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martes, 1 de noviembre de 2022

Noviembre 2022


Unas fotos de Instagram me llevaron al fascinante mundo de los fósiles opalizados, y acabo de inaugurar una nueva obsesión: quiero encontrar uno (además de un caballito de mar, boyas de vidrio, monedas antiguas, crinoideos y etc.). Cumplo en abril, pero no me lo regalen, ¿eh? Que la gracia es ir a buscarlos. En Nueva Zelanda parece que aparecen; con un pasaje y estadía (ponele que dos semanas, porque no sé si se dejan ver rápido) ya estaríamos perfecto. Buenos días. Ps: Por si acaso, ya estuve mirando precios y el más barato ronda los 500 dólares. De nada.




Las múltiples caras de la mañana: los ingenieros que desalojaron a la barra del ping pong (“porque la foto sí o sí tiene que ser ahí”), el muchacho que en la merienda compartida coleccionaba galletitas y la profesora que este año ha hecho un master de equilibrio entre la panadería de enfrente y la institución educativa. Saludos desde mi hora sin estudiantes. La ultima foto no tiene nada que ver, pero desde hace unos días es la primera interacción matutina, y es muy linda. 🙂 Buenos días.





El liceo se prepara tres horas antes para el segundo partido, esta vez en la última semana de los cursos. Hoy tuvimos merienda compartida, presentación de trabajos artísticos y despedida del practicante en el primer grupo. En el siguiente otra despedida, con lectura de textos creados, traídos o traducidos por los estudiantes, que terminó con un par de historias fantasmales (de las que encantan al auditorio) y con una discusión acerca de los caminos con y sin corazón (en relación al estudio y sus futuras opciones académicas). Después vino un sexto muy raleado y al final un quinto ausente: las últimas horas suelen ir quedando desiertas estos días, por más que nosotros sigamos tratando de dar clase. En el patio grupos de ping pong y gente de traje o con ropa de monja se divierte jugando a la pelota (deben ser de algún Artístico en vestuario de Teatro). Una chica aparece a charlar a última hora: me regala un bombón y le doy dos cucharetas de Valizas. Otra me cuenta que alguien le pasó la dirección de mi blog y le gustaron mis textos. Algunos repasan Física; se escuchan cantos armoniosos y rasguidos de guitarra en los pasillos. Nadie puede hacer promedios porque el sistema está caído. Afuera hierve la ciudad, en un día de verano de estos en que noviembre deja chiquitito a enero. Mi cerebro estaría necesitando unas buenas dosis de sueño, pero por ahora aún sigue (más o menos) funcionando. Buenos días. Buenas tardes. Algo así.



VALIZAS PRIMAVERAL

Doña Bella: el único lugar donde se puede almorzar una pascualina con Paso de los Toros y alfajor súper fresco de maicena por la módica suma de $200. Las dos golondrinas de enfrente no se movieron (más que para acicalarse) durante la media hora que estuve sentada ante una de sus cuatro mesas. En la del costado un señor con perro degustó una torta de chocolate a la que ya le haré una visita por la tarde, en tanto cuatro veteranos (tres mujeres y un hombre) pidieron picadas de mar en la mesa del fondo. _No me gusta ni cómo maneja ni cómo toma- comentó una de ellas ante una ausencia del hombre, que fue hasta su camioneta a buscar una bebida con mandarinas y vodka que ya tenía preparada (previo permiso de la dueña del local -antes restaurante y ahora devenido en una extraña mezcla de cafetería y comipaso). Por la calle principal del pueblo, entretanto, desfilaron unas pocas personas, tres o cuatro autos y algún que otro perro. Esta es la Valizas que me encanta (en el sentido mágico de la palabra): compañía, servicios y entretenimiento en su justa medida, en tanto se escucha el sonido del mar a un par de cuadras en la playa gigante y sin sombrillas. Perfecto.

Los del arroyo: convivencia (aparentemente) pacífica de garzas, gaviotas, patos, ostreros y gaviotines. Tomen todos estos nombres con pinzas, pero que había gran variedad, había. La garza (o cigüeña) no pescó ni intentó nada durante la media hora que me pasé mirando embobada la fauna de la orilla. Los patos negros (yo creo que son cormoranes, pero parecen patos) se comieron varios pescados de una, en un movimiento de saco-barajo en el aire-trago que no les demandaba ni cinco segundos por presa. Pescados de unos diez centímetros, eh? No como la majuguita de la foto (que capaz que hay que ampliar para ver). La vida misma, a un ómnibus y cuatro horas de mi casa. 

