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jueves, 29 de mayo de 2014

YO NO SÉ






     Cuando era gurí chico el gran misterio de mi vida era averiguar si el dueño anterior había o no había enterrado el cadáver de su mujer en el sótano de la casa de mi abuela, pero la casa se vendió sin que nadie hubiera encontrado la entrada y nunca lo supimos.
     Al ir creciendo las dudas cambiaron de rumbo y se centraron en qué diablos preguntarían los profesores en cada escrito de Historia o Geografía, instancias en las que demostré sobradamente que no soy bueno ni estudiando ni adivinando.
     Hoy que ya soy grande no creo en fantasmas ni en intuiciones y me bastaría con saber si la morocha que se toma el 103 cada mañana en mi parada ha tomado debida nota de mi existencia  y si algún día me voy a animar a buscar un pretexto para hablarle.
     Ya sería tiempo de ir juntando algunas certezas, dice mi madre.  
     Y mi viejo: “decime, papanatas, ¿algún día te vas a decidir a hacer algo?”
     Yo a la morocha la miro, la miro y creo que ella sabe.      Pero yo no sé.

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