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jueves, 29 de mayo de 2014

YO NO SÉ






     Cuando era gurí chico el gran misterio de mi vida era averiguar si el dueño anterior había o no había enterrado el cadáver de su mujer en el sótano de la casa de mi abuela, pero la casa se vendió sin que nadie hubiera encontrado la entrada y nunca lo supimos.
     Al ir creciendo las dudas cambiaron de rumbo y se centraron en qué diablos preguntarían los profesores en cada escrito de Historia o Geografía, instancias en las que demostré sobradamente que no soy bueno ni estudiando ni adivinando.
     Hoy que ya soy grande no creo en fantasmas ni en intuiciones y me bastaría con saber si la morocha que se toma el 103 cada mañana en mi parada ha tomado debida nota de mi existencia  y si algún día me voy a animar a buscar un pretexto para hablarle.
     Ya sería tiempo de ir juntando algunas certezas, dice mi madre.  
     Y mi viejo: “decime, papanatas, ¿algún día te vas a decidir a hacer algo?”
     Yo a la morocha la miro, la miro y creo que ella sabe.      Pero yo no sé.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Crónicas de bus: mayo






Crónica matinal.

Fragmentos de charla oídos al pasar.

_Estoy harta de trabajar. El otro día salí quince minutos, quince minutos y él se enojó. Pará, trabajo quince horas y te enojás porque voy a hacer un mandado al quiosco, no seas malo... Yo le dije, pero él se pone mal si salgo. "No me hables así!", me dice. El otro día me pidió plata para el alquiler porque no le alcanzaba.

_La hija de la enana, esa. Quince años, tiene. ¡Tiene una cara de naba!

_Tengo varias tómbolas para hacer. El otro día gané como dos mil pesos. Jugué cien y gane dos mil. Al otro día perdí quinientos. Es un vicio.

_ Eran cuatro empleadas, y una robó dos mil pesos y no se supo cuál fue. Las echaron a todas.

_Y otra es la hija de la negra de enfrente. 17 años, tiene. Ella andaba atrás de mi hijo, y él le dijo "no, a mí no me gustan las negras". Y yo le dije, no seas malo, es una bomba esa negra. Es linda simpática, limpita... ¡Tiene una dentadura! Blanca, blanca. Pero a él no le gusta. Le gustan las rubias bobas.


El 316 se empeña en tirarme centros para que escriba algo, parece.





Crónica de la CITA.

Me instalo en el asiento 16 del coche 2 casi como si estuviera en el living de casa. Abro las cortinas, cuelgo el abrigo en el respaldo de adelante, pongo la mochila y mi almuerzo a un costado, abro mi libro gigante sobre Sor Juana y me pongo a leer.
En eso estoy cuando miro para el costado y veo jóvenes con enormes bolsas de pop, niños con refrescos y galletitas, señores haciendo llamadas de oficina y señoras revisando papeles en gruesas carpetas.
No estoy en el living de casa; estoy en medio de una selecta comunidad que por dos horas emprenderá un viaje ritual hacia alguna parte, mientras pretende hacer de cuenta que arriba de la CITA la vida continúa igual que siempre.
Me pregunto adónde estamos yendo, en realidad, pero solo por un segundo, hasta que me vuelvo a mi monja favorita, que me llama desde la página 378.



Crónica introspectiva.
El 316 viene con bastante espacio; dio para subir sin empujar y todo. ¿Me habré equivocado de hora? ¿Serán 5.45 en vez de 6.45? Miro el reloj: todo bien, son las 7. Calibro la situación general del terreno. Mmh... Veamos. El pendejito del primer asiento viene con uniforme escolar... Este se baja pronto, seguro... A ver si le identifico la insignia. No puedo: demasiada bufanda, parece un arrollado de lana, pobre. Opa, se vació hasta el fondo; bajó medio bus en la Curva. ¿Me quedo a ver si el arrollado se baja o busco lugar atrás? Igual él viene en el asiento maternal, muy buen negocio no es. Pero madres con bebés a esta hora... Ta, listo, ya me corrí. Opiti, el obrero de enfrente parece que se baja. ¿O no? Demora un poco, como para confundirme. Agarra el bolsito, amaga, espera que arranque... ¡Sí, sí, se baja!! ¡Qué emoción, voy sentada y mi tendinitis no me jorobará por un rato! ¿A ver si da para leer? No: demasiado oscuro aún, con la lluvia y todo esto. Qué humedad, dios mío. Trato de no toser demasiado, pero me duele la garganta. Mucho sol el domingo pasado, quizás. Y el chofer, ¿qué viene escuchando? ¿Chamarritas a esta hora de la noche? Porque es de noche; cada vez salgo más de noche. ¿Cuándo es el próximo feriado?