A la botella de grapamiel la llevé al pueblo y la dejé en la basura junto a un vidrio roto que saqué de la orilla. De las plantitas de la maceta no me llevo ni una para Arbolito (porque ya me he robado en otros viajes). La imagen de patas no tiene un por qué y la selfie pretende parecer casual (como siempre). Cae la tarde en Valizas; el cielo se está nublando pero (dentro del hostel) no hace frío. A mi alrededor un silencio de viento entre las plantas y pájaros vespertinos. Los humanos no se dejan ver en mi radio de acción y los mosquitos tampoco. Le estoy entrando a un libro de Kosinski que parece interesante, y eso es todo. ¿Para que más? * *No, no, estimados: ni siquiera Peluffo sería bienvenido en la paz del dulce no hacer nada.** **Además esta semana me lo volví a cruzar en la zona del IAVA. Pobre hombre: ya no sabe cómo hacerse el encontradizo! *** *** Je.


Los colores de la noche sin turistas. Es muy raro caminar por la calle principal a las nueve de la noche: el sonido de los pasos se mezcla con el mar y el viento, la iluminación en algunas calles solo dura veinte metros y una puede recorrer toda la principal sin cruzarse a lo sumo a diez personas. Una puede reincidir con los alfajorcitos de maicena hiperfrescos del almuerzo, tan blandos que la dueña del local no encara sacarlos del frasco de boca angosta en que los puso al mediodía: “bueno, pero te lo tienes que sacar tú”. Una vuelve al hostel donde (por una vez) es la reina y soberana de todo el piso de arriba. Una mira la piscina iluminada y piensa que estaría bueno encarar alguna noche, pero la idea se diluye en menos de medio momento, porque una se conoce. Una se demora un ratito en la cocina, pregunta la hora del desayuno del domingo y se vuelve a su habitación 17, que domina el agite de la calle principal. Más allá está el mar, más acá hay un libro. Una mira para adentro y sabe que está en el lugar correcto.


Se nubla y se despeja. Playa ancha y playa angosta. Arroyo perpendicular al mar y arroyo que se hace estuario: este es un mundo de cambios veloces. Saludos desde la zona concurrida de la salida al pueblo, desde donde tomo sol con apariencia despreocupada mientras con un ojo controlo los movimientos de las únicas dos sombrillas que caen en mi radio visual, porque hay cambios veloces de los que no quiero volver a formar parte. Buenos días.


Otras imágenes de mis 30 horas en Valizas: * Sigue habiendo galgos. * El único supermercado que hace recargas de celular cierra a las doce y media y no abre hasta el lunes. * Hoy de mañana le habría sacado fotos a dos chicas en bikini (pero no me animé): una salió del caminito de tablas de la bajada principal a la playa y se tiró a tomar sol a medio metro, en la parte más sucia de la arena negra. La otra estaba feliz usando a su perro labrador como almohada (perro que no parecía molesto, más bien todo lo contrario). * A veces en mis caminatas por la playa me cruzaba con gente y escuchaba comentarios al estilo de “es una jugada adelantada” o “ya tendría tener amarilla”. * El nuevo empleado del hostel apenas si bajó una vez a la playa (a una cuadra): “hice el caminito de madera, plum y volví a subir”, me dijo (aunque tiene horas y horas de tiempo libre, que emplea mirando películas en su teléfono y no en la tele de 200 pulgadas de la cocina… pulgada mas, pulgada menos). * El restaurante más antiguo y popular del pueblo este año dejó solo cuatro mesas y parece querer ser cafetería. * Alguien me contó que hace unos días estuvo en una fiesta after hours impresionante en-mi-barrio. Insólito. * Con una mujer y dos niñas hicimos hoy una especie de rescate de una ave negra y de pecho blanco que estaba en la orilla a merced de las olas y con claras señales de agotamiento. La sacamos con mi pareo y después la depositamos en unas plantas de las dunas, pero no sabemos si hicimos bien. * Mañana será otro día, pero estas 30 horas de naturaleza, amistad y aire muy puro valieron como una semana de descanso por lo menos. Por lo menos. Buenas tardes.





Cosas que hace una el día que juega Uruguay 1. Una se pasa dos horas de la primera mañana en el subsuelo con un único estudiante de Humanístico, que está a dos materias de terminar el liceo y saca 10 en la prueba de Literatura. 2. Una charla con alguien de quinto Científico a la hora del primer tiempo, comentando textos de Ana María Matute y Mario Levrero mientras abajo la tribu aúlla y aplaude -aunque al parecer no es gran cosa lo que pasa en la pantalla. 3. Una recibe por cuentagotas los trabajos atrasados de sexto año y da notas de escritos que hace tiempo que ha entregado. 4. Una (en el segundo tiempo) se refugia en la tranquilidad del otro patio de arriba donde corrige cosas a la sombra, en tanto alguien al costado repasa Francés en silencio (para una prueba del CLE). 5. Una baja –terminado el partido- al primer piso, donde constata que aún falta mucho para que las pitangas maduren. 6. Una va al final del turno hacia el salón de los Artísticos sin demasiada expectativa de encontrarlos pero allí están, con dibujos, cuadros y canciones que han preparado en relación a los textos del curso como parte de su segunda prueba. Una pasa dos horas a lo grande. 7. Una sale calcinándose por las calles y las veredas de noviembre, se detiene a comprar un almuerzo chatarroso pero rico (vulgo muzza con roquefort) y termina en Tres Cruces adquiriendo un ticket para el sol y la arena con fondo de olas, porque una trabaja y trabaja, pero también necesita algún respiro. Y en eso estamos.





