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miércoles, 1 de junio de 2022

Junio de 2022


Y me solté el cabello, me vestí de rojo

Me puse un pañuelo, me pinté y era bella

Y caminé hacia la puerta, me escuché decirme

Que era tiempo de irme, pero seguía tosiendo

Y miré la licencia médica y di la vueeeeeltaaa... 🎵

Día 7 de gripe recluida en mi casa con un gato viejo que solo duerme y come, estimados. Ya corregí, ya leí, ya miré, ya chateé, ya cociné, ya medité, ya me abrigué, ya me hicé un té, ya tuve ideas geniales y las deseché, ya solucioné el mundo y me lo olvidé. Ahora me agarró una etapa selfie. Mañana quién sabe. 

Saludos desde las pre vacaciones más raras de las que tengo memoria.

MI reino por un Moka. 

Y en eso estamos.




(reposteo de 2019)

Un día tomás conciencia, mIrás de reojo tu jardín y te das cuenta de que hay unos cuantos yuyos que tienen que desaparecer. Son plantas también y tendrán su lado bueno, pero avanzan a paso seguro y poco a poco han ido ocupando el espacio de las flores y los pastos lindos. Las malas hierbas desalojan a las otras, las asfixian y establecen unas zonas de exclusividad que a simple vista lucen verdes pero son territorio conquistado.

Una mañana tomás el cuchillo de jardinería (ese que decidiste alguna vez que sería solo para estos menesteres, aunque por afuera es igual que los otros) y aprovechado cierto amago de sol invernal ponés manos a la obra. 

Ya te han dicho, y sabés por experiencia, que a los yuyos hay que arrancarlos de raíz, o vuelven. Son extraordinariamente volvedores. Se les escarba alrededor hasta que sea posible tironearlos tomándolos desde lo más profundo; luego se amontonan a un costado y se sigue la tarea. Algunas veces la raíz se rompe y hay que decidir si seguir escarbando o confiar en que ese resto quede tan profundo que ya no vuelva a salir. Otras veces la raíz viene con un cacho de tierra prendida y entonces hay que sacudirla hasta que la largue, porque la tierra es vital y no se tira. 

Los yuyos se van acumulando a tu costado. Son decenas, nunca pensaste que hubiera tantos pero están por todas partes. La gata de los vecinos juguetea entre ellos. Las personas del barrio pasan y saludan. "Está en jornada de limpieza", piensan, y no se equivocan. La tierra queda expuesta en algunos lugares pero no es inconveniente, porque ya volverán a crecer allí las flores y los pastos. Siempre vuelven.

Terminás de desyerbar el jardín y sabés que es hora de darte un baño, porque la limpieza exterior es tan importante y necesaria como la de adentro. Los yuyos descubiertos y extirpados quedan al aire libre, que ya se encargará de secarlos y devolverlos en forma de nutrientes a la tierra. 

Esta ha sido una mañana productiva.




_ Baby, you are gonna miss that plane.

Lo acabo de leer en Tw y se me vino la película, o más bien la trilogía. El amor imposible, el sorpresivo reencuentro, el previsible desgaste, y también mis tres yo de 1995 (en verdad invierno del 97), 2004 y 2013. Fui Julie Delpy en ese tren, fui Ethan Hawke en la visita y no fui nadie en la última, donde la magia ya se había esfumado. 

¿Quiénes seguimos siendo todavía?

¿Cuántos brindis en el parque nos animaríamos a aceptar?

¿Cuántos aviones estamos dispuestos a perder? 

¿Imitaríamos a Nina Simone o diríamos "no seas boludo" antes de volver a quedar solos?

Domingo helado y griposo de fines de junio, estimados. 

Así estamos. 

_ I know.



Pregunta (opcional): Si tuviera que crear un movimiento de vanguardia uruguayo, ¿cómo sería y qué nombre tendría?

Respuesta (párrafo final): Al final ahorramos tiempo al ser simplistas, pues no hay relleno innecesario ni dobles interpretaciones. Diga lo que quiere decir y punto, pero dígalo. Sea como el G La Paz, desde Portones a La Paz derecho, sin vueltas innecesarias ni cansancio.


Pregunta: Compare el concepto de destino en "Edipo rey" y en la Biblia.

Respuesta: El destino es lo que, sin importar lo que pase, va a ser nuestro final. Por ejemplo, el caso de la cantante Lali Espósito, la cual iba a un casting que vio en la tele y en vez de doblar para la izquierda dobló para la derecha, terminando en un casting de Cris Morena, arrancando así su carrera y convirtiéndose en una de las más famosas cantantes y artistas.


Pregunta: Si usted fuera un director de teatro ¿qué le aconsejaría al actor que represente a Edipo?

Respuesta: Le aconsejaría que siempre se pare derecho mostrando su poder pero que en su cara se vea humildad, algo así como la princesa Diana. 

(las referencias extra literarias de este grupo me están matando)


Pregunta: Si usted fuera un director de teatro ¿qué le aconsejaría al actor que represente a Edipo?

Respuesta: Al que represente a Edipo le diría que se sienta el salvador del mundo. Que se imagine que encontró la cura al cáncer, al covid y a todas las enfermedades del mundo. Necesita mostrar superioridad, soberbia. Le diría que se crea el malo de la película. aunque aún no lo sabe tan literal. Demostrar estrategias ante el pueblo para que lo tomen como salvador, una vez más. 

(y con esta sencilla pero emotiva ceremonia, doy por finalizada la corrección de las pruebas de quinto Artístico)




_ Tiene una infección bucal y también hay una afección respiratoria. Todo hace pensar en un virus; es muy probable que los gatos que fueron callejeros arrastren secuelas, como esta. Vamos a ver si con esta medicación lo hacemos repuntar, si no... no habría un buen pronóstico. Por ahora no lo dejes salir al exterior bajo ningún concepto, que hace mucho frío y eso lo liquida. Llamá a la veterinaria el lunes y contanos cómo sigue. 

El viejo se dejó revisar, entregado. Después pidió comida. Yo acabo de poner a lavar su frazadita y la caja de las piedras sanitarias, porque todo (empezando por el viejo) huele mal por estos lados.

Y en eso estamos.




Ayer publiqué una foto de una Biblia y mencioné al Salmo 1; hoy ya me están sugiriendo páginas religiosas. Iba a agregar "diossss", pero capaz que lo empeoro. Voy a subir unas fotitos de bichos, a ver si distraigo al algo y también al ritmo (escribirlo así servirá para distraerlo?). Por las dudas, acá van otras direcciones de atención, a ver si lo encarrilo. 

Buenos días. 

Gatos

Playas

Viajes

Turquía

Valizas

Arena

Libros

Suculentas

Chocolate

Café

Hongos

Aves

Jarra térmica*

Atardeceres

Historia

Ciudades

Túneles

Tesoros

Megafauna

Fósiles

Agua

Queso

Peluffo

*Se me rompió hace dos días




Imaginen que acabamos de estudiar el Salmo 1 y que ustedes le plantean a sus estudiantes de quinto una tarea grupal en la que compongan un poema (de tema laico) que conserve una estructura parecida al texto antes analizado. 