Me acabo de dar cuenta de que me voy encaminando rápida y decidida a la nunca bien ponderada categoría de "vieja de ómnibus". 


Socorro.




Crónica de la eternidad

Cuando el ómnibus de Núñez entra a 33 miro el reloj y veo que ya llevo dos horas de viaje, o sea que solo me faltan, con suerte, unas cuatro horas y algo para llegar a Montevideo.

(Me avisan si algún partido tiene en su plataforma electoral vuelos directos Mvd-Río Branco? Y díganle desde ya que puede contar con mi voto entusiasta)





Crónica de dos
No deja de ser interesante el universo del 103 en el que vuelvo a casa. Son casi las nueve de la noche, uno esperaría ver solamente rostros cansados y caras de mal humor, y sin embargo hay dos personas que silban y cantan bajito, en asientos contiguos pero cada uno una canción diferente.
Uno de esas personas es un muchacho idéntico a Leo Masliah, pero veinte años menor.
La otra soy yo.




Crónica de interacción exitosa en parada de bus.
Un señor respetable y veterano de mi cooperativa arranca carteles de la parada del ómnibus los hace pedacitos y los tira al piso.
Yo: _ Perdón... ¿Vos estás sacando esos papeles porque te parece que ensucian?
Él: _ Sí.
Yo: _ ¿Y no te parece que es peor que tires los papeles al suelo?
Él: No tengo donde ponerlos...
Yo (recogiendo algunos): _ Es fácil. Se juntan y se tiran luego.
Él (recogiendo el resto): _ Tenés razón.
Yo (pensando): Fiuuu!

Por ahora mi tono amable ha obrado maravillas las veces que me dedico a dar clase fuera de hora, pero algún día me voy a ligar una puteada de aquellas.




Crónica de una estafa


Interesante sensación la de haber cambiado mochila por cartera y darte cuenta en el segundo bus de que dejaste el boleto original de una hora en tu casa, alcanzarle al inspector uno viejo y apergaminado y ver que él te lo acepta porque la va de conquistador con la guarda y no ve que el que le das tiene fecha de hace dos semanas.




Crónica de oídos dolientes


Son dos muchachos que van, uno sentado y el otro de pie, detrás de mí en el 405. El que va parado lleva el peso de la conversación, que consiste en tres tópicos; el fútbol del fin de semana (él dice "fubo" y está tratando todo el tiempo de volver sobre el partido que su equipo ganó "tanquiazo"), lo que le costó su perro en remedios y radiografías y cómo le lleva "el cetifiado" al patrón y "ma ale que lo acete, vite, y si no me vuevo pa mi asa, no me quemo yo".
No es un plancha de gorrito y bases multicolores que busca llamar la atención; es un gurí como tantos.
Me pregunto si en algún lugar está haciendo acopio de todas las consonantes que se ahorra y si tiene idea de lo desalentador que es para algunas personas vivir en un mundo donde el lenguaje se empobrece no solo en lo escrito sino en la oralidad, que es tan preciada para comunicarnos con la mayoría de los otros.

Se bajó.
Ya puedo dejar de escribir para no oír.
Qué lindo es a veces el silencio.




Crónica con fondo radial

Estaba en el recreo de las dos horas de Dibujo y mi novio en vez de salir se quedaba junto a otros a entregar láminas, así que me fui al fondo del liceo a recuperar una lapicera que se me había caído por la ventana. Iba con mi perro y mi gato blanco, y tuve que trepar un par de muros y aclararle a un vecino que no pensaba robar nada, mientras la arena se me metía por los championes, porque para entonces estaba en Valizas y el sol picaba lindo.

Cuando desperté y vi que me había dormido no tuve más remedio que salir sin desayunar, y aquí voy, en un 405 atestado al máximo cuyo chofer tiene la peregrina idea de que no hay mejor manera de iniciar el día que con un informativo a todo volumen.

Creo que entre las noticias policiales y la voz chillona del lacayito casi casi empiezo a extrañar al morocho rapero.


