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jueves, 8 de enero de 2015

Travelling to the North Pole (y a otros lados). Crónicas sueltas.

Estoy en un lugar extraño,
En Eden Prairie la gente siempre es amable, las tiendas venden barato y la comida es deliciosa. Todos prefieren que no salga el sol, porque cuando hay sol está frío y si llueve hace calor. "Calor" quiere decir uno o dos grados por encima del cero. Comen unos platos impresionantemente ricos y sin embargo son flacos. Las ardillas son dueñas de las veredas, porque no hay personas caminando, nunca. Cada uno junta su propia basura en un contenedor particular (separando orgánico y no) y el recolector pasa una vez por semana. Los sótanos tienen televisores de 50 pulgadas y las casas más pobres son mansiones de dos pisos, todas con su propio patio arbolado, El único problema es que si viviera aquí no podría hacer crónicas de bus, porque no hay transporte público.
Me gusta este mundo.





Pequeño resumen de las tradiciones navideñas del Norte que he aprendido en estos días:
El día de Nochebuena es común y corriente hasta el mediodía. A eso de las cuatro de la tarde la gente va a misa (los católicos, al menos), lo que dura una hora, más o menos. En el caso de Eden Prairie la iglesia es enorme, como para mil y pico de personas, y es toda de madera y piedra. La gente no tiene libros, porque las letras y melodías de los cantos se proyectan en un par de pantallas detrás del altar. Después viene la cena, a eso de las seis, más o menos. Ya hay medias colgando de la chimenea, llenas de regalos, para cada uno de los que pasará navidad en la casa. La cena es ligera y tiene como postre tradicional galletitas caseras, deliciosas. En este caso, hubo una picada general, con todo el mundo de pie y distendido, charlando en diferentes lugares de la casa. Después se juega a algo, o se ve una película.
Ah, dato importante, uno se va a dormir con el pijama nuevo que alguien le regala en Nochebuena, y es con ese pijama que se abren los regalos la mañana siguiente.
Los grandes toman un café o algo ligero, ponen a los niños a raya (para que no abran antes de tiempo los regalos, para crear expectativa), y después todos se congregan alrededor del árbol. La apertura de regalos puede llevar un par de horas. A continuación viene el verdadero desayuno, con algo casero y recién hecho, por ejemplo una cosa deliciosa con huevos (SIEMPRE debe haber huevos en el breakfast) y una especie de strudel de frutillas, inefables. 
El día de Navidad es hogareño y tranquilo, para compartir tiempo en familia. El frío y ocasionalmente la nieve ayudan a quedarse en casa. Algunos igual salen a correr o pasear sus perros, y todos saludan al cruzarse con alguien. Los comercios están cerrados, menos el Starbucks. 
Y esa es la crónica navideña, por lo que he visto hasta ahora en esta pradera del Edén de Minnesota.






