Vistas de página en total

jueves, 18 de enero de 2024

Finding Nahuelito




El viaje de avión es corto y muy tranquilo; dos horas en un pequeño aparato de cuatro asientos por fila, con solo unas pocas turbulencias al principio. Con mis amigas charlamos, reímos, miramos algo en la mínima pantalla del asiento de adelante y consumimos un magro refrigerio de barrita de cereales que de ninguna manera compensa el almuerzo faltante de la jornada.  

Cuando faltan veinte minutos me pongo a leer distraídamente las notas del celular, que son una mezcla de recomendaciones de películas, textos propios y ajenos, apuntes de una charla de Sergio Blanco y un montón de viejas contraseñas que ya no recuerdo para qué servían. 

Unos renglones me convocan entre tantas palabras en desorden: son tres frases. Tres frases muy breves, con la contundencia de las verdades que no necesitan explicarse. Me vinieron en un sueño cuyo contexto ya he olvidado, pero tengo presente que al despertar las tenía tan claras como si se me hubieran grabado a fuego en la memoria. 

Todo se ve mejor cuando para el movimiento. 

Los mensajes de otros tiempos se agradecen, pero es tiempo de dejarlos partir. 

Todo se ve mejor de cerca.

El segundo mensaje es el que interpreto de manera más fácil: de acuerdo, no se puede vivir en el pasado. El primero me hace pensar en los años que pasé corriendo de un lugar a otro y cómo la vida últimamente me fue llevando a limitar los tiempos y los lugares de trabajo. Ahora tengo más tiempo y menos plata, y no creo haber salido perdiendo con el cambio. El tercero me hace pensar en tratar de ir más allá de las apariencias, buscar la concentración, no dispersarme. Una imagen muy lejana se me viene a la memoria: estoy tirada boca abajo en el frente de la casa de Valizas de un amigo, charlando con una niña pequeña. Mi amigo, el padre de la nena y otras personas están a un costado, conversando, mientras nosotras nos dedicamos lago rato a explorar un pequeño cuadradito de pasto. Encontramos diversos tipos de hojas, varios insectos, les inventamos historias y diálogos imaginarios. Es para mí el mejor ejemplo de “mirar de cerca”, literal y metafóricamente. 

Nunca volví a ver a esa nena, ni recuerdo quiénes eran los adultos de esa tarde de contemplación cercana, pero la sensación de comunión con el todo fue tan clara que es imposible olvidarla. 

Salgo de mi ensimismamiento ante la voz de la azafata: comenzamos el descenso y es tiempo de volver a mirar para afuera. 




Se llama Playa Bonita y está a pocos minutos de Bariloche. Si la densidad poblacional de la Patagonia es (como nos dijeron) de medio habitante por km cuadrado, aquí la cifra aumenta a más o menos uno por metro. El agua es absolutamente increíble tanto por lo limpia como por lo helada, el piso es de piedritas y el sol quema muchísimo. 

Acá las horas de calor van aumentando a partir del mediodía y la temperatura máxima es a las cinco de la tarde. La tarde va hasta las nueve y media y a las diez aún está anocheciendo. 

Pasan continuamente vendedores ambulantes ofreciendo tortas caseras, budines, sombreros y otras cosas.

_ ¡A los churros con dulce de leche! ¡Churros rellenos de verdad, no solo en la puntita! 

Las vendedoras más lindas son dos nenas de unos seis o siete años que ofrecen “pulseras baratas”. Se nota que están jugando, aunque si alguien les compra es bienvenido.

En Playa Bonita no hay sombrillas, porque quiero ver quién va a hacer pozo en las piedras, pero eso no quiere decir que una esté cien por ciento protegida. Al costado tenemos una docena de veinteañeros con guitarra que cantan y se sacan fotos; hace un rato quisieron  encender una garrafa para calentar la pava y se les prendió fuego, aunque por suerte la pudieron apagar a tiempo. 

El agua, como dije, es increíble, limpísima y sin olas, pero no pasé de medio muslo. He la da. Este es un lugar de contrastes. El sol quema mucho más, el agua te corta la respiración, la tarde es veraniega pero cuando se pone el sol nos metemos de cabeza en el otoño.





Mirador Los Moscos, frente a la Isla Corazón. La isla tiene una historia mitológica y  romántica que recuerda a Romero y Julieta: dos amantes hijos de tribus rivales se tiran a cruzar el lago, se quedan sin fuerzas en el camino y mueren abrazados, lo que da origen a la isla. 

Lo que más nos quedó en la memoria, sin embargo, nada tiene que ver con el mito sino con una realidad muy tangible: nos corrieron los tábanos (moscos). Los tábanos son millones, se enojan si los espantás, prefieren a la gente vestida de negro, les encanta el perfume y no les molesta el Off. Lo bueno es que cualquier brisa los espanta. 

De todos modos lo peor no son los tábanos sino una especie de abeja importada de Europa (especie introducida para ver si se comían a los tábanos, pero no). Se llaman “chaqueta amarilla”, provocan inflamación, dolor y a veces problemas respiratorios. No mueren al picar y son recontra vengativas. 

_ Recién se me posó una en el cuello y vi toda mi vida pasar frente a mis ojos. -dijo uno de los gurises que iban en nuestra van. 

Salimos invictas de los tábanos y no vimos chaquetas amarillas (porque aparecen cuando hace más calor, más avanzado el verano), así que no nos podemos quejar. 🐝




Camino a la cascada Los Alerces, donde el tiempo se detiene y una quisiera eternizarse mirando (y oyendo) el agua.