Crónica del Día D

Salgo de casa y mis ojos se topan con un cielo lleno de fucsias y anaranjados rabiosos. Cuando llego a la parada habitualmente atestada y la veo del todo vacía demoro un poco en creerlo. Pero no es hasta que pongo un pie en ella y veo llegar justo para mí un 405 con solo cinco personas en su interior que comprendo que hoy es EL día.
Uh.
¿El día de qué?
Estimado Universo si vas a mandarme señales escritas en el lenguaje de las casualidades, te molestaría mucho adjuntarles una nota al pie de página?
Gracias.



6 NOTAS DE COLOR SOBRE LA MERÍN 6





1. La cucaracha de agua fue lo primero que vimos al bajar a la laguna esta mañana. Inmóvil, estirada. Cuando el Cele por las dudas la dio vuelta y la tiró al agua ella salió nadando rauda y veloz hacia el fondo, alejándose de los peligros de la orilla.

2. La gata jaspeada del fondo se quiere agregar en lo de mis viejos. Es suave y regordeta; sus maullidos pidiendo comida y atención son lo primero que escuchamos apenas abrimos el portón del frente o nos asomamos al patio del fondo. Está pendiente de nuestros movimientos pero no se arrima demasiado, porque la gata blanca locataria la corre cada vez que la tiene a tiro, y mis viejos también. Le dan comida enfrente, en una casa abandonada, igual que a la blanquita hace un par de años. Ya van a ceder.

3. En la laguna abundan las aves. Benteveos y churrinches son la nota de color estridente pero también hay picaflores, viuditas, cotorras, teros, garzas, urracas, halcones y cigüeñas. Patos. Bichos peludos. Mariposas. Perros, muchos perros. Gatos hermosos. Humanos. Brasileros. Alacranes.

4. Las barrancas de tierra y greda para el lado de la arrocera están siempre igual, y no importa cuántas veces recorra la playa a esa altura, siempre me hipnotizan. Aún no largan sus tesoros ante mis ojos pero sé que por ahí andan y no desespero. Ya aparecerán.

5. Mis padres comen como dos pajaritos. Llevan mandarinas para las caminatas por la orilla de la laguna y su único vicio es la Coca Cola. Hacen siesta ritual. Obedecen ciegamente a Guaytica, la gata y van a votar en las internas porque dicen que no pierden oportunidad de elegir, si pueden.

6. No dejo de estornudar ni de limpiarme la nariz. Me arde la garganta y toso a cada rato. No sé qué hago tirada al sol del mediodía pero… ¡es tan hermoso!

sábado, 17 de mayo de 2014

Desde la vereda de enfrente

El veterano se acercó al guarda de Núñez que descargaba a toda velocidad cajas de cartón de la bodega, y esperó el momento oportuno para inquirir respetuosamente si el ómnibus de Montevideo ya había llegado.
_ Sí, don, hace como veinte minutos que llegó.
_ ¡Veinte minutos! Yo vine a esperar a mi sobrino… ¿Y ahora qué hago?
_Ah, pero mire que a las siete llega el segundo coche, ¿eh? Capaz que el botija viene en ese.
Ah, ¿hay segundo coche? Entonces lo voy a esperar_ dijo, y cruzó la vereda para apostarse contra una columna. Boina azul oscura, camisa a cuadros, pantalón de gaucho y botas por la rodilla.
Lo estaba yo contemplando desde la vereda de enfrente cuando una mancha de color vino a distraer mi atención por un momento. Era un globo. Un globo rojo revoloteaba alrededor del paisano. Él lo miró apenas por un segundo y se hizo el disimulado, mientras el globo trataba de llamar su atención haciendo unos giritos tímidos sobre la vereda, hasta que se dio por vencido y siguió su camino en busca de otras miradas, preferentemente más interesadas en colores y viajes que en improbables sobrinos en el amanecer de Río Branco.
Me quedé con la cámara de fotos en la mano. La oportunidad había pasado.

