Vistas de página en total

lunes, 3 de agosto de 2015

Agosto 2015



Los que me conocen saben que no tengo tele, por lo que no se asombrarán si recién ahora me pongo a ver la entrevista de Aldo Silva a la Ministra, hace unos días.
Escucho diez segundos y ya no salgo de mi asombro: no sabe hablar. El primer enunciado de su discurso ya me da vergûenza ajena (y propia porque es la autoridad que designa para la educación un presidente al que yo voté, o sea que también tengo que ver en esto).
"_ Bueno, en realidad creo que no le ha llamado la atención a nadie que el Presidente como siempre se preocupara por los niños, niñas y adolescentes de este país. Realmente en este país hubieron muchísimos días de huelga..."
Más allá del esnobismo de "niños, niñas", que corre como reguero de pólvora aunque no está aceptado por la RAE, el "HUBIERON" acaba de romperme los oídos.
¡E-du-ca-ción!
No estoy burlándome de una persona que comete un error accidental o que no ha podido estudiar: es la autoridad, dios mío, TIENE que saber expresarse.
En fin; tal vez la señora deba volver a recursar alguna materia de Educación Secundaria. 

Entre otras cosas.




En la marcha de ayer estábamos todos, o casi. Uno caminaba tironeado por personas que hacía años no veía, entre abrazos y reencuentros. En esas cuadras hice un repaso de toda mi historia estudiantil y profesional; creo que si antes de morir veo pasar la vida ante mis ojos no encuentro tantos amigos y conocidos. 
Un poco temblaba ante la posibilidad de ser abordada por algún extraño de esos que saben quién soy y yo ni la más mínima idea, pero por suerte no pasó, salvo al principio. 
Me había encontrado con mis compañeros del 58 y entre ellos iba una señora rubia de ojos claros que sonrió, un poco de lejos, y en un momento vino a saludar. Uy.
_ ¿Cómo andás? - me dijo.
(por favor, neuronas, iluminación cerebral ya: ¿quién es, quién es, quién es?)
_ Vos no te acordás de mí, pero yo sí. _ aclaró_ Fuiste mi practicante en el Bauzá.
_ ¿En el Bauzá? ¿Estás segura? Pero mi adscriptora en ese año fue Teresa Torres... - balbuceé, medio entreverada.
_ No, mi amor. - aclaró con tonito irónico.- No te hagas la péndex, que yo estaba en sexto de Derecho y vos hacías la práctica en mi grupo.

Ta visto. Una es mucho más grande de lo que su ego le deja creer. Maldita marcha. 





Yo estaba en un lugar gigante, enorme, enorme, enorme, una especie de cilindro techado, con ventanas a lo largo por las que se veía un mar tranquilo iluminado por edificios lejanos. En plena noche no era mucho lo que percibíamos del exterior, pero de vez en cuando podíamos captar que entre las sombras se movían, solos o en pareja, una especie de policías camuflados con tonos de verde. ¿Estaríamos en guerra? Pero no parecía. Mientras hablaba en inglés con una rubia canadiense de veinte años que me sacaba como medio metro de altura había a nuestro alrededor otras personas que se movían extrañamente, cuatro o cinco de ellas dentro de coloridos disfraces, a un nivel más alto que nosotros. Dos tenían trajes negros iluminados por hileras de luces blancas y saltaban todo el tiempo. Era lindo verlos saltar: medio metro cada vez, más o menos. No sé por qué pero todas las sillas tenían vestidito blanco y en las mesas en vez de haber comida o vasos de bebida había un gran despliegue de Coca Life y Acquarius de naranja en botellas de plástico de cuarto litro. La canadiense trataba de hablar en español mientras yo trataba de responderle en inglés, y nuestro diálogo era sin embargo de lo más fluido y enriquecedor. Cada vez que el líder de la secta (un narizón medio canoso) hablaba desde su tarima los fieles le gritaban, aplaudían a rabiar y le sacaban fotos. Se ve que era una comunidad a régimen para adelgazar porque solo se les permitía comer una vez en la noche, aunque lo que les daban en esa ocasión no era muy dietético que digamos: un par de donas de Mc Donalds con su bolsita de papel y todo. Los habitantes del mundo del cilindro gigante eran muy variados, pero a la vez indiferenciables como las arenas de una playa (perdón, Dante). Todos tenían pulseras fucsia, y cuando desperté esta mañana lo primero que hice fue mirar si yo también llevaba una de esas en mi muñeca derecha, pero no, se ve que al salir me la quité, por suerte. Y me levanté a aprontarme el desayuno, mientras pensaba que ojalá que mi cara o mis rulos no aparezcan en ninguna foto debajo de una bola de espejos, o que yo no me entere, al menos.