A la entrada hay una cafetería deliciosa, atendida por una europea (Elena Bok) cuya madre vivió 110 años y era muy querida en toda la zona. Datos random, como por ejemplo que vimos saltar una trucha, ante lo cual alguien preguntó cómo eran de tamaño y la guía dijo:

_ Es bastante variable, la más grande pescada en este río fue de 7 kilómetros. Digo, 7 kilos. 

Pero ya estaba hecho, y el chofer (un veterano amoroso) le contó lo de la trucha de 7 km a los otros guías y choferes del parque. Una reputación arruinada en un solo lapsus, que ahora contribuyo a difundir más allá de la frontera.



Salida del parque Tronador, con los rayos del Sol dando un espectáculo entre los árboles altísimos del bosque de coihues, que pueden alcanzar los 45m metros y vivir 600 años. Si son viejos el tronco es muy ancho, tanto que para rodearlo se necesitan 8 personas. Los alerces viven más: 1400 años.

Forman parte de una familia de árboles patagónicos: los notofagus, que existen desde q los continentes estaban unidos (también los hay en Nueva Zelanda, por ejemplo). Otro de la familia es el ñire. 

En la montaña,  de mil metros para arriba y hasta 1700 metros están las lengas. Si no hay vegetación es que la montaña es más alta. La línea hasta donde hay plantas se llama timberlane, y no es una medida fija: el tope de las plantas varía con la montaña.

Hay un hongo parásito de los árboles, el llao llao. Para protegerse el árbol crea unas bolitas en las ramas que lo encapsulan. 

También vimos araucarias (que son macho y hembra), muchas cañas colihue y un montón más que no recuerdo.






Este es el arroyo Partido, a 20 km de San Martín de los Andes (tuve que buscar la imagen por ahí, porque la que saqué desde el ómnibus estaba re movida). Un arroyito de morondanga, pero con un destino más que interesante, que tiene que ver con la zona de división de aguas de la cordillera.

A la altura por la que cruza la carretera es cuando el Partido se divide en dos brazos: el Pil Pil y el Culebra. Ambos cursos vuelcan sus aguas en diversos ríos y lagos, hasta terminar en diferentes océanos. El Pil Pil recorre 1000 km hasta desembocar en el Pacífico, mientras el otro brazo, el Culebra, hace 260 km hasta el Atlántico.

(0900Marie, datos random de viaje)




Misterio de verano

Es verdad que en mi familia tenemos cierta tendencia a percibir elementos sobrenaturales (y después morirnos de miedo), pero no es menos cierto que varias de mis amigas son bastante blindadas para este tipo de situaciones, y así y todo a crédulas y escépticas nos ha pasado de ver y escuchar cosas que no tienen explicación racional. 

Hace dos años, por ejemplo, en Turquía, la habitación de hotel que compartíamos tenía una tendencia tan inofensiva como inexplicable a abrir de repente alguno de los tres cajones de la mesa de luz de mi lado. No siempre el mismo ni a la misma hora: estuviéramos o no en la habitación, un cajoncito de golpe se abría tranquilo y en silencio y así quedaba hasta que lo volvíamos a su lugar. 

Esta vez, en Bariloche, teníamos dos camas de una plaza en un dormitorio, una doble en el otro y una marinera en el living. Hicimos un sorteo y terminó quedando en el living una sola de mis amigas, porque yo compartía la cama matrimonial con otra, así no ocupábamos sitio de más en el espacio compartido. Tras la primera noche ella nos contó que tuvo que desenchufar una lámpara de pie, porque no dejaba de prenderse y apagarse a cada rato. Un falso contacto, en fin. Fui a mirar más de cerca y me pasó una cosa a la que le tengo cierto respeto, y es que cuando toqué el pie de la lámpara me invadió de repente un frío glacial y se me erizaron todos los pelos de la nuca. Estaba por salir de la zona rumbo a la cocina cuando la cuerdita de abrir la ventana, que era de metal, se empezó a bambolear sola. Oh oh. 

A la segunda mañana un par de mis amigas coincidieron en que escucharon a alguien duchándose en nuestro baño y pensaron que era alguna de las otras, pero no. No éramos. Cabe señalar que el apartamento no linda con otro, sino con un espacio vacío. Ese mismo día, en mitad de la ducha, me sobrevino otra vez el frío y me terminé bañando con la puerta abierta, para estar menos sola (o menos acompañada).

Para entonces lo de compartir cama no me estaba funcionando, en parte porque el colchón estaba un poco inclinado y en parte porque cada movimiento de mi compañera repercutía en mi organismo como una cucharada en un cerro de gelatina. Así que me mudé al living, para usar la cama de abajo de la marinera. Iba a tender las sábanas cuando vi que la funda del colchón estaba medio rotita, descosida en un borde. Cuando lo di vuelta buscando un panorama mejor me quedé paralizada: había unas enormes manchas de sangre que abarcaban como medio metro e iban desde la mitad hasta uno de los bordes. Vamos a entendernos: no era de menstruación. Cualquier mujer que ha tenido un percance nocturno sabe que en esos casos la cosa se ubica en una zona limitada, no se desparrama por todos lados. 

Obviamente, me volví a la cama doble. Para entonces una de mis amigas ya se había quejado y nos cambiaron el colchón, así que a la noche siguiente me instalé en el living. Y me desvelé. Eran las dos de la mañana y yo mirando al techo. Escuché radio, pensé, cualquier cosa, pero no dormía (yo, que pego un ojo y me despierto al día siguiente). Pasada la medianoche un perro empezó a aullar en alguno de los apartamentos vecinos y lo siguió haciendo como media hora. De todos modos debo decir que no vi nada, aunque en la madrugada tuve un confuso episodio en el que un sueño muy vívido (solo recuerdo que hablaba con una mujer y le preguntaba cuántos años tenía cuando pasó eso) devino en una parálisis del sueño de la que me costó un buen rato reaccionar. Hacía años que no me pasaba algo tan intenso. 

