitación irá la renovadora del aire y de repente llega Comercio y se baja murmurando un escueto “saludos a tu familia” que la otra replica con la misma fórmula. 
Me pregunto qué tanto importan las personas del entorno en la ecuación afectiva que las señoras desarrollan con tanto interés. Cada uno arma sus propias familias, me digo, y continúo mirando por la ventanilla como si todo lo humano me fuera ajeno.  
Ya es tiempo de bajarme. 
Buenos días.





Nada. Solo una momia nazca de hace 1700 años con tatuajes. Las ilustraciones representan su jerarquía: esta momia podría ser la de una sacerdotisa de unos 25 o 30 años.  Aves, zorros en la muñeca, estrellas en los hombros son algunas de las representaciones hechas con sangre de calamar o pulpo y grabadas con espinas de cactus o pescado.
0900Mari, su divulgador de misterios de las siete y media de la mañana, que acaba de pasarse tres paradas por ir mirando el teléfono y escribiendo cosas de momias (los genes, los geneeees…).



A primera hora de la mañana los Humanísticos me criticaron porque les conté que nunca había visto Toy Story. Estábamos con el Quijote (aunque no parezca) y todo vino por el nombre de Rocinante: ellos dijeron que Bullseye era el caballo de Woody, ante lo cual yo murmuré algo como "¿eh?", y comenzó la debacle. "Cómo que no viste Toy Story, profe, no te puedo creer, ¡solo falta que digas que no viste El rey León!... ¿Tampoco??? ¿Vos no tuviste infancia?" ("sí, pero en ese tiempo estaban Bambi, Dumbo y todos esos", acotó en voz baja una chica de adelante, que por suerte no fue escuchada por el resto).
A segunda hablamos de lo rutinario de las comidas del hidalgo. Me preguntaron si yo sabía lo que iba a comer cada día y les contesté (medio agrandada) que nunca repetía un menú, pero cuando tocó el timbre del recreo la parejita de la clase vino a decirme que obvio que sí lo hacía, porque ellos dos por tres me veían almorzando en el local de los chinos de Tristán Narvaja (de cuyo nombre -aunque quiera- no puedo acordarme).
Los de Ingeniería (que suelen ser 14 pero eran 5 por aquello de la primavera y los parciales) hoy tuvieron premio, porque la practicante en su despedida de la semana pasada había llevado Picos Dulces de más y mientras analizábamos el último texto del año les di los que le habían quedado. 
Los Artísticos, por su parte, venían de dos horas libres por ausencia de un docente y de los treinta del grupo solo hubo diez en mi materia. 
_ Profe, ¿vos decís que ya que somos pocos nos podemos ir a última hora? -preguntó alguien, moción que fue ruidosamente apoyada por mayoría simple. Pero ya se sabe que en el aula no imperan las democracias:
_Yo diría que no. Pero si quieren en el recreo puedo comprar galletitas para amenizar la mañana.
_Bueno.
Y así fue. Nos quedamos compartiendo algo dulce mientras empezábamos a conocer al señor Quijana o Quijada o Quesada, mientras comentábamos las lecturas preferidas de cada uno, los límites entre la realidad y la ficción y las formas en que nos relacionamos con los personajes propios y ajenos, hasta que tocó el timbre de salida y cada uno emprendió el camino hacia sus casas, sus rocines, los galgos flacos y los mozos de campo y plaza que así ensillan el rocín como toman la podadera. 
Quedan pocos días, y el calor no ayuda.
Yo a veces me siento Don Quijote y otras veces soy Sancho. 
15 de noviembre, estimados. La semana que viene empiezan las pruebas, todavía falta un mes de clase y encima tenemos elecciones virtuales. 
La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece... Etc.




