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viernes, 17 de agosto de 2012

Encuentro en el piso 8




         Antes de salir de casa me puse un poco de perfume y me lavé los dientes, no fuera a ser que acudiese desprolija a la cita que tenía hoy de tarde en el centro. Ya en el ómnibus traté de calmar mis nervios, pero fue inútil. Siempre salía de su apartamento sintiendo que no quería ir más, que me hacía sufrir, por más que sus intenciones fueran otras. Pero era mi destino, y había que enfrentarlo. Ya hacía dos años de la última vez. Al llegar al edificio el portero, viejo conocido, me miró con cara de “era obvio que algún día ibas a volver”, y yo bajé la cabeza y lo saludé apenas al pasar. Me miré en el espejo del ascensor. No me había pintado los labios porque desde el primer día supe que eso no le gustaba. Más rápido de lo que hubiera deseado llegué al octavo piso y toqué el timbre. Demoró unos segundos que para mí fueron una eternidad, hasta que apareció Mercedes, sonriendo mientras decía:
         _ Pasá, Mariela, adelante. La dentista ya te está esperando.

1 comentario:

  1. Buen juego de verdades opacas para arrancarnos una sonrisa al final, Mariela. Llevas al lector a sufrir por el corazón protagonista para mostrarle al final que lo que le dolerán serán la boca y el bolsillo.

    Me marcho con la sonrisa puesta.

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