La última noche fue una pesadilla interminable, pero no por el fantasma (a quien ya por entonces consideraba amistoso, porque se limitaba a dar pequeñas muestras de su presencia) sino por una fiebre que volaba y un dolor corporal que se sentía como si me hubieran dado una paliza. Quizás fue (o es) covid; no lo sé. 

Ahora acabo de buscar si hubo un crimen en esa calle y resulta que en 2015 una mujer de 47 años fue asesinada a golpes, pero no en nuestro edificio, sino a media cuadra. De todos modos todos sabemos (y más si provenimos de mi familia) que no todos los crímenes se denuncian ni (mucho menos) salen a la prensa. Es decir que, en lo que a mí respecta, por lo menos, el misterio permanece. 

Saludos desde mi casa, que por suerte estrenamos y no viene con pasados (o no con pasados cercanos, por lo menos).



Esta cosa despeinada y dormida sobre una mesa soy yo, después de dos días de fiebre altísima, de no comer y de toser de continuo. Bariloche tiene una ampltud térmica que a mí y a dos de mis amigas nos liquidó (especialmente a la vuelta de la Isla Victoria, donde esperamos un cuarto de hora el ómnibus 20, que nos llevó a una velocidad insana hasta el centro de la ciudad). 

De verdad me he sentido muy mal, aunque no llamé médico, porque me dio miedo que me prohibiera viajar hoy. 

Saludos desde Colonia Express: solo me queda el barco, el bus desde Colonia y un taxi a mi casa. Creo que resistiré. Veremos…


miércoles, 3 de enero de 2024

Enero de 2024




¿Ya les conté que me compré un cine? Bueno, no: en verdad no estaba sola, más atrás había una pareja de veteranos. Qué raro, ¿no?, que una película alemana (Hojas de otoño, de Kaurismäki), a las cuatro de la tarde de un miércoles 31 de enero no concite la atención de más de tres personas... 🙂 La película era lenta pero me encantó: una historia de amor sin muchas palabras entre dos personas solitarias que tienen una serie de pequeños encuentros en un medio hostil. Cuando salí del cine aún no eran las seis de la tarde, así que hice mandados en un supermercado cercano antes de volver a casa. En cierto momento me llamó la atención una escena que tenía lugar entre la góndola de los productos de limpieza y la de comida para mascotas. Un muchacho hindú que no pasaba de los veinte años trataba infructuosamente de hacerse entender por una empleada que repetía: _ No entiendo. Aquí hablamos en español. El muchacho me miró casi desesperado. _ Can I help you? - pregunté, reflotando un inglés que no usaba desde hacía más de un año. _ ¡Yes, thanks you! I need ice… _ ¿Hielo? ¿Dónde puede encontrar hielo? - pregunté a la empleada, que respondió desganada: _ Al fondo, derecho. _ The ice is right… there- orienté al muchacho, ya más con gestos que con palabras (porque mi inglés es lo que tiene: se agota enseguida). Él me volvió a agradecer y se fue rumbo al fondo, en tanto yo decidía si pasar por unas galletitas o ir directo a la caja con mis compras (hasta ese momento) saludables. _ No le dije porque ellos son todos iguales. -sonó a mis espaldas la voz de la empleada, una señora cuarentona de pelo corto lacio y lentes- Los de su comunidad: ellos saben hablar español, pero se niegan. Por eso les decimos que no entendemos. _ Ah, pensé que no sabías lo que él te pedía… _ Sí, sabía. Pero ellos tienen que esforzarse. _ Bueno, igual viste cómo es: siempre aparece un cliente que los ayuda… -contesté con una semisonrisa, alejándome de la escena. Cuando llegué a la caja el muchacho ya estaba pagando su hielo. Era gordito, con mucha pinta de bueno. No todas las historias de amor terminan en romance, pensé, mientras buscaba la parada del 405 a la altura del Brou. A veces se cruzan al azar dos personas solitarias y en pocas palabras configuran una mínima escena veraniega. Aún no defino si la empleada del supermercado sería la villana de mi película o un alma bienintencionada, pero tengo todo el trayecto hasta mi casa para resolverlo (y por suerte voy con ventanilla). Buenas tardes.




