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martes, 17 de octubre de 2017

Preverano en Valizas






Valizas: mediodía. Dejamos atrás La Proa y sus precios astronómicos y nos dirigimos al pueblo a ver qué pinta, pero en octubre no pinta mucho. Terminamos en las monárquicas sillas del Rey de la Milanesa. La mía, de lentejas.
El dueño, cabe señalar, sigue teniendo los ojos verdes más impresionantes del mundo. No mucho más, pero en materia de ojos no le gana nadie. 
_ Hace años no se te veía por aquí- me dice. 
_ Es cierto. Desde que me quedé sin rancho vengo poco- le respondo, y pienso: además no como carne, y si comiera no vendría por tu reinado, pero no digo nada, porque hoy o es el Rey o La Proa, y Diana y yo no vinimos con ganas de pagar 370 por un plato de pescado. 
Un señor muy muy muy gordo nos ofrece rancho. Le decimos que ya tenemos,pero él igual viene hasta nuestra mesa; nos deja su teléfono y un plano de su casa, para otra vez. 
_Yo soy conocido- nos aclara sin que le preguntemos.- Salgo en Tiranos Temblad. Que nada te detenga, esa es mi frase. 
_ Sí, yo te conozco.- le digo. 
Era el Peteca. 
_ ¿Viste que soy famoso?
_ Sí. Te ubico. 
Se va contento, el Peteca. Y nosotras seguimos con las milangas reales.
El pueblo está lleno de gente. La playa parece casi veraniega; hay personas, perros y fósiles por todos lados. Patos negros. Dunas que parecen eternas aunque no lo sean. Ranchos a medio derrumbar.Miles de arañitas corriendo por la arena, y larguísimas telas de araña flotando contra el azul del cielo. Espuma, mucha espuma. Perros buscando alimentadores. Un conocido en la playa con una canasta vendiendo sandwiches integrales, tarta de zanahorias con chocolate, galletas de avena, tentador y delicioso. Pescadores con cañas y redes. Adolescentes en lo alto de la arena. Un flaco se baña al atardecer: cruza el arroyo a nado y después sube corriendo hasta lo alto de la duna; creemos que lo hace solo por presumir. Al costado, una parejita de barbudos hace un castillo de arena. Baja el sol en la tarde de Valizas. Es tiempo de volver al hostel.
En el camino, un amor breve pero intenso con un felino blanco y negro medio petisón, absolutamente querible y llevable, Supongo que tiene dueño; voy a investigar.
A la noche, conocidos en el hostel, en el super, en las calles. Caras que voy de a poco encajando en moldes hace tiempo olvidados. Suena la música en el hostel y en un boliche enfrente: este es un pueblo con solo dos cuadras de acción, y si uno quiere salir esta es LA zona.

De pronto miramos al cielo y ahogamos un grito. Las estrellas se nos vienen encima, y dan ganas de quedarse a la intemperie mirando para arriba, pero igual volvemos a nuestro hogar dulce hogar, donde nos esperan la cerveza, el licor de butiá, las pascualinas y los coquitos del Tío Pato. Y habrá que hacerles los honores.




Domingo de sol en Valizas pre feriado. 
Desayuno (delicioso) en el hostel, donde los perros tienen su propio espectáculo para disfrute de los turistas madrugadores. Cuando llegamos había tres cachorros, que ya fueron regalados. Ahora quedan tres perras adultas (Fabia, Flora, Fiona) y un cachorrito negro de ojos soñadores, que duerme la mayor parte del tiempo en un puff rojo, en el patio. 
Para hoy habíamos previsto ir al Cabo, y como la cosa lleva sus horas bajamos a la playa y cruzamos el arroyo temprano, a eso de las nueve. El botero nos avisó que solo aseguraba el regreso si volvíamos antes de las cinco y media. Después... Bueno, se supone que ellos saben cuánta gente fue y cuánta volvió, y capaz que nos podían esperar, pero su plan era irse cinco y media, y es justo que nos lo avisaran con tiempo. Al parecer el arroyo está bravo estos días, y dos por tres tienen que rescatar gente que arrastran las corrientes del medio. 
El sol estuvo amable pero potente durante toda la mañana, e iniciamos la caminata en medio de una ensenada vacía de humanos y repleta de aves, caracoles y cosas que me pedían a gritos que las llevara a Montevideo. 
El paisaje de las dunas y las orillas resulta impactante, no importa las veces que una lo haya recorrido. No hay foto que lo contenga; hay que estar ahí. 
Entre fotos, fósiles y admiraciones varias de rocas y playas se hizo el mediodía y aún no habíamos encarado la playa del Barco. Yo hacía rato que venía sintiendo una molestia en el pie derecho y la verdad es que a mi tendinitis no le iba a hacer nada bien una marcha de varios kilómetros sobre arena blanda y en pendiente, así que propuse la vuelta por razones etarias. Quiero decir, sanitarias. Y nos volvimos. 
Llegamos de nuevo al pueblo a las dos de la tarde. La Proa, que ayer habíamos abandonado por razones de precios poco valiceros, hoy se nos cruzó en el camino hambriento del regreso, y ahí anclamos. No fue una buena idea: la moza estaba desbordada de gente, había demasiado viento para la terraza abierta frente al mar y los buñuelos de algas estaban encharcados. 
De tarde fui hasta las Malvinas, zona de ranchos caídos, espumas amistosas y caracoles violeta. 
A la vuelta me crucé con Diana y nos fuimos a recorrer el pueblo por la zona del bañado, donde encontramos callejones y pasajes que yo nunca había visto, por una zona tan linda que me dieron ganas de tener un rancho de nuevo en Valizas. 
En cierto momento a mi amiga se le ocurrió ver cómo era un hostel que cruzamos medio se casualidad, y allá fuimos. El dueño resultó ser un cuarentón bastante volado, que nos contó doscientas cosas en diez minutos y reconoció que a los precios los fija según venga la mano con la temporada. 
_ No sé aún las tarifas... Y no acepto reservas. Prefiero mirar a la gente a la cara y ver si la dejo entrar a mi hostel, que es mi casa. Antes aceptaba a cualquiera que me pagara la noche, pero ahora no. Ya no me prostituyo más. 
Dejamos a Mister No Prostituto en su hogar dulce hogar y anduvimos de grandes compras por el pueblo, a saber: una empanada, pasta frola de dulce de leche, tarta de frutas, sandwiche de pan integral, galletitas de avena y canela, cerveza y una tabla de cocina. 
En el hostel, a la vuelta, caímos en las redes de un poderoso hechizo de sueño del cual emergimos cual bellas durmientes unas cuatro horas más tarde. Diana se despertó; yo habría seguido de largo, pero escuché su pregunta de: "¿vamos a ser bichos de nuevo, o nos integramos?" Y sí: había que integrarse. Estuvimos de charla, vino y cerveza hasta la una y pico. Bah, yo no estuve ni de asado ni de vino ni de cerveza: sanita la criatura, y encima vegetariana, pero sociable sí, un poco, de vez en cuando. Linda gente, la del hostel anoche, un rejunte de argentinos y uruguayos, montevideanos y valiceros, nuevos algunos, viejos conocidos, otros. 
Antes de dormir bajamos a la playa a ver si había noctilucas, y había. No fue una noche cargada de luz, pero las olas sí se veían luminosas, y la arena también. Arriba, el cielo estaba mejor que nunca, sin luna ni nubes. Solo la luz del faro del Cabo, con su intermitencia regular como un pulso. El pueblo a las dos ya estaba dormido y silencioso; los agites de octubre suelen ser tempraneros. 
Volvimos al hostel, a reanudar el sueñus interrumptus de la noche. 