Nunca en la vida habían llamado para hacerme una encuesta hasta ayer, en que apareció al teléfono una señora que se identificó como perteneciente a la consultora Cifra. Según dijo buscaban encuestar a personas de entre 14 y 29 años, aunque en caso de no encontrarlos igual podían aplicar la encuesta a otros seres humanos. En este caso, yo. 
La idea de ser un premio consuelo para la consultoría no me tentaba demasiado, y menos cuando le pregunté cuánto tiempo insumiría y me respondió que unos ocho minutos (que imaginé fácilmente derivables en quince, lo más probable), por lo cual metí una frase tajante e inexorable de amable saludo y di por liquidada mi participación en el asunto.
Recién me acaba de llamar otra, también de Cifra. Esta vez no pregunté nada y le corté a los dos segundos: "sí, ya me llamaron ayer; gracias, buenas noches".
Me siento una diva argentina de cuarta acosada por los micrófonos. No quiero hablar, chicos. Ahora no. No voy a hablar. Chau, chicos.
Roldana me mira raro desde su sitial en la silla de al lado; me parece que mi nueva personalidad Juanita Viale no le cierra del todo.

O tal vez solo está pidiendo atún.





Me estaba por tomar el COPSA para casa cuando vi una aglomeración de gente cerca de Tres Cruces y me mandé: era la feria de San Expedito. 
Ignoro si se hace una vez por mes o por año, pero es de lo más pintoresca: una celebración supuestamente católica que cuenta entre sus muchos feriantes, además de vendedores de medias, plantas o pantalones deportivos, muchos puestos "paganos" (digamos) con amuletos chinos, lectura del Tarot, la bataja española y hasta los buzios, este último atendido por un morocho enorme vestido de pies a cabeza _incluyendo un pintoresco casquito_ con coqueta indumentaria blanca de seda con dibujos plateados. Crucifijos fluorescentes. Algo que no identifiqué visualmente pero que por los carteles eran "Cabras 2015". Libros viejos, ropa usada, videojuegos, comidas. 
La iglesia (que se ve que es preciosa) estaba desbordante de fieles, pese a que empezaba a lloviznar cuando pasé, a eso de las cinco de la tarde. Eran las cinco de la tarde.

Siglo XXI, San Expedito, problemático y febril.





_¿Viste lo del cinco de oro de ayer?- pregunta el guarda del 106.- ¡Tres palos verdes!
_Con eso no hacés nada- responde el chofer.
_ No, no hacés nada- concuerda su compañero, y se quedan ambos en silencio de ahí en más.
Vaya país, pienso. A algunos ya no les queda ni la más remota esperanza de zafar de la grisura. 
Y me bajo en la parada de casa, donde no hay tres palos verdes pero al menos no pensamos que todo está perdido y aún seguimos tratando de "hacer algo".

Estimado lector, el lunes gris no admite grandes optimismos, pero ya volveremos. Sea paciente. Buen día.






RESOLUCIÓN DOMINGUERA
El día de sol y la tibieza de una jornada casi primaveral, sumados a la constatación cada vez más frecuente de un lastimoso estado físico que me hace llegar sin aire cada vez que camino las dos cuadras de repecho hasta mi casa terminaron por decidirme, y retomé las caminatas.
La de hoy solo fue de una hora, para no enloquecerme, y por el barrio, cosa de no invertir tres horas para tener una de ejercicio, lo que terminaría por desanimarme en menos de una semana. 
Salí de casa. Pasé las dos llaves. Vi un muchacho sospechoso sentado en el cordón de la vereda. Abrí las dos cerraduras. Volví a entrar. Roldana me miró con cara de “… ¿ya está???”
Diez minutos después el sospechoso no se veía, y volví a salir.
Mi vecino Enrique estaba lavando su auto. Versión 16 de agosto del diálogo que sostengo con él dos de cada tres días, cuando me lo cruzo por la cooperativa:
_ Buenas, m’hija, ¿andás bien?
_ Bien, gracias, ¿vos?
_ Bien. ¿Los papis?
(Sí. Tengo 48 años pero para los viejos de la cooperativa parece que aún soy una nena)
_ Bien, todo bien, gracias.
_ Me alegro. Mandales saludos.
Fin del diálogo.
Ya en Camino Maldonado, veo una cosa negra que corre por la vereda. Una cosa negra peluda con enormes orejas corría y corría por la vereda. Un conejo. ¿Qué diablos hace un conejo en la vereda? ¿Tendrá dueño? ¿Alguien se lo irá a comer? ¿Se les habrá escapado? Capaz que lo pisa un auto. Es divino. ¿Lo aceptarán Roldana y Tania si me lo llevo para casa?
Un muchacho salió en ese momento de una barraca. 
_ Hola. ¿Vos sabés de quién es ese conejo?
_ Sí, es de acá.
_ Ah. ¿No baja a la calle?
_ No, él ahora entra, no te preocupes._ dijo, y me señaló el corredor abierto al costado del local, que se abría como una cuadra para adentro: un enorme paisaje Teletubbie lleno de conejos (blancos, en este caso) que corrían alegres entre los pastos. 
Listo. No podía apropiarme de Shaka Zulú, así que seguí mi camino. Durante la hora siguiente me crucé con perros, gatos y palomas, pero no más conejos negros. Lástima. Era muy lindo.
Cuando volví, Enrique SEGUÍA lavando el auto. Si me hubiera visto habríamos repetido palabra por palabra el mismo diálogo de hace un rato, pero pasé silenciosa por la vereda de enfrente. 
Llegué a casa acalorada pero contenta; estaba bueno caminar, después de todo.
Esta historia continuará.
Si no llueve.
Creo. 