Crónica de la mañana en que se supone que no madrugo
5.40: escándalo de gatos en el fondo. Abro la ventana y veo a la Vecina enfrentada al Negro Alfa, que baja a mi patio (!!) y me mira como diciendo “estás en el piso de arriba, no alcanzás”.
5.41: me pongo un short un tanto inapropiado dado el frescor del amanecer y bajo a la cocina, donde abro la ventana y le tiro al Negro dos chorritos de agua con el aspersor para demostrar quién manda en esta casa. Él huye sin darse cuenta de que la humana aún no despertó del todo y los chorros se los tiró a sí misma, pero en fin: nadie se dio cuenta.
5.42: la Vecina reclama su desayuno en la ventana del fondo, al tiempo que la Rarita de Ojos Verdes maúlla pidiendo en el frente. 
5.43: le doy comida a la Rarita y entro a intentar preparar mi desayuno.
5.44: el Negro Alfa tiene el tupé de tratar de robar la comida de mi frente. Lo espanto. Se aleja. Vuelve despacito. Me ve. Se detiene. Lo corro. Y así estamos (como personajes de una extraña película muda) diez minutos. 
6.00: el sereno dela cooperativa junta sus cosas y se va de su cabina, mientras yo observo a los caracoles que trepan por la palmera y a las aves que se arriesgan a penetrar en Mundo Gato. A continuación hay una escena de desafíos sutiles de las dos gatas a través de la palmera, que no pasa de ser juego. Concluyo que el Negro ya se ha dado por vencido y entro a casa. Es tiempo de preparar mi desayuno y (tal vez) corregir (¡aún!) unos escritos.
Buenos días. 



Iba distraída en medio de la gente y las ofertas de la feria. El sopor del mediodía ya me estaba haciendo arrepentir del paseo (que debió ser más temprano, pero escritos), cuando una figura alta y espigada se detuvo abruptamente ante mi paso. Levanté los ojos y vi una sonrisa: era Brandom. _ ¿Cómo está mi ex alumno preferido?- pregunté en medio de un abrazo, aunque de inmediato una voz interior me dijo que preferido uno no tengo, pero él está en el top 5. A 250 por año y más de treinta de docencia no está mal ser del top 5 (ni estaría mal que yo no lo reconociera de no haber sido de los preferidos, digo, quitándome responsabilidad por tantas y tantas charlas con quién sabe qué personas anónimas que me han cruzado por la feria y otros lados). _ ¡Bien, bárbaro! - dijo el muchacho, y mientras charlábamos del librote que acababa de comprarse y de los capuchinos que yo buscaba recordé que la última vez que nos vimos fue en una Marcha de la Diversidad de hace dos años, cuando aún (algunos) andábamos de tapabocas. _ ¿Seguís estudiando? ¿En qué año estás? -pregunté esperando recibir un "primero" o "segundo", porque yo lo tuve cuando arrancó el bachillerato, hace re poco tiempo. _ Sigo, sí: casi termino cuarto. _ ¡Estás en cuarto!! _ Sí, profe, y este año empecé a dar clases en Facultad. Nos quedamos charlando unos minutos y después seguimos nuestros caminos. Cosa rara, esto de las percepciones. Salí del encuentro con el alma rejuvenecida (por los afectos y todo eso) y el cuerpo preocupado (por tempus fugit y todo eso). El sopor del mediodía daba una falsa sensación de inmovilidad, pero el tiempo no solo no se detiene sino que va cada vez más rápido. Por las dudas paré un par de puestos adelante para comprar unos vicios; no sea cosa que la vida siga avanzando y hoy sea más tarde de lo que imagino. Carpe diem, estimados. Que nunca falten los encuentros. Y en eso estamos.




Isabel era una gran aportadora al teatro. “Macbeth” fue escrita en el siglo XXVII. Fue escrita por Shakespeare como una obra de teatro pero luego otra persona la convirtió en obra literaria. Las brujas son añejas. Lady Macbeth fabrica ideas malvadas. Las brujas tienen un diálogo anónimo. Buenos días.