Los hippies de Cerro Largo. Vinieron obligados (por un tema electoral de mi cooperativa), estuvieron menos de 24 horas y ya están yendo al encuentro de su casa y de los cuatro gatos que los esperan y extrañan. Volvieron a ver a los vecinos, charlaron con mucha gente, mi viejo nunca entendió dónde estaba y mi madre demostró una paciencia y una fuerza de voluntad increíble para sus 81 años. 
¿Para dónde van a arrancar mis genes cuando las papas quemen? Misterio…
No es fácil ser hija, estimados. 
¿Los gatos? Ahí andan: la Ardillita chocha con los viejos mimadores y el veterano León auto-relegado al jardín, en pleno rebrote de arisquez a los extraños. 
Saludos desde mi almuerzo tardío de las seis de la tarde. Antes tenía un nudo en el estómago. Y en eso estamos.





Hace un par de semanas cayó un diluvio a la noche. Fueron quince minutos de lluvia intensa que caía con rabia, con furia casi, como si quisiera borrar todas las cosas feas del mundo y llevárselas bien lejos (perdón, Paco). Yo me asomé a la puerta de calle a ver si el gato viejo estaba pidiendo para entrar pero no: solo estaba el Pequeño Demonio (alias la gata de mi vecina) acostada en el pasto del jardín, bajo la lluvia. La llamé como cinco minutos para que se refugiara en mi casa, pero ella tan campante. Llegué a pensar que con todo el pelo que tiene el agua no la estaba mojando en realidad, porque se la veía tranquila y relajada, casi feliz. 
Visto y considerando lo anterior, no puedo menos que quedar perpleja ante el hecho de que cada vez que la gata intenta entrar a mi casa (lo cual sucede con regularidad tres o cuatro veces por día, ni bien dejo abierta por un instante alguna puerta o ventana) la intrusa es fácilmente desalojada con la mínima y tenue lluviecita de agua del aspersor que uso para las suculentas del fondo, las más pequeñas y de maceta diminuta. 
Nooo... ¿Cómo van a pensar que sigo buscando excusas para no encarar la corrección de los trabajos pendientes? Me extraña araña. Y ahora disculpen, pero voy a replantar un gajito de malvón que ayer apareció arrancado en el frente, antes de hacerme el segundo café de la mañana y empezar a ver si algún día, quizás, en una de esas, tal vez. 
Buenos días.



La realidad supera a la ficción y yo quiero la resolución del misterio. De este y de otros. Qué pasó en realidad en la casa de mis abuelos antes de que ellos la compraran, qué contiene el pozo misterioso de la Oak Island*, para qué fue hecho el túnel que hay debajo del IAVA, por qué terminamos votando a este gobierno, por qué no se enamoró de mí aquel muchacho del siglo pasado, qué quiere decir cada carta que encuentro en mi camino, cómo es el más allá y todo eso. 
Misterios.




Tarde de misterios. 
Hace unas horas compartí la noticia sobre el extraño hallazgo del cadáver de alguien vestido como de oficina en una cueva del Etna, y esa noticia me llevó a revivir la curiosidad más grande de mi infancia, que tiene que ver con un pozo rarísimo y hasta ahora insondable en la Isla del Roble (Oak Island) en Canadá. 
Ahora leo en Mdeo Portal sobre Fosse Dione (Francia): una fuente tan profunda que nadie llegó nunca al fondo. Es un gran manantial que desde siempre ha estado arrojando alrededor de 311 litros de agua por segundo, llegando a 3.000 si llueve mucho. Los romanos lo usaban como suministro de agua potable, los celtas lo consideraban sagrado y durante el siglo XVIII se convirtió en sitio de baños. Respecto al misterio de su origen, algunos afirmaron que era un portal a otro mundo, mientras que otros estaban convencidos de que su fondo era el hogar de una serpiente gigante. 
En 1974 dos buzos profesionales bajaron en busca del fondo del foso pero encontraron su propio fin, incapaces de moverse adecuadamente por el abismo que se estrechaba. Igual pasó con otro buzo en 1996. El año pasado un buzo profesional llegó a los 70 metros bajo tierra, a más de 370 metros de la entrada de la cavidad, pero no pudo llegar al fondo.
"De momento, el origen del antiguo manantial sigue siendo un misterio, y con tres muertos en el intento de resolverlo no es de extrañar que los buzos no estén precisamente ansiosos por meterse dentro".
Que tengan un buen fin de jueves. 
Desmiento categóricamente todos los rumores de que ando buscando las menores excusas para retrasar la corrección de trabajos finales y proyectos varios de mis estudiantes. 
Mañana será otro día.