lunes, 5 de mayo de 2014

J. M. COETZEE: la previa




            Eran las 20.15 cuando el escritor famoso tomó la palabra y no la soltó por tres cuartos de hora. La parte medular de la conferencia para mí consistió en comprobar que los dos años de la Alianza y el First no eran un espejismo, al menos ante un sudafricano hablando muy despacio, porque entendí casi todo lo que dijo.
El tema era “Una biblioteca personal”. Pensé que trataría sobre los mejores libros para él, o sobre el concepto de la selección de las propias lecturas en general, pero no. El objetivo era la promoción de una colección de libros seleccionados y prologados por él, de los cuales habló largo y tendido. Estableció relaciones con La biblioteca de Babel, de Borges, marcó sus diferencias, explicó por qué allí no estarán los clásicos como Dante o Don Quijote y por qué si estarán ciertos textos de Defoe (“Roxana”), Robert Walser (“El ayudante”) y un tal Henry von Kleist, autor de “La marquesa de O”.
Comprobé que soy una completa ignorante. 
Ya lo sospechaba.
       La de hoy fue una de esas instancias donde la espera de la cosa es más interesante que la cosa en sí. 
       Había llegado al teatro a las siete en punto; quedé a mitad de la cuadra que bajaba por la calle lateral, en medio del descontento general. Se acababa de avisar que la sala prevista solo tenía capacidad para 150 personas. 
            _ ¡Che, nos hubiéramos ido al Radisson a esperar a One Direction!
            _ Estos lo subestimaron a Coetzee al pensar en una sala tan chica.
            _ No lo subestimaron a él, señora, sino a nosotros.
            _ Bueno, seremos muy cultos pero bien que miramos Avenida Brasil.
_ Yo reconozco que Tinelli me relaja los nervios.

Los diálogos entrecruzados se cortaron momentáneamente ante aplausos y gritos varios: ¡acababan de habilitar la sala grande! Nos sentimos vencedores morales de un combate, y allá fuimos. La platea y dos anillos se llenaron casi por completo y todos resultamos testigos del armado del escenario desde cero. Más tarde nos explicaron que había estado ensayando allí hasta hacía poco rato la compañía de Antonio Gades, que fue el motivo para no pensar en la sala grande desde un principio.
Entre el público había algunos conocidos. Ministros, profesores de Literatura, ex alumnos. Un viejito a mi lado con la libreta pronta para sacar apuntes desde que entró. Muchos trataban de sacar fotos de lo que fuese; otros solicitaban auriculares para la traducción simultánea, pero se pedía la cédula y yo jamás ando con ella.
Me pregunto si seré la única en toda la sala que no ha leído a Coetzee.
Suben autoridades varias y se entregan medallas; hay pequeños discursitos de una sudafricana, de la Intendenta y de un señor barbudo. Estos dos últimos hablan en castellano; Coetzee parece no cazar una. La entrega de medallas se hace medio sobre un costado, casi de incógnito, hasta que por fin se bajan todos y se hace el silencio en la platea.
El escritor inicia su discurso.

domingo, 4 de mayo de 2014

2014 en la red: enero/abril



ENERO

2

Conocí a un duque en la cola para el almuerzo.
Mi 6º de Economía de este año resultó ser maravilloso.
Traté de disuadir a Diana de no robarse un limón para el té del patio de un vecino.
Charlé con la directora del Integral, que tenía un vestido blanco.
Casi pierdo un tren.
Choqué con una moza y se le cayó un bizcocho de su bandeja.
Volé bajito como una cuadra, y esta vez sí era de verdad, hasta que Roldana se puso a llorar en la puerta y desperté.


14

_Te lo advertí. Me tenés harta; ya es tiempo de que dejes de perseguirme, o vas a tener que atenerte a las consecuencias.

No me entiende. Lo peor es que de verdad no me entiende, y sigue revoloteando y zumbando entre mis manos que no logran atraparlo y que sé que se sentirán culpables cuando lo hagan. Tal vez cree que es un juego. Quizás toda su familia ha vivido en mi casa desde incontables veranos del pasado, cientos y cientos de generaciones de mosquitos aferrados a Arbolito y a la piel de mis ancestros.

Es más rápido que yo.
Maldito bicho con alas.


15

Yo: 4 - Ellos: 0

Me pegunto cuántos nuevos cadáveres de mosquitos deberé cargar sobre mi conciencia para llegar a dormir tranquila esta noche.



16

Hoy se cumplen 110 años del nacimiento de una de las personas más importantes del mundo: la Baia, mi abuela.

Siempre flaquita, pequeña, con su mate de cedrón en vaso de vidrio, la sonrisa a flor de labios, incapaz de levantar la voz ni para comunicar a sus hijos que la casa se estaba prendiendo fuego. Nadie hubiese dicho al verla que la Baia había tenido y criado doce gurises flaquitos como ella en medio de la pobreza más proverbial de la Cañada de Ríos, junto a un marido seco y silencioso.

