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martes, 11 de septiembre de 2012

11/9




La sensación, la eterna familiar e insoportable sensación de la náusea recorriendo mis venas, ensuciando las paredes de mis huesos, entorpeciendo los pasos de mi caminar a tientas en busca de alguna roca que me sirva de mojón para tomar impulso y empezar a salir de una vez de esta pesadilla. Me he pasado el día tratando de no dejar de respirar. La semana intentando no pensar aunque sea por un ratito, un a veces, un tal vez. Siempre la espada aguarda, nunca las lágrimas. Millones de espejos con ojos que miran, juzgan, deciden y archivan antes de olvidar y seguir en el frío más desalmado. Estoy helada hasta el fondo del tiempo más lejano. Ya no hay palabras ni preguntas ni sorpresas. No hay más que dolor y desaliento. Me he quedado sin fuerzas a un costado de la carretera, inmóvil y en silencio mientras la vida pasa y la primavera llega para el mundo.
Cómo diablos se pasa de la angustia si no se tuvo antes la fuerza suficiente para salir corriendo.
Cómo se vuelve del infierno.

1 comentario:

  1. Esta pieza sugiere la historia que cada lector completará a su gusto, por lo que el peso de la misma está justamente en lo innarrado.

    Pero más allá del fondo, la elección del lenguaje le da una respiración narrativa asmática, con un fuelle que no le da aire al lector, sino que lo sumerge en el sufrimiento de la voz narradora.

    Me falta el título, pero no digo nada.

    Un abrazo,

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