Vistas de página en total

miércoles, 21 de mayo de 2014

Crónicas de bus: mayo






Crónica matinal.

Fragmentos de charla oídos al pasar.

_Estoy harta de trabajar. El otro día salí quince minutos, quince minutos y él se enojó. Pará, trabajo quince horas y te enojás porque voy a hacer un mandado al quiosco, no seas malo... Yo le dije, pero él se pone mal si salgo. "No me hables así!", me dice. El otro día me pidió plata para el alquiler porque no le alcanzaba.

_La hija de la enana, esa. Quince años, tiene. ¡Tiene una cara de naba!

_Tengo varias tómbolas para hacer. El otro día gané como dos mil pesos. Jugué cien y gane dos mil. Al otro día perdí quinientos. Es un vicio.

_ Eran cuatro empleadas, y una robó dos mil pesos y no se supo cuál fue. Las echaron a todas.

_Y otra es la hija de la negra de enfrente. 17 años, tiene. Ella andaba atrás de mi hijo, y él le dijo "no, a mí no me gustan las negras". Y yo le dije, no seas malo, es una bomba esa negra. Es linda simpática, limpita... ¡Tiene una dentadura! Blanca, blanca. Pero a él no le gusta. Le gustan las rubias bobas.


El 316 se empeña en tirarme centros para que escriba algo, parece.





Crónica de la CITA.

Me instalo en el asiento 16 del coche 2 casi como si estuviera en el living de casa. Abro las cortinas, cuelgo el abrigo en el respaldo de adelante, pongo la mochila y mi almuerzo a un costado, abro mi libro gigante sobre Sor Juana y me pongo a leer.
En eso estoy cuando miro para el costado y veo jóvenes con enormes bolsas de pop, niños con refrescos y galletitas, señores haciendo llamadas de oficina y señoras revisando papeles en gruesas carpetas.
No estoy en el living de casa; estoy en medio de una selecta comunidad que por dos horas emprenderá un viaje ritual hacia alguna parte, mientras pretende hacer de cuenta que arriba de la CITA la vida continúa igual que siempre.
Me pregunto adónde estamos yendo, en realidad, pero solo por un segundo, hasta que me vuelvo a mi monja favorita, que me llama desde la página 378.



Crónica introspectiva.
El 316 viene con bastante espacio; dio para subir sin empujar y todo. ¿Me habré equivocado de hora? ¿Serán 5.45 en vez de 6.45? Miro el reloj: todo bien, son las 7. Calibro la situación general del terreno. Mmh... Veamos. El pendejito del primer asiento viene con uniforme escolar... Este se baja pronto, seguro... A ver si le identifico la insignia. No puedo: demasiada bufanda, parece un arrollado de lana, pobre. Opa, se vació hasta el fondo; bajó medio bus en la Curva. ¿Me quedo a ver si el arrollado se baja o busco lugar atrás? Igual él viene en el asiento maternal, muy buen negocio no es. Pero madres con bebés a esta hora... Ta, listo, ya me corrí. Opiti, el obrero de enfrente parece que se baja. ¿O no? Demora un poco, como para confundirme. Agarra el bolsito, amaga, espera que arranque... ¡Sí, sí, se baja!! ¡Qué emoción, voy sentada y mi tendinitis no me jorobará por un rato! ¿A ver si da para leer? No: demasiado oscuro aún, con la lluvia y todo esto. Qué humedad, dios mío. Trato de no toser demasiado, pero me duele la garganta. Mucho sol el domingo pasado, quizás. Y el chofer, ¿qué viene escuchando? ¿Chamarritas a esta hora de la noche? Porque es de noche; cada vez salgo más de noche. ¿Cuándo es el próximo feriado?



Me acabo de dar cuenta de que me voy encaminando rápida y decidida a la nunca bien ponderada categoría de "vieja de ómnibus". 


Socorro.




Crónica de la eternidad

Cuando el ómnibus de Núñez entra a 33 miro el reloj y veo que ya llevo dos horas de viaje, o sea que solo me faltan, con suerte, unas cuatro horas y algo para llegar a Montevideo.