Semana de despedida de las practicantes. Unas les llevan señaladores de libros con poemas de Benedetti o con frases relacionadas al curso, bombones, galletitas y golosinas. Ellos les escriben saludos de despedida y se sacan fotos juntos en el patio.
Semana de ir a recorrer la biblioteca Central, sus libros antiguos, la preciosa escalera de caracol art nouveau y las habitaciones interminables repletas de libros (porque - como aclara con orgullo una de las bibliotecarias- esta es la segunda biblioteca más grande del país).
Semana de llevar a los grupos los trabajos artísticos de otros años y de empezar a ver los creados en 2021.
Semana de homenajes a Dino, de conversar sobre Peri Rossi, Ida Vitale y el Premio Cervantes, que terminamos enganchando como quien no quiere la cosa con el Quijote, sus libros, sus magias y sus locuras.
Semana de “profe, gracias por recomendar Barro Negro, fui el fin de semana y me encantó”, “profe, ¿donde puedo conseguir material sobre las lecturas esotéricas del Quijote?”, “yo voy a terminar loca de leer tantos libros”, “¿dónde queda esa biblioteca que dijiste donde nos prestan tres libros recreativos por quince días?”
Semana que tenía que ser de fin de cursos pero no fue. Menos mal que trabajo con un montón de pichones de don Quijote, que le ponen tanto color y alegría a cada hora que una por momentos se olvida de los aspectos de la profesión que no tienen que ver con los adolescentes.
Y en eso estamos.




Empezamos con la corrección de las escritos sobre “Macbeth” de la clase pasada. Después leímos “Problemas de la señora Macbeth”, de Liscano, y estuvimos relacionando a ambos personajes en sus coincidencias y diferencias. El tema de las tablas y los escenarios se conectó rápidamente al presente y a las expectativas de futuro de muchos de mis estudiantes de Artistico, y eso nos terminó llevando de la mano hacia Dino y a este texto que siempre me ha conmovido. Terminamos la clase conversando sobre el idealismo y la literatura como antesala del Quijote, mientras algunas estudiantes me pedían con un gesto que no les tapara el pizarrón, que estaban copiando la canción de Dino. _ La pueden encontrar en internet. - digo medio al pasar, pero ellas dicen que prefieren copiarla con su letra. A la salida dos de las chicas se quedan a preguntarme si había leído el libro que una de ellas empezó ayer y como les digo que no la lectora decide que me lo va a enviar por mail, a la vez que les muestro la foto de la mariposa que tomé en el último recreo y todas concluimos que esa mariposa es muy, muy bella. Martes de logros. Y así estamos.




Postales del post amanecer en mi barrio: el árbol que dos por tres es mutilado por los podadores, la antena donde se posan los halcones y la vereda de mármol donde todos nos resbalamos cuando llueve.




 No en cualquier liceo puede una estar empezando a ver el Quijote con un quinto Artístico y llevarlos en mitad de la clase de excursión a la biblioteca del piso de arriba para ver un Quijote de 1607. Las bibliotecarias les hablaron del lugar, de cómo era en el pasado usar ficheros para encontrar un libro, de las precauciones en el manejo de los ejemplares más antiguos y de las maravillas arquitectónicas del edificio. Los estudiantes hicieron preguntas,  recorrieron y se sacaron fotos en la biblioteca antes de bajar la escalera y volver al salón para charlar sobre el señor cincuentón que se volvió loco de tanto leer y leer.
No en cualquier liceo. 
Solo en el IAVA. 