La felicidad tiene cara de Valizas.




El domingo de tardecita iba caminando con mi amiga Diana por la calle principal de Valizas cuando vi venir a un flaco en bicicleta y sentí que se me iluminaba el alma. No era un ex ni un futuro ex, era un amigo al que no veía desde hace seis o siete años. Nos saludamos al pasar, charlamos dos minutos, dijimos de vernos más tarde. Yo al rato caí en un sueño de cinco horas y ya no salí del hostel, y quién sabe si él habrá andado en la vuelta. No importa, nada importa: mi amigo es una de esas personas a las que quiero más allá de verlo o no verlo. Cuando voy al pueblo paso por su casa todos los días y nunca llego, porque sé que si se tiene que dar nos vamos a cruzar, y si no queda para la próxima.
Hay pocas personas con las que tengo esa clase de conexión, cuatro o cinco, a lo sumo. Gente a la que dejo de ver por diez años y es como si habláramos a diario. Personas con las que me siento tan a gusto como si las conociera desde hace una eternidad, más allá de si son nuevas o viejas en mi vida, hombres o mujeres, sociables o bichitos. 
Hace unos días pensaba qué rara e inexplicable es la atracción por alguien que nos mueve el piso sin que podamos saber por qué; igual me pasa con algunos de mis amigos: con estos, los eternos episódicos.
Ahora sería bueno que lograra desarrollar una atracción momentánea hacia unos treinta escritos de quinto que me miran en silencio. Ellos saben que la última de las excusas para no encararlos es meterme en una crónica inmotivada y a cuenta de nada (o de casi nada), pero sé que también saben que a continuación los miro, largo un suspiro entre quejoso y resignado, y me entrego. 
Prepárate, Macbeth versión 2DA2: es contigo.

domingo, 1 de octubre de 2017

Octubre 2017





Cae la tarde sobre Montevideo y en mi cooperativa hay un clima de fiesta. Todo el mundo está en la calle, los vecinos charlan en las veredas y se escuchan risas, voces y corridas de niños. 
La tarde de Halloween arrancó con todo a la caída del sol, que fue como el puntapié inicial del partido. Salieron a la cancha jugadores y equipos de todas las ligas. Los ataviados con temática tradicional (brujas, fantasmas, demonios, heridos) y los disfrazados de lo que venga (Batmans, dinosaurios, ángeles, Hombres Araña). Los de disfraces comprados, los elaborados por mamá y los armados a último momento con una tela negra encima del jogging de todos los días. Niños pequeños y preadolescentes. Chicas de 14 maquilladas y con sombreritos onda bruja pero de vestido sexy y escote revelador. Niños solitarios del brazo de su madre y bandas de cinco o seis gurisitos con un par de mujeres. Golpeadores tímidos o derribadores de puertas. Con bolsa calabaza o con bolsa Tienda Inglesa. Con o sin perro. 
Todos, todos, todos los niños del barrio se dan cita en mi cooperativa los 31 de octubre a la caída de la tarde. Llegan a nuestras casas a razón de un grupo cada diez minutos. El barrio está de fiesta.
Saludos desde el 405: me voy a ver un documental sobre el Bosco. ¿Qué me estoy escapando? No... ¿Cómo se les ocurre? Nada que ver. Casualidad. Son ideas de ustedes. Seguro. 

Mal pensados.





“Jamás visto en el ómnibus: soquetes Adidas, soquetes de shopping, con la calidad de las grandes marcas, una oferta que sale al mercado y se agota, señores... En tiendas y comercios del ramo estarían abonando hasta 400$ por tres pares y yo vengo a ofrecerles, a regalarles (escuchen bien) CUATRO pares por 100$!!!”
El vendedor de medias es amable, joven y entusiasta. Su discurso es correcto, convincente. Articula todas las palabras y las dice con naturalidad, no como un speech aprendido y dicho de memoria. Como voy sentada adelante no pude confirmar si vendió algún pack de cuatro pares, pero se lo merece. Cómprenle, ta? Que yo ya tengo soquetes como para llegar al próximo siglo. Cómprenle. Son soquetes de shopping a precios de 103, caramba, ¿qué más se puede esperar? 

Cómprenle.





