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sábado, 15 de noviembre de 2014

Baúl de recuerdos: 2007 ÚLTIMODÍAÚLTIMODÍAÚLTIMODÍA

                           






PRIMER TRAMO: Colegio 1

   Hoy fue la reunión de cuarto año, a las siete y media de la mañana. Pequeñas delicias de joderle la vida a los demás con pequeñeces.
   Siete y veinte todos fuimos cayendo, puntuales… menos el comienzo de la reunión, que se demoró hasta ocho menos diez. La directora tiene pinta de que en cualquier momento le viene un día de furia, pero todo sale tranquilo. Hubo un chiquilín con 19 faltas que por esos misterios de la vida tenía 30 faltas solamente en Educación Física (quien le puso 2 de promedio. ¿De dónde sacó ese 2 si dice que nunca lo vio? Más misterios…). Una sospechosa cantidad de gente terminó el año con 19 y 20 faltas, pero la cosa fue rapidita. Una hora después ya iba hacia el 


    SEGUNDO TRAMO: Colegio 2

   En esta noble institución las clases aún seguían (repito: pequeñas delicias de joderle la vida a los demás con pequeñeces), y yo tenía con un tercero a las 7:50, así que (por la reunión antedicha) falté, pese a que la Subdirectora cuando avisé supuso que ta vez yo llegaría a segunda, a las 8:30. ¿Será que tengo una forma de inversión del continuum espacio-tiempo y aún no me he enterado? 
   A tercera me colé a clase de Física y les entregué el resultado del escrito, para ir después a la sala a hacer los promedios. En el recreo el profesor de Física contó que había estado de merienda compartida con uno de los grupos. Una compañera y yo le estábamos informando que si la hizo fue solo porque la Sub no tenía la más leve idea del asunto, cuando oímos a la susodicha emitir desde el pasillo una frase célebre: “Ustedes ya saben que no pueden tener ideas”, al tiempo que confiscaba una torta de chocolate y la depositaba con destino indefinido en la mesa de la secretaría.
   Pasó el recreo, fui al otro tercero, les di el escrito, hicimos una evaluación del año, fue pasando el tiempo. Nota agrandatoria de mi parte: antes de entrar me detuvo un alumno que me había prestado sus poemas para que los leyera. Yo le hice un comentario muy lindo por escrito, y ahora él venía a darme un poema escrito para mí. Está bueno y le hizo una dedicatoria re linda… Momento emotivo. Pausa. Ya sigo. 
Tenía dos horas con el grupo, las dos últimas del año. Pasada la primera decidimos sacarnos una foto. Le pedí a la Sub que nos sacara, para que saliéramos todos. Y era todos de verdad, nota al margen: no había faltado ni uno. Y no, no solo no nos sacó la foto, sino que me fulminó con una mirada helada y pregunta al tono: “Pero... ¿vos no estás en clase?” Es decir, traduciendo, “a ver. boludita, dejá esas pavadas para el recreo y andá a laburar hasta que toque el timbre, andá”.  Y me fui, obvio. Después recibí adhesiones de adultos varios con cara de no acredito. Qué le vachaché. 
   La despedida con el grupo fue emocionante. Les escribí saludos en los cuadernos,  hacíamos lista de espera y un secretario los iba repartiendo. Les regalé caracolitos de Rocha. Me hicieron un pergamino. Me aplaudieron y ovacionaron al final, incluso los cuatro que mandé a examen. Juro que me erizo: no sé si tuve un enamoramiento tal con otro grupo en mi vida. 
   Tomá pa vo, Sub.


