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lunes, 6 de mayo de 2024

Mayo de 2024


Hoy arranqué la mañana sintiéndome estafada. Como buena parte de la humanidad he creído (y repetido) que tenemos un problema de superpoblación, cuando parece que el gran riesgo es el inverso: el crecimiento demográfico en el mundo disminuye  año a año a niveles alarmantes. No es que me parezca que hace falta mucha gente en el planeta, pero me preocupa que la proporción de 3 trabajadores activos por cada jubilado pueda llegar a ser exactamente la contraria a corto o mediano plazo.

De ahí pasé a rumiar otro engaño, que quedó al descubierto hace unos meses: toda la vida creyendo que éramos un gran reservorio de agua dulce, que el acuífero Guaraní, que las napas subterráneas y la marencoche, y con solo un tiempo prolongado de sequía terminamos tomando el agua salada (y no muy limpia) del Río de la Plata. 

En todo eso iba pensando esta mañana mientras el 103 atravesaba Camino Maldonado, 8 de Octubre y 18, en tanto sazonaba la certeza del engaño con la angustia del avance de la IA, el futuro incierto del arte y sus consecuencias sobre la política, el trabajo, la docencia y las comunicaciones interpersonales. Pequeñeces de viernes, en suma. 

En eso llegué al liceo y fui recibida por el alboroto de los pájaros en el patio de los árboles grandes, antes de tener clases con cuatro de mis siete grupos y pasar la mañana discutiendo sobre el valor y la definición del arte, las relaciones de la literatura con el cine, los comics y los grafitis, los alcances de la censura sobre la palabra escrita, los posibles avances de la tecnología en el futuro cercano y la validez de un texto literario made in humano frente a uno hecho por la IA. Volví a mi casa con la cabeza estallada de conceptos, pensando que capaz que no tengo de verdad idea del mundo en el que estoy parada pero qué bueno es sacarle el jugo a la profesión que elegí sin saber que a la larga iba a ser tan pero tan valiosa (para mí sin dudas, para ellos capaz, ojalá, en una de esas). 

Y en esto estamos. 

La foto del gato va de yapa: acaba de comer como un chanchito y pretende que mi brazo sea su manta térmica (cosa que no estoy en condiciones de discutirle).




Tenemos un patio cerrado por la obra que iba a terminar en abril. Obra que deja al IAVA muy lindo y maquilladito, aunque no resuelve el problema estructural de las azoteas que se llueven, no soluciona la humedad en el subsuelo ni pinta por dentro los salones. Para el próximo patrimonio sí, va a estar lindo para recibir a la prensa y hacer algún corte de cinta (de estos a los que ya nos estamos acostumbrando). 
Pero los pájaros… los pájaros son un valor que no hay obra que nos quite.





Él estaba muy flaco y de pelo feo. Mis viejos empezaron a darle algo de comida y después apareció un vecino que hace unos meses se ocupa especialmente de cuidarlo. Ahora el gato negro y blanco toma solcito tranquilo y se muestra feliz, mientras con mi vieja nos preguntamos si no será el progenitor de la última gatita adoptada en Mundo Padres. Mundo Padres donde (nota al margen) el Cele hoy se nos perdió de nuevo, pero por breves minutos. Mientras ella se lavaba la cara post siesta él arrancó a caminar, y mi vieja lo encontró a la media cuadra. 
Historias de padres e hijos, estimados, de cuidados y misterios apenas esbozados bajo el tibio otoño de mediados de mayo en la cooperativa.





Fue darle like a una publicación de mascotas salvadas de las inundaciones de Rio Grande do Sul y el algoritmo se me llenó de videos de heroicos rescatistas y de esperados reencuentros de bichos y dueños. Ahora cada vez que entro a Instagram salgo llorando a moco tendido, porque aquello es emoción pura aún para mí, que tengo el llanto bloqueado desde hace tanto tiempo que ya no recuerdo cuándo fue la última vez que lloré por algo mío. 
¿A ustedes no les pasa? No lo de no llorar, sino lo de cruzarse todo el tiempo con imágenes de perritos penosamente prendidos a un techo, gatos trepados a lo alto de un poste, galpones gigantescos donde las personas van a ver si en una de esas cuchitas precarias de repente aparecen el Fido o el Manchita. 
A todo esto (nota al margen), Fido es el nombre más común para perro porque viene de fidelis, que alude a su esencial condición de fidelidad, pero cuando busco nombres frecuentes de felino me aparecen: Garfield, Tom, Simba, Zeus, Silvestre, Féliz, Edgar, Tito, Ulises, Roquefort, Apolo, Zarpas, Bob, Pica, Nico, Lucifer o Gato. No hay derecho. Ponele que Zeus o Apolo están a la altura de Fido, pero el resto... prejuicios, prejuicios!
Y ahora, con su permiso, buenas noches. Me voy a seguir lloran...  eh: viendo videos, digo.