Estuve mirando las listas de los ganadores del Nobel de Literatura y... ya saben cómo soy: me entra el pequeño toc contador que no puedo disimular. Aquí van algunos datos: 87 europeos, 10 de EEUU, 13 de otros lados, 8 de América Latina. 105 hombres, 15 mujeres (ocho de ellas en este siglo). No me da para revisar y contar, pero apuesto a que los dramaturgos están en franca minoría. ¿Cuántos conocen aunque sea de nombre? ¿A cuantos han leído? Yo he leído (aunque sea alguito) a 40, y a la mayoría de los otros no los registro en absoluto. Cosas que una hace en vacaciones, a fines de enero, mientras empiezan a caer unas gotas y los truenos hacen un pamento bárbaro. Buenos días. 2023 Jon Fosse (Noruega) 2022 Annie Ernaux (Francia) 2021 Abdulrazak Gurnah (Tanzania) 2020 Louise Glück (EEUU) 2019 Peter Handke (Austria) 2018 Olga Tocarkzuk (Polonia) 2017 Kazuo Ishiguro (Japón) 2016 Bob Dylan (EEUU) 2015 Svetlana Aleksándrovna Aleksiévich (Ucrania) 2014. Patrick Modiano (Francia) 2013. Alice Munro (Canadá) 2012. Mo Yan (China) 2011. Tomas Tranströmer (Suecia) 2010. Mario Vargas Llosa (Perú) 2009. Herta Müller (Alemania) 2008. Jean-Marie Gustave Le Clézio (Francia) 2007. Doris Lessing (Reino Unido) 2006. Orhan Pamuk (Turquía) 2005. Harold Pinter (Reino Unido) 2004. Elfriede Jelinek (Austria) 2003. J. M. Coetzee (Sudáfrica) 2002. Imre Kertész (Hungría). 2001. V. S. Naipaul (Trinidad y Tobago) 2000. Gao Xingjian (China) 1999. Günter Grass (Alemania) 1998. José Saramago (Portugal) 1997. Dario Fo (Italia) 1996. Wisława Szymborska (Polonia) 1995. Seamus Heaney (Irlanda) 1994. Kenzaburō Ōe (Japón) 1993. Toni Morrison (Estados Unidos) 1992. Derek Walcott (Santa Lucía) 1991. Nadine Gordimer (Sudáfrica) 1990. Octavio Paz (México) 1989. Camilo José Cela (España) 1988. Naguib Mahfouz (Egipto) 1987. Joseph Brodsky (Unión Soviética) 1986. Wole Soyinka (Nigeria) 1985. Claude Simon (Francia) 1984. Jaroslav Seifert (Austria-Hungría) 1983. William Golding (Reino Unido) 1982. Gabriel García Márquez (Colombia) 1981. Elias Canetti (Bulgaria) 1980. Czesław Miłosz (Polonia) 1979. Odysseas Elytis (Grecia) 1978. Isaac Bashevis Singer (Rusia) 1977. Vicente Aleixandre (España) 1976. Saul Bellow (Canadá) 1975. Eugenio Montale (Italia) 1974. Eyvind Johnson (Suecia) y Harry Martinson (Suecia) 1973. Patrick White (Reino Unido) 1972. Heinrich Böll (Alemania) 1971. Pablo Neruda (Chile) 1970. Aleksandr Isayevich Solzhenitsyn (Unión Soviética) 1969. Samuel Beckett (Irlanda) 1968. Yasunari Kawabata (Japón) 1967. Miguel Ángel Asturias (Guatemala) 1966. Shmuel Yosef Agnon (Austria-Hungría) y Nelly Sachs (Alemania) 1965. Mikhail Sholokhov (Unión Soviética) 1964. Jean-Paul Sartre (Francia) 1963. Giorgos Seferis (Grecia) 1962. John Steinbeck (Estados Unidos) 1961. Ivo Andrić (Austria-Hungría) 1960. Saint-John Perse (Francia) 1959. Salvatore Quasimodo (Italia) 1958. Boris Leonidovich Pasternak (Unión Soviética) 1957. Albert Camus (Francia) 1956. Juan Ramón Jiménez (Español) 1955. Halldór Kiljan Laxness (Islandia) 1954. Ernest Hemingway (Estados Unidos) 1953. Winston Churchill (Reino Unido) 1952. François Mauriac (Francia) 1951. Pär Lagerkvist (Suecia) 1950. Bertrand Russell (Reino Unido) 1949. William Faulkner (Estados Unidos) 1948. T. S. Eliot (Estados Unidos) 1947. André Gide (Francia) 1946. Hermann Hesse (Alemania) 1945. Gabriela Mistral (Chile) 1944. Johannes Vilhelm Jensen (Dinamarca) 1943. No se concedió 1942. No se concedió 1941. No se concedió 1940. No se concedió 1939. Frans Eemil Sillanpää (Finlandia) 1938. Pearl S. Buck (Estados Unidos) 1937. Roger Martin du Gard (Francia) 1936. Eugene O’Neill (Estados Unidos) 1935. No se concedió 1934. Luigi Pirandello (Italia) 1933. Ivan Bunin (Rusia) 1932. John Galsworthy (Reino Unido) 1931. Erik Axel Karlfeldt (Suecia) 1930. Sinclair Lewis (Estados Unidos) 1929. Thomas Mann (Alemania) 1928. Sigrid Undset (Noruega) 1927. Henri Bergson (Francia) 1926. Grazia Deledda (Italia) 1925. George Bernard Shaw (Irlanda) 1924. Władysław Reymont (Polonia) 1923. William Butler Yeats (Irlanda) 1922. Jacinto Benavente (España) 1921. Anatole France (Francia) 1920. Knut Hamsun (Noruega) 1919. Carl Spitteler (Suiza) 1918. No se concedió 1917. Karl Adolph Gjellerup (Dinamarca) y Henrik Pontoppidan (Dinamarca) 1916. Verner von Heidenstam (Suecia) 1915. Romain Rolland (Francia) 1914. No se concedió 1913. Rabindranath Tagore (India) 1912. Gerhart Hauptmann (Alemania) 1911. Maurice Maeterlinck (Bélgica) 1910. Paul von Heyse (Alemania) 1909. Selma Lagerlöf (Suecia) 1908. Rudolf Christoph Eucken (Alemania) 1907. Rudyard Kipling (Reino Unido) 1906. Giosuè Carducci (Italia) 1905. Henryk Sienkiewicz (Polonia) 1904. Frédéric Mistral (Francia) y José Echegaray (España) 1903. Bjørnstjerne Bjørnson (Noruega) 1902. Theodor Mommsen (Alemania) 1901. Sully Prudhomme (Francia)