Siete de la mañana en Eden Prairie. Unos diez centímetros de nieve cambian por completo el paisaje que hasta ayer vimos en marrones y beige. No se mueve una rama, no pasan autos por la calle, no hay nadie levantado en esta casa excepto yo. Hasta el perro duerme aún. Acabo de darme una ducha y estoy desayunando, con Darwin de fondo, en el medio de un universo blanco y silencioso.
Ayer dije que este era un mundo bien diferente; no sé si puedo explicarlo, pero voy a intentar.
Sigo con lo mismo: el tema de sentirse seguro y tranquilo es fundamental, más incluso que la seguridad económica o incluso la prosperidad que aquí se percibe en todas partes. Si uno encarga algo, se lo dejan en la puerta si no está, y ahí queda. Si algo no sirve, se devuelve y no hay preguntas. Nadie roba, nadie daña, nadie desobedece las reglas. Esto último puede sonar horrible para algunos, ya sé; debo reconocer que a mí me alivia, me gusta, desearía tenerlo en mi casa.
Después, la organización. Si hay un choquecito mínimo al momento ya hay un par de patrulleros en la zona, y se pone un cartel luminoso en la carretera que avise lo que sucede. Las rutas y avenidas no tienen cruces, van todos en diferentes noveles, de modo que uno va en el auto y nunca frena, porque no tiene semáforos ni intersecciones, ni rotondas, nada. 
La gente es amable todo el tiempo. Obviamente hay un tema de exigencia laboral, pero además creo que les sale de adentro, que es natural para ellos. Está bueno que al ir a la caja le pregunten a uno si tuvo un buen día o le deseen que siga bien al irse. 
Acá son muy estructurados, eso sí. Si la cuenta, como me pasó, da 200 con 13 centavos, hay que pagar los 13. Poca gente anda con efectivo, por lo que cambiar cien dólares es complicado, aún en tiendas grandes. 
Minnesota es el estado más frío del país, y por eso la ropa no paga impuestos, lo que lo convierte en destino preferido para consumistas. Tienen el shopping más grande del país, que fue el más grande del mundo hasta que Dubai los superó, y es tan enorme que hay gente que en invierno va al shopping a caminar, porque el mundo exterior es frío y el América no. Hay un parque de diversiones dentro, y un Radisson gigante al lado (amén de muchos otros en la vuelta) porque algunos vienen a Mn solo al shopping, en avión, y no salen de ese pequeño radio de acción.
Las casas son parecidas unas a otras, al menos a primera vista. Se hacen de madera, una capa de plástico y de nuevo madera, y se calefaccionan a gas. Las personas dejan los zapatos a la entrada y andan en medias, y la mayor parte de los pisos son moqueteados, no tengo claro si solo por moda o por el mantenimiento del calor.
Esto no es Estados Unidos, aclaro, esto es Minnesota. Las personas de la casa en la que estoy están preocupadas porque vamos a N York y no dejan de decirnos que tengamos mucho cuidado, aunque ya les aclaramos que somos latinas y el cuidado es nuestra segunda naturaleza.
Y eso es todo por ahora; voy a ver si me asomo al mundo exterior a sacar algunas fotos blancas. 
Ta luego.








El liceo de Eden Prairie. Escuela Media, le dicen por acá. Es público y gratuito, es enorme, impecable, luminoso, funcional. Se respira un aire de tranquilidad (obvio que sin los teenagers, por las vacaciones, pero se ve que no hay vandalismo, que las cosas se cuidan entre todos). Visitamos este y el de bachillerato. Varios gimnasios en cada uno, cafeterías gigantes, según el nivel, teatros impresionantes, muchas fotos de los chicos por todas partes. Hay una cartelera donde cada teacher deja en post it qué cosas se necesitan, y el padre que quiere va, lo saca y compra eso para la escuela. En uno de los gimnasios hay un carril a unos metroa de altura por donde puede caminar cualquiera, y la gente de la ciudad, tenga o no hijos acá, lo usa para hacer ejercicio (recordemos que caminar o correr al aire libre es solo para valientes con este frío). Nosotros lo recorrimos todo sin problemas, aunque casi nos perdemos, porque es, ya lo dije, enorme. Enorme. Enorme. Enorme. En un piso había un recipiente cilíndrico como de dos metros de diámetro para que se depositen los zapatos que no se usan y se quieren donar. Hay muchas banderas de todas partes, porque es un centro cosmopolita, y los alumnos pueden elegir estudiar en español, francés, alemán y chino. Sin palabras. 





17 grados bajo cero. Este es un universo extraño, porque hay nieve por todas partes, la temperatura ha llegado a estar por seis semanas enteras debajo del cero y aún así la gente toma el agua y los refrescos con hielo!!!!






NEW YORK!
Ya comimos pizza, nos peleamos con un conductor de autobus y nos quedamos de boca abierta viendo multitudes, rascacielos, marquesinas, y hasta a Johnny Depp!!!
No, a J Depp no lo vimos. 
Pero esto es amazing!!!
NEW YORK!!!!



