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viernes, 27 de marzo de 2020

Historias desde la cuarentena, 11. Invierno 2002: la semana que duró cien años



LUNES 29/7: Un frío espantoso. Salí de casa a las siete y cuarto rumbo al Dámaso mirando para todos lados, porque la semana pasada un tipo en bici me siguió una cuadra como con intención de robarme, hasta que me metí en un almacén conocido y se alejó pedaleando. Todo normal en el inicio de la semana, incluso mejor que normal, porque por la noche fui con mis dos practicantes favoritos de tres y mis 64 alumnos favoritos de 400 al teatro El Galpón a ver El Avaro, con Héctor Guido, que estuvo excelente, pese a que era la tercera vez que la veía. ¡Qué lindo, qué lindo! Salimos renovados de tantas carcajadas, cargados de energía, distendidos. Al llegar a casa se me ocurrió mirar el informativo de la noche y se diluyó la alegría. La directora de una escuela del barrio Conciliación (que no ubico, pero debe ser muy lejos) estaba diciendo que un par de niños fueron este lunes con diarrea y dolor de estómago porque la madre les había dado pasto hervido con sal para comer. Los comedores públicos, aparte de que no dan abasto, no funcionan los fines de semana, y agarrate si tenés dos gurises y cero pesos porque hasta el lunes, nada. A veces piden en los ómnibus, dicen, pero no sacan más de 25 pesos por día.    

MARTES 30/7: Los martes no trabajo, pasé en casa. A mitad de la mañana empecé a oír por la radio que se venía un feriado bancario. Los cajeros automáticos se llenaron de gente, hubo colas hasta el mediodía, cuando la cosa se concretó, y chau chau adiós. Jorge, claro, salió a decir que era SOLO POR HOY, pero nadie le creyó. Las radios y la tele evitaron mencionar la palabra corralito, que parece quedar fuera de su diccionario, excepto la 36 y la 1410. Parece que hubo un expreso pacto de silencio, se limitaron a leer el comunicado oficial y aquí no ha pasado nada. Además hubo una misteriosa reunión de los directivos de la banca privada con Atchugarry (el de Economía) y el embajador de Japón, de la que nada trascendió. Uno comienza a sentirse tan desinformado como en la Edad Media.

MIÉRCOLES 31/7: El feriado se extiende hasta el lunes por lo menos. Los cajeros empiezan a funcionar y se tapan de gente. Hay robos a la salida. Se refuerza la guardia policial. Primeras repercusiones a nivel liceal: algunos alumnos abandonan porque no pueden pagar el boleto, hay familias que deciden a cuál de los hijos lo siguen mandando al liceo, hay docentes que temen que no cobremos, que esto sea una forma de no reconocer que no hay para pagar los sueldos, un concierto de rumores, hipótesis y lamentos. Aunque yo no me entero hasta el jueves, el miércoles por la tarde se produce un saqueo a un supermercadito, casi un almacén, cerca de Aparicio Saravia. Era como ver la Argentina de diciembre: veinte o treinta tipos reventando las rejas y chapas de la entrada, colándose por los agujeros, sacando lo primero que manoteaban. La dueña, trató de ahuyentarlos gritando que los milicos ya venían y era cierto, pero llegaron media hora después de ser llamados. Habla Atchugarry y todos esperamos ansiosos su palabra esclarecedora. No dice nada, excepto que seguimos esperando el dinero del fondo, que ayer se anunció que estaba, pero hoy parece que no.
Nota de color: al término de la entrevista (en la que no se aceptaban preguntas de la prensa) viene una funcionaria con una torta de cumpleaños para el ministro con velitas encendidas, ante la cual todos le cantaron el queloscumplasfeliz. Si estuvo rica no lo puedo afirmar, porque a los televidentes no nos dieron.

JUEVES 1/8: Paro parcial del PIT con marcha al mediodía, por lo cual mis clases de la mañana se vieron muy despobladas. Los gurises tenían miedo de no tener ómnibus para sus casas. Fue poca gente a la marcha; el frío debe haber colaborado. Yo pasé la tarde en babia oyendo a Dolina, corrigiendo escritos, y a la hora del informativo se me vino el alma a los pies con un bombazo de noticias surrealistas: ocho, o trece, o dieciséis, o treinta saqueos a comercios, situaciones de violencia, caos, gritos, llantos y policías.
Nota graciosa que salva este momento: un coracero, con escudo y todo, va a patear una canasta celeste que le obstruye el paso mientras avanza en bloque con sus compañeros. La canasta se le tranca en el pie y lo acompaña fielmente durante seis o siete pasos mientras él conserva el ritmo para no romper el bloque. Fin de la nota graciosa.
La gente se atrincheraba detrás de los carritos para apedrear a los milicos, los coraceros corrían, había curiosos, aquello era irrepetible, capaz que lo vieron, no lo sé. A todo esto, hay por la noche una cumbre de entre casa, con Batlle, Lacalle, Tabaré, Sanguinetti, Atchugarry y alguien del Banco Central. Los periodistas se congelan en las afueras de la "residencia presidencial" y cada poco rato repiten lo mismo: no hay novedades. Allá por la medianoche termina la fiestita, pero oh sorpresa, sin declaraciones. Todos se van en sus autos, con unas caras de perro que nunca les habíamos visto. Medio país contiene la respiración. Yo me hago un té de tilo, aunque quizá una grappamiel hubiera estado mejor.