Misterio en Mundo Padres Después de seis días de ausencia hoy de la nada reapareció el Gatón. Es un gato veterano (yo creo que no llega a viejo) y está castrado, por lo que era muy extraña su ausencia. Mi madre sospecha que estaría encerrado en algún lado, o quizás se quedó atrapado entre los hierros viejos del depósito que hay muro por medio de su casa, ya no vamos a saberlo. El muro es altísimo, pero los gatos acceden a él trepando por un ombú cercano. Lo sugestivo es que una de las gatas, la que es más amiga del Gatón, pasó todos estos días yéndose de la casa: _ Es muy raro lo que hacía la Carola. -aclara mi madre- Comía algo de mañana y desaparecía hasta la noche. Y así todos los días. Para mí que lo iba a acompañar. El Gatón apareció de la nada en el patio, muerto de sed y muy flaco, pero por ahora no aceptó mucha comida, aunque sí mimos. Mi vieja, que desde hace un par de días repetía que estaba muerto y que ella ya se había despedido mentalmente de su gato más mimoso, ahora dice que no, que siempre supo que seguía vivo. Ella es así para todo. Hace poco llegó a decirme que nunca se había querido ir a vivir a la Laguna, que solo le hizo caso al Cele. Mi vieja baraja y reparte las cartas como quiere, y quién es una para llevarle la contra. Ahora lo que importa es que el Gatón volvió, y Mundo Padres recuperó la calma. Con 4 gatitos que apenas abren los ojos, una gata madre que habrá que operar cuando se pueda, dos gatas obesas, una flaquita, una foránea que reclama comida en el fondo y otro semi foráneo que hace lo propio desde el frente. Y después me preguntan por qué soy como soy, en fin.




¿Ustedes saben dónde van a trabajar este año, en qué horario, con qué sueldo? Yo (después de 35 años de docencia en Secundaria) no lo sé. 
Durante años la preparación de la elección de horas se hizo con tiempo (casi con un año de antelación), porque no se trata solo de definir unos días: hay que depurar las listas, tener cargado el pizarrón de horas, coordinar con otros subsistemas, etc. 
La UTU dispuso que su elección comienza el 1 de febrero. Secundaria: ni noticias. Rápidos para definir partir al IAVA por la mitad en función de una obra (para la cual bastaba con buscar un anexo, como se hizo durante el reciclaje de 2009), pero lentos para organizar una elección de la cual depende la economía y el bienestar de miles de docentes y estudiantes. 
Fecha prevista para el inicio de cursos 2024: 4 de marzo.
Fecha de elección de horas para todos los liceos públicos del país: no se sabe.
Vamos a entendernos: soy grado 7, no me voy a quedar sin horas, pero para organizar mis otros trabajos (porque en Literatura no nos dan más que 20 horas) debería saber dónde y en qué turno voy a dar clases. Ahora, si fuera interina, a esta altura del año aún no sabría si voy a poder tomar grupos.
Y así estamos.




Creo que este mes tuve (o tengo) covid. ¿Cómo saberlo? Las sociedades médicas ya no hacen hisopados y las farmacias no venden los tests para hacer en casa, así que... me quedaré con la duda. Empezó el penúltimo día en Bariloche, con fiebre alta y un gran dolor en el cuerpo, entre otros síntomas (que compartí con dos de las cuatro amigas con las que hice el viaje). En el momento preferí no llamar a un médico, cosa que hice al llegar a Montevideo: no me dijeron gran cosa, y dos semanas (y muchos remedios) después continúo tosiendo, sin apetito y un poco débil. 
¿Saben que tenía un viaje pagado para ir a Brasil la semana pasada? ¿Y saben que avisé una semana antes que no lo iba a poder hacer, pero en Hiper Viajes no me aceptaron un cambio de fecha ni reembolsaron ni medio dolar? El día de la salida, como vieron que no llegaba al bus, llamaron. Les dije que ya había avisado a la operadora con la que hice los trámites que no iba a poder ir, por enfermedad, y me cortaron sin siquiera decirme dos palabras al estilo de "que mejores". Por eso me fui a Valizas: era como estar en casa, rodeada de gente querida, y al dormir en una habitación sola no corría riesgo de contagiar a nadie. Cosas que pasan. 
Saludos desde un extraño enero. Medio debilucha, llena de exámenes oftalmológicos, aún sin elegir horas, casi sin gato (porque el mío en verano entra, come y se va), escribiendo poco y sin definir si al final seguiré de vacaciones en febrero. Mi vieja anda triste porque el Gatón hace como cinco días que no aparece, y hoy empezó a despedirlo con el pensamiento. En fin. Todo está raro, pero no revuelto. Como dije antes (copiándole al cantor): cosas que pasan. 




El 27 de enero de 1938 se produjo en Montevideo el encuentro de tres potencias de la poesía latinoamericana: Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni y Gabriela Mistral, convocadas a disertar sobre su labor poética y la génesis de sus versos. 
Juana hizo un discurso que llamó “Casi en pantuflas”. Copio un fragmento.
“Yo sé que voy a decepcionar a muchos lectores desconocidos de esta inevitable –¡ay, sí, inevitable!– confidencia de hoy. (…) Decir que mi torre de marfil es una amable habitación querida, en lo alto de mi casa, con dos grandes ventanas abiertas a la vida, al mar, a un paisaje terrestre lleno de árboles y de viviendas pobres, quizá no sea hábil.” 
Y lo remata con la anécdota de una mujer que le pregunta si se suelta el cabello para hacer sus poemas:
 “No –le contesté torpemente–. Mi moño no me impide recibir el mensaje de los dioses. Resentida y decepcionada, me dio vuelta la espalda. Estoy segura que nunca más abrió mis libros.” 
Alfonsina, en tanto, leyó una ponencia, titulada “Entre un par de maletas a medio abrir y las manecillas del reloj”, escrita en un tren la noche anterior, donde plantea que la poesía representa la posibilidad de vivir en un mundo paralelo. Escribe “para no morir”, para evadir un mundo ingrato, la primera de las mujeres en su familia que pudo romper las ataduras de un mundo represivo.
Gabriela Mistral, quizás la más famosa de las tres en ese tiempo, afirma que “escribir me suele alegrar, me suaviza el ánimo, me regala un día tierno, ingenuo e infantil. Me da la ilusión de haber estado algunas horas en mi patria real, en mi suelto antojo de costumbres, en mi libertad total. (…) Es un sedimento de la infancia sumergida que, aunque resulte amarga y dura, me lava de los pecados del mundo y de una vileza esencial parecida al pecado original.”
Tres mujeres fuertes, tres voces con modulaciones diferentes, confluyendo en un curso de vacaciones, a mitad del verano, en el IAVA. Hoy una placa de bronce recuerda el evento, uno más en la larga lista de encuentros culturales, artísticos e intelectuales que tuvieron lugar en el más histórico de nuestros liceos. 
No somos solo memoria, pero está bueno recordar de vez en cuando, especialmente cuando algunos pretenden echar un velo de amnesia sobre nuestros logros. Tenemos historia, tenemos presente y defendemos al IAVA del futuro, donde todas las voces del arte y de la academia puedan hacerse oír, como siempre. Con 20 grupos menos previstos para 2024, casi partidos al medio, seguiremos repitiendo que el IAVA no se toca: se defiende. En ese abrazo estamos todos juntos, y lo seguiremos estando por la memoria de Idea, de Paco Espínola, de Tabaré y de una larga lista de estudiantes y profesores de todo pelo y color que han pasado por sus aulas. 
Porque el corazón no quiere entonar más retiradas.





