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miércoles, 19 de febrero de 2014

Historia de martes



     Hace unos minutos llamó mi vieja desde Ñangapiré. 
    La conversación por momentos se hacía dificultosa, entrecortada, por lo que ella se levantó de la enramada donde estaban mateando con el Cele y se acercó a la entrada de la casa a ver si mejoraba la recepción.
     De repente, un grito: 
     _ ¡Aaaah! ¡Una crucera, Cele, ahí, ahí!
    Y siguió charlando conmigo como si nada.
     _ Debe ser la compañera de una que un vecino encontró ayer. Sí, el Cele la está matando con una caña. Menos mal que la gata no anda en la vuelta; ayer estaba empeñada en meter para adentro a una viborita verde que había cazado. Por suerte la vi y se la pude sacar. Como medio metro mide esta, es grandecita, ¿eh?
     Y cambia de tema y sigue su vida de lo más campante, mientras yo me quedo en Arbolito mirando debajo de las sillas por si una crucera perdida se está escondiendo en mi cocina.
El viejo y conocido adagio de que "hijo e' tigre bicho overo" no funciona conmigo.


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