VIERNES 2/8: Está bravo para dar clases, los ánimos andan por el piso en gurises y profes. Yo estoy dando la Biblia, encima el Sermón del Monte: "Bienaventurados los pobres de espíritu..." Relacionamos texto y presente; no es lo mismo pobres de espíritu que pobres, ni los pobres de Palestina en la época de Jesús son como los nuestros, como no es lo mismo pobreza que miseria, pero así y todo no tengo ganas de dar clases, ni ellos de recibirlas.
Vuelvo a casa caminando (son cuarenta minutos, hace bien) y me sorprende el despliegue policial: me cruzo con cuatro o cinco patrulleros, cuando en general no hay ni uno. Paso prendida a la radio pero poco se sabe, excepto que las condiciones del Fondo para el tan mentado préstamo de los 1500 millones implicarían el cierre de la banca estatal, entre otras cosas. Cuando alguien que sabe maneja números, todos temblamos. No repito lo que he oído porque se me trabucan cifras y porcentajes, pero tengo claro que el panorama es desolador. Como dijo Tabaré: ya no estamos en el Titanic, sino en los botes.
A la tardecita, un rato antes de irme al liceo, por la ventana del frente veo en el muro de la casa de al lado que hay cinco o seis tipos parados, mirando hacia la puerta. En pleno desarrollo de psicosis imaginé que habían comenzado los saqueos a casas particulares, y peor aún cuando escucho que empiezan a empujar las rejas, gritando que les abran. ¡Mamma mía! Llamé a Aldo, que estaba trabajando. ¿Qué hago? No los conozco. ¿Y si vienen para acá? Ya es tarde para cerrar las rejas del frente, mejor me escapo por el fondo. Ahora se van dos, quedan cuatro, hablan con alguien. Los dos que se fueron vuelven, traen una carretilla con leña. Ah, eran amigos del vecino, estaban jorobando con lo de empujar las rejas. Aldo me toma el pelo y pregunta si la leña no será para incendiar la casa. Igual quedo medio en pánico y dudo si ir al liceo, pero arranco.
A las dos cuadras me llamó la atención que el almacén del barrio estaba cerrando, aunque eran las cinco de la tarde. En Rivera y Luis A. de Herrera el bar ya tenía las cortinas bajas. Cuadras más adelante una veterana me pregunta si sé por qué está todo cerrado, y recién ahí advierto que todos los comercios tienen rejas y candados. Decido tomar ómnibus, y en la parada empiezo a escuchar que saquearon un supermercado en Ramón Anador y Rivera, cosa rara porque no se juntan. En el 185 todo el mundo habla de lo mismo: los saqueos. Llego al liceo en el momento en que lo están cerrando; se suspenden todas las clases hasta el lunes, profesora, vaya con cuidado y mejor quédese en su casa. En la parada, más rumores. 500 tipos robaron la Tienda Inglesa de Propios, están cortadas 18 de julio y 8 de octubre, se habla de medidas prontas de seguridad para esta noche. Empiezan a pasar todos los ómnibus expresos, así que en medio de la locura tomo un taxi, llego a casa aún de día y me encierro totalmente. Hablo con mi madre, y en eso llega Aldo. Ambos se pelean para sacarme de encima, mi vieja dice que no se aceptan devoluciones pasados los dos años. Al final llamamos a un conocido que es médico, y me trae una caja de Valium. Tomo uno entero y termino el día chocando con las paredes. 

SÁBADO 3/8: Parece que lo de ayer no fue más que una ola infernal de rumores, según la prensa, y aquí no ha pasado nada. Igual lo dudo, porque mis primos en el Cerro vieron el saqueo a un almacén frente a sus casas, así que me sigo sintiendo desinformada y perdida. Por suerte no trabajo. Fui a la feria de mi madre (pese a que me dijo que no fuera, por las dudas) y todo estaba tranquilo, en un día de sol precioso. La mayor violencia se dio a la tarde entre Aldo y su amigo Cristian, que probaban un jueguito nuevo de computadora de esos de matar y conquistar territorios. Y pasó el sábado.

DOMINGO 4/8: No hay novedades. Hierro acusó de los saqueos del jueves (orquestados, según Stirling, porque fueron a la misma hora y en barrios bien alejados, aunque todos periféricos) a la corriente de izquierda, que es un grupo dentro del frente, pero ellos ya respondieron que si Batlle renunciara el principal beneficiario sería el Foro Batllista, que asumiría el poder, así que bien pudo ser Hierro el orquestador. La misma basura política de siempre. Todos pensando en las elecciones futuras, en sus banquitos del parlamento, en todo menos en el hambre y la desesperación de la gente. 
Hablando de hambre, son como una y media. Nos habían invitado a un almuerzo preparado por un francés, pero parece que por malentendidos idiomáticos le erramos al convite, que en realidad era cena, por lo cual voy a ver si preparo algo. Aldo se fue a Tristán Narvaja, pero a mí no me interesa la feria si no tengo plata para comprar libros. Juro que no quiero bajonearlos, sino acercarlos un cachito a estos días tan particulares, que no sé cómo se verán desde afuera, y de paso liberarme un poco de tanta cosa que tengo trancada ya no sé si en cerebro, corazón o alma. Capaz que desde Madrid o Miami todo se ve más claro. O capaz que en cualquier momento terminamos nosotros también viendo las cosas desde otro lugar, posibilidad que empezamos tímidamente a barajar. Yo no me quiero ir, pero ¿quién deja su casa por vocación de emigrante? En fin.
Me voy a hacer algo rico y calentito, y a terminar "El vuelo de la reina", de Tomás Eloy Martínez. Esta noche voy al teatro (sin alumnos) y después a la cena de cocina francesa. ¿Quién dijo crisis? No me contesten, por ahora.  

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