Eran apenas pasadas las tres de la tarde; el reencuentro de ex alumnos del liceo estaba recién comenzando y aún no habían arrancado las actividades programadas. 
_ Yo no sé adónde tengo que ir- me llegó una voz desde el costado del patio. 
La miré. Era una señora de unos sesenta, o tal vez más, a juzgar por lo que agregó enseguida: 
_ Soy generación 1964, pero no veo el cartel de mi año. 
_ A ver...- empecé a buscar con ella- Mirá, es en el salón 8, acá. 
_ Aaah. ¿Y yo dónde estoy?
La miré de nuevo. Le expliqué que no había fotos de los ex alumnos, que la distribución por salones era por si uno se quería quedar en la vuelta, a ver si justo venía alguno de los de su época y se podían reconocer. 
_ Claro, claro. Gracias. ¿Vos trabajás acá?- me preguntó.
_ Trabajo, pero además soy ex alumna. Hoy estoy cumpliendo los dos roles.
_ Sos profesora... ¿De qué materia?
_ De Literatura.
_ ¡Ay, qué lindo! Yo en el IAVA tuve a Idea Vilariño. Maravillosa, Idea, inolvidable. Hasta hoy recuerdo los versos de Baudelaire que nos enseñó: ¡tuvimos que aprenderlos en francés! 
Rosa, era el nombre de la señora. Nos quedamos de gran charla un buen rato, mientras iban apareciendo caras a nuestro alrededor y el reencuentro comenzaba a moverse. 
_ ¿Así que vos también sos docente, Rosa?
_ Sí, pero estoy jubilada. En el IAVA no trabajé nunca: unas amigas mías sí, dan clases acá hasta ahora... Son mucho más jóvenes que yo, porque yo entré al IPA de grande. Lo que pasa es que soy argentina, y cuando salí del liceo había una ley que decía que para ser presidente y para ser docente tenías que haber nacido en el país. 
_ ¡No te puedo creer!
_ Sí. Años después se flexibilizó el requisito: si uno no era nacido acá pero con padres uruguayos, ahí sí, podía entrar al IPA. Y mis viejos eran uruguayos, así que me anoté y empecé la carrera tarde, como a los treinta. 
_ Bueno, menos mal que la hiciste.
_Sí, menos mal. 
Cortamos la charla y dejamos la continuación para más tarde, porque en el Salón de Actos ya estaba pronto el coro del liceo y no era cuestión de andar haciéndolos esperar. 
Las historias y las miradas estaban cargadas de magia y no es casual que las cosas pasen cuando tienen que pasar, pensé. En el otro patio algunos de mis alumnos de este año preparaban una pancarta. Subí con un nudo en la garganta que solo se fue deshaciendo cuando la energía de las voces de hoy empezaron a sacudir las viejas paredes del liceo de siempre. 
Uno siempre está en el mismo lugar: exactamente donde debe estar. 

Dejé de pensar, y empecé a disfrutar.





El canto de los pájaros bajo el sol de Arbolito se interrumpe de pronto y escucho un sonido raro, como... no sé, como si un gigante hubiera aspirado hondo el aire de mi fondo. Es un sonido único, breve, inmotivado. En el patio las flores y las hormigas no parecen haberlo escuchado, pero la gata para la oreja. Está mirando el platito que le puse con agua limpia esta mañana: hay algo raro en él. Me acerco. Es una babosa diminuta, extraña, de un tipo que nunca antes había visto. Miro por la ventana: el mundo exterior parece seguir su curso normal de sábado de primavera por la mañana. 
Con un esfuerzo heroico oprimo el botón de Stop Netflix y le doy Play a un video de Petinato entrevistando a Lerner, ayer en su programa. Para cosas extrañas tengo un paquete de parciales esperando a ser corregidos, pienso.

Y me pongo a limpiar la cocina.





_ Mari, ¿yo te conté una historia de fantasmas de la laguna? - me dice mi vieja por teléfono.
_ Mmmmh... No, creo que no. 
_ Ah, entonces te voy a contar. El otro día estábamos de gran charla con el hombre que nos alquila la casa y resulta que él dice que un día yendo a Río Branco... ¿Vos viste esa cruz que hay al costadito, contra el alambrado? Bueno, parece que ahí hubo un accidente en el que murió un muchacho. Pues el vecino iba cerca cuando sintió que no podía avanzar, que una fuerza lo tiraba como para atrás y tuvo que bajarse de la bicicleta. No podía seguir, se quedó como sin fuerzas. Se subió de nuevo a la bici, empezó a andar y otra vez, sintió como que lo tiraban para atrás y tuvo que dar vuelta. Cuando volvió para la casa anduvo de lo más normal, es decir, que a él no le pasaba nada, era solo que el lugar tenía como una fuerza, algo raro, qué sé yo...
_ Eh... ¿y no será que tu vecino inventa cosas?
_ No, no sé, pero no creo. Nosotros con el Cele también vimos algo ahí. Íbamos en el auto para Río Branco hace un par de semanas y de repente en la tumba, había un niño parado, quieto, de espaldas a la carretera, mirando la cruz. Un niño chiquito, como de seis años. Yo le dije al Cele de parar y ver qué hacía esa criatura ahí solita, pero el Cele no me hizo caso y siguió de largo. ¿Eh? ¿Qué decís, Cele?
Se escucha la voz de mi viejo, que se ve que le agrega algo que yo no logro entender. Mi madre se olvida de que estoy al otro lado del teléfono y sigue con él:
_ ¡Ah, sí, seguro que el padre iba a estar por ahí cerca, orinando en el campo! ¿Pero vos estás loco? Si ahí no hay ni árboles, dónde iba a estar el hombre que no lo viéramos. No. Ese niño estaba solo, y a la vuelta no lo vimos. Yo vine mirando, y no estaba.
_ ¿Y vos que creés que era?- interrumpo, para que se acuerde de que sigo de este lado.
_ Yo no sé, pero justo ahí, en la tumba, y de espaldas a la carretera... Es muy raro. Y no es cosa mía, ¿eh? El Cele lo vio también, era de mañana tempano pero estaba claro. 
_ Bueno. Por ahora no andes asustándote, y si otro día lo ves, parás y le preguntás al gurí qué anda haciendo. 
_ Raro que lo vea de nuevo. Para mí fue solo esa vez. 
_ Puede ser. Bueno, te dejo. Tené cuidado con las yaras, ¿eh?
_ Sí, no te preocupes, andan lejos. Por casa no llegan. 
_ Si andan por la escuela y la comisaría es evidente que hasta tu casa llegan. Vos tené cuidado. Beso a los dos. 
_ Chau, Mari, saludos de tu papá, un beso. Que andes bien. Y no te preocupes, que donde hay gatos las víboras no se arriman.
_ Vos cuidate. 

_ Bueno.




Llueve a baldes. El viento estuvo a punto de destrozar el ya de por sí endeble paraguas que por suerte había guardado a último momento en la mochila antes de salir de casa esta mañana. Los championes veraniegos se mantuvieron secos hasta que bajé del bus, y ahí sí entre correntada y charcos varios se fueron convirtiendo en oscuras canoítas que avanzaban sonoramente por las calles de la cooperativa (porque las veredas son de pedazos de mármol y cuando llueve se hacen resbalosas, especialmente los tramos de color negro). Chlop chlop chlop.
Al fin llegué a mi puerta y me puse a buscar la llave, ya bajo el techito de la entrada, pero no estaba sola: la perra vagabunda, la Innominada 2, llegó conmigo. Ensopada, en un estado lamentable, pobre, pero contenta de verme y muerta de hambre. Entramos las dos chorreando agua al living. Yo me saqué los championes y medias. Ella se sacudió unos dos litros de agua encima de mis muebles y después se revolcó en la alfombra de tiras de cuero, que ahora apesta. 
Le di doble ración de comida, mientras me ponía una calza y sandalias. ¿Qué haría con ella? De alguna manera ha vivido en la calle desde el verano pasado, pensé, seguro que algún vecino la entra cuando llueve, así que puse mi mejor tono de alegría y le dije: 
_ ¡Bueno! ¡Nos vamooos!
Y la saqué al frente. 
A los cinco minutos estaba golpeándome la puerta. No sé cómo hace, si le pega con la pata o qué, pero se hace oír. Abrí. Me miró con cara de ángel ensopado. La entré. 
Le armé una cama en el galpón, que no se llueve, y ahí se quedó. 
Desde entonces tenemos una rutina: cada tres minutos me golpea una puerta, pasa por mi casa, la saco por la otra, luego golpea esa puerta y todo vuelve a recomenzar. Ya sé que quiere quedarse conmigo, pero olvídenlo: no, ni ahí, ni de casualidad.
Viernes mojado y con olor a perro.