Si usted quiere olvidar que está casado... Telecataplum!
Si usted quiere olvidar que está empeñado... Telecataplum! 🎵
En su momento no les daba mucho corte, pero desde un 2024 sin ficciones nacionales (ni de humor ni de las otras) hay que reconocer que un programa semanal que combinaba música y comicidad con cierto nivel de crítica social era una empresa digna del mejor elogio. ¡Y empezaron en 1962!!!
Si gustan, hay en Youtube un homenaje al programa realizado por (me pongo de pie) Tiranos Temblad. Impresionante. 
Parece mentira las cosas que veo...por las calles de Montevideo..




A veces es una pelota verde que se cruza en nuestro camino para que hagamos un gol. A veces es solo una pelota verde abandonada en la vereda. A veces.




Eran siete y media pasadas; mi ómnibus se acercaba a su destino. Caminé hasta la puerta delantera: como siempre, mi intolerancia a los sonidos me lleva a cruzar todo el vehículo con tal de no tocar timbre para bajar por el fondo. Casi habíamos llegado cuando escuché el sonido de pedido de parada y me sorprendí, porque había pensado que era la única pasajera que quedaba por descender. Antes de bajar el primer escalón eché un vistazo distraído a la puerta del fondo: no vi nada. Qué raro. ¿Será que quien tocó el timbre es un niño o tal vez alguien tan petiso que desde el frente no se ve? Pero cuando bajé no había nadie más, el chofer apagó las luces y el ómnibus en pocos segundos se perdió de mi vista. 
Y ese fue el capítulo de hoy de pequeñas cosas sin explicar. 




Última hora con sexto de Ingeniería. Cuando toca el timbre ando caminando entre los bancos y mientras se preparan para irse miro al pasar la mochila de un estudiante, cargada con ocho o diez cuadernolas.
_ ¿Traés todo todos los días? -le pregunto. 
_ Hijo de padres separados, profe. Si no ando con todo encima después vengo sin los materiales.
_ Qué bien. -le contesto, y quedo pensando que, decididamente, las nuevas generaciones vienen cada vez más prácticas, al menos en algunos aspectos. 




Cosas que una escucha mientras espera para pagar en una tienda:
_Calzones no, porque a esta altura de la vida ya no uso.
(en verdad era “camisones”, pero la señora hablaba para sí misma y yo entendí eso)
_ Y eso puede ir en el pa… payi… parrillero. 
(la mujer hablaba con su amiga y no parecía tener dificultades, hasta que se trancó y patinó unos segundos)
_ Y después tenés que dejar la de coso,¿no?
(diálogo entre madre e hija, que se ve que  comparten un código lingüístico un tanto inaccesible al común de los mortales). 
………………………….
Cosas que una escucha en la cola de la tienda, en un salón de clases, en el ómnibus, en la calle, en la propia cabeza:
_ ¡Se me escapó!
_ ¡Ahí hay uno posado!
_ ¡Uh!
_ Listo: lo maté.




En un liceo que no es el IAVA tengo un grupo tan pequeño que no llega a tener diez estudiantes. Todos tranquilos, callados, poco activos. Todos, menos (digamos) Julia.
Julia habla mucho en clase. Falta una cantidad, a veces llega tarde (aunque me tienen a las nueve), no se desprende del celular. Le gusta bromear con los varones, les saca el gorro de arriba de la mesa o dice cosas para que reaccionen, aunque yo no las escucho. Muy seguido viene sin el cuaderno ni los textos que estudiamos. 
_ Julia, así no podemos seguir. Si seguís sin traer materiales de trabajo te voy a tener que poner un uno…
 Pero Julia no se achica:
_ Poneme tres.
Y yo no le digo nada porque sé que tiene dos casas, que los adultos le pasan cambiando las rutinas y dos mil cosas más que para qué detallar.
A la vez, Julia es la mejor estudiante en mi materia. Escribe muy bien, lee en voz alta mejor que cualquiera y comprende los temas cuando sus compañeros recién están empezando a vislumbrarlos. 
Ayer entré al salón y comenté:
_ Qué bueno, hoy están todos… Ah, no: todos menos Julia.
_ No viene más, profe. -dijo una de las chicas, y un varón agregó en voz muy bajita: 
_ Por suerte.
Pensé preguntar a los adultos de la institución si su deserción era un hecho, pero la mañana se pasó volando y no volví a acordarme del tema hasta que salí hoy de casa, ya envuelta en las sombras del otoño.
Año tras año habitamos la misma zona de impotencia. Los Julias creativas, inteligentes e inquietas se nos van escurriendo de los salones sin que podamos evitarlo, y a uno le queda un gustito amargo allá en el fondo, la duda de si pudimos haber hecho algo más, si será que la tendré en otro grupo del futuro o si estamos condenados a seguir perdiendo a las Julias que quisiéramos retener y no podemos.





Diálogos de liceo

Sexto Artístico. Biografía de Baudelaire. 

Yo: _ ¿Alguien sabe qué hicieron la madre y el padrastro para evitar que pudiera entrar en posesión de la herencia de su padre?