Los resultados (como siempre) son tan heterogéneos como reveladores. Copio algunos enteros y otros en fragmento (porque ellos lo hicieron a mano y a mí me da pereza escribir tanto), a ver si les gustan. 

1.

Bienaventurado el estudiante de Científico

Que no anda en clases de Humanístico

Ni sigue la senda de los de Biológico, 

Ni se sienta en el banco de los de Artístico 

Sino que se complace en las leyes de Newton

Y medita en la lógica día y noche. 

Él es como la incógnita de una función

Que da su fruto al final de los parciales 

Y cuya calculadora jamás se olvidará: 

Toda ecuación verificará.

No así el de Artístico, nada de eso.

El de Humanístico será como un lápiz sin punta

Del estudiante sin sacapuntas.

El de Biológico no sabrá hacer el recíproco de las implicaciones

Ni el licenciado en Letras inecuaciones

Pues los profesores conocen la falta de tiempo para llorar

Mas a los de Letras consolarán.

2.

Desgracia de aquel estudiante

Que se escapa de sus clases

Y juega al ping pon por goce propio,

Que se sienta en un banco rodeado de sus semejantes

Y que debe plata a la cantinera.

Él es un deportista nato

Como un animal siguiendo sus instintos

Pero sabe que el estudio es más importante

Y le escapa aún conociendo aquello

Porque día y noche piensa en el rebote

Su mano se volvió una tabla

Y sus notas una astilla.

No así el buen mozo

Que llega todos los días temprano a casa

Y hace sus deberes con tiempo,

Que es responsable,

A quien sus padres adoran

Y a quien los procrastinadores envidian.

Todo lo que haga dará sus frutos

Siendo su fruto el más noble de entre todos

Sus semillas generarán un bosque de alegría

Y contagiará a los demás de su nobleza.

Pero de qué sirve un fruto

Si jugar al ping pong es lo mas importante.

3.

Feliz de aquel perro

Que no anda en peleas de animales

Ni sigue los ladridos colectivos de madrugada

Ni se escapa del hogar con sus amigos

Sino que se complace con las caricias de su amo,

Quien se preocupa por él día y noche.

(…)

4.

Feliz de aquel estudiante

Que se sienta al lado de la estufa,

Que no se une a los que pasan frío

Ni se quita su capucha

Ni corre riesgo de un resfrío

Sino que complace a sus piecitos

Estando día y noche abrigadito.

(…)

5.

Feliz de aquel Jedi

Que no anda en consejo de separatistas

Ni sigue la senda del imperialista

Ni se sienta en el banco de los Sith

Sino que se complace en las palabras de la Fuerza,

Que medita en ellas día y noche.

(…)

6.

Bienaventurado el estudiante 

Que no llega a segunda a las clases de Literatura

Ni se duerme al estudiar los Salmos

Ni se queda chusmeando en el medio de la clase

Sino que se interesa por los temas

Y prepara el parcial tres meses antes. 

(…)

7.

Bienaventurado el padre que no se deja de esforzar

Ni se deja llevar por la pereza

Ni se excusa para no traer de comer

Sino que motiva a sus hijos a trabajar con dedicación: 

Que se esfuerza día y noche.

Este padre será como una hoguera

Que es capaz de subsistir y brindar calor y protección,

Cuya madera será sustentada por su voluntad.

Así, solo así, un padre verá a los que ama prosperar con felicidad.

8.

Bienaventurado sea el profesor

Que no le habla mal a sus alumnos

Ni da excesivos deberes

Ni los manda a examen

Sino que se complace con el aprendizaje del alumno

Y que medita sobre su manera de enseñar día y noche.

Él es como una Wikipedia

En un mundo digitalizado,

Que ve sus logros a fin de año

Y cuyos malos alumnos jamás quedan solos. 

Todo lo que enseñe en algún momento servirá.




Imaginate que trabajás en un liceo helado y enorme. Que el lunes le erraste al abrigo y empezaste con resfriado, mocos, estornudos, garganta dolorida. Imaginate también que sos lo bastante optimista como para decir que si no hay fiebre no se para, que ya se te va a pasar, que esto es cosa del invierno. 

Ahora imaginate que es viernes por la mañana, que a la noche por momentos te costó respirar y que amaneciste con una voz de lija que otra que garganta con arena. Avisás al trabajo que no vas a poder ir, llamás al Semm, le decís al gato viejo que no se asuste, que va a venir alguien de túnica pero esta vez no va a ser para él, ordenás un poco la casa (o más bien el piso de abajo) y esperás hasta que aparezca un simpático señor con acento de otras tierras.

Imaginate que el señor te da un termómetro, que empieza a auscultarte y que en ese preciso instante desciende por la reja de la ventana de la cocina una cosa peluda y con bigotes QUE SE PONE A CACHETEAR A TU ALBAHACA. Las mayúsculas no se me escaparon, son fiel reflejo del grito silencioso en mi cabeza cuando vi que el pequeño demonio se ponía alegremente a mordisquear y pegarle manotazos, no solo a la albahaca sino también a la última de las suculentas en integrarse a la familia de Arbolito. ¡Hija de su madre! Me miraba, le pegaba a la albahaca, volvía a mirarme. En eso el médico terminó de auscultarme. 

_ Disculpame.-le dije, al tiempo que iba hasta la ventana a echar a la gata (que se fue trepando a velocidad récord por la reja) y metía la albahaca a la cocina.-Es la gata de un vecino...

El médico simpático y caribeño sonrió, comentó algo y se puso a mirarme la garganta. Mientras tanto por el rabillo del ojo yo empezaba a ver cómo la forma peluda y con bigotes volvía a descender por la reja a mi ventana, y a falta de albahaca se la agarraba ahora con la suculenta, que le parecería un juguete redondo, peludo y sin espinas. Sin razonar, de manera inconsciente, di un golpe a la mesa para espantarla con el ruido, pero el que saltó fue el médico. La gata me miró por un segundo, y se dispuso a continuar su tarea. En cuanto quedé libre fui a correrla de nuevo y entré a la suculenta. El doctor no dijo nada, anotó una certificación hasta el domingo (para que viera cómo iba evolucionando la cosa) y se fue. El pequeño demonio vio que se acababa la diversión y no volvió a bajar a la ventana, pero acá la estamos esperando la albahaca, la suculenta, el aspersor de agua y lo que queda de la humana.

Los Tres Chiflados, un poroto. 

Mientras tanto el viejo miraba todo desde la zona de confort de su sillón, sobre la manta roja que le regalé hace tiempo y que se ha convertido en su lugar preferido en el mundo (mientras dure el frío y no le dé para ir de correrías).  

Y en esto estamos. 

Feliz mañana de San Juan.

Cof, cof.




Unos se meten al mar, otros saltan hogueras o toman queimadas. Yo prendo papeles con las cosas que no quiero, me acerco a la naturaleza y me junto con mis amigas. Cada quien con sus rituales; lo que importa es resistir y ser fiel al corazón, bajo la forma que sea. 

Mañana el día va a ser más largo. 

Comienza el tiempo de la luz.