¿Cuándo para de llover?




Viernes de lluvia. 
Viernes complicado. 
Viernes cansado. 
Viernes de pies mojados. 
Cómo será la cosa que acabo de subir al 103 y pedirle al chofer un boleto de una hora y media.

Cerrá y vamos.




Subo al 100 en la parada del Solís y me siento junto a una ventanilla. Privilegios del que lo toma al inicio del recorrido, pienso, pero mi posesión de espacio propio no dura mucho: en la primera parada de 18 se sienta a mi lado una persona vestida de negro, con portafolios y lentes oscuros. Una mujer. 
Apenas se instala me lanza una larga mirada inquisitiva que yo interpreté como silencioso pedido para que me aplastara contra el vidrio dejándole más lugar, pero no le hice caso. Mi anatomía no iba más allá de los magros límites del asiento de bus chino, con espacios pensados para niños o adolescentes flaquitos. 
A propósito de adolescentes, enseguida subieron al ómnibus tres varones y dos chicas con evidentes ganas de armar revuelo, y se pusieron a hablar a los gritos, a silbar y gritarle cosas a los transeúntes de 18 al mediodía. 
Novatos, me dije, novatos ellos de pie en el pasillo y novata la mujer a mi lado. Ajenos por diferentes motivos a los espacios y las convenciones del usuario de bus en la capital. 
_ Perdón- escucho de pronto. 
Miro. Era Lady 100: 
_ ¿Te molestaría abrir un poco la ventanilla?
_ No hay problema- respondí abriéndola.
_ Ah, gracias. Es que acá hay un olorete que...
Creo que su intención era seguir conversando, pero mi seco “mjm” la desanimó. Menos mal que me bañé antes de salir y no había caminado más que tres cuadras: seguro que la persona del olorete no era yo, al menos.
Mientras tanto los péndex seguían de fiesta y relajo, ahora sobre el fondo del vehículo. Al pasar por el túnel hubo veinte segundos de oscuridad, que ellos aprovecharon para pegar un par de gritos jugando, como si estuvieran asustados.
_ Pero... ¿Por qué el chofer no prende la luz?- me llega el tono molesto de la voz de la mujer al costado. 
No respondí. 
El resto del viaje lo realizamos en silencio, rodeadas por las voces y risas de los gurises, la cumbia del chofer y la tos irredimible de alguien en el asiento de atrás, a medio metro de nuestros organismos (preparados para el ataque fulminante de algún bacilo de bus). Cada vez que sonaba un “cof” Lady 100 movía un dedito nervioso, hasta que al llegar a Propios se bajó, dando por finalizada su odisea ciudadana. 
Yo acabo de hacer lo propio en mi cooperativa, mientras que los gurises gritones siguen el viaje hacia el interior profundo de Montevideo. 
Quien quiera conocer la peor cara de la ciudad puede darse una ida y una vuelta en el 100 Aparicio Saravia. El trayecto Ciudad Vieja - Curva de Maroñas no es más que un anticipo, más allá del relato horrorizado que seguramente mi ex compañera de asiento le hará a alguien durante la merienda, hoy, en alguna confitería del Centro o de Pocitos. 

Ojalá que los gurises gritones sigan encontrando razones para reírse, le pese a quien le pese. Ojalá.




"Estimada Directora: 
Quiero dejar constancia de haber salido hoy de mi casa en tiempo y forma con rumbo al IAVA. Si no llego en hora será que he caído en un agujero de dimensión desconocida, que no me explico. 
Tampoco entiendo el olor a perro o los pelos grises en mi remera negra. Este es un mundo lleno de misterios. Por suerte. 

Saludos."





El 103 Semidirecto parece ser una tentación irresistible, porque viene lleno a reventar esta mañana. 
A mi lado viene sentado un hombre joven muy muy desprolijo; lleva en brazos a una nena limpita que quiere upa pese a que él nunca deja de abrazarla. Cuando se baja el señor no pide permiso, solamente se para y arremete como si yo no estuviera. 
Parada al costado, una joven regordeta toda vestida de negro y con las uñas rojas. Se mueve. Se mueve todo el tiempo, pero no es una enfermedad y tampoco está bailando, más bien es como un temblor nervioso, como le pasa a esa gente que sacude la patita de continuo, solo que ella se mueve de pies a cabeza. 
Enfrente una mujer sumamente pobre abre su cartera y busca alguna cosa durante largos minutos. La veterana de ojos azules, pelo blanco y bastón que tiene al lado clava los ojos y chusmea sin el menor prurito todo lo que contiene, hasta que percibe que la estoy mirando, desvía la vista y se hace la disimulada. 
Sigue subiendo gente y más gente. ¡Pasando al fondo que hay lugar! 
De pronto algo sucede: la péndex movediza casi se me viene encima, y tanto ella como una treintañera a su lado lanzan sendas exclamaciones quejosas. No es nada, señores, solo una pareja de viejitos que quiere bajar por adelante y atropella ciegamente todo lo que se interponga en su camino. 
El 103 Semidirecto parece ser una tentación irresistible esta mañana. 

Para la próxima espero un COPSA.




Una sabe que está curada de todo espanto cuando en medio del almuerzo en lo de los chinos ve pasar junto a su plato a una araña patona de unos 4 cm de diámetro (con todo y patas) y en vez de asustarse (o, mínimamente, sorprenderse) una prende el teléfono y como si fuese la cosa más natural del mundo trata de registrar el acontecimiento. 

Que la susodicha no haya salido en la foto no deja de ser un mero detalle; la gran pregunta es de dónde habría venido, pero es una duda con la que puedo convivir, por ahora, o al menos eso creo.




Foto de búho. Noticia sobre libros. Fotos de bicho peludo colorido, de gato, de foca bebé. Noticia sobre fotografía. Noticia y foto de un ammonites espectacular. 