                                     
                           TERCER TRAMO: EL 30


   Hoy era la despedida de los terceros, a las dos y media. Estuve corrigiendo como una condenada desde ayer y llegué puntual, pero tenía un problema: no había impreso el discurso de despedida porque andaba sin tinta. Me quedó muy bien, modestia aparte, aunque de entrada no quería hacerlo por aquello de que todos se descansan en los de Literatura para lo que sea escribir. Cuando me lo propusieron hice un chiste respecto a que el profesor del año pasado (histórico responsable de los discursos del 30) no estaba, pero me bajé del caballo cuando la coordinadora me preguntó si yo quería pedirle a él que lo hiciera. Esta gente ya me va tomando los puntos... Al final lo imprimí con ayuda de mi ex practicante, después de un periplo de media hora buscando a la encargada de informática. Lo compartí con dos compañeras para no leer sola, aunque todos me decían después “profe, me di cuenta que lo escribió usté porque metió un poema en el medio”. 
   La despedida fue breve pero buena. Emotiva. Discursos improvisados. Flores para adscriptas. Abrazos, más fotos, regalitos para ellos, corrección pública e hiper presionada de los diez parciales que me quedaban. Mientras tanto, cosas raras pasaban a mi alrededor. Aparecían gurises con bufandas en la mano (mientras nos asábamos de calor), una chica tenía en la mano una blusa negra medio transparentona, así, como quien lleva la botellita de Coca. Me dijeron que la de Matemática andaba con una valija regalando ropa a los alumnos. Se está mudando, y se ve que algo tendrá que ver con su inusual recuerdo de fin de año. Lástima que no ligué nada.
   Y así pasó el último día. Me quedé hora y media haciendo promedios, hice mandados, llegué a casa, fui al gimnasio, vegeté durante un tiempo indefinido y aquí estoy, tomando conciencia por primera vez en el día de que ¡HE TERMINADO! ¡C’EST FINI! ¡VIVE LA LIBERTÉ! ¡IUPI IUPI IUPI!!!!!!! ¡OLÉ, OLÉ OLÉ OLÁ! ¡TIEMPOOOOO! ¡TIEMPOOOO!

    He dicho.

   La nueva Mariela, que capaz que hoy duerme ocho horas y todo.  

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Momentos con gusto a noviembre

   




Soñé que entraba a facebook por mi celular y al lado de las opciones habituales (Noticias, Amigos, Perfil, etc) había una nueva: "Planificación".
Creo que mi inconsciente está encontrando una nueva forma de enviarme mensajes.




Fui a votar a mi viejo barrio del Buceo bajo la llovizna. 
En Montevideo Shopping todo el mundo andaba con cara de Black Friday y recorría local tras local repitiendo un mantram de valor universal: "¿Qué descuento tiene esto?".
En Tienda Inglesa la atención se concentraba en la zona de los helados, donde 4 cantaores y una maja espigada y flexible daban un número artístico como parte de la Semana de España.
El 405 semivacío viene con una tele prendida que se empeña en enseñarme principios de alimentación saludable y compromiso con el barrio.
Es el domingo de elecciones menos parecido a un domingo de elecciones que me tocó vivir hasta ahora, y sigue lloviznando.
Plop plop plop. Plop.




Voy volviendo de la marcha de Mujeres de Negro, reflexionando sobre la igualdad de derecho y los prejuicios de género que viven y luchan aún cuando escucho a mi vecina de asiento hablar a los gritos con una amiga al celular:
_ Vale, ¿vos no tendrás un tambor para prestarme? Porque a mi sobrina le dieron a elegir si para la fiesta de la Escuela quería ser reina o tocar el tambor y ¿podrás creer? ¡Eligió el tambor! ¡Yo no puedo creer!
Nena: 1 - Tía gritona: 0

¡Cuánto queda por hacer!






Primer round: Roldana.
Me acecha apenas subo la escalera, sigue mis pasos, me espía miserablemente, se hace la boluda y... ¡listo! Colada al dormitorio en el último segundo. Amenazas varias de mi parte, arrinconamiento de la susodicha, piruetas en las que estoy a punto de caerme por interceptarla antes de que se meta de nuevo bajo la cama, hasta que al fin la logro sacar de la habitación y me acuesto. Sola. 
Segundo round: Tania.
Ruidos en la reja de la ventana me indican que o bien hay un ladrón queriendo forzar la ventana o bien Tania está haciendo su numerito nocturno de "No estoy segura de querer entrar... Convenceme." Bajo refunfuñando, la llamo, la seduzco con mil tonos y mimos hasta que se decide y entra. Vuelvo al dormitorio, esquivando a la hermana que disimula en una esquina al lado de la puerta.
Tercer round: el mosquito innominado.
Revolotea a mi alrededor, pasa por mis manos, frente y nariz, hasta que se me posa en la mejilla derecha provocando que me dé una cachetada en defensa propia. Su vuelo triunfal post cachetada me fuerza a prender todas las luces y a revisar palmo a palmo paredes, cortinas y muebles hasta que lo diviso en el cajón de la persiana y lo liquido de un almohadonazo con un estruendo tal que debe de haber hecho saltar a mi vecina de la tercera edad en la casa de al lado.
Y eso es todo por hoy.
Creo.
Buenas noches.