En algunos tramos de la playa Pocitos el agua estaba hoy muy negra,  literalmente negra. 
La arena, en cambio, parecía más limpia que otras veces, tal vez porque había decenas de personas participando en una jornada de limpieza. Adultos y niños, todos con enormes bolsas de nylon semi vacîas, guantes de látex y coloridos chalecos de tnt recorrían la playa levantando pedazos de bolsas, restos de cigarrillos y tapas de plástico.
¿Hasta qué punto es buena la limpieza de tres o cuatro cuadras de playa si para encararla se genera un montón de residuos de nylon y latex? No sé. Capaz que no me gustó que la mitad de los voluntarios pertenecieran a una supuesta “escuela filosófica” que no me genera la menor confianza, en fin. Quizás la subjetividad me lleva por el camino de la desconfianza. Todo bien con los voluntarios, aplausos cerrados para ellos, pero… No sé. Algo no me cierra. 
Yo he participado en otras jornadas de limpieza, en lugares donde se necesitaba algo más que recoger restos de bolsitas o puchos, y ahí se retiraron toneladas (de verdad: toneladas) de basura sin necesidad de ponerle a cada uno un llamativo chalequito de tnt con el nombre de ninguna organización. 
Pero quizás todo está bien y soy yo que le estoy buscando la quinta pata al gato. No sé. Olvídenlo. Feliz sábado.




Con uno de los Artísticos el azar de los  paros y feriados fue tan  complejo que no nos vimos por mucho tiempo y solo les puede fijar la evaluación de “Macbeth” un día en el que ya tenían escrito de otra materia. Por eso mismo, a manera de compensación, les planteé un escrito en duplas, cosa que hicieron la clase pasada. 
Solo dos chicas decidieron realizarlo de manera individual. Uno de ellos aún no lo corregí; el otro resultó tener un muy buen contenido y vino con un plus de pequeños dibujitos ilustrativos en medio de las palabras. Ahí entendí (un poco) que la autora prefiriera la tarea individual. El arte (muchas veces) es un asunto solitario. 





2016: La otra Valizas 
Ya desde la caminata matinal por las Malvinas me di cuenta de que este no era un domingo como todos en la Barra de Valizas, porque me crucé con varios grupos de jinetes (hombres y mujeres, viejos y niños) que venían al trotecito desde Aguas Dulces por la playa, disfrazados (o vestidos) de gauchos y chinas. 
Al mediodía, mientras andaba deambulando por el pueblo, me pararon tres o cuatro súpercamionetas repletas de Agro Boys, todas con la misma duda: ¿dónde es el raid? Dónde es la criolla? 
Yo no tenía la menor idea, aunque en cierto momento empecé a escuchar voces: algo como una transmisión radial, con ese tono monótono y reconocible de los locutores de la vuelta ciclista. Mi hostel quedaba en las afueras de Valizas, así que no sabía si las voces provenían del pueblo o del campo, pero no era lejos.
Al principio me dejé estar, fui la encargada del hostel por un par de horas, bajé a la playa, volví, armé mi bolso... Hasta que a las 6 de la tarde vi que me sobraba media hora y decidí indagar de dónde venían las voces. 
No tuve que caminar mucho. A las tres cuadras vi movimiento de gente, doblé a la derecha y me topé con el ruedo. Era un lugar enorme que nunca había visto, lindero al campo a la entrada del pueblo. Decenas de autos y camionetas, camiones y un escenario tamaño cancha de fútbol donde se estaban domando caballos en pelo. El público había llevado sillas plegables y rodeaba todo el lugar: eran familias enteras, muchos de ellos con ropas tradicionales, que tomaban mate y comían empanadas y tortas fritas mientras miraban la doma. Al costado de la cancha (pista, ruedo, corral, lo que sea) estaba la cabina del locutor que iba trasmitiendo el evento, y también había un payador comentando los avatares de la tarde. Al fondo, inmóviles y atentos, unos quince gauchos montados en sus caballos adornados de lujo esperaban su turno para lucirse ante el publico y los demás competidores. Por todos lados había niños jugando, ellos con bombacha criolla, pañuelito al cuello y sombrero de ala ancha, ellas de vestido floreado y con volados. Cercana a la pista estaba la mayor concentración de público, y a sus espaldas un montón de puestos de comida: pasteles, helados, empanadas, bebidas y hasta una tienda de indumentaria criolla. Diez o doce copas doradas y relucientes aguardaban al momento de la premiación, sobre un estrado, y aquello era una fiesta (para mí) tan colorida como inesperada. 
No me gustan las domas, estoy en contra de ese espectáculo bárbaro y primitivo, pero debo reconocer que esta gente, más allá de las camionetas y la ropa nueva, eran paisanos de verdad y no montevideanos de plata disfrazados de gauchos. 
No había ni un hippie valicero en la vuelta; el único bicho raro era yo, que andaba evidentemente infiltrada y encima iba sacando fotos con un Ipad gigante imposible de disimular. Tampoco vi ni un pueblero: la gente que vive en Valizas no participó del raid. 
Charlé un rato con una viejita que me contó que había venido desde Lascano, fui saludada seductoramente por un gaucho de ojos verdes que no estaba nada mal y saqué montones de fotos, hasta que miré el reloj y vi que eran 6.25. Volví al hostel justo a tiempo para recoger mis cosas, despedirme de humanos y animales y arrancar a caminar hacia Rutas del Sol, en busca del ómnibus de las 7 de la tarde.