Estoy a punto de ponerme a corregir los escritos cuando golpean a la puerta: son mis viejos, que vienen de tirar la basura en el contenedor y paran para hacerme una visita de médico de menos de cinco minutos. Se los ve bien; la crisis del día de la mudanza parece (por ahora) haber caído en el olvido. Media hora más tarde estoy a punto de ponerme a corregir los escritos cuando alguien tantea el picaporte de mi puerta y después golpea. Voy hacia la ventana, sorprendida, y veo que es el Viejo Gómez, que vive una casa por medio. Abro. Me queda mirando en silencio con sus ojos azules transparentes y a los cuatro segundos dice: _ Me equivoqué de casa... Debe ser porque estoy viejo: ¡hoy cumplo 93 años! Le digo que es un error común y le deseo felicidades pero no creo que me oiga, porque siempre fue un poco sordo, al igual que su esposa. El Viejo Gómez se va con los mandados del almacén, y desde la cocina lo escucho decirle a otra persona: _ Hoy es mi cumpleaños: cumplo 93. Unos minutos después estoy a punto de ponerme a corregir los escritos cuando se me ocurre escribir esto. Después pasará otra cosa (la deadline es la noche del domingo). Y así estamos.






Diálogos de liceo _ Vamos a trabajar con el texto que les dejé ayer en Crea. Lo que tienen que hacer en la primera hora es solo leerlo y preguntar si hay algo que no hayan entendido. _ ¿Podemos ir afuera? _Bueno, pero en este patio. En el salón o afuera, pero no al sol, que está fuerte. .......................................... Al rato empiezo a escuchar una voz española en el teléfono de una chica. _ Fiorella, Juan, ¿qué están oyendo? _ El trabajo, profe: le pedimos a Alexa que lo lea. (Alexa: "Hola, ¿cómo estás? Sale de escena. Bien. Sonriendo...") ......................................... _ Fulana, ¿eso que tenés en el teléfono es la obra? _ No, profe, pará que ya voy. ¡Tengo una emoción! _ ¿Por? _ ¡Me sigue el Chino Recoba, profe! El Chino, ¿entendés? ........................................... _ Una pregunta... ¿Yo tengo posibilidades de llegar al 11? ........................................... _ Es que yo no tengo celular. -dice el muchacho que siempre me sorprende por su estética original y colorida, con una barbita en punta al estilo D´Artagnan. _ ¿No tenés teléfono? ¿Pasó algo? _ No, no: nunca tuve. Mi padre tampoco, dice que no le gusta. Mi vieja sí, una vez tuvo, pero a los pocos días no le gustó y lo terminó tirando. _ Qué bien, sos una especie de revolucionario... _ No sé si tanto, es solo que no me atrae. ........................................................................ Suena el timbre de salida. Sobre un banco una mochila y tres paquetes de galletitas. _ ¿Alguien sabe de quién es esto? -pregunto al verlos salir a todos. _ Sí, de Luna. _Pero Luna no es de este salón. Ni siquiera es de este piso. _Ni idea, profe... Pero es de ella. .................................................................... Y así, todo el día. Para entretener las neuronas cansadas nada como unas buenas ocho horas de clase de corrido. En noviembre. Con 28 grados. Habiendo dormido poco. Y todo eso.