(repost: 2017)

Nos vimos por la pura casualidad de los devenires del tránsito. Era de noche, temprano. Yo iba sentada del lado de la calle en un 316; él miraba por la ventanilla del asiento del acompañante de una camioneta blanca, cuando levantó la vista y me vio. 

Nos quedamos mirando fijamente dos, tres, cuatro segundos,  mientras mi bus y su camioneta esperaban ante un semáforo. Aquello no iba a durar para siempre: un encuentro fugaz, como tantos. En eso él alzó su mano y me regaló una sonrisa. Saludé y le sonreí yo también, y por un momento el mundo fue bondadoso y en colores, hasta que vino el cambio de luz y el final del encuentro. 

Lo hice adiós con la mano una vez más. Él me quedó mirando, mientras su mamá le acomodaba el saquito y me sonreía a su vez, un segundo antes de arrancar la camioneta y perderse entre las luces de la noche.




A ver: ¿no los tiene hartos la gente que a cada paso dice "a ver"? Estoy oyendo en la radio a un experto en quesos y me molesta escucharlo, porque el "a ver" me suena a soberbia levemente disimulada. 

A ver, debo parecer intolerante, pero, a ver: tal vez lo soy. 

Buenas tardes.




Salgo de mi casa rumbo al liceo, con la mochila al hombro y una bolsa de basura en la mano para tirar de camino. Pese a que el tiempo no sobra me detengo por un instante a sacar del jardín dos o tres papeles de caramelos y meterlos en la bolsa de residuos. En ese momento me dirigen la palabra los vecinos: una pareja de nonagenarios que suelen hablar muy alto porque  escuchan poco.

_Un día lo apedreás a este -me dice la anciana, señalando a su marido, que está mudo y quietito, abrigado hasta la coronilla y con la bolsa de mandados en la mano.

La miro con expresión neutra y ella prosigue: 

_Porque ¿sabés qué te alivia el oído? Agua con alcohol…

_Ah… -medio que les grito para que escuchen, mientras sigo caminando con la certeza de no haber entendido una sola palabra de la mujer, que enseguida agrega:

_ ¿Vas a tirar la basura, Mariela? Ahí tenés la volqueta…

_Voy para allá. -respondo más con gestos que con palabras. Se supone que las volquetas que la cooperativa paga cada cierto tiempo son para otro tipo de residuos y no para la basura cotidiana, pero andá a explicárselo a los viejos del barrio. 

_Ah, vas para ese lado… -dice aún mi vecina, en tanto yo me alejo a grandes zancadas, como siempre, y avanzo hacia el trabajo tratando inútilmente de decodificar el mensaje: “Un día lo apedreás a este. Porque ¿sabés qué te alivia el oído? Agua con alcohol.”

Díganme que ustedes tampoco lo entienden… ¿O soy yo? ¿Será que el frío nos complica la emisión y recepción de los mensajes, o es que mis vecinos nonagenarios viven en un mundo propio con reglas que los demás ni siquiera vislumbramos? 

Y en eso estamos.





Quinto Científico, lunes, una y media de la tarde. Faltan quince minutos para el último timbre. Virgilio anda diciendo no sé qué cosas de una loba y un lebrel, pero en el piso de arriba del IAVA las caras son mucho más expresivas que cualquier verso de Dante.

_ Díganme una cosa: ¿qué les pasa?

Me miran un par de segundos en silencio y después arrancan. 

_Es que es re tarde, profe, yo estoy muerta de hambre.

_Hace horas que estamos acá; ya me quiero ir a mi casa.

_¡Y hace un frío!

_ Además empezamos los parciales, y no tenemos ni tiempo para estudiar. 

_Los recreos no existen. 

_Estoy agotado, yo así no puedo aprender nada.

Hablamos (¿qué otra cosa?), elaboramos teorías de cómo aprovechar mejor el tiempo y los ínfimos recreos, tratamos de ver si había caminos para hacer del encuentro algo valioso aunque fuera a la una y media de la tarde, quince minutos antes del timbre de salida. Después se hizo la hora, y nos fuimos. 

¿Tiene sentido un turno escolar de seis horas y cuarto cada día? Yo cuando iba al liceo tenía en la semana 36 horas de clase de 40 minutos; ellos tienen 40 de 45: la diferencia es de seis horas reloj, que quizás parece poco, pero no lo es. Yo tenía cinco recreos cada mañana, ellos solo tres (sin contar con que el IAVA en particular es gigantesco y cada trayecto al baño o la cantina te come -solo por bajar escaleras y cruzar patios- al menos cuatro de los cinco minutos). 

Sé que estoy quejosa con esto de la extensión horaria (y eso que en este post no hablo del agotamiento docente ni de la rebaja salarial implícita a la que nos vimos sometidos), pero, la verdad: nadie aprende cuando está agotado. Nadie aprende cuando está fuera de su casa siete horas o más y no tiene plata en el bolsillo para comprarse comida. Nadie aprende sobre Virgilio, el lebrel y la loba si su cerebro está contando los minutos para que (al fin) toque el timbre final de este turno interminable. 

Dato: los privados no tienen clases de 45 ni se limitan a tres recreos de cinco minutos por turno, y si bien a veces tienen extensión horaria es porque agregan materias como Informática, otro idioma, talleres, clases de apoyo, que implican una dinámica y un acercamiento diferente a las ocho horas de materias teóricas de los públicos.

¿Cuál es el objetivo de la enseñanza pública? ¿El agotamiento del estudiante, con la consiguiente posibilidad de deserciones? ¿El disciplinamiento per se? ¿O la preparación para el futuro? 

Para ir pensando.




Un corte, una Quebrada. 

Día 1

El paseo a la Quebrada de los Cuervos implicó tres salidas y una noche de pernocte en la posada El Capricho, que es la única que funciona en la vuelta, porque data de antes de ser declarada la zona Área Protegida, después de lo cual no se puede construir nada nuevo.

El grupo con el que fui era pequeño: 11 pasajeros (10 mujeres y el padre de una), el coordinador y un chofer al que todo el viaje le dije Luis pero se llamaba Sergio. 

Datos de la posada: muy buena atención, habitaciones cómodas (excepto por las cuchetas de arriba, de complicado acceso), excelente comida casera, 4 gatos bellos, un par de gansos que no confraternizaron con nosotros, un perro indiferente, otro amistoso y un montón de gallinas de patas gordas y copetito pseudo punk.

El primer día después de instalarnos fuimos al paseo de la Quebrada misma, que hicimos con un guía de 59 años que nos llevó al trote y no paraba nunca. La caminata duró unas tres horas, y tuvo sus momentos heavys: mucha bajadita con piedra suelta, mucha trepada a repechos subiendo escalones de medio metro de altura, esas cosas. El paisaje: sublime. Las plantas muy interesantes, los hongos casi inexistentes, de bichos solo vimos unos pájaros y dicen que se nos cruzó una mulita a la salida. Llegamos al mirador principal en un estado de agotamiento tal que a muchos nos pareció que nos iba a dar algo, porque no encontrábamos aire que pudiera llegar a nuestros pulmones, sensación que duró un cuarto de hora antes de emprender el regreso por el caminito cómodo del final con cero dificultad y buen paisaje.