Estudiante 1: _ ¿Le mintieron, le dijeron que no quedaba nada?

Estudiante 2: _ ¿Mandaron a alguien para que se la robara?

Estudiante 3: _ ¿Lo hicieron pasar por loco?

Yo: _ Exacto. Lo declararon incapaz de manejar sus bienes.

Estudiante 4: _ ¡Como a Britney!

Yo: _ Tenés razón: le hicieron lo mismo que a Britney.

Estudiante 5: #FreeCharles. 

Y es por eso que (por ahora) no tengo intenciones de jubilarme.



La chica tiene 18 años y esto que saltó hoy ocurrió hace varias semanas. Una noche salió del boliche sintiéndose rara. No había tomado mucho alcohol, podía caminar bien, pero no controlaba lo que hacía. Subió a un taxi y sin razonar dio la dirección de la casa anterior, donde vivió hasta hace un mes. El taxista, de 27 años, la hizo sentarse adelante con pretexto de verla mal, pero una vez ahí se desabrochó el pantalón y la obligó a practicarle sexo oral hasta que llegaron a destino, la apartó, se limpió y le cobró el viaje. Ella no recuerda absolutamente nada. Solo que estaba sin un peso y fue a pedir dinero para pagar a la ex casa, donde los actuales dueños la reconocieron, olieron algo raro y exigieron al hombre un recibo, alegando que era para que el padre de ella abonara lo gastado. Todo lo que se sabe de la llegada a la casa es porque quedó registrado en una cámara de seguridad, porque la gurisa (repito) no recuerda absolutamente nada. 

Hasta aquí los hechos. Hubo denuncias, hubo exámenes médicos, el hombre está perfectamente identificado, pero no le ha pasado nada, y sigue trabajando como si tal cosa. 

Copio: "Desde la Gremial Única del Taxi especificaron a Montevideo Portal que no hay ningún protocolo establecido acerca de cómo proceder ante este tipo de denuncias, por lo que el trabajador puede seguir desempeñando la tarea hasta que la Justicia decida su imputación. Además, los taxistas no se someten a ningún tipo de pericia ni se les solicita el certificado de buena conducta emitido por el Ministerio del Interior antes de ingresar a trabajar."

¿Conclusión?

Estamos regaladas. 

Seguimos estando regaladas. 

Y después viene alguien a quejarse si levantamos la voz, porque claro: las mujeres buenas solo callan, aceptan y olvidan.

#harta



Saludos desde mi cafecito post feria y pre supermercado. El pulgar vendado es porque en una tienda pensé comprar unos recipientes para postre y se me clavó una astilla de vidrio, por lo que el dedo empezó a sangrar como si hubiera sido la gran cosa (y no una miniatura de un milímetro que me costó descubrir entre lo rojo). Las chicas de la tienda fueron muy amables, me dieron elementos para desinfectar y una curita amarilla, pero no puedo evitar sentirme una señora torpe de domingo, aunque la culpa no fue mía sino del fabricante desprolijo que hizo los platitos empleando personal esclavo.* 

Y aquí estamos, escribiendo con el índice, cual señora torpe (y lenta) de domingo. 

Menos mal que ya hice los promedios. 🤭

*afirmación que no puedo sustentar en base alguna, pero igual. Poco cuidadoso. Mala gente. No le compré los platitos.





Lo bueno es que mi vieja no se lo toma a la tremenda.

Lo malo es que mi padre dio en escaparse seguido.

Lo ni fu ni fa soy yo, que me lo tomo medianamente a la tremenda pero no logro escapar de este círculo vicioso.

_ Se fue otra vez.

Y al rato, mientras yo recorro el barrio a todo lo que da, forzando la vista en cada bocacalle por si veo a un viejito cansado recostado en algún muro:

_ Lo encontraron. Volvé. 

El año pasado fue una vez. Ahora una vez por semana. 

Ooooom...

Ps: No, mi vieja no quiere internarlo. Sí, ya pusimos rejas, pero él si las ve cerradas las agarra a patadas. No, no lo vamos a tener dopado. Sí, estamos todo lo alertas que podemos. Y así.




Saludos desde una mañana que arrancó con los maullidos del gato a las seis de la mañana, como siempre.

Saludos desde un día que al parecer es feriado para las hormiguitas que suelen comerse lo que dejan mis gatos en el marco de la ventana, porque no vinieron.

Saludos desde los cinco escritos que me quedan aún por corregir.

Saludos desde los planes de hacer mil cosas en mi casa, planes que se irán diluyendo suavemente una vez pasado el almuerzo y su café correspondiente. 

Saludos desde la incomprensión de los actos de trabajadores del primero de mayo, cuando la mayoría no tenemos auto ni sindicato que nos acerque.

Saludos desde el gris y el viento, desde el otoño que se instala y desde la duda de cuántos primeros de mayo me quedan por vivir como feriados. 

¡Salud!

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