Desde ayer por la tarde tengo a media cuadra a dos viejitos que aparecen por mi casa a cualquier hora, traen comida casera, juegan con los gatos de los vecinos y me pegan unos sustos tremendos. Él se desestabiliza si no tiene un espejo para peinarse con uno de esos peinecitos marrones o negros que ya eran antiguos cuando yo era chica. Ella está pendiente de que no se le escape ninguno de sus tres felinos (ni mi viejo). Ayer cuando llegó el camión de la mudanza (a la una y poco de la tarde del día más caluroso en lo que va de primavera) casi nos caemos de traste cuando vimos que uno de los tres pet carriers venía vacío: estaba la gata barcina, estaba el Gatón (en muy malas condiciones higiénicas, porque los viajes lo estresan) pero faltaba la siamesa (la que vive con ellos pero es mía de alma). El camionero es re bichero y cuando vio la jaula vacía se le fueron los colores de la cara, pero enseguida la escuchamos llorar desde un rincón, y supimos que la fugada estaba oculta, pero sana. Bajamos cajas, muebles y cachivaches. Los gatos quedaron encerrados por un rato y en seguida se treparon a los estantes más altos del armario. Mi viejo anduvo tambaleando y casi se desmaya, pero no había cómo explicarle que no tenía que hacer esfuerzo. El vecino de enfrente nos salvó la mudanza: no solo ayudó con las cajas y los paquetes sino que se las ingenió para entrar la mesa desatornillándole una pata y logró medio desarmar y armar las camas, que nosotros ya queríamos pasar a serrucho. La nueva casa es enorme y bien cuidada. El fondo tiene espacios de cemento y tierra, zonas de plantas y un galpón más grande que cualquiera de las habitaciones, tan vacío que parece pista de baile. _ Te traje una mesita para el galpón, una que era de ustedes. –comenté. _ ¿Una mesita? –preguntó mi vieja, que al verla terminó por ubicarla: -¡Ah, esa mesita! Era la única que teníamos con el Cele cuando nos casamos. La mesita y dos taburetes: éramos muy pobres, no daba para tener muebles. El Cele no recuerda nada y sale del paso preguntando dónde quedó la Guaytica, que se murió hace tres meses. Cosas que pasan. El equilibrio en el nuevo hogar es precario y complicado. Por ahora la vamos llevando de a un día a la vez, y no da para hacer planes. Estoy cansada y emocionalmente agotada, tanto por la paz en cuerda floja a media cuadra de casa como por la montaña de pruebas que desde la mesa de la cocina reclaman unas neuronas despiertas que no sé si estoy teniendo. Hoy desperté a las cinco, y llegué veinte minutos antes al liceo. Todo está un poco patas arriba. A mis viejos les encanta la nueva gata oscurita: creen que puede ser cruza con un gato montés, y mi madre dice también que por las patas enormes capaz que es gato castrado, aunque la susodicha anda evidentemente en celo y parece estar de amores con el vecino amarillo. Y en eso estamos. Resistiendo.




Digamos que la instalación de mis viejos no ha sido todo lo fácil que las fotos del mediodía permitían imaginar. Digamos que ha sido un largo día. Digamos también que algunos reencuentros le han quitado toneladas de estrés a la jornada. Y en eso estamos.




Reciclando crónicas: 2018 Venía sumergida desde hacía media hora en una intriga de crímenes y engaños que llevaba 200 páginas y ya había pasado por dos continentes y tres países. Cuando levanté los ojos vi que estaba cerca de mi parada, cerré el libro de Mankell y decidí cambiar la violencia de la ficción por la pacífica modorra del barrio a la hora de la siesta. El 405 venía medio lleno, con personas de pie. Me paré para bajar y en ese momento una camioneta gris se adelantó a toda velocidad, tocó bocina e hizo señas al chofer para que frenara. El bus se detuvo en la parada y yo descendí, al mismo tiempo que un muchacho salía de la camioneta. “Tanto lío para que un flaco pueda tomarse el 405”, pensé, pero cuando le vi las facciones desencajadas y el palo en la mano me di cuenta de que la cosa no venía por ese lado. En medio segundo dos hombres más se bajaron y corrieron hacia el 405 dejando la camioneta vacía y con las puertas abiertas, al tiempo que un nuevo vehículo gris se orillaba en Camino Maldonado y de él descendía otro hombre, que también corrió hacia el bus. Todos iban de negro, con remeras de un boliche (creo que “Nocti Bar”). _ ¡Abrime atrás, abrime atrás! – gritaba uno de ellos junto a la puerta trasera, mientras otros tres subían por la de adelante. Soy la persona menos chusma y más miedosa, así que rápidamente me dispuse a cruzar Camino Maldonado e ingresar al territorio seguro de la cooperativa, pero no pude evitar ser testigo de una escena confusa que implicaba un hombre joven bajando a toda velocidad por la puerta trasera del ómnibus, un patrullero que hacía su aparición estelar con la sirena abierta y una manada de remeras negras persiguiendo de cerca al fugitivo. El 405 reinició la marcha como si nada hubiera sucedido, en tanto cazadores y presa proseguían su lucha intensificando el peligro, porque todos cruzaron Camino Maldonado a lo loco, esquivando por milímetros a los autos, ómnibus y motos que se desplazaban en sentido contrario. Un par de policías abandonaron el patrullero y se sumaron a la persecución, hasta que entre todos atraparon al fugitivo y lo tiraron al suelo. Para ese momento ya se estaba congregando una pequeña multitud de curiosos en la vereda. Yo dejé de mirar, acomodé una bolsa de mandados en cada mano y comencé a caminar sin apuro hacia Arbolito mientras desde una de las bolsas el viejo Mankell me guiñaba un ojo como diciendo que las apariencias engañan, que la paz y la convivencia siguen siendo espejitos de colores y que nadie está a salvo.



En un escrito, sobre la escena 1 de "Macbeth": "Cuando la batalla esté ganada y perdida" parece ambiguo pero no lo es. Nadie sale absoluto ganador de una batalla, siempre perdés algo. La diferencia entre el vencedor y el perdedor es que el vencedor perdió un poco menos.