Por la tarde ni bien habían empezado a bajar un poco las pastas del mediodía ya estábamos de nuevo en la camioneta rumbo a la cascada y laguna de los Olivera, con el mismo guía de la mañana. 

Paramos ante la casa del matrimonio que atiende a los visitantes: acá sí que había perros muy muy mimosos, gallinas y un ñandú picoteando en el patio, pero cero gatos. 

Cortamos campo, lo que parecía ser una caminata más relajada se fue complicando y terminamos otra vez dependiendo de cuerdas para no caernos, cruzando un arroyo revuelto por un puente de tablas y escalando y bajando cerros con lo que quedaba de nuestras piernas después del trekking de la Quebrada. 

La cascada fue impresionante: dos murallones de piedra y varios saltos en el medio, agua limpísima, rumorosa, con pinta de helada. No encaré pararme en medio de unas rocas casi sobre el abismo porque me dio un poco de vértigo (es decir: un montón). A la vuelta pasamos por la Laguna de los Olivera, que es muy honda (60 metros) y donde está prohibido bañarse (cosa que nadie intentó). Un espejo de agua absolutamente inmóvil, como pidiendo foto.

Volvimos a la posada ya con las últimas luces de la tarde, y todos nos reunimos alrededor del fuego, algunos con la excusa de un partido, otros simplemente escapándole al frío y dejándose hipnotizar por las llamas (o capaz que solo queríamos cargar el celular y tener wifi, cosa que en nuestras habitaciones estaba resultando poco menos que imposible). Tras la cena (que en mi caso –única vegetariana del grupo- fue una tortilla deliciosa y gigantesca) nos quedamos charlando un rato y al final arrancamos para las habitaciones. Detalle no menor: la luz por ahora es solo de generador, por lo que se apaga a cierta hora y no es cuestión de andar armando frazadas y esas cosas con las linternas de los teléfonos. A mí me tocaba compartir cabaña con la mujer que viajaba con el padre (a los que de común acuerdo les dejamos el cuarto con la cama doble) y tres compañeras que resultaron ser de la planta, con las que llegamos a un acuerdo para que ellas durmieran cada una en una cama y yo debajo de la mesa (bueno, lo propuse yo porque tres de nosotras no encarábamos la cucheta de arriba, y mi lugar no fue del todo debajo de la mesa pero una parte de la cama sí: metimos dos colchones y un montón de frazadas, con lo que dormí perfecto y no pasé nada de frío). 

Antes de dormir, ya todas duchadas y con las camas aprontadas, tres de nosotras y una chica de la cabaña de al lado nos abrigamos bien y pasamos largo rato mirando la salida roja de la luna y cazando estrellas fugaces en un cielo tan increíble como solo puede darse en el medio de la nada.

Después nos dormimos.

Día 2

La fuerza de la costumbre me hizo despertar a eso de las seis, en plena noche. Cuando aclaró un poco el día (siete y cuarto) me fui a recorrer los alrededores y a sacar fotos del amanecer en el campo. Habíamos arreglado con el coordinador que desayunábamos a las ocho y media o nueve, así que a las nueve y cuarto fui la primera en salir de la cabaña, pero los otros no habían sido mucho más madrugadores, y todos fueron llegando poco a poco. 

El último paseo tuvo por guía a uno de los dueños del establecimiento, y esta vez no tuvimos que subirnos a la camioneta, sino que arrancamos a cortar campo y al ratito nomás ya la posada se veía chiquitita y pequeña en la bajada. Carlos (el guía) nos contó cómo su madre compró el campo sin siquiera verlo, porque la Virgen se le apareció en un sueño y le ordenó que lo hiciera. Ellos fueron a visitar el lugar, una creciente no los dejó pasar pero lo compraron igual, pese a que la plata no les sobraba por entonces. 

Recorrimos un par de horas por la zona, otra vez subiendo y bajando cerros, escuchando historias y aprendiendo mucho. Vimos tierra removida por tatúes, por zorrillos, por tamanduás (hace poco vieron uno por la zona), y el guía nos contó de un puma que también vive en la vuelta y una pareja de carpinchos que es dueña de una zona de monte tranquila y sombría sobre la Laguna del Negro. Una zona de piedras (“el perao”) donde suele haber avistamientos de ovnis y se supone que hay una ciudad intraterrena, otra parte del campo que cuando la golpeás con el pie o con los bastones suena a hueco, una pista de pencas, un rebaño de ovejas curiosas que huyeron a nuestro paso, mucho cactus, manantiales, miradores, árboles autóctonos y un etc. 

interminable. Una isla de monte a la que se entra por un portal constituido por dos enormes coronillas, dentro de la cual hay una roca enorme y redondeada del tamaño de un salón del IAVA (especialmente por la altura). La cueva de la Tigra, donde se supone que hubo un yaguareté y donde también parece que se refugió durante un tiempo el matrero Martín Aquino. Cabañas hechas con madera sin curar, que se secó dejándola mucho tiempo en el agua y que solo se puede cortar durante la luna menguante. Dos quintas donde se hizo un experimento con árboles autóctonos (guayabo, arazá y otros): una se limpió de pastos y plantas, la otra se dejó silvestre y fue la que produjo más y mejores frutos.

A la vuelta cuatro de nosotros (el grupo vip más el coordinador) nos quedamos rezagados y terminamos recorriendo un cementerio de huesos de vaca desparramados por el campo y alternando con un par de caballos que cuando nos vieron pasar se acercaron a saludar. El almuerzo nos esperaba y ya eran como las dos de la tarde, así que todos estábamos hambrientos y decidimos no demorarnos con los equinos (al menos con los dos que se acercaron, porque una yegua que andaba con potrillo enseguida se alejó y la perdimos de vista entre los árboles).

Emprendimos la vuelta a eso de las tres y media, y en el camino disfrutamos de un atardecer inolvidable a la altura de Lavalleja. Volví a Montevideo tan feliz con las personas y los espacios conocidos que ni siquiera me di cuenta de que me estaba empezando a resfriar (o tal vez eso fue hoy, al salir de mi casa al frío de las siete de la mañana en un día normal del invierno inminente). 

Y en eso estamos.




Se escuchan vacas a lo lejos, pájaros y un par de gansos. Corre una brisa helada pero el día promete estar de fiesta. Adivinen quién es la única levantada en la posada. Todavía no se ve el sol desde donde estoy, pero sí los campos iluminados a lo lejos. Hay algo en el campo que continuamente me dice “vení, probá, buscate”.




Algunos apuntes sobre plantas (cosas que nos dijo en guía Rubén, que tiene 59 años pero fue el único que no se cansó nunca y nos llevó al trote todo el día). 

En la Quebrada hay mucha diferencia de temperatura entre unas zonas y otras. Hay algunas plantas que no existen en ningún otro lugar del mundo, y otras que en nuestro país sólo se dan por estos lados. La Quebrada es un Area Protegida desde hace unos años; una de las últimas cosas que firmó Tabaré antes de terminar su mandato fue la ampliación de esta Área y otras, a fin de llegar al 15% del territorio, cosa que estaba prometida por Uruguay hacía años pero no se había cumplido. Se va a hacer un acceso para personas con alguna discapacidad física; por ahora solo hay caminos y miradores. 