Primera caminata por Manhattan. Gente, bocinas, movimiento, ruido, variedad, frío, vidrieras, taxis, policías, asombro, locura, orden. El universo en una isla. El Aleph. 






Tarde de MOMA, tarde de encontrarse con los grandes de los grandes, de llorar por los pasillos y las salas del museo, de agotarse emocionalmente ante tanta belleza, de recordar las clases de Bellas Artes, de agradecer estar viva y estar acá y ver y salir en el último minuto y desear volver y no tener palabras.








Uno lo ha oído toda la vida, pero no se lo cree hasta que lo vive. Esta ciudad es una locura, no se puede creer. Conviven todas las etnias, todos los lenguajes, todas las ondas. La gente es de todos modos amable, más allá de los continuos bocinazos y de lo entreverado del tráfico, uno siente que les puede pedir ayuda si lo necesita. Piden disculpas por cualquier roce, el personal space es sagrado. Son hermosos, no importa su sexo o edad o raza. Son hermosos. Saben cómo convivir con millones de personas y funcionan como un hormiguero vertiginoso pero ordenado. El metro es una cosa monstruosa y veloz que se come de a cientos de neoyorquinos en cada estación, y sus paredes de baldosas están impolutas, más limpias que los azulejos de mi baño. De verdad te cruzás en la calle con los atuendos más estrafalarios, de diva o de hipster o nerd o superstar todo el tiempo, y a nadie le importa. Hemos probado unas pizzas deliciosas, y ya soy oficialmente adicta al Peppermint Moka del Starbucks. 
Mañana a fin de año se calcula que un millón de personas se congregarán en Times Square y alrededores. No sé si encaro eso, me da un poco de fobia social por adelantado, pero no lo,descarto.
Ampliaremos.








Más de lo que vimos ayer en Brooklyn... Estuvimos unos tres cuartos de hora en una plaza helada mirándolos y embobeciéndonos con su arte y su humor. Me maravillo de estar acá y ahora, porque si hubiera venido hace años no hubiera podido filmarlos sin cargar una cámara pesada y dejar de ver el show, pero con esta cosa mágica que es el ipad puedo andar ligera y no complicarme. Bien de vieja, ayer me quedé helada cuando vi que él solito me pone de dónde es cada foto, y me dice cosas que ni yo sé de los lugares en los que estuve.
Algunas cosas que he aprendido:
Si uno va por la calle encima de la rejilla de ventilación del Metro (sí, onda la que pisaba la Norma Jean Baker antes de que se le levantara el vestidito blanco) se siente más caliente.
Hay unas bolsitas que se llaman hand wormer o feet wormer que tienen algo adentro que se activa con el movimiento y produce calor; se usan para calentar manos o pies, y son muy buenas. Lástima que duran solo unas horas, son solo para una vez.
En los locales de comida siempre hay alguien que hable español, porque es ahí donde terminan buena parte de los latinos, por razones obvias y tristes.
La gente que pide dinero no habla, solo se para o se sienta en un lugar con un cartel explicativo hecho con cartones. Un señor en Minnesota, en el cruce de una carretera, nos mató de pena; solo decía "I made bad decisions".
La noche del 31 las personas se dividieron claramente en dos grupos, que yo identifico con locales y turistas, pero solo por intuición y sin mucho fundamento: unos andan de punta en blanco, vestidos de fiesta, zapatos plateados altísimos y agujísimos, y otros con camperones, gorros y bufandas, que son los que tratan de ir a Times Square, aunque esto no es tan fácil como parece. La gente que va a ver el show anda por ahí desde primeras horas de la tarde, hasta midnight. Cuando ya hay demasiadas personas la policía valla las calles aledañas y ya nadie puede pasar, salvo que vaya a cenar a un restaurante de la cuadra. Y a esta police se la respeta. Había decenas de patrulleros en cada cuadra, omnibuses, efectivos amables pero intransigentes. Cero líos, la gente andaba feliz pero pacífica. La mayoría usaba algo alusivo, muchas veces ridículo, como lentes que decían 2015, en algunos casos con letras luminosas y centelleantes.
La subida al Empire State es una transa, hay que hacer como una cuadra se cola y todo el tiempo uno debe decidir cosas, como si les compra la entrada a los muchos morochos que pululan alrededor y ofrecen saltear la cola por cinco dólares extras que al final no son cinco sino como treinta... Si subo, cuento; por ahora no sé si voy.
El Memorial del 11/9 es algo que deja sin aliento. Sobrio, muy sobrio, pero fuerte. En el pozo de donde estaban las torres hay una corriente de agua que cae eternamente a un agujero del cual no se ve el fondo, enmarcado en mármol negro con los nombres de las víctimas. Muy duro.
El puente de Brooklyn es otro hormiguero, como casi todo aquí, y es espectacular, también como todo. La gente va perdiendo cosas con el viento, bufandas, vinchas, que quedan en los cables del costado, por si vuelven. Wall Street, lleno de moles arquitectónicas, bellas pero sobre todo sólidas (obvia metáfora del capitalismo) y la zona del río es poética y romántica, con bancos, placitas, flores y ardillas,
Y eso es todo, por ahora.
Hoy es nuestro último día entero en NYC.
Snif.