¿Qué hace una tomando un Moka a las nueve de la noche de un sábado en primavera? Una se pasó la tarde limpiando, estimados. Una lavó y enceró pisos, limpió vidrios, cortó pasto y un larguísimo etc que la ha dejado con poca movilidad y con la mirada perdida en el horizonte (el de la cafetería, que debe estar a veinte metros, pero bueh). Una post limpieza vino al shopping, compró cortinas y alfombras de baño, hizo copias de llaves y hasta adquirió un cuadrito con paisaje de bosque tapizado de verdes y amarillos. Esto no parece corresponder ni a los intereses ni a las actividades de una en las últimas décadas (o en lo que va de este siglo, por lo menos). ¿Qué edad tiene una hoy: 80? No, queridos: 82. Esto es lo que hace una con su tarde/noche sabatina cuando cierta señora octogenaria (vulgo madre) le avisa que no se va a estar volviendo en diciembre con el Cele (como parecía estar previsto) sino que esta misma semana ya se van a estar mudando. Una va a pasar de tener a los viejos a 450 km a vivir a media cuadra. [falta conectar la luz, instalar mosquiteros, comprar el calentador, botiquín, limpiar el piso del living, retirar el soporte del microondas, cambiar una persiana, pagar cuentas…] Una está un poquitito estresada pero contenta, porque los viejos se mudan a una casa preciosa (aunque una la tiene que poner en condiciones justo en medio de las pruebas, el tribunal de la practicante que falta y la marea alienante de los promedios finales). Una paladea el sabor suavemente chocolatoso del Moka con leche de almendras y respira con la regularidad que puede. Un día por vez. Y en eso estamos.



_¿Vos cuántos gatos tenés? - me preguntó alguien hoy en la coordinación del colegio.
_ Cero. 
_¿No tenés ninguno? ¿Y todos los de las fotos…?
_Hay dos o tres que vienen a comer, aunque son de los vecinos.  Sí entran a casa es por un ratito, pero duermen en otros lados y de ultima no son mi responsabilidad. Puedo viajar tranquila, porque no dependen de mi presencia.
_¡Ah, es como tener sobrinos!- acotó una compañera, y la definición me pareció de lo más acertada. 
Saludos desde Chez Rodríguez, el mejor restaurante de la zona para felinos no residentes. 
Por ahora.





Es viernes. Tu araña del fondo lo sabe, la gata de al lado lo sabe y hasta el mosquito adelantado que no salió en la foto porque su vida fue más breve de lo previsto lo sabe. Mientras tanto vos con cabeza de martes, de mayo, de siete de la mañana: cualquier cosa menos viernes de noviembre a las nueve de la noche. 
Hoy ha sido un largo día. Lindo, simpático, productivo, pero eterno. 
A toda la gente que me empezó a seguir por el posteo de la foto del carpincho les quiero decir que por estos lados lo que más hay son imágenes de gatos. Alguna que otra idea de vez en cuando, capaz, tal vez, en una de esas (pero nunca un viernes a las nueve que se empeña en parecer lo que no es). 
Necesito dormir o llamar al bar de la esquina para pedir una torta de chocolate. Lo que llegue primero. 
Buenas noches.





Hoy debía ser el último día de clases en Bachillerato (siempre a mitad de noviembre), pero aquí estamos. 
Corrigiendo pruebas que nada determinan.
Controlando asistencias que a nadie importan.
Redactando argumentos que no serán leídos.
¿Qué estamos enseñando al nivel más profundo?
Que no pasa nada si faltás o llegás tarde.
Que el esfuerzo no interesa.
Que aprender no es importante.
Que los números mandan y los profesionales no opinan.
Que mientras agaches la cabeza alguien te dará una galletita (o una promoción) de regalo.
Y así estamos. 
Hay veces que me gustaría ser un carpincho a la orilla del agua para alejarme nadando lejos, bien lejos. Tener una huerta, un par de gatos, unos cuantos libros, una estufa a leña y un vecino que me preste wifi de vez en cuando. 
Hasta entonces… resistir. Y seguir tendiendo puentes.