        El viernes comenzó a las nueve de la mañana con un curso en el IPES sobre Mario Levrero. A eso de 11.30 hicimos el primer corte, en el cual todos nos quedamos en el salón tomando café y charlando sobre Mario Levrero. Continuamos el curso hasta la una, cuando arrancamos en masa hacia el bar de la esquina para almorzar conversando sobre Mario Levrero. Desde las dos hasta las seis seguimos nuestra concentración maratónica referida a la obra de Mario Levrero (sin corte esta vez, cada uno se paró cuando quiso a servirse cafecito y galletas). Terminada esta instancia me tiré hasta el centro, a la presentación de un libro sobre Mario Levrero. Volví a mi hogar con "Caza de Levrero" bajo el brazo, y ahí lo tengo, esperándome.
Me encanta este viernes.




¡Y salió la clase de 6º Artístico y Arquitectura con los sirios! 
Una clase que se movió de forma autónoma: arrancamos con "La mujer" de Juceca y la seguimos con la narrativa oral, los cuentos que nos han contado y que seguimos reproduciendo, el pequeño héroe del Arroyo del Oro, la Casa del Águila y la canción de Rubén Olivera, pasando por el amor, los grises, los colores, el realismo, la fantasía y más. Todos participaron, discutieron, se conocieron, dibujaron, charlaron con gestos o palabras a medias. No tuvo nada que ver con una clase tradicional de Literatura, y casi nada que ver con lo que yo había planificado. Tuvo vida propia, y la vida se la fueron poniendo ellos; una vida que acepta las diferencias pero no deja de percibir las similitudes de base. Que nunca falte.




   
Domingo de clásico y sin embargo el teatro está lleno. A mi lado una señora y un señor con pinta de septuagenarios mantienen una animada charla y se tratan de usted. Él fue director de teatro y conoció a Candeau. Enfrente, un ex intendente de Montevideo saluda a un conocido tras otro. Un joven con muletas sube trabajosamente los cinco niveles de escalones hasta su asiento. 
   Ritual de domingo.
   Bajan las luces. 
   Silencio.




   La integración de la comunidad del 58 con los estudiantes sirios continúa viento en popa.
   Hoy estaban invitados a una observación del cielo nocturno con los profesores de Astronomía, pero para cuando se decidió cancelar la observación por mal tiempo ya había un estudiante que había llevado como cincuenta pastelitos de dulce de membrillo hechos por su abuela para convidar a los recién llegados. ¿Qué hacer? Habían sido hechos con mucho amor, como símbolo de un recibimiento con un bocado autóctono.
   La solución fue simple: si los sirios no pueden venir al Benedetti, el Benedetti va. 
   Invitada por una profesora de Historia, con el chico de los pasteles y otras dos alumnas, fuimos hasta el hogar Marista del km 16 con nuestra caja de cartón llena de pasteles. 
   Estaban bajo los árboles de un enorme predio, adolescentes y niños, y en seguida se acercaron. Uno de los traductores les explicó el porqué de nuestra visita, mientras algunos jugaban y otros nos sonreían o incluso preguntaban por alguno de sus nuevos amigos del 58 que no había sido parte de la comitiva de hoy. Los pastelitos quedaron para la merienda, media hora más tarde. Cuando nos íbamos varios nos saludaron con un perfecto “¡chau!”.
   Volvimos al liceo con una sonrisa de oreja a oreja.
   



   Televisores por todas partes. En casas, salas de espera, fiambrerías, recitales, almacenes, supermercados, gimnasios y hasta en el 405.
   Cada vez tenemos más miedo a enfrentarnos a eso que Levrero llamaba la angustia difusa, parece. Las imágenes y sonidos ajenos tienen que taponear cualquier mínima posibilidad de encontrarse con uno mismo, pero el silencio está bueno y además es necesario.
Inicio oficial de la campaña por el silencio. 
   Los pájaros, el viento y las palabras sinceras quedan nombrados Huéspedes Honorables de nuestro silencio. Los programas de televisión y los gritos destemplados deberían ser reconsiderados mil veces antes de aceptarlos como parte del menú sonoro del día.
   Lo siento, lector, hoy me vine moralista; debo estar extrañando el sonido del mar y el viento de Valizas.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Crónicas de bus: noviembre 2014

   



Voy en un 316 con velocidad de tortuga y me entretengo haciendo estadísticas. 
12 personas me rodean.
1 anciana, 3 jóvenes, 8 maduras. 
4 hombres, 8 mujeres.
4 flacos, 4 gordos, 4 obesos. 
11 silenciosos y uno que canta cumbias a mi lado.
0 cantores de ocasión, 0 magos, 0 vendedores.
Intrascendencias de bus.
Algún día llegaré a mi destino.
Algún día.