Acabo de descubrir la sección "Explorar" de facebook: esta gente me conoce. Ya lo sabía, pero nunca deja de sorprenderme. Solo les falta meter fotos de Valizas y crónicas de 103; se ve que no han encontrado.





El ómnibus viene lleno casi hasta la puerta. Acodado al pasamano, charlando con el chofer, el Gaucho. El de bigote onda Charly, ese. 
_ ...Y ayer había una convención de la juventud del Partido Colorado. ¡Yo meto más gente! Unas cien personas, había. Al final estaba Ágata*, y viste cómo es, la gente de la parada se arrimaba a bailar con Ágata. Bailaban con el Partido Colorado, y el Partido Colorado nos hizo bailar a todos! Pero la gente se olvida...
Mirá vos, pienso. El gaucho de bus a partir de hoy se merece que lo deteste un poquito menos. Y dejo de escuchar la conversación, que acaba de quedar un lugar libre y las pasajeras de 103 nunca rechazamos un asiento. Con su permiso.

* O algo parecido




1. La subida
_ Disculpe... ¿Este me deja en el CASMU?
_ No, señora. Este es un 405. Pero si quiere lo puede tomar hasta 8 de octubre y ahí combina con otro.
2. Dos paradas después
_ Pero a mí me parece que yo me tomaba este para ir al CASMU...
_ No, señora. Usted tal vez se tomaba otro rojo, un 404, que sí pasa por ahí.
3. A los dos minutos
_ No sé dónde bajarme. ¿Usted me avisa?
_ Sí, señora, quédese tranquila que yo le aviso.
4. En Avenida Italia y Comercio. 
_ ¡Comercio!
_ ¿Acá me bajo?
_ No, señora. Ya le dije que yo le aviso. 
_ Gracias. Es que tengo mi marido internado y estoy nerviosa.
_ No se preocupe, señora.
5. Dos paradas antes de 8 de octubre
_ ¿Acá bajo yo? 
_ No señora.
_ Ah...
_ Señora, usted está muy ansiosa. Yo le aviso.
6. Al salir a 8 de octubre
_ Señora, es en la próxima. No se olvide de cruzar la calle, que usted va para el otro lado. 
_ Gracias.
¿Qué edad tenía la señora? Unos 30, y no parecía del interior. Cómo va a ubicar la habitación del marido en el CASMU, me pregunto. Pobre señora. Pobre marido. Bien el guarda.

Y sigo viaje hacia mi casa, mientras afuera el día se va soleando de a poquito, de a poquito. 




Una sale de remera y pollerita, en modo primaveral, y cuando sube al 103 se ubica del lado del sol para que colabore con la tarea de secado de rulos. Ella viene de pantalón y varias capas de buzos, se instala en el pasillo y lo primero que hace es abrir la ventanilla, acalorada, para que entre feliz e imparable el viento de la mañana. Los rulos inician labores de despegue. Una se corre hacia el fondo. Ella se baja a las dos paradas. Una la odia en silencio. 
Historias de bus en octubre, estimados. 

Pasando al fondo que hay lugar (y acaba de quedar un asiento vacío).




Infancia: películas lacrimógenas, de muchachitas buenas en manos de redomados bellacos, de Lassie mirándote con sus ojos enormes y a prueba de pruebas, de niños perdidos en medio del bosque. expuestos a los osos malos, el hambre y la nieve.
Juventud: se acabó, no miro más una p... película idiota de esas, si al final todos sabemos cómo terminan y son todas TAN previsibles!
Post juventud (ejem): videítos de un minuto o dos donde el perro agotado lucha para no ahogarse, mamá gata defiende a sus cachorros de un depredador o seres humanos enfrentan toda clase de peligros para salvar a un indefenso de cualquier especie.
Ya no se puede viajar en paz en el ómnibus. 
Dígale NO al video que arranca solo.

Grupo de autoayuda para el adicto de 103... ¿alguien conoce? ¡Gracias!




Buena terminación de puño.
Flojito.
De algodón.
Soquete bueno. 
Se adapta a todo tamaño del pie. 
Azul negro y gris.
Soquetitos de verdad.
Para hacer una buena compra hay que llevar calidad.
Buen zoquete.
Paga-lleva porque es bueno su resultado.
Ni uno, ni dos, ni tres ni cuatro. Tampoco cinco. Le doy los seis pares por cien pesos.

El señor estuvo tres paradas pregonando su mercadería, orgulloso, seguro de lo que ofrecía. Las personas con vocación para la venta la ejercen con alegría, más allá del contexto; lástima que por registrar lo que decía no le compré ni un soquete. Mal yo.




Suena Shadow dancing en el 105 de las ocho y media de la mañana... creo que he caído en un túnel del tiempo. Lo peor es que en mi cabeza aparece la imagen de Andy Gibb, pero las voces suenan a Bee Gees. El túnel del tiempo se oscurece, por momentos, y no puedo menos que pensar qué sería de nosotros si nos quedáramos sin la tutela de San Google, señor de los desmemoriados y de los momentáneamente confundidos.





Me niego a publicar fotos de bichos muertos, pero tengo que contarlo al menos: en Lago Merín (donde viven mis viejos) mataron ayer tres yaras ENORMES, como de metro y medio. Gruesas como... como un frasco de miel de un kilo, mirá lo que te digo. Increíble, y eso no es lo peor: lo peor es que una fue encontrada en la comisaría y dos en la escuela. En la laguna anda todo el mundo con los pelos de punta, y no es para menos. Ojalá en la policlínica se pongan las pilas con el suero antiofídico, por las dudas. Y que no pase nada. 
Crucemos los dedos.

Om.




Salgo del CES: la calle de mi parada está cortada y el sr. policía no me sabe explicar bien por dónde pasan ahora los buses, así que camino hasta 18. 
Delante de mí va una madre joven con dos niños de la mano. 
_ ¿Mamá, dónde para ahora el ómnibus?- resopla la nena, de uniforme escolar. La madre responde: 
_ Allá, Sofi, a dos cuadras. Dejá de comportarte como una vieja: ¡tenés seis años, Sofi! 
Y siguen los tres caminando bajo la amable tarde de octubre. 

Listo. Voy a fundar el club de fans de la madre.