Su aniversario no va a salir en la prensa, porque no es noticia la existencia de los pobres, pero nosotros no la olvidamos.


FEBRERO

2

Cuando era chica pensaba que los adultos no lloraban porque habían olvidado cómo hacerlo pero me equivocaba, pienso, mientras trato de secarme los ojos y controlar las lágrimas y el moqueo. Roldana me mira sin sorpresa; sabe que esto es algo que ocurre cada dos o tres días y que en nada cambia las rutinas de la casa.

A veces envidio a mi amiga Diana, que es capaz de cocinar sin tener que picar cebollas.



5

Crónica de bus:

Hace un calor tan sofocante que no hay palabras ni ganas de buscarlas. El 316 va repleto de gente cansada y sudorosa, y sin embargo el chofer, el guarda y un pasajero van cantando a todo volumen: "todo está cargado en la memoria...patria de la vida y de la historia... Libre como el vientoooo!".
¿Cómo era aquello? Ah, sí: "Uruguay es el mejor país...!"


25

Llovizna sobre la laguna Merín.
Se escuchan a lo lejos gallos, ranas, automóviles, perros. Mis viejos y su gata duermen la siesta mientras yo me reencuentro con el resto del mundo desde el porche del frente.
Estoy en un universo de contrastes; aquí tanto se cruza uno con un ternero caído al costado de la carretera o una tortuga muerta en la orilla del agua como se marean la vista y el olfato de tantas flores y frutos que barroquizan las ramas de los árboles y los jardines de las casas. La gente es maravillosa y no tanto. Te cuentan su vida y demuestran simpatía, pero son capaces de venderte una manteca con dos meses de vencimiento, o un postre para preparar que terminó su vida útil en 2009.
Todo tiene su tiempo particular. El saludo a un vecino al pasar se convierte fácilmente en media hora de charla.
Y está el Carioca. Menos mal que no está haciendo muchos dulces este año, porque me reconozco adicta a lo que sea que este hombre prepare. El dulce de higos verdes de hoy es una cosa tan inexplicablemente deliciosa como calórica.
Ampliaremos (probablemente rodando).



26

Llueve lindo en la laguna; desde que llegué ayer llueve casi todo el tiempo, pero ahora llueve y pico. Me he pasado leyendo, charlando con mis viejos (aunque mi madre dice que no habla tanto como yo digo que lo hace) y comiendo tortas fritas con juguito de dulce de higos verdes por arriba. Ahora estoy ya metida en la cama con dos frazadas encima en pleno verano, tras haber cumplido con la patria dándole la debida muerte a OCHO mosquitos regordetes que revoloteaban a mi alrededor. Por suerte el tul mosquitero me protege de cualquier intento posterior de venganza por parte de los familiares de las víctimas. O eso espero.



MARZO

7

Ya me metí en el salón de 4º2 a la hora en que tenía 4º3.
Ya encontré pila de gurises que son hermanos o primos de ex alumnos.
Ya le dije a un chiquilín que su abuela fue la mejor profesora que tuve en el IPA.
Ya respondí preguntas inteligentes y recordé lo bueno que es estar al frente de un grupo.
Ya comencé las clases.




14

Montevideo y basta.
405 lleno a pleno. Queda un asiento libre adelante y el guarda tiene poco menos que rogar para que alguien se siente. No hay viejos, niños ni embarazadas a la vista, y todos se lo van ofreciendo al de al lado, generosamente, hasta que al final lo ocupa una señora.
Digo, para los que solo ven lo negativo. 

No somos una escoria, solo somos variaditos. 
Por suerte.


26

No está bueno descubrir que los que nos rodean a veces nos engañan y hacen lo que se les canta a nuestras espaldas.

Es lo que ocurre, por ejemplo, al haber olvidado algo al salir de casa, volver diez segundos después y encontrar a Roldana ya instalada en la mesa en medio de todos mis papeles.

Me miró con cara de "Ta bien, me bajo, pero no demores mucho en irte de nuevo, eh?"

Ooom.