(Me avisan si algún partido tiene en su plataforma electoral vuelos directos Mvd-Río Branco? Y díganle desde ya que puede contar con mi voto entusiasta)





Crónica de dos
No deja de ser interesante el universo del 103 en el que vuelvo a casa. Son casi las nueve de la noche, uno esperaría ver solamente rostros cansados y caras de mal humor, y sin embargo hay dos personas que silban y cantan bajito, en asientos contiguos pero cada uno una canción diferente.
Uno de esas personas es un muchacho idéntico a Leo Masliah, pero veinte años menor.
La otra soy yo.




Crónica de interacción exitosa en parada de bus.
Un señor respetable y veterano de mi cooperativa arranca carteles de la parada del ómnibus los hace pedacitos y los tira al piso.
Yo: _ Perdón... ¿Vos estás sacando esos papeles porque te parece que ensucian?
Él: _ Sí.
Yo: _ ¿Y no te parece que es peor que tires los papeles al suelo?
Él: No tengo donde ponerlos...
Yo (recogiendo algunos): _ Es fácil. Se juntan y se tiran luego.
Él (recogiendo el resto): _ Tenés razón.
Yo (pensando): Fiuuu!

Por ahora mi tono amable ha obrado maravillas las veces que me dedico a dar clase fuera de hora, pero algún día me voy a ligar una puteada de aquellas.




Crónica de una estafa


Interesante sensación la de haber cambiado mochila por cartera y darte cuenta en el segundo bus de que dejaste el boleto original de una hora en tu casa, alcanzarle al inspector uno viejo y apergaminado y ver que él te lo acepta porque la va de conquistador con la guarda y no ve que el que le das tiene fecha de hace dos semanas.




Crónica de oídos dolientes


Son dos muchachos que van, uno sentado y el otro de pie, detrás de mí en el 405. El que va parado lleva el peso de la conversación, que consiste en tres tópicos; el fútbol del fin de semana (él dice "fubo" y está tratando todo el tiempo de volver sobre el partido que su equipo ganó "tanquiazo"), lo que le costó su perro en remedios y radiografías y cómo le lleva "el cetifiado" al patrón y "ma ale que lo acete, vite, y si no me vuevo pa mi asa, no me quemo yo".
No es un plancha de gorrito y bases multicolores que busca llamar la atención; es un gurí como tantos.
Me pregunto si en algún lugar está haciendo acopio de todas las consonantes que se ahorra y si tiene idea de lo desalentador que es para algunas personas vivir en un mundo donde el lenguaje se empobrece no solo en lo escrito sino en la oralidad, que es tan preciada para comunicarnos con la mayoría de los otros.

Se bajó.
Ya puedo dejar de escribir para no oír.
Qué lindo es a veces el silencio.




Crónica con fondo radial

Estaba en el recreo de las dos horas de Dibujo y mi novio en vez de salir se quedaba junto a otros a entregar láminas, así que me fui al fondo del liceo a recuperar una lapicera que se me había caído por la ventana. Iba con mi perro y mi gato blanco, y tuve que trepar un par de muros y aclararle a un vecino que no pensaba robar nada, mientras la arena se me metía por los championes, porque para entonces estaba en Valizas y el sol picaba lindo.

Cuando desperté y vi que me había dormido no tuve más remedio que salir sin desayunar, y aquí voy, en un 405 atestado al máximo cuyo chofer tiene la peregrina idea de que no hay mejor manera de iniciar el día que con un informativo a todo volumen.

Creo que entre las noticias policiales y la voz chillona del lacayito casi casi empiezo a extrañar al morocho rapero.


Crónica del Día D

Salgo de casa y mis ojos se topan con un cielo lleno de fucsias y anaranjados rabiosos. Cuando llego a la parada habitualmente atestada y la veo del todo vacía demoro un poco en creerlo. Pero no es hasta que pongo un pie en ella y veo llegar justo para mí un 405 con solo cinco personas en su interior que comprendo que hoy es EL día.
Uh.
¿El día de qué?
Estimado Universo si vas a mandarme señales escritas en el lenguaje de las casualidades, te molestaría mucho adjuntarles una nota al pie de página?
Gracias.



No hay comentarios:

Publicar un comentario