Valizas de enero

La previa de la luna llena A las ocho menos diez un desfile de gente abrigada empezó a derivar desde la calle principal a la salida principal a la playa. Grupos grandes y pequeños, personas solas, con o sin fogata, con o sin ganas de conversar, con o sin perro. Algunos se apostaron en lo alto de una loma, otros nos acercamos a las orillas y los más osados ya se habían instalado en el cerro de la Buena Vista, porque esta es noche de caminata con la luna llena y los boteros están cruzando el arroyo hasta las dos de la mañana. Yo había andado desparramado la hora que encontré en google: sale a las ocho y veinte, pero quizás miré la salida en Montevideo, no lo sé. El caso es que salió antes, ocho y diez: una delgada franja anaranjada que en segundos se elevó sobre el horizonte, redonda y majestuosa. Todos nos pusimos frenéticamente a sacar fotos, y unos cuantos no se deben de haber desilusionado. Pasado un rato decidí que a mi post (probable) covid no le iba a hacer bien el viento húmedo de la orilla, y emprendí el camino de regreso hacia las luces del pueblo. Un ritual tan simple y cotidiano como ver la salida de la luna, y sin embargo lo seguimos haciendo y nos queda como un agujerito en el alma si nos vamos sin verlo. Ya en la calle principal la emoción del reencuentro con la belleza de la luna llena se fue atemperando, fusionada con el habitual popurrí de sonidos, aromas y ofertas de todo tipo (desde vino de frutilla hasta ropas artesanales). Compré queso y un postrecito de dulce de leche (que compartí con Felipe), charlé con alguna gente y me volví al hostel, en la última noche de este viaje (pero con planes de movimientos varios a corto y a largo plazo). Y aquí estoy, bajo las estrellas del solarium, al que poca gente viene. Es una hermosa noche de enero. Y en eso estamos.





El enemigo es azul Y acecha siempre. El enemigo vive o no vive Pero duele El enemigo se disfraza de burbuja, De inocente y pequeño juego inflable Esperando en tu camino Para que lo toques y grites, Recuerdes a toda su familia Y te pases un día entero preguntando Quién nos quiere tan poco Como para crear esta amenaza azul Y dejarla a nuestro paso Con aspecto de bondad Durmiendo sobre la arena.



7 de la tarde: salgo de la ducha, cruzo la calle y me voy a merendar a Agua Na Boca. Una merienda ligera: los planes son de café con leche y dos bizcochos. _Los de queso están calentitos. Quién dice dos dice tres. _Bueno: dos de queso y uno de canela. Pasa una profe del IAVA. Un conocido. Una futura compañera de trabajo. Un locatario. Un empleado del hostel. Un famoso. Le pregunto al famoso por su perra: está en sus propias vacaciones en Montevideo, porque ya es muy viejita. Charlo con el dueño del local sobre comida libanesa. Encuentro a una amiga y concertamos una salida por el pueblo en estos días. El tiempo pasa y la noche ya se acerca. Saco un par de fotos de cielos y cables, como siempre.. Entro a reclamar porque mi café con leche se demora: se lo olvidaron en el microondas. _Aquí tienes dos bizcochitos de regalo, por la demora, dice la chica, y no hay quien la convenza de lo contrario. Y así es como una no adelgaza en este pueblo, pero charla. Una sale ganando, en todo caso, piensa, mientras asiste al desfile vespertino de la gente del pueblo por la calle principal, a la salida de la playa y el comienzo de los mandados. Y en eso estamos.



A la caída de la tarde muchos nos damos cita en el arroyo. Los patos negros que pasan rasando el agua, los gaviotines grises de pico certero, las garzas blancas, hiératicas y solitarias. El agua del mar no deja de meterse en el arroyo y cada diez segundos hay un borbollón de pececitos diminutos que saltan y hacen una fiesta de gotitas de plata en la superficie. Los humanos nadan, caminan, navegan en kayac, mojan sus cosas y salen felices, porque retaron al arroyo y esta vez le ganaron. Otros somos más contemplativos, y nos dejamos ganar por las imágenes. Hay perros curiosos y guardavidas pacientes, que explican una y otra vez los caprichos del agua. Allá a lo lejos, las dunas. El viento soberano, señor de todas nuestras tardes, y un sol tibio y discreto, sol de enero trasmutado en otoño. El constante rumor del agua. La paz de la naturaleza, que se deja compartir fugazmente con nosotros. Y eso es todo.