27

Crónica de la CITA

Ella es joven. No la veo, pero escucho su voz un par de asientos detrás de mí. Educa a su bebé Valentino, que solo emite gemidos y algún que otro amago de llanto. Ella le enseña normas de conducta (no se pega a mamá, a vos no te va a gustar si te pegan... Mimito, mimito a mamá... Así, eso... ¡Muy bien!), le muestra el mundo (mirá qué linda la palomita en el suelo... Y mirá el tutú... Tu-tú! Mirá la nena...) y le canta canciones sobre el payaso Plín Plín y el Elefante Trompita.
En cualquier momento la tiro por la ventanilla.



ABRIL

5

Sábado al mediodía en el Disco de la Curva. Hace veinte minutos o más que hago cola, y aún tengo dos personas adelante.
El Disco saca lo mejor y lo peor de la gente. Algunos colaboran para alcanzarse los canastos o entablan alegres conversaciones con desconocidos compañeros de infortunio, otros se quejan, resoplan y hasta se acercan a la cajera a controlar si hace su trabajo rápido.
Sábado al mediodía en el Disco de la Curva.
Nunca más.




10

Hace varios días que no nos vemos, y camino por la cooperativa con una vaga sensación de ausencia, de vacío, cuando, de pronto, allí está. Sus ojos de aceituna se detienen en los míos y corre a fundirse conmigo en un abrazo de amor interminable.
Parto para 3 Cruces con la cara mojada de un lengüetazo de Isis, pero no importa. Parto feliz.



24

La telenovela de la noche, aquí, en Arbolito.
Se fue de mi lado. Intenté que se quedara, hasta salí corriendo para darle alcance pero fue más veloz, y huyó. Tirando macetas y trepando a la reja de la cocina, huyó.
Le hablé, le rogué, intenté convencerla con los tonos más dulces de mi repertorio, pero ella nada. Miraba hacia el horizonte con gesto soberbio encumbrada en lo alto del techo del galpón.
Ahora hace dos horas que repetimos el mismo proceso. Me asomo a la ventana, viene corriendo, maúlla, llora, implora que la baje hasta que abro puerta y reja, me trepo a la pileta del patio y extiendo mis manos hacia ella. Allí se tira en el techo y se revuelca, mimosa y fuera de mi alcance. Me harto, entro y cierro todo. Vuelve a llorar. Me convence. Abro. No viene. Se revuelca. Me caliento, la puteo y entro. Maúlla. Salgo.
Me dan ganas de preparar un lazo al mejor estilo de las películas de cowboys, bajarla de una y no dejarla salir más al fondo, por inútil.
No se pierda el próximo capítulo mañana, a la misma hora, por este mismo canal.



25

Crónica de cuatro buses al amanecer.

Primer bus:
Como el 316 había pasado repleto y sin parar me subí al 103. Hubo un desvío por accidente; yo iba medio distraída cuando, ya en 8 de Octubre, noté que el 316,  un poco más vacío, iba delante, así que me bajé y corrí hacia él.

Segundo bus:
Trepé al amarillo rauda y veloz y solo cuando habíamos arrancado le pregunté a una vieja si ese era el 316. No era. Maldito 300, me había olvidado de su existencia.

Tercer bus:
El 112 iba a medio llenar, y me dejó en 5 minutos en Comercio y 8 de Octubre.

Cuarto bus:
El 405 nuevito y prolijo vino al instante. Y aquí voy, con tres chicas que vienen armando un quilombo de novela. Bah, en verdad es una la que canta cumbias a los gritos, se carga al guarda joven y lindo y discute con una vieja que le pide que deje concentrarse al chofer. Las amigas le festejan todo, pero la que está detonada es ella. "Salgo del baile y quedo de culo... Guarda, hojilla que estás en capilla, escuchaste? Quedo del orto... Señora, no se meta, saludos a Disney...". Van 5 veces que pregunta "falta mucho para el parque?".

Debo estar en el Integral en 7 minutos; espero q no hagan más bardo o terminamos en una seccional. Ampliaremos.




28

Crónica de lunes.

Despierto de un sueño colorido y lleno de detalles y en medio segundo salto física y mentalmente de la cama. Me dormí: ya hace cinco minutos que debería haber salido de casa.
Somero lavado de cara, comida balanceada puesta a toda velocidad para mis gatas que me miran como diciendo "pe... pero... a esta hora nos toca el atún de la mañana..." y carrera hasta la parada, donde si para el 405 de las 7 aún llegaría temprano al Integral.
No paró.
Un taxi estaría bien, pero en el apuro tomé un fajo de billetes y no vi que todos eran de 20, o sea que en total tenía 160 pesos para la jornada matinal.
COPSA de emergencia. 144 de emergencia hasta Montevideo Shopping. Ni un puto taxi para el último tramo. Un 405. Subo. 10 minutos tarde.
En el camino una compañera, madre de alumna, me dice "tenemos escrito hoy, no?".
Uy. Escrito.
Armo propuesta de emergencia. 