 Es pelado, gordito, de veintipico de años, y ni su remera anaranjada flúo ni su ukelele pintado de verde manzana me dan buena impresión. Apronto los oídos para una tortura de bus, pero no. El pelado (que ya había visto antes, ahora me doy cuenta) aturde un poco pero es bueno. Si solo gritara un poquito menos...
Tal vez es mucho pedir. Aspirinas, ¿alguien tiene? 



 Él va contento, parece. Canta y toca el bongó en el asiento de atrás en el 405. Hace media hora viene cantando y tocando el bongó. En verdad no canta: tararea algo cumbioso, y tampoco toca el bongó: lo golpea sin ton ni son. 
   Lo malo es que no se cansa. No se cansa. Socorro



   Salgo siete menos diez cual Aquiles heroico enfrentando a la Moira desalmada del temporal, y la empresa es ingrata. Vadeo arroyos y cañadas, le dirijo constantemente palabras de aliento a mi paraguas nuevo pidiéndole que resista y explicándole que no todas las tormentas serán como la de hoy. Agradezco que la campera sea impermeable, pero mis zapatos altos no pueden vadear los ríos desatados y sucumben ante la marejada. 
   Chlop chlop chlop, avanzo. 
   Ya en la parada me subo al banco de cemento y aún así no puedo evitar que una cosa gris conducida por un hijo de puta de la familia 103 me ensope todo lo que el paraguas no ha cubierto. Nos miramos con la única otra chica que aparece y terminamos riendo.
    Y todo para que ahora, sentada en el 405 habitualmente repleto pero hoy semi vacío, el señor Sotelo desde la radio me informe de que a esta hora de la mañana se desarrollan "lluvias suaves" sobre la capital de la república. 
   ¡Oh, tú, que asomas al mundo dentro de unas horas, cuando el diluvio haya amainado, entérate de que a las siete de la mañana el país siguió andando a puro cerrar los ojos y enfrentar el destino!
   ¡Adelante, mis valientes!
   Chlop chlop chlop.

sábado, 1 de noviembre de 2014

En la esquina




Ya estaba cayendo la noche y aún me faltaba una cuadra para llegar a 18 cuando los vi. Eran dos, en la esquina, atajando a cada persona que cruzaba para pedirle dinero.
Espero que mi negativa no suene muy antipática, pensé.

El primero en interpelarme fue el morocho:
_ Shakira, disculpá, ¿no tendrías unas monedas?
_ ¡Jaja!
-Estamos jugando a los parecidos.-acotó el otro- No te molesta, ¿no? ¡Sos igual!
_ ¡Ojalá!
_ ¡Bueno, Shakira, suerte!

Y me fui riendo, a la vez que pensaba cómo contarían esta misma micro escena otras personas.
Los que votaron por el Sí el domingo pasado, por ejemplo.

Ajuste de perspectiva

  


 Salgo de casa puteando por dentro al ver el cartel que recuerda que mañana hay asamblea obligatoria en la cooperativa: eterna, peleada y frustrante asamblea, como siempre. Apenas saque el 5 de oro, empiezo a pensar, me compro una casa independiente y chau vecinos, discusiones, deudas de otros y reglamentos de convivencia.
   Pero al pasar por el SUM la carrera de unos pasos con sobrepeso en el hormigón, la carita feliz, el abrazo y los lengüetazos de Isis me sacan de la mala onda en medio segundo.
   _Se ve que compartimos el mismo gusto por los animales- me dice al pasar Uruguay, un veterano culto y autodidacta al que realmente aprecio. Y se pone a contarme de la perrita de otro vecino, que él alimenta y casi se le agregó en su casa, y del padre de la dueña de Isis, que no llegó a ver la obra de la cooperativa terminada pero al que siempre recuerda con cariño porque en su momento lo convenció de apostar por esto del cooperativismo y la ayuda mutua...
   Me demoro entre Isis y Uruguay y sé que la CITA no espera ni medio minuto, pero vale la pena recordar que las cosas por algo pasan, que las casualidades no existen, que según todas las señales que se me cruzan o que me invento estoy en el sitio donde debo estar, y que por si fuera poco Isis me quiere.