 Ka murí se llama la planta de una especie de yerba pequeña. La Yerba mate fue traída por los guaraníes para no tener cargarla desde Paraguay. La Yerba acá se estaciona durante nueve meses; en otros partes es mucho menos.

La planta carelia es oriunda de Australia, es la primera en proporción de propoleo verde. Es buena contra retenimiento. “Pedimos permiso para recortar hojas y nos mostraron esta planta carelia”.

Hay plantas que buscan el agua con raíces muy largas. La Alfalfa puede llegar a los 5 km. 

Las chircas acá alcanzan los 3 m de altura y las carquejas  2, 2 y medio.

Romerillo: los charrúas tomaban los cogollos de las flores y  lo fumaban.

Sensitiva: reacciona cerrándose ante el contacto humano, pero eso no sucede en cuarto menguante, porque ahí la savia está concentrada en la  raíz.

 Guayaba: una sola fruta tiene más vitaminas y minerales que dos kiwis. 

Lágrimas de la virgen se llaman una de variedad pequeñita. 

Cebollatí es un nombre de origen paraguayo.

Nuestros Indígenas eran nómades y sabían la importancia de tomar sal a través de los baños de mar.

Espolones: se le llama árbol de buena memoria porque si se lo dobla puede pasar mucho tiempo pero siempre vuelve a la forma original. Era bueno para hacer arcos, especialmente ahora pequeños, para cazar en el monte. El árbol se llama Tembetarí.

En la Quebrada bajamos unos 120 metros.

Laguna de los Olivera: llega a tener 60 metros de profundidad. 

Suelsa con suelda: planta medicinal, puede ayudar a soldar un hueso en 15 días, sobre todo el que está en la piedra, porque absorbe minerales. Machacado y mezclado con barro se hace algo tipo yeso. También el yuyo se toma. El”yeso” se cambia cada día. 

La Envira es una planta antialérgico, se hace una pulsera, por ejemplo, para usarla contra la aruera (algunos también se la ponen en las botas para evitar las víboras). Alguien midió la energía de cada árbol en unidades Armstrong y encontró que la Aruera tiene entre 5500 y 5600, en tanto la envira tiene entre 5800 y 6000.




Un corte, una Quebrada

Salgo cuatro y cuarto de mi casa. El gato viejo sospecha algo raro ante tanta madrugada, máxime cuando ve que en vez de un sobrecito de comida le abro dos, pero no escucho se queje. Voy hasta Tres Cruces, me subo a la camioneta que nos va a llevar a la Quebrada de los Cuervos y cuando vamos saliendo de Montevideo, a las 5 y media de la mañana, veo por la ventanilla un paisaje urbano que me resulta familiar: estamos pasando a media cuadra de mi casa.

Silencio, oscuridad. Un veterano en el asiento de adelante pregunta cuántas horas tenemos de viaje hasta 33 y el chofer le dice:

_Cuatro. 

_¡Cuatro horas! ¿Por cual ruta vamos, por la 9?

_Por la 8. -se escucha con un leve tono de cansancio. 

_¿Ah, por la 8…?- dice el veterano, y al rato escucho que le dice a la hija:

_Son como 417 km… Es que nos vamos abriendo, porque vamos por arriba… 

Geografía te la debo: pasa directo a febrero. 🙂

Cuando pasamos por Minas empieza a clarear. Paramos a comprar café y bizcochos. Saco fotos del cielo, que a cada segundo es diferente.

Y seguimos el viaje.





Una se pone a subir fotos para sacarle un poco el frío al otoño 2022 y resulta que en medio segundo ya le aparecen advertencias y amenazas por compartir cosas que no son reales (estoy barajando las palabras para escaparle al algoritmo, cosa que no sé si es posible). No demoraron ni dos minutos. De la foto de Robert Cornelius en 1839 y de la mía con gorro y lentes no tienen nada que opinar, pero había subido la foto de un gato gordo blanco que estaba re lindo y me la prohibieron en dos publicaciones seguidas, porque dicen que no es la primera, como yo (y media internet) pensábamos. Así que vuelvo a subir las imágenes (las que me dejan), pero cambiando un texto en el que hablaba de los principios de las cosas. 

Ps 1: Saladito el tema del control, eh? 

Ps 2: Qué bien que estaba Cornelius.

Ps 3: No uso gorro dentro (ni fuera) de casa; solo me lo estoy probando por si el fin de semana viene gélido.  

Ps 4: Orwell la tenía clara (& BB is watching you).




Diálogo de liceo

Vengo entrando al liceo en mi hora puente, con el vicio que acabo de comprarme. Dos estudiantes en la escalera de la entrada, preparando una tarea de Inglés. 

_ Hola. ¿Quieren chocolate?

_No, gracias.- dice la chica. 

_Sos mi profe, moralmente estoy obligado a decirte que no… -responde el muchacho. 

_Ah… ¿y en la práctica?

_En la práctica te acepto un pedacito. Gracias! 

Y cada uno siguió con sus tareas. 





Martes azul

Despierto 17 minutos tarde pero llego al liceo 10 antes de la primera hora. A las nueve estamos saliendo al primer recreo cuando se corre la voz en el subsuelo: hay que desalojar por un rato, porque (otra vez) hubo amenaza de bomba. 

Todos a la vereda. Yo a la panadería de enfrente. 

Cuando volvemos a entrar quedan diez minutos de la tercera hora. Charlo con los de Ingeniería, debatimos qué podríamos hacer para parar con la seguidilla de amenazas. Los celulares son imposibles de rastrear, todos están (estamos) molestos pero sin grandes soluciones. Averiguar qué grupo tuvo escrito a la hora de la amenaza, dice alguien. Que los escritos sí o sí se tengan que seguir en la vereda, acota otro. Les digo que me siento parte de un juego de Among us, ellos se ríen, toca el timbre. Nos vemos el jueves, profe, esperemos que esto se termine y no nos complique las pruebas. Esperemos. 

El practicante, dos profes y yo vamos con los estudiantes de uno de los quintos artísticos a visitar el Museo Nacional de Artes Visuales. Juntada de permisos, compra de jugos y vituallas. Caminata bajo el precioso sol de las diez y media de la mañana hasta la rambla. Fotos a las esculturas, recorrida por la Fotogalería (tema: hongos), charlas,  aprendizajes varios, merienda compartida frente al lago. Dos patos, un ganso, tordos, horneros, benteveos, cardenales y unas dos mil cotorras chillando sobre nuestras cabezas. 

En medio de la escena bucólica una chica descubre que ha perdido su celular: ella, dos compañeras y una profe desandan el camino para ver si lo encuentran, mientras el resto conversamos sobre la historia del parque, nos preguntamos los signos y ascendentes y empezamos a ver duendes en los árboles de una isla (era verdad: había tres duendes entre los árboles, uno pescando, otro en una hamaca y el tercero metiéndose en  un tronco). Les sacamos fotos a los duendes, a las cotorras y a las flores del otoño, hasta que un perro simpático pero grandote viene a saludarnos y casi pisotea los manteles de la merienda. 

