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sábado, 1 de junio de 2019

Cuento a tres manos

"Cuando uno tiene la suerte de tener amigos sensibles e inteligentes que usan la palabra para expresarse e introducirnos en sus historias - a veces reales, a veces ficticias - ocurren sintonías maravillosas como las que aquí les voy a presentar.

Mi amiga Mariela Rodriguez escribió el sábado de mañana su historia de regreso a casa del viernes por la noche y la historia dice así:
Pasada la medianoche. Malvín. Calles vacías, paradas olvidadas. Aire frío.
_ ¿Estás libre?- pregunto a un taxi que espera en una esquina con la bandera encendida. El conductor se sobresalta. Estaba concentrado en el celular.
_ Sí, disculpá.- me dice- Estaba metido en esto y no te había visto. Si me das unos segundos cierro lo que estaba haciendo y listo.
_ Bueno.
Arrancamos. Me pregunta la dirección y qué camino prefiero tomar. Se lo digo. Le cuesta escucharme, hablo fuerte pero él siempre me pide que lo repita.
Tomamos Veracierto. Dos cuadras. Se da vuelta.
_¿Te molesta si fumo?
_ Sí, pero no importa, porque con la mampara no pasa.
_ Bueno.
Enciende un cigarro.
Una cuadra más. Se da vuelta.
_Disculpá, otra pregunta: y la música, ¿te molesta la música?
_ No.
Pone una cosa en inglés que de repente sube a todo volumen.
_ Se subió sola. Disculpá.
No respondo. Seguimos avanzando en la soledad de la noche. A los dos minutos me pregunta si terminé la joda temprano. Alerta. No levanto la cabeza del celular, pero endurezco la mirada.
_ Ninguna joda. Estaba en una reunión.
_ ¿Qué?
_ Ninguna joda. Estaba en una reunión.
_ Ah, disculpá.
Silencio. Sigo mirando el teléfono, mientras por las dudas les mando un mensaje a mis amigas. Voy con un tipo raro.
De nuevo su voz desde más allá de la mampara.
_ Disculpa, no te quiero interrumpir, pero cuando termines con eso me gustaría hacerte una pregunta.
Sigo mirando el celular y no contesto. Mis amigas deben estar durmiendo, porque no dicen nada. Me pregunto qué hacer si sale de mi camino, pero no lo hace. Como a los diez minutos vuelve a hablar.
_ Te quería preguntar si sabés de algún trabajo.
_ No. ¿No querés ser más taxista?
_ No, para nada. Yo soy camionero, y llegué hace poco a Montevideo. Ya me robaron dos veces.
_ No sé de ningún trabajo... Ahí tenés que tomar a la derecha.- aclaré al llegar a 8 de Octubre.
_ Sí, a las calles grandes ya las conozco. Yo igual les pregunto a todos los pasajeros, porque así como no sé quién me va a robar, tampoco sé quién podría saber de un trabajo.
Pobre tipo. El miedo se evapora, y deja paso a una sensación ambivalente: no parece peligroso, pero tampoco confiable. Es raro, capaz que anda con algo encima, o quizá en una crisis emocional. No lo sé. Por las dudas evito mirarle la cara en el espejo retrovisor, y hablo mirando por la ventanilla.
_ En esa esquina está bien.
_ ¿Acá? Bueno. Son... $256.
_ Bien.
_ Además también tengo que recuperar a mi familia.
_ Bueno. Que tengas suerte.
_ Chau.
_ Chau.
Y me fui.

Mi amigo Luis Giménez le contesta su posteo con esta versión de la misma historia :

Tarantineando:
"Estas libre? Me preguntó, y me pegué un cagazo bárbaro. Creo que se dio cuenta de mi sobresalto, pero seguramente no de sus motivos. Un rayo de terror se me cruzó al escuchar la voz y antes de terminar la frase. La quedé otra vez, me dije, reviviendo los últimos robos que me tocaron. Cada uno más violento y de final incierto. Cómo será el próximo? Habrá uno siguiente?
Y para colmo mi ex no me responde. Y no veo a los chiquilines hace no se cuanto. Sé que la cagué. Mal. Pero que mierda hago revisando su facebook a estas horas, buscando vaya a saber que pistas de un camino imposible de retorno?
Así ensimismado en mi celular me encontró la pasajera, una rubia, media hippona, con cara algo cansada pero con pinta de persona sensible y soñadora. No sé si por necesidad o por contraste al susto, su presencia me animó a intentar hablarle. Siempre fui torpe en esto de iniciar conversaciones. Mis años de soledad de camionero supongo que me habrán forjado un modo de ser diferente al de mis ahora colegas taxistas.
De todos modos, ella casi no levantaba su vista de su celular. Y cuando lo hacía miraba por la ventana sin permitir que nuestros ojos se cruzaran por el retrovisor. Seguro que se acaba de pelear con su novio y estará buscando consuelo con sus amigas por whatsapp. O no, yo que sé.
Soy yo que necesito consuelo, no me gusta este trabajo y sobre todo me da miedo. Busqué refugio en la cercanía de la costa antes que termine mi turno y justo consigo un viaje que me lleva a una de las zonas que quería evitar.
Pero ella no me despierta miedo, al menos después de ese momento inicial. Aunque temo que no hago más que despertárselo a ella. Qué pelotudo que soy! Preguntarle si le molesta que fume cuando estoy tratando de dejar el cigarro. Y ahora voy a tener que terminarlo para no mostrar justamente, lo pelotudo que soy. Y luego, pongo música y el aparato este de mierda que sube el volumen solo....No sé por qué le pregunto si sabe de algún otro trabajo. Si sé, porque soy un pelotudo.
No quiero que se asuste pero es lo único que logro. Parece que es la única habilidad que he podido desarrollar: asustar a aquellos que no quiero hacerlo. Como a ella, digo a mi ex, a mis hijos. Pero no a los hijos de puta que me han robado. A esos no logro asustarlos. Ni cerca. No sé si me duele más la poca guita que me sacan o la cara de desprecio con la que me miran.
Ya llegamos a su destino y mentalmente repito una súplica como un mantra inutil: no lo digas, no lo digas, no lo digas....Pero lo digo: "Además tengo que recuperar a mi familia"
Como siempre, lo lamento en seguida. La rubia me deseó suerte pero sentí que la suya iba ser no verme nunca más. Y la mía, así, difícil hallarla. Bajé la bandera y decidí que mi turno esta madrugada ya había terminado."

Amigos geniales que nos hacen tomar conciencia a través de su pluma exacta qué hay tantas versiones del mundo como personas existen y que la posición y perspectiva de cada integrante de la historia puede hacer de cada hecho vivido una realidad diferente . A ambos , gracias por tanta riqueza compartida."

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