Dos detalles apenas perceptibles en la foto: a un lado la bandera roja indicadora de peligro en la desembocadura del arroyo. Al otro, cuatro figuras humanas cruzando el Valizas, pese a que ninguno baja de los 70 años. Tres mujeres y un hombre. ¿Aventureros, inconscientes, ambas cosas? Pronto sus siluetas se van desdibujando sobre la arena mientras yo sigo aquí, en la orilla. No todos los caminos son para todas las personas. Mientras tanto, en la zona de cruce en bote, una nueva modalidad parece haberse instalado en estos días: el kayac. Silencioso y rápido, más limpio que el bote a combustible, no me queda claro si es una propuesta abierta al público o si solo traslada a unos pocos elegidos. La tarde está por caer y no hay por qué cruzar el arroyo, por ahora. Por ahora.


.............................




Hace un mes estaba yendo a Tres Cruces para tomar un ómnibus a las siete y media de la mañana. Iba sin valija porque el viaje sería de tres días, así que solo llevaba mochila y morral, ambos a tope. Mientras esperaba un 7A en la parada de Camino Maldonado vi una planta tirada a unos metros del contenedor y me dio lástima. Pensé llevarla a Valizas, pero era espinosa y yo no andaba con bolsas adecuadas, así que me propuse rescatarla a la vuelta, si para entonces nadie se le había apiadado. No es que me muriera por tenerla, es que era un ser vivo abandonado y yo podía darle asilo. No me pasa con las personas ni con los perros, pero con gatos y plantas la racionalidad desaparece y sale de adentro la rescatadora. Una rescatadora un tanto desaprensiva, porque recién a las dos semanas me vino un día la imagen de la planta tirada al borde del cordón de la vereda, junto a una columna: me la había olvidado. Pero el recuerdo me vino de noche, y así como llegó se volvió a ir. Hace una semana, una noche que me iba a encontrar con mis amigas, volví a verla: seguía en el mismo lado, un tanto descolorida pero aún con verde. Y la volví a olvidar hasta ayer, que me puse un recordatorio en el reloj para ir a buscarla hoy a primera hora de la mañana. Y aquí está. La estoy activando un rato en agua a ver si despierta, y después la voy a pasar al costado de mi casa, junto a uno de los aloes. En teoría no es mi terreno pero la cooperativa no se mete con la franja del costado, donde ya he metido malvones y aloes sin el menor diseño. ¿Será que ahora soy la loca de las plantas y los gatos? ¿Así es como una se va metiendo en la tercera edad? No, estimados, no es así, salvo que este sea un proceso que abarque la vida entera, porque yo me metí en este baile a los siete u ocho años, cuando mi vieja me contagió el amor por los felinos y mi tía Ester por las plantas. ¿Y ustedes? ¿Cuál es el amor que los lleva a realizar pequeños gestos como el de caminar dos cuadras para tratar de rescatar a una plantita? ¿Pueden rastrear el origen lejano de sus gustos? La cocina, el arte, el trabajo social, la ecología... ¿hasta qué punto son decisiones independientes, y qué tanto nos vienen de un referente adulto, alguien que un día nos prestó un poquito de luz para que empezáramos a encender las propias? Feliz domingo. Si saben tips para que esta planta viva, bienvenidos, y si la quieren avisen, ¿eh? Que acá los hallazgos se comparten. Buenos días.





La mayor parte de la gente con la que he hablado está harta del tema de los Andes, y no va a ver la película. "¿Siguen robando con el tema? Detesto a la gente que se dedica a dar cursitos de autoayuda. No eran más que unos chetos de Carrasco". Yo qué sé. A mí la película me mantuvo en vilo y es más, no la pude ver de una vez. Demasiado dura, por más que ya haya visto la del 93´y que haya leído dos o tres de los libros que se hicieron sobre el tema. También me acuerdo de la alegría de la gente cuando los encontraron (yo tenía cinco años) y tengo la imagen grabada de la primera entrevista que dieron a la hora del informativo, puro esqueletos con ojos y pieles estiradas. Como todo uruguayo, he escuchado historias sotto voce que vaya a saber si son ciertas. He visto a los más mediáticos reaparecer una y otra vez en programas de radio y de tele. Y aún así, la historia me espanta y emociona. No me importa quiénes fueron ni quiénes son hoy, ni si la droga, si los rugbiers, si almorzaron con Mirtha Legrand o si son de derecha. Es una historia épica de supervivencia, no me parece que verla demasiado de cerca aporte nada. Tampoco aporta mi opinión, pero ya saben cómo soy: si no le meto palabras, me complica. Y además quería contarles que uno de los actores es ex alumno del IAVA. Creo que lo mandé a examen, porque faltaba mucho y estudiaba poco. Cada cual tiene sus propias cordilleras y sus destinos imprevisibles. Y acá estamos.





Soy una persona detallista y observadora. Toda la vida me la he pasado buscando. He buscado caracoles, ágatas, frutos secos, semillas traídas por el mar, fósiles, huesos, hongos. A esta piedra no le habría dedicado una segunda mirada, pero acá (en el fascinante mundo de la ciencia por redes, así que tómenlo con pinzas) dicen que se trata de un disco tallado cuidadosamente hace 2400 años, consignando 29 puntos concretos en el cielo estrellado. Sería el mapa celeste más antiguo conocido hasta ahora y lo encontraron en Trieste, Italia, cerca de otro hallazgo parecido, pero esa vez en bronce. La piedra registra 28 puntos identificables y uno misterioso, que se teoriza que pudo corresponder a una "supernova fallida", algo que apareció y dejó de estar, en cuyo lugar hoy debería haber un agujero negro. ¿Cuánta cosa debe andar por ahí, inadvertida, que contenga información valiosa sobre nuestro planeta, el pasado de la especie o una profecía de futuro? ¿Cuánto habremos destruido sin enterarnos siquiera? Y mientras tanto una acá, dejándose deslizar por las vacaciones.