_ Hola.- dice el dueño del perro, un treintañero que viene paseando con una chica. -¿Ustedes conocen a Catalina?

_¡Sí! - dicen todos. 

_ Porque encontramos su teléfono, llámanos al padre y nos dijo que estaba con los compañeros en un paseo del liceo. 

_¡Biennnn! 

Exclamaciones de júbilo, mensajes a los compañeros de Catalina, alivio generalizado. Al rato vuelven todos y la chica se reencuentra con el teléfono. 

Ya era la hora de apertura del Museo, así que levantamos campamento, tiramos la basura y nos metimos en el mundo de las artes plásticas, donde tuvimos una buena visita guiada y nos terminamos quedando hasta un rato después de la hora de clases. 

¿Cuál es la verdadera cara del liceo? ¿La de amenaza de bomba de las nueve o la del arte y la merienda compartida de más tarde? ¿Cuál es la verdadera cara de la ciudad: la de alguien sacando a todos sus compañeros al frío del casi invierno o la de la pareja que recorre el parque para devolver un teléfono perdido? Quizás una mezcla de ambas, o quizás solo sea la segunda (o es la que prefiero creer, por lo menos).

Y en eso estamos.





Nunca entro a los portales de noticias (salvo cuando juego a que me importan los horóscopos), pero hoy me puse a revisar las policiales. Un muchacho de enfrente a casa murió entre ayer y hoy, un gurí de veintipico, amoroso, y sospecho que la causa fue homicidio o accidente porque él estaba de lo más bien y hoy había un patrullero frente a su casa cuando salí para la feria (yo pensé que los habrían robado).

Más allá de la tragedia (o quizás para desviar la atención de la misma) entré a los dos diarios que supongo de mayor circulación, para ver si entendía el motivo de la desgracia. En Mdeo Portal aparecen noticias de varios hechos sumamente violentos: un hombre fue encontrado sin vida en Malvín Norte con un tiro en el abdomen, varias personas trataron de prender fuego a la casa de un policía en Mercedes, un joven murió de un disparo al parecer efectuado desde una moto no muy lejos de mi casa, un italiano fue detenido con un cargamento de droga y un señor de 82 años falleció atropellado por una moto.

En El País, en cambio, todo parece ser color de rosa esta tranquila mañana de domingo. Se habla del covid, del fútbol, de Rusia, de la televisión y hasta del dulce de leche, pero aquí no ha pasado nada, todo está bien en la tacita de plata. De verdad. Entren y miren: no hay ni un solo hecho de violencia en la edición digital de esta mañana. 

¿Blindaje mediático, usted dice?

Sin comentarios. 

VOTEMOS BIEN




Estuve veinte minutos mirando ofertas de viajes para las vacaciones de julio y ahora ya no tengo redes sociales: solo un continuo desfilar de agencias de viajes peleándose por mi tiempo en la pantalla y ofreciendo cosas. 

Moraleja: tendría que haber ido a un cyber. 

Las propuestas van desde Colonia a Atacama, pasando por la fiesta del chocolate en Nueva Helvecia, paseos por el día a Buenos Aires y unas termas brasileñas con paseo de compras y cenas show de dudoso interés por mi parte.  Creo que si sigo mirando sin concretar me van a terminar ofreciendo excursiones al Prado o al Parque Roosevelt... Ampliaremos.





_ Ah, pero vos tenés un carácter re tranquilo...- me dicen de vez en cuando, y a veces agregan: -No parecés ser de Aries. 

Y sí, soy bastante difícil de sacar, pero mi tranquilidad tiene una kriptonita que no falla y que aparece cuando alguien hace una afirmación del orden de "Fulana se fue del liceo público para ir a una institución donde los profesores no falten, donde le den clase..." Listo, chau remanso de calma y bienvenida ariana loca. 

¿Qué cree alguna gente que hacemos en los liceos públicos? ¿Qué somos una especie de desequilibrados que hacen la plancha en el público y trabaja a rigor en el privado? Y todavía lo dicen con un desparpajo como si fuera un axioma irrefutable. 

Ta, ya pasó, obviamente lo corté en medio segundo pero aún me dura la indignación, porque sé que lo que esa persona piensa es un prejuicio que dista mucho de ser la excepción.

Otros posibles tópicos para sacar la faceta ariana loca: 

_ Los estudiantes leen cada vez menos.

_ Debe ser horrible trabajar todo el día con adolescentes.

_ Bueno, pero a ustedes los paros no se los descuentan.

_ Tienen tres meses de vacaciones.

Y así. 

Bienvenidos a la sección "Escriba algo y sáquese la bronca a través de un posteo". Ya me siento mejor. Buenas tardes.




Los gamers de los 80´ no teníamos computadora. 

Los gamers de los 80´ jugábamos en lugares que creíamos que eran antros oscuros y con poca ventilación pero en realidad tenían ventanales sobre 18 de Julio, funcionaban más bien durante el día y quedaban al costado de la Plaza Cagancha.

Las fichas no eran baratas. Los buenos jugadores sabíamos estirar su vida útil. Nos sentíamos rebeldes al sistema porque decíamos tener 18 aunque aún nos faltaba un par de meses para cumplir 17. 

En los salones de maquinitas había nueve hombres por cada mujer, y cuando las jugadoras hacíamos un buen puntaje ellos nos rodeaban con expresión admirativa, exclamaciones de asombro y ojos fijos en la pantalla. 

Los gamers de los 80´ le dábamos a los juegos duros. Dominábamos el Pac Man, el Frog y el Gálaga tanto como despreciábamos a los veteranos de 25 que se pasaban las horas en los flippers: juegos de viejos, sin gracia, antesala del billar o los campeonatos de truco de los clubes de los barrios. 

Nos pasábamos las horas saltando autos en la carretera, persiguiendo cerezas por líneas punteadas o aprendiendo a usar armas dobles para liquidar a nuestros enemigos. Éramos tipos duros pero todos terminábamos muriendo. A veces llegábamos a inscribir nuestros nombres en el registro de los mejores de la maquinita y entonces nos sentíamos un poquitito inmortales.

Mientras tanto en el país pasaban cosas, pero nunca en la pantalla.

Los gamers de los 80´ habíamos encontrado la receta para evadirnos del mundo por el rato que duraran nuestras fichas. Después salíamos de Las Vegas, cruzábamos 18 y esperábamos el 4 que (si la electricidad no se cortaba) en menos de cuarenta minutos nos llevaría a nuestra casa, a la leche con cocoa caliente y a un mundo con reglas que no siempre se entendían. 

Los gamers de los 80´ cuando pasamos por la Plaza Cagancha  evitamos levantar la vista a los ventanales del primer piso. No vaya a ser que algo haya quedado y terminemos viendo nuestro propio reflejo inclinado ante un armatoste, persiguiendo frutitas cada vez más valiosas y eludiendo fantasmas de velocidad creciente. Ya no hay 4 que nos lleve a la cocoa caliente y las fichas duran cada vez menos. 