Cosas que parece que dije de Macbeth y el teatro isabelino:
* La entrada para el teatro era laica.
* Del tercer piso se colgaban las gentes.
* La gente normal hacía representaciones religiosas.
* El hombre más pequeño representaba la parte femenina.
* Macbeth , a quien mata por primera vez, es a Becoon, y lo hace porque su mujer lo incentiva, porque cree que será su competencia, entonces lo convence.
* Es en este caso que las mujeres hacen su aparición, pero no como mujeres ya adultas, sino como adolescentes. 
* Macbeth luego de matar al rey comienza a agonizar.
* El teatro más representado era el dramático.
* Se representaba en las iglesias o lugares religiosos. 
* Luego de esta época el teatro se separó del Estado y de la Iglesia. 
* El 3 es un número nocrabulítico.
* En el teatro isabelino los vestuarios eran muy sinuosos. 
* Los temas de la misa eran religiosos.
* Se veía mal que las mujeres actuaran según la Iglesia Angelicana.
* El palco donde estaba el público era imperativo.

* Como antecedentes del teatro isabelino podemos decir que el teatro nace en Grecia y que la armada invencible fue destruida por una tormenta.




Cuarto año 2, esta mañana. Primera aproximación a Lazarillo.
_ ¿Hoy hay alguien que se ocupe de los niños en situación de calle? ¿O de los que trabajan? Antes era muy común ver niños vendiendo caramelos en los ómnibus; ahora ya no, porque el trabajo infantil está prohibido. 
Una mano se levanta desde el costado de la clase. 
_ ¿Cómo que no hay niños en los ómnibus, profe? ¡En los míos siempre hay!
_ Eeeh... Yo viajo en ómnibus todos los días y alguno he visto, pero muy rara vez... uno cada dos meses, capaz...
_ ¡Yo viajo en el 100 y 103 , y en esos hay montones de gurises vendiendo!
_¿Eh? ¡Yo también viajo en esos ómnibus, y no los veo!
_ Yo todos los días...
_ Parece que estamos viviendo en realidades paralelas...
_ Yo qué sé...
Ahí toco el timbre, y me fui a poner el escrito a los Artísticos. Sigo pensando en lo de las realidades paralelas. Cada uno ve lo que quiere, o lo que puede.
Vuelvo a casa en un 110, oyendo a una péndex a mis espaldas enviar uno tras otro cuatro o cinco mensajes de voz. La mitad, en francés. La otra mitad en algo que me suena como a ruso, pero no estoy segura.
El mundo de la línea A de Cutcsa da para todo, para el plurilingüismo, las realidades paralelas y hasta para el Morucho Rapero, que en estos días anda prometiendo un nuevo tema para la semana que viene, uy, dio.
¡Mirándome a mí!

¡Bieeeen!




"¿Ex novio obsesivo? Su signo te lo explica", nos dice M de Mujer, amigas, y luego nos plantea cuáles son los signos que peor toman las rupturas amorosas, de mayor a menor gravedad. 
Entre otras cosas. nos enteramos de que los de Escorpio "Son personas pasionales con un carácter muy fuerte. Cuando los dejan no lo toman de buena manera y tienden a sacar su lado más oscuro. Puede que lleguen al nivel del acoso llamando y mensajeando cada hora para saber lo que ocurre y qué puede hacer para volver a tenerte a su lado. No te sorprendas si te ganás un stalker cuando se separen".
Digo yo... ¿esto no es naturalizar el control y la violencia simbólica?
Sí, ya sé que a todo el mundo lo único que le interesa a esta hora es el partido. En verdad puse la página de El País para irme enterando de cómo va la cosa en el estadio de vez en cuando, pero esto es un mamarracho tan grosso que no pude pasarlo por alto.
Saludos de Aries. 
Parece que somos los menos violentos y obsesivos de todos.

Pucha, digo...




Martes de aprender cosas nuevas, áura que dice, este martes de corregir escritos, vio.
Parece que las brujas esperaban a Macbeth en un bar, o en un tambo, según a quién le preguntes. Cosas de Shakespeare, que escribió durante la presidencia de Isabel y se inspiró en un tal Helped, autor de unas crónicas sobre Inglaterra, Escocia e Indonesia. Las obras de este Shakespeare eran románticas y eróticas, propias de los siglos XVI y XVII A.C, el período en que se acaba el papado. 
Volviendo a Macbeth, parece que no tenía ningún tipo de apuro, él solo quería dejar que todo transcurriera con normalidad, pero su esposa (una tal Lady) lo fue empujando a la ambición. Ah, me olvidaba: las brujas se separan cuando son llamadas por sus adoratrices. Pobres brujas, parece que tienen mala salud, o al menos eso es lo que dicen que Banquo dice.

Guardo el quinto Biológico 2 corregido en una carpeta y tomo el mazo de los escritos del Artístico 1 medio con miedo de lo que pueda llegar a encontrar, pero no tengo más remedio que encarar, y sigo corrigiendo.





La señora tiene más de ochenta. Prolijita, pelo blanco, anillos y caravanas. 
_ ¿Para en Yaguarón? Voy a subir solo por una parada. - aclara- Quiero ir a la iglesia pero la del Cordón está cerrada y todas las que abren quedan en el Buceo. 
La señora hace el trayecto parada en el escalón, y el chofer no le cobra boleto. Cuando se baja le dice:
_ Muchas gracias. Que dios te bendiga. Te desearía que dios te dé una linda novia pero ahora que te miro bien ya tenés pinta de tener una. Por la edad, digo. 

Y se baja.





¡Cómo me molestan los guardas que te tapan la pantalla de la máquina hasta que aparece el consabido cartel de "1 hora"! Parece como si asumieran que una va a ser una atropellada con poca experiencia en estas lides, pero en verdad todos sabemos que no es eso: es que esa pantalla es su sitio de poder y ellos te dan el acceso a su templo levantando la manito en el momento adecuado. A ver si puedes hacer al menos esto bien, oh, tú, torpe pasajero. Peor aún si a cada persona que pide boleto el señor le aclara que "vamos hasta Luis Alberto de Herrera". Ya sé hasta dónde vamos, señor guarda, está en el destino del coche, vio.

La queja inconducente por insignificancias: patrimonio nacional.