Una vez tocó Coldplay en La Plata: era marzo de 2016. Con una amiga decidimos que (sin ser fanáticas) bien nos podríamos dar el lujo de ir a verlos, así que sacamos las entradas, compramos pasajes a Buenos Aires por Colonia Express y reservamos lugar en un hostel de San Telmo. Íbamos a ir por tres días; nos faltaba solo confirmar el transporte hacia y desde La Plata: detalles. Pero no fuimos. A ella le surgió no sé qué tema laboral que tenía que ser sí o sí en esos días, a mí se me enfermó Roldana (que estaba viejita y le quedaba poco tiempo), y encima había pronosticada tremenda tormenta para el día del recital, así que nos rendimos a la evidencia del destino y terminamos por concluir que ese toque no era para nosotras. Cancelamos el alojamiento y perdimos la plata de entradas y de pasajes (porque no eran diferibles). Todo mal. Dos años después fui con otra amiga a ver la película que pasaron solo una vez (gratis y en simultáneo para todo el mundo) contando los 20 años de historia de la banda, pero no fue lo mismo. Esta semana me he pasado oyendo noticias de los 10 River que llenaron en Buenos Aires y me vino de vuelta la frustración de lo que no pudo ser (por ahora). Cumplo en abril. Tómenlo como quieran, pero cumplo en abril (y tengo pasaporte al día). Buenas tardes.





11 de la mañana, clase con quinto científico en dinámica grupal, trabajando un texto relacionado a Macbeth. Miro por la ventana y veo un bicho enorme posado en uno de los plátanos de la vereda. _¡Miren eso! Debe ser un halcón. - le comento a los estudiantes de la primera fila, con los que estaba conversando sobre el trabajo. _ ¡I know it! -dice uno de ellos, que habla perfecto inglés y está tan encantado con dar Shakespeare que dos por tres se nos va del castellano- Yo sabía que lo que vi la semana pasada era un ave de rapiña. ¡Era ese mismo! Nos ubicamos cerca de la ventana para verlo más de cerca y no había pasado un minuto que ya toda la clase se había parado a sacarle fotos al halcón (¿o águila?), que seguía posado de lo más tranquilo en una de las ramas superiores del plátano. _ Pero, profe, ¿qué hace un bicho de esos en Montevideo? _Y… Vive acá, como nosotros. _ Ojalá que no esté por cazar al benteveo ese de ahí arriba… O a algún gorrioncito. _Ojalá que no. ¡Miren, ahí se va! _Es precioso. _ Es. Después lo buscamos en una aplicación, admiramos la belleza de su porte grandioso y nos volvimos a meter en el universo de Macbeth, donde no hay halcones ni águilas descansando al calor del mediodía sino cuervos y búhos anunciando cosas en mitad de la noche. Y en eso estamos: pensando que también me habría gustado ser profe de Biología.





¿Vieron que a veces hablo maravillas del Intercambiador Belloni y de cómo ha mejorado la dinámica social y la comodidad para el transporte colectivo de mi zona? ¿Que he posteado fotos de espectáculos al aire libre a los que acude todo el barrio, sin contar con la escola do samba que una vez por semana ensaya en la explanada? De lo que creo que no he hablado (o no mucho) es de la Sala Lazaroff, en el piso de arriba del Intercambiador: un espacio increíble, con excelente acústica, donde a veces sin costo y otras con entradas sumamente accesibles se presentan espectáculos de música, cine o teatro. Hoy tocó Supervielle a sala llena, y fue mágico. La música, las imágenes, la iluminación, él, todo. Salí encantada. Después del show, a unos metros de la puerta de la sala, paró un bus que en tres paradas (con boleto zonal) me dejó en la cooperativa, porque era un poco tarde y no daba para caminar. ¿Entienden que es la primera vez que en mi barrio hay espectáculos de buen nivel, que nos sentimos respetados, cuidados, existentes? Llevo una vida viviendo en esta zona: nunca hubo nada a menos de media hora de mi casa. La Sala Lazaroff (como todas las instalaciones del Intercambiador, que incluyen zonas de exposiciones, espacio de milonga, oficinas, depósito de bicis, baños y jardines) es obra de la Intendencia de Montevideo. Buenas noches.





ATENCIÓN Hay personas de esta red que utilizan perfiles ajenos para postear cosas de gatos e intrascendencias varias. Si ves algo así en mi muro tienes que saber que yo no lo he publicado, porque estoy demasiado ocupada corrigiendo escritos y limpiando mi casa como para entretenerme con banalidades y postergar mis obligaciones. Soy una persona seria, caramba. Por otro lado, si apareces en un video no seré yo quien te lo haga saber, porque no me molesto en mirar el 99% de los que andan en la vuelta, y si alguien te critica desde aquí... Puedo ser yo, no sé, depende de lo que hayas hecho. Fin del comunicado. Continuamos con la postergac... eh, con el trabajo habitual. Buenas tardes.





No es no. Y si no es sí también es no. _ ¿Hay que preguntar cada cosa? (no siempre, pero si no sabés interpretar el lenguaje corporal de la otra persona entonces sí, mejor) _¿Y por qué tomó esto o consumió aquello otro? (no para estar con quien no quiere, Raúl) _ Lo hubiera impedido... (capaz que estaba aterrorizada, y no todas las presas dan pelea) _ Pero yo pensé... (pensá de nuevo) _ Pero otras veces... (cada vez es cada vez) _ Es un juego. (juega quien quiere) _ No es para tanto. (sí, es)
Y un largo etc.