Mientras tanto en el país pasan cosas, y no hay maquinita que nos saque de un mundo con reglas que no siempre entendemos.




Entro al liceo y me recibe el coro de los pájaros del patio, que solo se callan (y se vuelan) al momento de sonar el timbre de la entrada.  Estudiamos la Biblia en el primer grupo, las vanguardias en el segundo, en el tercero Dante y en el último Borges. Seis horas y cuarto (reloj), con solo tres recreos de cinco minutos que apenas si dan para ir de un patio al otro, del subsuelo a planta baja o primer piso, de la Antigüedad al siglo XX o la Edad Media. No veo a mis compañeros en toda la mañana. En una de las micro pausas voy hasta la fotocopiadora de la otra cuadra y manoteo un marcador de pizarra al grito de “te lo pago a salida”. El tiempo es tan escaso que ni siquiera puedo comer un chocolate que guardo en la mochila (por suerte arreglaron la máquina de café, porqué ayer casi caigo en síndrome de abstinencia agudo y desgarrante). Cuando suena el timbre de salida del último grupo guardo los libros de Borges, lentes y un montón de papeles en la mochila. Algo me falta; hay una ausencia. ¿Donde diablos dejé mi campera? Desando camino, recorriendo salones y salas, hasta que la veo solitaria y abandonada colgando de una silla en el salón de un quinto Científico que ya se fue del liceo. Salgo del IAVA a las  dos menos cuarto de la tarde; la niebla ya se ha disipado pero el día sigue gris y oliendo a martes. 

Una parte de mi cerebro vagamente se pregunta si alguien en verdad cree que esto de tener un turno de seis horas y cuarto con tres recreos de cinco realmente le hace bien a la educación, si se aprende o se enseña algo cuando se prescinde de la biología y fisiología humanas y si las personas  de carne y hueso resistiremos este rol de robot en que alguien detrás una pantalla ha decidido que puede encasillarnos.

A veces quisiera ser uno de los pájaros de la mañana que solo vienen, cantan un rato y se van. Solo a veces. 

Y en eso estamos.





El vendedor ambulante es un pesado: repite, repite, repite. Hace un discurso larguísimo, habla de más y demasiado fuerte. Uh, ahora empieza a ofrecer cosas asiento por asiento, qué he hecho yo para merecer esto… 

Llega hasta mi lugar:

_¿Va a llevar algo, jovencita?

Amo al vendedor ambulante: qué tipo enérgico, que buena voz, qué ubicado. Ojalá que a la vuelta se suba de nuevo al 103. 

Feliz domingo. Saludos desde el mundo de las convicciones cambiantes. 😊

Firmado: la jovencita.



Este es un fin de semana importante para Aries, nos notamos relevantes al hacer lo que más nos gusta y no tenemos que apurarnos, que todo saldrá muy bien.

Lo que no me convence mucho es que seguimos siendo los trabajadores del fin de semana, según Eme. No solo los cancerianos tienen que buscarnos porque parece que los ayudaremos de buena gana, sino que además a los de Virgo los empujaremos a la acción. Así que ya saben, ¿eh?  Somos relevantes y lo sabemos (salvo para los capricornianos, a los que se advierte que "Aries está demasiado provocativo para su gusto").

Y ahora, con su permiso, me voy a hacer alguna cosa que me guste, algo relevante y sin apuro (es decir que voy a preparar un té turco para degustar con el chocolate que acabo de comprar, porque este es un fin de semana importante y hay que acompañarlo como se merece).

Buenas tardes.




Desperté después de una noche de sueños confusos pero trascendentes de los que no logro recordar ninguna imagen. Desayuno viendo un programa de radio en youtube, como siempre. Alguien en la pantalla dice que lamenta no soñar con su abuela, muerta desde hace años: algo conecta en mi cabeza y si bien no recupero ni una línea de argumento sé con seguridad que mi sueño de la noche estaba relacionado con la figura de la Baia. 

Una vez una vidente con la que estaba hablando por teléfono me dejó tan sorprendida que terminé sentada en la escalera con el celular en la mano sin poder dar un paso hasta que cortamos. La señora de la nada empezó a describir mi casa de la infancia (un pasillo largo, la puerta que estaba al costado, una línea de plantas), reveló saber cosas muy fuertes y de repente me preguntó con cuál de mis abuelas (ya fallecidas) me sentía afectivamente más cercana.

_ Eh… Con las dos igual. 

_ No. –djo ella- Hay una con la que tenés más cercanía. Yo veo una casa donde siempre hay mucha gente, veo personas sentadas compartiendo algo como pedacitos de pan en un plato, y ahí está tu abuela: una señora bajita y muy delgada, con un pañuelo en la cabeza. 

La Baia y la familia charlando en el frente de la casa de Lutecia. No había otra. Todas las tardes se reunían varios hijos y nietos a charlar y tomar mate, y como nunca sobraba la comida todo se repartía en trozos pequeños, para que nadie se quedara sin probar el pan con manteca o los bizcochos. En la casa de la otra abuela también había hijos y nietos (en verdad hijas y nietas) pero era más raro que se sentaran a compartir el mate, porque siempre fueron gente más movediza. Quizás en los cumpleaños y esas cosas, pero no era lo habitual, o al menos no lo que pasaba cuando yo iba, que solía ser por la mañana.

La vida de mi abuela Baia da para muchas historias, y no voy a ser yo quien las cuente hoy, pero sí doy titulares: doce hijos (todos de a uno y con el mismo padre), eterna pobreza, una calma impenetrable más allá de cualquier contingencia, voz bajita, cabello blanco y lacio enrollado en un moñete y mucho amor por las personas, bichos y plantas. Cuando era joven una vez le sacaron todas las muelas sin anestesia. Otra vez hubo un incendio en medio de la noche y ella despertó a un par de hijos con suavidad de madre que no quiere asustar a nadie (“muchachos… la casa se está quemando…”). Su marido tuvo al menos un hijo con otra mujer pero ella siguió con él, pese a que desde que tengo memoria los dos viejos durmieron siempre en habitaciones separadas, ella con un par de hijas, él con un hijo y un nieto. Más de una noche repartió la comida y dijo no tener hambre, como hacen las madres cuando hay que mantener a más bocas de las que se pueden. 

Yo tenía 16 años cuando mi viejo vino a casa muy preocupado una mañana de Fin de Año a contar que la Baia se había caído mientras arreglaba sus flores en el frente: la cabeza le había dado contra una de las botellas enterradas que componían una hilera de mojones marrones y verdes en los límites del jardín. Los médicos la mandaron en seguida de vuelta para la casa con un gran chichón y un moretón violeta en medio de la frente, pero nosotros temíamos que no le habían dado mucho corte, porque era un día de fiesta y todo empezaba como siempre a desbordarse. 

