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miércoles, 15 de agosto de 2012

Se ruega apagar los teléfonos celulares...





Algo raro pasaba ese día.
Había ido con mi hermano a la matiné del Rex, donde por una entrada podías ver tres películas más los dibujitos del principio, pero ese domingo el cine estaba casi vacío. Solo algunas señoras grandes, una nena con trenzas, el loco Heriberto y nosotros dos, pese a que iban a dar la nueva de Cantinflas.
Sobre el final de la segunda empezamos a oír los ruidos. Gritos, bocinazos, explosiones como de fin de año. Valmar estaba un poco asustado cuando lo agarré de la mano y salimos a la calle Sarandí, antes que empezara la película nueva.
No entendimos nada; todo Melo estaba en la calle y la gente se abrazaba, lloraba o se reía a carcajadas. Parecían locos.
_ ¡Señor, señor! ¿Qué pasa?
_ ¡Que ganamos el mundial, botija! ¡Que les ganamos a los brasileros, eso pasa!
Valmar y yo nos miramos. Con la ilusión de la película nos habíamos olvidado del partido. Qué par de nabos.
A los dos segundos nos cayó la ficha.
Y empezamos a gritar como locos.


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Cuando era chico iba al cine tres veces por año: en Turismo, en julio y primavera. El viejo Broadway de 8 de Octubre, a dos cuadras de casa, era el destino de esas salidas de mi viejo y yo. Ahí las opciones eran películas de cowboys, de indios o de los dos.
Ya en el liceo conocí las tardes maratónicas del Flores Palace, tres películas por el precio de una, donde Sandrini se juntaba con Dean Martin y Sofía Loren, aunque nunca dejé  de mirar de reojo al Intermezzo, rey de la misteriosa “Franja verde”.
Luego fue la época del Plaza y el deslumbramiento con The Wall, vista y re vista mil veces. Las tardes en la Cinemateca de Carnelli tratando de entender Solaris. Las charlas en el bar de la esquina. La novia. Los amigos.
Hoy mis hijos van al cine en los Shoppings, y en el Broadway hace años que hay una Iglesia. Siempre que paso por ahí escucho una voz conocida:
_ En este pueblo no hay lugar para dos, Joe…
Pero no hay nadie. Nadie.
Debe ser que me estoy volviendo viejo.



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Reparto de volantes en la puerta de la escuela, preparativos, media cuadra de cola, carrera de obstáculos hasta el mejor asiento, chiclets, risas, comentarios, un Ploc brasilero en el asiento de mi hermana, oscuridad, gritos, tirón de pelo de mi madre para que me siente de una vez, títulos, primeros minutos tranquilos, peligro, nervios, abucheos al malo, silbidos admirativos ante la rubia buena y aplausos para el muchachito, pelea final, beso casto, the end, abrigo, bufanda, guantes. 
Mamá, ¿cuándo vamos a volver?



1 comentario:

  1. Mr. Blogger se acaba de comer mi comentario y me ha dejado contento.

    Te decía que me parecen tres micros excelentes, Mariela y que si yo fuera jurado, elegiría el tercero porque se acerca más a la tendencia por la que transita el género en estos días (aunque no sea la mía).

    No recuerdo cuando fallan el concurso, pero te deseo mucha suerte.

    Un abrazo,

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