No sé.





Tengo un problema hiperespecífico en la escritura, que afecta solo a una palabra y únicamente en el caso de tipearla en la computadora. 
NUNCA me sale "estudiante", siempre pongo "estudainte" (incluso en este post, recién, tuve que corregirla). 
No sé desde cuándo me pasa, hace varios meses, en todo caso.
¿Tendré cura?
¿Iré empeorando?
¿Me pasa solo a mí?

¿Eh?





Nota para mí misma en el futuro, también llamada decisión en medio de la limpieza del sábado: NUNCA más gatos peludos, que se suban a la mesa o me persigan por toda la casa pidiendo atún. He dicho.






I
_ Va a ser en el patio, en el recreo que viene_ me dijeron. 
Y yo fui.
El acto no duró mucho rato, y ni siquiera faltamos a la clase siguiente. Solo hicimos un minuto de silencio por los mártires estudiantiles, depositamos un ramo de flores al pie del busto a Artigas y cantamos el himno todos juntos y con un nudo en la garganta, un 14 de agosto, en 1984.
Éramos unos cuarenta estudiantes y cinco o seis profesores, observados en silencio por los dos porteros que nos controlaban todos los días desde la puerta de Eduardo Acevedo, los mismos que te daban tu número de asiento cuando ibas a la Biblioteca Central, no fuera cosa que escribieras alguna consigna en la mesa y no pudieran identificarte.
A los días el IAVA entero era sacudido por la noticia: cuatro de los profesores acababan de ser sumariados y retirados de sus cargos por haber cantado el himno ese día con nosotros. 
La profe de Italiano fue muy clara: sí estuvo ese día, pero no había cantado el himno.
_ La vida me ha dado muchos disgustos, y la verdad es que ya no tengo ganas de cantar, nunca- nos dijo al despedirse. 
El rumor corrió imparable por los salones. Parece que uno de los sumariados, el de Física, era una figura importante dentro del gremio docente, y la jugada del himno no tenía otra finalidad que sacarlo del medio, metiendo a otros tres en la vuelta para pretender disimular sus objetivos.
Al día siguiente marchamos hasta el Consejo todos, estudiantes y profesores, en una improvisada manifestación en defensa de nuestros docentes, pero nada logramos.
Unos meses después hubo elecciones.
II
Tres años más tarde, ya como estudiante del IPA, una noche iba en un 103 a una Marcha del Silencio cuando una señora que estaba sentada enfrente a mí me toco el brazo y me dirigió la palabra.
_ Disculpame, ¿te puedo hacer una pregunta? Ese muchacho de la foto que llevás en tu carpeta, ¿no es Líber Arce?
Miré el viejo pegotín que tenía en el reverso de mi carpeta roja. 
_ Sí, es él. 
_ Yo fui la enfermera que lo recibió en el Clínicas, ¿sabés? Fue horrible, pobrecito. Hicimos todo lo posible pero no lo pudimos salvar. Fue horrible.
Y se le llenaron los ojos de lágrimas. 
Otras personas empezaron alrededor de nosotros a intervenir en la conversación en voz baja, reverente, dolida, hasta que cesaron las voces y el 103 de pronto se volvió él mismo una Marcha del Silencio. 
El pasado no era tal. 
El dolor seguía intacto.

Igual que la memoria.






"Calma... calma... El muchacho solo trata de ganarse la vida y el hecho de que aturda, grite, cecee y desentone en medio del bus cuando vuelves cansada de trabajar todo el día es un simple dato irrelevante. A ver. Calma. Respira hondo y repite conmigo: no eres Nacha Guevara. No le vas a poner un cero. No eres Nacha Guevara."

Ooooom.