MIAMI (Chico!!)


Enero de verano, pero en el otro hemisferio. Calor, verde, vida. Este es otro mundo, la vida tiene también un ritmo vertiginoso, pero con fondo de palmeras y aguas turquesas. Un mundo de carreteras endiabladas, de cruceros turísticos de diez pisos de altura, de cubanos bailando salsa en los patios de los shoppings, de cuerpos perfectos, de comidas picantes, de ferias hippies que me hacen sentir en Valizas, de lagartijas, pelícanos y hasta anguilas celestes! Sí, vi una anguila celeste en el agua, tranquilita, a un metro de la orilla... Y también es un reencuentro con mi prima, a la que no veía desde el siglo pasado pero es como si nunca hubiera dejado de verla. Gracias, Andrea ! Estos días son espectaculares, en todo sentido.
Que nunca falten.



Reivindicación oriental:
El mosquito uruguayo es infumable; nos ronda, nos revolotea, nos zumba en las orejas como avisando que más tarde o más temprano vamos a terminar puteándolo y rascándonos a cuatro manos, mientras apelamos (tarde) al Off infaltable en toda estadía al aire libre mayor a tres segundos, de octubre a mayo.
Pero el mosquito de La Flórida es peor, mucho peor. Es un tapado, no te avisa ni con un micro zumbido, y es tan chiquito que no lo sentís en la piel ni duele la picadura ni da alergia después. Conclusión: cuando de casualidad te mirás las piernas te encontrás con diez manchas rojas que nunca te enteraste de que te estaban siendo diseñadas por uno de estos bichos despreciables y astutos.
Arriba los inocentes anófeles vernáculos, pues. 
Seguiré mandándolos a la tumba apenas se me pongan a mano, pero ya con un poco más de respeto por su abierto y franco intento de ataque a mi persona.






Paisaje humano de La Flórida:
En al auto de al lado, una chica pintándose mientras espera el cambio,de luz en el semáforo, vestida de oficina, con el pelo mojado y una toalla blanca arrollada en la cabeza.
En el parque una morocha toda vestida de negro oyendo algo por sus auriculares y caminando erguida a toda velocidad, mientras a tres o cuatro metros un viejito muy muy blanco y muy muy encorvado avanza a igual velocidad siguiendo sus caderas como puede por la senda de aeróbics.
En Starbucks hoy, ayer, probablemente siempre, un veterano canoso y de lentes, sentado en la misma mesa, con bermuda camouflada y canguro verde, se concentra en su pantalla y habla de vez en cuando por el,celular, riendo como si hablara con un cliente potencial, mientras en el mismo rincón del fondo un asiático, un yanqui y un personaje indefinido de lentes y mirada extraña conversan animadamente en el extremo opuesto a la rubia de rulos que bebe su Peppermint Moka y come su Pumpking Bread como si fuera la última vez que lo hace. 
Y lo es.
Voy a extrañar este mundo. 
Tal vez vuelva algún día, pero que voy a extrañar, seguro.
Y los dejo, que la playa de Fort Lauderdale está esperando en esta fría mañana invernal de veintipico de grados y cielo azul transparente.
Que nunca falte.