Ella viene dos filas de asientos detrás de mí y todo el tiempo habla por teléfono a todo volumen: se queja de su jefe, de lo poco que se está vendiendo, de la compañera que no le pone ganas y de la otra sucursal que vende mucho más que la de ella. Dice que no le importa si la despiden, que está harta. De pronto algo del otro lado de la línea la hace cambiar bruscamente de tono. No entiende por qué el interlocutor le quiere cortar. Su voz se vuelve casi gimoteante y un poquito dulce. Ella dice que lo ama, que solo quería contarle cómo había sido su día, pero al parecer del otro lado se ha agotado el tiempo disponible de la escucha. _Bueno, chau. Silencio. Me quedo pensando dónde quedó la privacidad de las charlas personales, pero no por mucho rato, porque al minuto una nueva presa se avizora en el horizonte sonoro de mi asiento. _Hola mami. A continuación, en el mismo tono enojado de hace unos instantes, la habladora se queja de su jefe, de lo poco que se está vendiendo, de la compañera que no le pone ganas y de la otra sucursal que vende mucho más que la de ella. Dice que no le importa si la despiden, que está harta. De pronto parece que del otro lado hay un cansancio o una buena excusa, porque la charla se corta abruptamente. _ Ah, bueno, ta, ta. Sí, sí, bueno. Chau. Me quedo esperando una tercera conversación donde se cuente de su jefe, de lo poco que se está vendiendo, de la compañera que no le pone ganas y de la otra sucursal que vende mucho más que la de ella, pero llega mi parada y (por suerte) me bajo. Qué gran cosa el silencio.





En el escrito del lunes pasado (observen qué timing: escrito de "Macbeth" en Halloween) les planteé tres preguntas y di la posibilidad de formular ellos una cuarta, si les daba el tiempo. _ Pueden preguntarse algo que saben y de lo que quieren escribir pero no apareció en este escrito. -les dije. Usualmente escriben sobre escenas, personajes o elementos de la información, pero hubo un par de chicas del Artístico (el trabajo se realizaba de a dos) que me sorprendieron tanto con la pregunta como con la respuesta. Aquí van. P: Si los personajes de "Macbeth" fueran en realidad personas a cargo de la producción de una obra de teatro ¿qué ocupación tendrían y cómo la llevarían a cabo? R: Lady Macbeth sería la asistente del director que manipula la obra a su propio gusto a través del director. No le molesta no tener su nombre en la cartelera mientras la obra termine siendo la mejor posible. Duncan sería un renombrado actor con el papel protagónico. Con mucha experiencia en el teatro y una buena relación con el resto de la compañía. Macbeth sería el suplente de Duncan, celoso del mismo, y está contemplando incapacitarlo de alguna forma para quedarse con el rol (Lady Macbeth piensa que Macbeth sería un mejor actor que Duncan y le provee los medios para lastimarlo). Banquo estaría contento con su papel secundario.





Alguien habló de Pisa en un programa de radio y se me ocurrió revisar unos álbumes por acá a ver si le había sacado alguna foto a la torre cuando estuve (en 2016). Sí, le había sacado. No, no había nadie sosteniéndola. Pero lo que me llamó la atención es que en tres o cuatro momentos del álbum aparecen fotos totalmente destruidas. Hace un par de días había visto lo mismo en otro lado... Tengo las fotos por ahí respaldadas, pero me preocupa que todas, en todos los dispositivos, empiecen a dar signos de su obsolescencia y se vayan difuminando. ¿A alguien más le pasó o sabe a qué se debe?




Martes de invierno en primavera. Salgo bajo la llovizna a enfrentar una nueva jornada de trabajo y a media cuadra de casa soy interceptada por dos veteranos de la cooperativa.
_ Buen día, joven.- me dice uno de ellos, y mientras pienso que algunos días grises es más necesario que otros tener un vecino veterano que le diga a una “joven” el otro se detiene y agrega:
_ Dejame decirte algo: ¿vos te acordás lo que te dije el día que te dimos tu nuevo número de socia?
_ Eh… no.
_Te dije que le jugaras al 894 a la quiniela. ¡Al otro día salió a la cabeza!
_ Uh… - digo, riendo- lo qué pasa es que yo solo juego al 5 de oro y ese es un número demasiado alto. ¿Vos le jugaste?
_ No.
_ Bueno. Sigo mi camino. ¡Nos vemos!
_ Que andes bien; saludos a tus viejos.
Y seguí caminando bajo la llovizna del comienzo de la mañana.
Esto a mi abuelo no le habría pasado.