Mi viaje al Uruguay profundo, a la pura entraña de la patria, a las raíces mismas del ser nacional. Vulgo: mi viaje a Sauce.
El recorrido de ida en el 6R6 de Casanova fue movido y sardinoso. El chofer resultó ser un tipo de lo más simpático y amable, los pasajeros pese a ir apelotonados mantuvieron en todo momento el buen humor, y la solidaridad fue la tónica con que se trató a cada persona que bajaba cargada de bolsos o preguntaba por una dirección incierta. 
Se me había metido en la cabeza conocer a la gente que hizo las excavaciones en el arroyo del Vizcaíno y el sábado de patrimonio me ofreció la excusa perfecta. Ellos estaban recibiendo público y explicando su tarea y sus hallazgos hoy por la tarde, de manera que allá fui. 
En el camino sentí que iba pasando por diversas etapas de mi memoria. La escuela 55, donde hice los seis años, la calle Instrucciones, donde viví hasta los 18 meses, las quintas cerca de Toledo Chico, donde vive o vivía mi primer amor. 
Mucha pobreza, una pobreza con ribetes de sordidez y ley de la selva, sobre todo hasta dejar Montevideo. Después empezaron a aparecer vacas, ovejas, corderitos, caballos, alguna cañada, bosques, viveros y ciruelos en flor. 
Bajé en plena plaza del pueblo y el chofer me dijo dónde tomar el bus de la vuelta. En el lugar se estaba preparando una movida musical, la gente acomodaba cables, parlantes, equipos, porque a las seis y media tocaba el Alemán.
Costó encontrar la calle Canelones, pese a que era a una cuadra de la plaza, porqué los saucenses no conocen el concepto de carteles con nombres en las esquinas y cuando una les pregunta se quedan pensando, medio bloqueados, pero al final vi una banderita patrimoniosa (la única de todo el pueblo) y allá fui. 
Obviamente el tema de la Megafauna no llama la atención por estos lados, porque en la media hora o más que estuve en el local de exposición no entró ni un visitante, es decir que tenía todos los huesos y los paleontólogos para mí sola, la la la la! Millonaria en Sauce, qué más puedo pedir? Me presentaron al pope (Fariña), al estanciero en cuyo campo se encontraron los huesos (no me acuerdo del nombre... Rossi, capaz, o Risso), y me quedé de charla con cuatro paleontólogos cuatro. Me mostraron videos, fotos, unos fémures de perezoso que ya quisiera tener en mi mesita de luz (salvo por el detalle de que medían como medio metro, en fin), otros huesotes y algunos fósiles impresos en 3D. Me explicaron cómo fue el proceso, las complicaciones, los hallazgos, todo. Salí pipona de información, y ya de paso los conminé a contarme y compartir fotos de sus visitas a liceos públicos, para compartir en las redes. Ah, porque una es lo que tiene, vio. Trabaja hasta cuando se divierte. 
Volví a la plaza, recorrí un museo de Artigas y recibí una charla sobre el pueblo y su primera biblioteca. Parece que la directiva de la biblio era un puesto tan codiciado que en cierto momento hubo elecciones y votaron casi 900 de los dos mil y pico de sauceños. Andá llevando. 
Y aquí voy de vuelta, en un ómnibus amarillo casi vacío. Por suerte cuando juega Peñarol ponen un servicio especial directo al estadio, o sea que mi bus va tranquilo y silencioso en su camino a la capital. 
Ese fue mi viaje al Sauce. 

Breve pero intenso.





Iba ensimismada en el ómnibus que me trae desde Sauce cuando escuché un grito del chofer: 
_ Señora, ¿usted para dónde va?
Era conmigo. Solo quedábamos dos pasajeros, y la pregunta era conmigo. Mantuvimos un diálogo de asiento a espejo retrovisor:
_ Voy hacia Casciari- pensé decir, pero en lugar de eso dije:
_ Para la Intendencia, ¿por?
_ Ah, porque así cortamos camino, que el muchacho (por el otro) va a ver el partido y ya está llegando tarde. 
Y se metió por cualquier calle, y en cinco minutos me avisó que ya estábamos en Ejido, mientras yo escribía esta crónica sin mirar por dónde íbamos.
_ Ya estamos en Ejido. La vi muy ensimismada, por eso le digo...
Montevideo. Lo bueno y lo malo, lo imprevisible y lo esperable resumido en una sola palabra: Montevideo.





1
_ Mire que no le va a llegar el recibo a su casa. Pague antes.
_ Ojo que si no paga le cortamos el servicio.
_ Páguenos. Páguenos cuanto antes, ¿oyó?
_ Le quedan tres días. 
_ La vamos a bloquear, mire que ya le avisamos...
2
Usted no tiene conexión a internet. Teléfono sin servicio.
(Uy... ¿Y ahora? ¿Por qué no tengo línea?)
3
_ Hola, señor Abitab, buenos días. Vine a pagar el celular. 
_ Bien, pero el servicio no se restablece de inmediato. Va a demorar 48 horas.
Y esa, estimados, es la razón por la que estoy sin teléfono por ahora.
Moraleja
No debo olvidar pagar el teléfono.
No debo olvidar pagar el teléfono.

No debo olvidar pagar el teléfono.





Mañana de Café Concert en cuarto 2. 
La practicante Irina organizó un módulo diferente para el cierre de su unidad. En la primera hora, merienda compartida con té y café, mientras los alumnos leían textos de Lorca que les gustaron especialmente. En la segunda, poemas del autor musicalizados por Irina y una invitada. A esta parte no llegué, porque tenía el tribunal de otra practicante, que trabajó muy bien Walking Around en un sexto de Medicina. 

Mañana de sol en el IAVA. Solo nos preocupan dos torcazas que parecen haberse caído de su nido con el viento; están juntitas, bajo un arbusto del patio. No sabemos si la madre andará en la vuelta, pero al menos tenemos claro que ninguno de los alumnos les va a hacer daño por más plaga nacional que sean las palomas. Que acá lo que sobra es humanidad, por suerte.





Hoy fue un día en que muchas cosas me salieron mal. Pequeñeces, nada dramático, pero una atrás de la otra.
De mañana llegué tarde a la ATD del 58. Me fui a ubicar discretamente a un costadito pero no pude pasar desapercibida, porque mis ex compañeros empezaron a saludarme con tanto afecto que por un par de minutos se paralizó la asamblea al grito de "siempre se vuelve al primer amor", "lo que pasa es que vive a unas cuadras", "bienvenida!". Los nuevos deben haberme odiado. Y sí, le quedó claro a todo el mundo: llegué tarde. 😱
Después, al mediodía, hice cualquiera con el celular. Le erré de destinatarios, mandé mensajes a quienes no iban, escribí cosas indescifrables y parece que hasta mandé un audio a mis amigas, aunque yo ni noticias tengo de haberlo hecho.
Ya a la tarde un amague de hambre hizo que me tirara hasta la panadería al lado del CES a comprar tarta de manzana. Rica la tarta. Muy rica. Rica, muy rica y chorreante. Tenía un almíbar que no sé cómo tomó posesión de mi pantalón, el piso bajo mi escritorio y hasta el pasillo que lleva al tacho de basura de la cocina, porque la bandeja cuando fui a tirarla fue dejando un reguero digno de Hansel y Gretel. Todo almibarado. Un calor de locos y yo con las piernas del vaquero pegajosas de tarta de manzana, iupi.
A la noche estuve charlando con dios, bajo la forma de Sergio Blanco.
Hoy fue un día espectacular: Sergio Blanco mata todas las pequeñeces de la jornada. ¡Y tengo Tebas Land para leer!