Últimas crónicas por ahora:
La gente en estos pagos es muy amable. Si te cruzan y los mirás, la mitad te saluda o sonríe. Entablan conversación de la nada, como lo más normal del mundo, con cualquiera. Por ejemplo, la señora que me quiso dar unas revistas de los Testigos de Jehová (en inglés, obviamente). Un encanto. Charlamos un rato (ya no de religión) y terminó dándome un abrazo y deseándome un "bon voyage".
Ayer pasé la mañana otra vez en Lauderdale by the sea, entre las arenas llenas de corales, las aguas verdes, los pelícanos, los pájaros canadienses (que son negro-azulados, como los tordos, pero grandes) y las anguilas de dos colores. Esta vez me subí a un muelle de pescadores, y en cierto momento iba caminando cuando quedé paralizada ante una bandada de pelícanos, quince o veinte bichos enormes que volaban en perfecta formación por razones de solidaridad y aerodinamia, como tuvo a bien explicarme un hombre a quien se ve que mi cara de deslumbramiento incentivó las intenciones didácticas. Me pareció feo decirle que yo ya sabía eso del vuelo en formación como vía para no agotar a una sola ave y etc., y agradecí su clase de Biología.
También charlé con otro, esta vez un veterano, al que le pregunté si sabía qué diablos eran esas franjas alargadas que nadaban cerca de la superficie y desde el muelle se veían como viborejas de dos colores, blancas de un lado y negras del otro.
_ Pero vamo'a vel, ¿tú qué hablas? Hablas inglés, hablas español...
_ Español. ¿Sabés algo de esos bichos?
_ Mira mamacita, esos son... algo parecido a lo que nosotros llamamos pez de jeringuilla, son como una víbora por lo largos, pero no se comen. Solo los chinos se los comen, los cortan y se los comen, mamacita. ¡Los chinos comen cualquier cosa!_ y se fue.
Ya por la noche, en el aeropuerto, quedaba por pasar la difícil prueba del pesaje y despachado de las valijas, momento que en general nos carga a todos de ansiedad, porque excederse en una puede implicar tener que reacomodar las cosas pasándolas a otro bolso o, en el peor de los casos, dejarlas. Pero no. Porque esta vez nos atendió Raymudo, un colombiano que ya había despachado las valijas de Nélida, dos diás antes, y tiene una paciencia infinita.
_¿Me pasas el código de reserva del boleto? Son seis letras.
_ Sí. Q.
_ Q de queso...
_H.
_H de humo...
_O.
_O de oso...
_X. Acá te quiero ver.
Pero Raymundo no movió un músculo de la cara.
_ X de xilofón...
Y me miró, enarcando una ceja. Un capo. Profesor de Español en su país, pero trabajando entre las maletas de American. Tan capo que ni siquiera me pesó la segunda valija, je.
Y hasta aquí llega mi cerebro sin dormir desde hace ya no sé cuántas horas o cuántos días o qué. 
Cualquier incoherencia de estas crónicas es culpa del jet lag. 
O de la edad.

3 comentarios:

  1. Ahhh, qué lindas! Tenés que volver uno de estos veranos. Minnesota es un lugar completamente diferente, y tu amiga está de vacaciones y más relajada. Si queréis, además, te acompaño hasta Miami a visitar a tu prima ;-)
    Besos! Thank you for the visit!!!

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    1. The visit was amazing, thank you for the hosppitality! We must repeat that (and I want to go to the Colorado Canyon).
      May be in the future, may be...

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    2. (the extra "p" in "hospitality " is not my fault; is the notebook...)

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