Hoy es día de entregar promedios. Bah, eran para el jueves pasado. Los hago durante el escrito. Entrego tareas domiciliarias: hicieron la fotonovela de un cuento con resultados increíbles. Increíbles. Increíbles.
Vuelvo a casa pensando que tengo que empezar a salir más temprano o al menos cambiar el timbre del celular por algo que suene realmente espantoso para no volver a desoírlo.
No está bueno empezar la semana a lo loco. Miro a la gente caminando por la rambla y quiero estar ahí, al sol, sin horarios, sin tendinitis, sin 47 años, sin 42 horas de clase, sin 4 programas, sin 250 alumnos.
Vino bravo el lunes, pero no se preocupen. El no desayunar me pone así: nada que no se solucione en un ratito.
Feliz lunes.


30

Crónica de Tania

La lógica diría que uno no debe subir a un sitio del que ya ha comprobado que no sabe bajar, pero esto parece no funcionar así en el misterioso universo mental de mi gata Tania, quien noche tras noche viene ofreciendo un espectáculo lastimoso hasta altas horas, desde el techo del galpón.
Ayer en particular me harté de salir mil veces a intentar infructuosamente que se deje agarrar, y a eso de la medianoche me fui a dormir, agotada de corregir escritos del Enamorado y la Muerte. Ya bajará sola, me dije.
A las dos y cuarto desperté, me vino una culposidad leve y abrí el fondo, sin éxito. Ella se tiraba de pancita y maullaba pero a lo lejos, bajo la llovizna.
Cuatro y media volví a levantarme: llovía a baldes. No la vi en el techo y ya iba a acostarme cuando apareció en la ventana, totalmente ensopada. Se ve que ante la extrema necesidad de guarecerse, baja. Cerré las puertas de ambos dormitorios: mis cubrecamas no están para gatos mojados y desequilibrados.
Hoy a las seis y algo, mientras trataba de subsanar a toda velocidad el hecho de haberme dormido (otra vez), la vi de lo más cómoda y ya casi seca acostada en el almohadón de MI silla.
Por lo menos voy en el bus indicado, que va absolutamente repleto, dejando entrar gente por la puerta del medio y sin posibilidad alguna de que un cantor de ocasión suba a entonar sus inspiradas coplas.
No se conforma el que no quiere. Así está el mundo, amigos.

jueves, 1 de mayo de 2014

1º de Mayo








Mis abuelos fueron ambos hombres de trabajo, aunque diferentes. El viejo Manuel se ocupaba de las tareas más ínfimas de la Intendencia de Cerro Largo y tenía un hijo atrás de otro como trompada de loco, mientras que el viejo Barreto arrendaba una chacrita de su madre cerca del Poblado Las Ratas, donde vivió como pudo hasta que la vida y los fracasos lo hicieron terminar como sereno del Club Naval, ya en Montevideo, en una casa llena de hijas, nietos, perros y fantasmas.

Mis padres casi no saben lo que es vivir sin hacer nada. El Cele arrancó como ayudante para todo a los ocho años en la casa del escribano Cirilo Ibáñez, en Melo. Luego fue metalúrgico en Electromet y al final se mandó un grito de Asencio cuando yo tenía nueve o diez y se dedicó a confeccionar y vender ropa infantil en la feria junto con mi madre, que para entonces estaba harta del servicio doméstico y también buscaba independizarse de patrones y plusvalías.

Yo hice la feria con ellos desde niña, fui payasa, atendí una biblioteca y vendí comida macrobiótica en una galería del centro hasta que terminé el IPA y me pude dedicar a la docencia y a la Literatura, a veces más a una, a veces más a otra.

Empecé a escribir sin saber adónde iba, y me acabo de dar cuenta de que soy la única de toda esta línea familiar que hace lo que quiere, que sigue una vocación, que pudo elegir.

Feliz Día del Trabajador, compañeros.
Ojalá que todos podamos seguir el camino que nos hace mejores.