Desperté con los truenos de la madrugada. Desenchufé la computadora y el cargador del celular, por si los rayos, y volví a dormirme.
A la mañana la vieja Toshiba andaba más lenta que mi vecina de al lado cuando no está barriendo la vereda, y pensé que la tormenta la había puesto de mal humor. Cosas de la edad, me dije, mientras comprobaba en el espejo que ya tengo una nueva cana.
De acuerdo, la máquina tiene sus años, puedo entenderlo. Pero que me grite cuando la estoy apagando es algo que rebasa todo límite entre nosotras y no lo voy a tolerar. Hasta Roldana saltó cuando en medio del silencio de las siete menos cuarto nos salió con ese grito destemplado de "¡¡avast antivurs!!!" y se negó a dar explicaciones por su exabrupto. Debe ser una consigna revolucionaria en lenguaje notebook, me dije, antes de cerrarla y salir de casa hacia la humedad del viernes. Pobre, ya está delirando. 
Voy a tener que conseguir un geriatra para ella. 
O un geriatra, así, en general.

Por Roldana, digo.





Tiene como ochenta años, es flaquita y frágil como un cristal. Le tiemblan las manos y camina con una lentitud que da lástima. Habla en un hilo de voz, como si ni para eso le dieran las magras fuerzas que le quedan. Vivo con miedo a que un buen día le pase algo y yo, pared de por medio, no llegue a enterarme a tiempo para ayudarla. 
Pero eso sí: no hay temporal de lluvia o de viento, aunque sea en pleno invierno, que no la agarre barriendo la vereda.
La vieja de al lado: un misterio que la ciencia nunca alcanzará a resolver.
Ni yo tampoco.






103: metáfora de la vida. 
Unos ya suben con asiento, otros lo consiguen a las dos paradas y otros (yo) ven cómo los lugares libres se les escurren por un pelito, uno tras otro.
Una señora canosa y voluminosa hace ahí por Piccioli un ademán que interpreto como que se va a bajar, pero en realidad lo que hace es sacar un tupper de su bolsa de mano, abrirlo y mordisquear una horma de queso magro que allí trae.
Un olor a mandarinas nos inunda a la altura de Larravide y al instante se desvanece, sin que se vea quién es el responsable.
Voy oyendo y cantando bajito "Mi enfermedad", pese a que no me fumo mucho a Calamaro, cuando al fin me siento, en Comercio, junto a una péndex que también lo tararea de manera apenas audible.
Ya en Propios sube un cantor (dice) que me GRITA en la oreja un par de canciones y se baja.
Cruzamos Luis A de Herrera cuando dos péndex con sendas papas en la boca comienzan a afinar junto a mí sus fascinantes planes de compra para esta tarde. 
103: metáfora de la vida.
Menos mal que en quince minutos me tomo una CITA para ir hacia otras vidas, que me den un ratito de respiro de estos buses, estos cantores, estas voces.

Que nunca falten.






"_Me bloqueó del wsp, me borró de facebook... ¡y yo me reí tanto! Ahora no puede entrar ni a facebook ni a wsp porque no tiene celular. No, no le voy a dar el mío. Él tiene su celular, pero sin internet, tiene uno viejo que solo le sirve para llamadas y mensajes. No, no le voy a comprar uno."
Qué bien, pienso. Al fin una mamá que le pone límites a su hijo. Pero desde el asiento de enfrente en el 103 Ciudadela la joven mujer sigue hablando por teléfono con su amiga:
"_Lo único que me falta es ponerlo en penitencia, pero no es mi hijo, boluda, es mi marido. Si me borra de facebook y de wsp yo lo tomo como una traición. No, no le voy a comprar un celular nuevo."
El amor en los tiempos del facebook. 
Ya empiezo a añorar cuando la gente se sentía traicionada por cosas tan intangibles como el desamor o la falta de ideales; hoy la traición se puede plasmar con una captura de pantalla, tiene fecha, hora y testigos, y se soluciona con un nuevo aparato para decidir quién sigue en línea y quién se va.
No, no ando para abajo; es solo que tengo reuniones de profesores en mi mañana libre, la rep... 
No, nada. 
Vivan los martes. Vivan.






A ver, MSP, cuándo vamos a hacer algo por la salud mental de la población del 103? 
Venir oyendo en la radio del chofer cómo Vilar me explica cuál es la capital de cada departamento es una clara incitación a la Neurosis Por Oír Que Me Tratan De Idiota. 
El señor está explicando lo de las tablets xa jubilados como si los viejos fueran menos inteligentes que mi gata Roldana (lo que ya es mucho decir), y encima él mismo se entrevera con lo que supuestamente quiere aclarar.
Alguien que nos defienda, plis.
Estamos rehenes de un chofer que atenta contra nuestro precario estado de equilibrio de lunes de mañana, con niebla adentro y afuera de nuestras cabezas.
Socorro.