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miércoles, 20 de abril de 2022

Nuestro viaje de 15: la partida (1/3)





Abril de mi cumpleaños
Abril con semana de Turismo
Abril, otoño, atardecer
Abril con lunes feriado
Abril de hacer valijas
Abril, la la la! 


Montevideo-Madrid

Terminamos de almorzar y se nos vino la noche en el vuelo UX46 de Air Europa. 
No había asientos libres, me tocó casi en la cola pero al lado de una viejita española de lo más amorosa, así que no me quejo. 
Comí arroz, pan con manteca y un postre de chocolate (vulgo bizcochuelo) porque no pedí comida vegetariana y para cuando el carrito llegó a mi asiento la opción de la pasta no existía. 
Miré por arriba una revista. 
Compré auriculares (que funcionan horrible) porque no los regalan. 
Comencé a evaluar si llevarme la frazadita de Air Europa a cambio de los tres euros invertidos pero no terminé de decidirlo.
Vi “Madres paralelas” y lagrimeé un poquito.
Tomé algo que eufemísticamente llaman “jugo de piña” y una cosa que parecía ser café. 
Navegué por el pseudo Google Earth de la pantalla del asiento recorriendo de nuevo los lugares que he visitado y viendo los que voy a conocer. Me emocioné al encontrar a Barga (en la Toscana) y recordé que quiero vivir ahí algún día. 
Empecé otra película y la dejé. 
Empecé una serie y la dejé.
Empecé un documental y lo dejé. 
Me metí en el Wordle aunque no tenía wifi. 
10€ sale el wifi básico para chatear y esas cosas. 
Sorpresa sorpresa: Air Europa solo da una comida en las once horas que dura el vuelo. 
Son las ocho de la noche (hora de Montevideo) y nadie duerme. 
Un niño come mandarinas (¿se podía traer mandarinas?).
Una bebé llora al costado. 
Escucho Metallica y canto bajito bajo el tapabocas. 
El avión es metáfora de la vida: mucha gente amontonada, cada quien en lo suyo.
A las diez y media iniciamos el descenso. 
La temperatura en Madrid es de un grado. 
La azafata habla con alguien en el silencio del aterrizaje: “Había un señor mayor que exigía que le diéramos un café y yo le decía tres euros pero no, él quería que lo invitáramos y me ha dicho de todo. Sí. Sí, tía. Estoy hinchadísima, y tampoco es que haya comido tanto. Es el maldito avión, que tengo alergia ya.”
Veo las luces de Madrid desde mi asiento en mitad de avión. No hemos tenido suerte con los lugares, aunque aterrizamos bien, que no es poco (con aplauso y todo).
Comienzan las siete horas de escala en Madrid: los señores de los free shops agradecidos.


Madrid-Estambul


Salimos con 45’ de retraso por problemas técnicos. Cuando el capitán indica al fin la partida se oye la voz de un gallego que dice con tono de cansancio: “arranca ya, Manolo…”.
El avión de Turkish es colorido y los auriculares son anaranjados y gratis. 
Afuera hace un día espectacular. 
Estoy tan cansada que casi me duermo en el despegue, pero no. 
La comida es deliciosa. 
Pasamos sobre Barselona (con “s”), Mallorca y Cerdeña, cruzamos el taco de la bota de Italia y en algunas partes vemos allá abajo playas y olas turquesas, parques eólicos, montañas y sembradíos. 
En la pantalla caigo de pronto en una serie de recuadros que no entiendo. “¿Cómo vine a parar a este videojuego”, me pregunto. Es el Corán. 
Las azafatas no entienden del todo nuestro inglés pero hacen como si.
La música es buena. Viajo oyendo sonidos de meditación con fondo de olas del Egeo.
Amamos a Turkish Airlanes y quisiéramos viajar con ellos a Montevideo; lástima que ya estamos prometidos a Air Europa y su régimen forzado de adelgazamiento .
Y en eso estamos.

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