Por la tarde fui a visitarla en la casa del fondo donde estaba viviendo por entonces; estaba acostada, un poco débil, pero muy lúcida. No sé de qué conversamos, todo el tiempo había parientes que iban y venían y me terminé yendo al ratito. Por entonces hacía unos días que me angustiaba la ida de no haberle dicho nunca “te quiero” a la Baia (ni a nadie), y antes de salir de la casa murmuré bajito las palabras, aunque ella estuviera demasiado lejos para escucharlas. Una vez en el frente, bajo el sol y con los ojos llorosos, me encontré con mi novio de esos días, al que le había pedido que no entrara porque ya había mucha gente y no era momento de andar estresando a la viejita con visitas. Él me dio un abrazo y nos volvimos para mi casa. 

Al levantarme al otro día encontré a mi madre con los ojos rojos y hablando en el living con dos de mis vecinas: durante la noche la Baia había muerto en silencio y sin molestar a nadie, como siempre.

_Qué lástima que no llegaste a conocerla.-le dije a mi novio en el correr de esa tarde dolorosa.-Te hubiera caído re bien.

_ Pero yo la conocí, ayer.

_ ¡Si no entraste!

_ No, pero ella vino a saludarme a la vereda. Una viejita muy dulce; el moretón de la frente se veía muy mal, pero creí que se iba a recuperar enseguida. 

Quedé helada. La Baia no se había movido de la cama desde que volvió del hospital; estaba tan débil que no podía incorporarse. Volví a preguntarle mil veces la historia, y terminé por aceptarla. 

Después seguí soñando con ella cada pocos días durante años, hasta que dejó de visitarme, aunque no de estar cerca. 

Vengo de dos abuelas diferentes. Una mujer fuerte, enérgica y de voz vibrante, de ojos azules y mejillas sonrosadas, que toda la vida trabajó y nunca tuvo hambre. La otra, la Baia, aindiada y delgadita, concentrada en el hogar, siempre tranquila, siempre pobre, siempre sonriente. A las dos las quise mucho; cada una reinaba en un mundo con sus propias reglas. Y acá estoy yo, en el cruce de sus dos caminos. ¿De qué hilos, de qué tejidos, de qué historias venimos cada uno de nosotros a este tiempo en que somos, o creemos ser, una confluencia única e irrepetible de caminos? 

Dejo de escribir, extiendo las manos al aire y sé que mis dos viejitas están acá, como siempre. A veces me parezco más a una, a veces a otra. 

Me seco los ojos y miro los papeles en un extremo de la mesa: es tiempo de empezar a corregir los escritos de cuarto. 

Y en eso estamos.



En un programa de radio:

_ Pasa que él y yo en esa obra nos tuvimos que dar un beso Disney.

_¿Qué es un beso Disney?

_Es un beso que dura diez segundos, y solo en los últimos dos se pueden empezar a tocar los labios; antes solo hay acercamiento. 

(no sé si rematarlo con que me suena a metáfora de mi sueldo, de mis ganas de emprender nuevos proyectos o de la relación con la gata de al lado antes de que decida jugar fuerte y me clave los dientes en la mano)




Mis primas eran mellizas y tenían una abuela que no era la mía. Yo no la conocí y ni siquiera me acuerdo de su nombre; formaba parte de la familia paterna de mis primas, tres casas por medio de la de la abuela que compartíamos, en una casa chorizo que era una especie de hormiguero donde vivía un número improbable de personas a las que les decíamos Los Chichinos. 

Cada vez que mis primas tenían que reclamarle algo al padre (una o dos veces por semana) ellas y yo marchábamos en misión imposible a la casa de Los Chichinos, que tenía tantos perros y tanta gente que nunca les crecía el pasto en el patio del frente: puro tierra, polvo y pedazos de autos y cosas. 

Cuando yo tenía unos cinco años y ellas ocho resulta que hubo movimientos en el barrio. Los Smith de la otra cuadra se fueron para Australia, las fábricas de mi calle dos por tres empezaron a llenarse de uniformados y la abuela de Los Chichinos se mudó a Canadá y ya no quiso volver a la casa con el frente de tierra. 

Mis primas eran pequeñas y pronto superaron la distancia, en lo que mucho ayudó el hecho de seguir viviendo con la abuela que compartíamos, que nunca soñó con moverse del país ni con meterse en cosas peligrosas (salvo por el pequeño asunto de compartir el espacio con el fantasma de una chica asesinada, pero esa es otra historia y a ella nunca le dio ni medio miedo).

La abuela canadiense de mis primas dos por tres les mandaba de regalo unos juguetes preciosos que compensaban la ausencia de la voz y las caricias. Entre mis preferidos estaban el helicóptero con motor a pilas y unas muñecas flaquitas flaquitas, de ojos esquivos, extremidades imposibles y largas pestañas pintadas. A mí me encantaban esas muñecas altas y espigadas, tan diferentes de las NIcoletta, las Niveas y las Dormilonas de mi casa, que siempre tenían cara de nena, ropas de señora y cuerpos regordetes. "Es lo que a las nenas de allá les gusta" decía la abuela canadiense, y yo no sabía si se refería a las Barbies o al helicóptero, y tampoco hubiera sabido con cuál quedarme de haber podido elegir uno de los juguetes ajenos. 

Hoy escuchando un programa de radio me entero que la Barbie es de fines de los 50´, que fue creada a imitación de una muñeca fetiche llamada Bild Lilli que se vendía en los sex shops y que hasta 1974 solo miraba de costado, porque una mujer no debía jamás desafiar a las personas mirándolas a los ojos. Desde entonces a hoy la muñeca ha engordado un poquito, ha tenido novio y novia, ha usado velo, ha sido buzo y un larguísimo etc que desemboca en la Barbie trans y afrodescendiente de este año (homenaje a un personaje de Orange is the new black).

Nada, que me vino un revival de los años sin tiempo, de las casas chorizo llenas de gente y de perros, de las figuras hegemónicas como eje de las fantasías femeninas en la infancia y de los helicópteros de juguete, tan distintos a los que en aquellos años vivían pasando y repasando sobre nuestras cabezas.

Cualquier coincidencia con la realidad (etc).






_¿Y los escritos por corregir?

_No tengo. 

_¿Y los gatos por alimentar?

_Durmiendo. 

_¿Y la casa?

_Ahí anda. 

_¿Y la madurez? 

_¿La qué?




Hora del recreo. Los de Física tienen una animada charla en la Sala de Profesores. 

_ Es R4. Es Coseno de Tita. 

_¿Vos hacés distributiva? 

_R4, Seno de Tita, Fide. Cuando vos vas a integrar…

_Pasa que vas vas a integrar porque no tiene Fi…

_Cuando vos vas a integrar con respecto a Fi y con respecto a Tita…

_ ¡Te da todo en función de Tita!

La de Historia y yo nos miramos: los humanísticos y los científicos hablamos idiomas diferentes. Cuando suena el timbre nos vamos cada uno a nuestros salones, donde quién sabe si nos encontraremos con hablantes  de nuestra lengua o con nativos de otras áreas, aunque igual confiamos que podremos comunicarnos (un poquito).

Ojalá que la distribución y posterior integración les resulte favorable a Tita y a Fede y que el R4 y el Fi no les compliquen la existencia. 

Buenas tardes.