Hoy la tierra y los cielos me sonríen. Etc.





Mañana de martes. Estoy trabajando en las redes cuando una pregunta me surge de repente: 
_ Che... ¿el IAVA no tendrá twitter?
Pongo en el buscador y sí, ahí está. ¿Cómo no me di cuenta antes? ¡Claro que lo tiene! Raro que la directora nunca lo mencionara, pero capaz que fui yo que no lo registré... 
Entro a IAVA (@iava): todo en inglés, como corresponde a la página de Iraq and Afghanistan Veterans of America.
Salgo rauda y veloz. 

No pienso seguir al IAVA en twitter, por ahora. 





Cuando yo era chica las familias dejaban la plata de la leche junto a los envases vacíos del día anterior al lado de la puerta o del contador, al alcance de cualquiera. Los vendedores ambulantes iban por los barrios y en cada hogar entregaban por veinte minutos una bolsa con quince o veinte productos que luego pasaban a recoger, como para que las personas se dejaran tentar y terminaran comprándoles algo. Algunas de mis tías vendían cosas en cuotas sin tarjeta ni papeles, y en el almacén del barrio podías comprar un chocolondo aunque no te diera la plata, porque con la cuenta a lápiz del almacenero alcanzaba y sobraba para dejar constancia de la deuda. 
Hoy nada de eso existe, pero seguimos repartiendo ingenuidades por el mundo. 
Aún creemos lo que nos dicen las noticias, compartimos fotos que escrachan a supuestos delincuentes sin comprobar la fuente o aceptamos como amigos virtuales a personas que ni siquiera sabemos si existen. De buena fe compartimos fotos de bichos perdidos que ya han regresado a sus hogares o de documentos que hace días se han reencontrado con sus destinatarios. Damos por válidas fotos de tornados uruguayos que en realidad son de lejanos países, o nos creemos las perfecciones de modelos que son más o menos como cualquier persona linda de la calle más una buena dosis de retoques virtuales. 
Seguimos confiando en el otro, al menos en ciertos niveles. 
En lo que a la pantalla de la computadora se refiere somos como los gurises chicos. Nos hacemos amigos en cinco minutos, o menos; todo está en que el otro nos diga más o menos disimuladamente que coincide con nosotros.
Yo no creo que seamos mala gente, ni dormidos, ni despistados, pero sí un poquito crédulos, a veces, al menos por estos lares. 
Por ejemplo, tal vez ustedes creyeran que esta reflexión iba a llevarlos a alguna parte y ya ven, no sucedió nada, salvo que yo mientras la escribía me entretuve en el 103 y logré dejar de escuchar por unos minutos a Petinatti en la radio del chofer. Solo por unos minutos. 
Y ahora, con su permiso: bajo en la próxima.




La vecina demandante llora dos por tres ante mi puerta. Siempre lo hace temprano, los días que entro a primera y me levanto a las seis de la mañana. Apenas comienzo a bajar la escalera arranca ella un concierto de maullidos que de ninguna manera puede uno confundirse y creer que es un pedido: es una orden. Cuando abro la puerta se retuerce y pide mimos, pero yo a esa hora no estoy para demorarme en la vereda. La entro medio a prepo: la vecina no pasa del rellano de la escalera y desde ahí pacientemente pruebo a invitarla con diferentes opciones del menú, pero nada, nada, nada le gusta. Ni ración, ni comida de gatos de sobrecito, ni atún, ni queso: no he logrado adivinar qué es lo que come la criatura. Al fin cada día le hago unos mimos y la dejo en el umbral, desde donde a veces me sigue media cuadra, dependiendo de si llueve o hace frío. 

La vecina demandante es como yo a los catorce: insoportable. Pero linda. 




Bajamos del 103 al caer la tarde. Ella es altísima y flaquísima, siempre seria, con pinta de tranquila, unos años mayor que yo (quizá cinco, quizá diez, no logro determinarlo). Sé que vive sola, cerca de mi casa, y no mucho más. Nunca habíamos cruzado más que un hola distraído por las calles de la cooperativa, pero hoy nos pusimos a charlar a raíz de una observación casual de su parte: cada vez hay más perros abandonados en este barrio. 
_ Vos te quedaste con uno de los que tuvo aquella pobre que anduvo meses por la cooperativa, ¿no?- me preguntó..
_ No, no: los di todos. Uno a una amiga y el otro a Cristina, tu vecina. 
_ ¡Ah, sí! Ya me acuerdo. 
_ ¡El de mi amiga es fatal!
_ El de Cristina también: rompe, muerde, no para quieto un segundo... ¿Vos no tenés bichos, entonces?
_ No, no. 
_ Yo sí tengo uno, un perro muy viejito: 19 años, tiene. Ya no destroza las cosas, pobre, pero se le ha dado por robarme comida de la mesa,que antes nunca hacía. La otra noche yo me había calentado unos chorizos al vino blanco que habían quedado del mediodía, los puse en el plato, subí al baño y cuando volví solo vi la piolita. Come todo lo que encuentra, husmea por todos lados, pero yo entiendo que son cosas de la edad y casi no lo rezongo. Otro día había dejado un ondil arriba del sillón y se lo comió también. 
(un ondil... ¿qué diablos es un ondil?)
_ Después durmió despatarrado hasta el otro día. Por suerte no le pasó nada más. 
(ah... debe ser un ansiolítico...)
_ Lo que pasa es que yo tengo que tomar medicamentos. El psiquiatra me dice que no los deje. Igual voy a tener que consultar de nuevo en estos días, porque no puedo dormir de dolor. Siento como una plancha de hierro sobre el pecho que no me deja respirar.
_ ¿Angustia?
_ Sí, es eso. Angustia. Una angustia horrible. No puedo más. Bueno, chau, nos vemos. 
_ Chau, que mejores...
Nos separamos bajo las últimas luces del día, y arrancamos cada una para su casa silenciosa. Durante dos cuadras y cinco minutos conversamos como si nos conociéramos de toda la vida, pero entre nosotras no había habido una pared derribada sino una ventana corrediza que se dejó abrir por un ratito, mientras cada una buscaba sus llaves en el bolsillo y se preguntaba cómo iba a ser la noche, que se nos venía encima.