¡Aaah, la bondad y los buenos deseos de las redes sociales! Saben que no tengo pareja y me ofrecen caminos para cambiar mi situación (como la de otras 8999 “personas solteras nuevas”).  Lo que no entiendo es por qué mi media naranja debería jugar al tenis y vivir en Maldonado, pero, en fin, debe ser que no soy capaz de ver más allá de mis narices.




Estamos por empezar a ver el Quijote en un quinto; yo comento que perfectamente lo pueden leer solos, que es cuestión de acostumbrar un poco el oído al castellano propio del siglo XVII.
_ ¿Se acuerdan de Lazarillo, el año pasado?
_ ¡Sí! Era medio difícil pero se entendía.
_ ¿Y no les pasa lo mismo al principio con las series españolas?
_ ¡Fa, sí! Yo no les entiendo nada.- dijo una de las chicas- no siquiera cuando usan las palabras más comunes, porque articulan poco y van muy rápido.
A esa altura ya todos estaban dando su opinión y comentando las múltiples formas que nuestro idioma puede adoptar en distintos tiempos y lugares.
_ Profe, yo cuando llegué a Uruguay tampoco entendía nada. - acotó una chica que es tímida y suele intervenir poco en clase. -Me parecía que hablaban otro idioma, pero es que iban muy rápido.
_¡Ay, sí, me pasó lo mismo! -acotó una compañera venezolana- Las primeras semanas acá me tuve que acostumbrar, porque van volando.
_ Profe -intervino otra muchacha en voz muy baja- Yo vengo de Rivera y al portugués de Brasil lo entiendo perfecto, pero cuando veo una película de Portugal es como si fuera otra lengua; ¡no entiendo nada!
Y así llegamos a la conclusión (sin verbalizarla, que no hacía falta) de que hablamos y no hablamos el mismo idioma, que hay que prestar atención si queremos ver, leer o escuchar a alguien distinto a nosotros y que a fin de cuentas lo que importa es (tratar de) comprender y ser comprendidos, porque no hay un molde único en el que entren todas nuestras palabras (ni falta que hace).
El resto de la clase estuvimos conversando temas de ortografía y casi tengo que consolar a varias ante el duelo por el tilde (la tilde) perdida de “solo”. No había caso, no podían aceptarlo, y eso que la RAE lo eliminó desde antes que ellos nacieran, pero ya ven, en algunos aspectos todos innovamos y en otros somos de lo más conservadores.
¿La foto? No, nada que ver, pero es linda.
Buenas tardes.