Sucedió. El regreso a mi casa y a mi vida del hombre que no pensé volver a ver por mucho tiempo. Ayer de mañana me di cuenta de que lo necesitaba pero traté de hacer oídos sordos a la razón y borrar el tema de mi cabeza. Hoy me lo crucé en el barrio y ya no fue cuestión de seguir disimulando. _ Che... Me parece que tengo una pérdida bajo la pileta del baño. _ Bueno, en un rato voy para ahí. ¿Vos vas a estar? _ Sí. Y acá estoy, esperando al sanitario. 2024... ¿No era que tú ibas a ser diferente? Promesas vanas de Año Nuevo (y yo que me creo todo).




Si a mis diez o doce años alguien me hubiera preguntado por mi escritor favorito yo habría dicho sin sombra de dudas el nombre de Mark Twain. Las aventuras de Tom Sawyer y las de Huckleberry Finn, Príncipe y mendigo y Un yanqui en la corte del rey Arturo no solo me habían gustado sino que las tenía releídas varias veces, especialmente las dos primeras novelas, que conocí en los libritos rojos de papel biblia de la editorial Crisol. Las otras pertenecían a los amarillos de tapas duras de la colección Ben Hur y convivían en la biblioteca de mi casa de la infancia con El Corsario Negro, Los hijos del faraón y El último mohicano, entre otras. Después leí El diario de Adán y Eva, y me gustó, aunque ya sin el fanatismo de la pre adolescencia, y lo mismo las narraciones sueltas que he ido leyendo de vez en cuando. El año pasado, en la Feria del libro, me encontré con la sorpresa de un Twain que nunca había visto: 44. Pensé que sería una recopilación de artículos o de cartas, pero no: era una novela. De inmediato me la llevé a Valizas y la empecé, pero no pasé de unas pocas páginas. Ahora acabo de devorarla. "44" (en la edición castellana: "El forastero misterioso") es un libro raro. Un libro que al autor le llevó 13 años (cuando a los demás los hizo en seis meses), que dejó terminado en 1908 pero inédito (porque su final coincidió con la muerte de una de sus hijas, en tanto la otra, Clara, se hacia ciencióloga). Es esta última la que, tras la muerte del escritor en 1910, se encargó de editarlo con ayuda de su albacea. Casi medio siglo después saltó que entre Clara, el albacea y un editor religioso habían cambiado el texto para hacerlo "menos profano", eliminando la cuarta parte e incluso inventando un personaje sobre el cual recaía el peso de las acciones oscuras que aparecen en la novela. In-cre-í-ble. E increíble es el libro mismo. Una historia ambientada en la Austria de comienzos del Renacimiento, en un castillo donde funciona una imprenta, historia que con toda naturalidad se va resbalando hacia un surrealismo fusionado con profundas disquisiciones sobre el ser humano, la existencia, los límites de la realidad y la apariencia, entre otros temas. La novela fue publicada con un texto cercano al original hace más de medio siglo, como parte de un proyecto de la Universidad de California, pero no fue hasta hace unos años que alcanzó difusión más allá de los círculos académicos de su país. Si ven esta edición (que es de 2018) el prólogo de Juan Forn es otra joyita. "Mark Twain es un hombre hecho de partes, pero no todas corresponden al mismo rompecabezas", declaró el escritor alguna vez. Yo no puedo creer que a esta altura de la vida me caiga una pieza nueva. 2024 empieza bien.





Montevideo a veces duele. Otras, maravilla.
El ex zoo devenido en parque resultó ser un lugar increíble. Los espacios verdes, el jardinado, el arte y la memoria entretejidos en una obra pensada desde el respeto y el amor por la gente. Hay zonas de juegos infantiles, fotogalerías a cielo abierto, esculturas, cerámicas, espacios deportivos, infinidad de bancos y zonas de picnic…
Los pavos reales son los dueños del paisaje, pero también andan libremente por ahí garzas y otras aves grandes, amén de los habituales tordos, gorriones y cotorras. Los bichos que quedan del zoológico (casi todos autóctonos -excepto coatíes y papagayos) están en recintos grandes y arbolados, sin rejas (salvo la jaula enorme de los loros y los carpinchos). Ninguno vive solo. Todos parecen contentos.
Recorrí el predio sin apuro, como corresponde a quien tiene un par de horas entre un examen ocular y el siguiente. Charlé con un conocido y varios extraños, y todos coincidimos en la alegría por este espacio (gratuito) para agregar a la lista de atractivos de Montevideo.
¿Ustedes creen que voy a terminar esta publicación haciendo alusión a la Intendencia, Cosse, el Frente Amplio? ¿Les parece que hace falta?
Vayan. Si no son frenteamplistas también: hagan a un lado sus preconceptos y vayan. Con o sin niños, hasta las 20.30. Claro que no es un paseo efímero y pueden ir todo el año, pero no dejen de hacerlo (y después me cuentan).





¿Qué mejor que empezar el año en manos de doctores? No, no tomé demasiado (en verdad: nada). No me excedí con la carne (cero). No bailé hasta la madrugada con el consiguiente daño sobre mis huesos y músculos del siglo pasado (a lo sumo caminé media cuadra entre mi casa y la de mis viejos). Solo tengo un poco de presión ocular y me están haciendo un examen que se divide en cuatro partes durante todo el día, a más o menos una parte cada cuatro horas. El examen consiste en que me ponen unas gotas amarillas en cada ojo y después miden algo con un aparato de luz azulada. Pensé que iba a quedar medio cegatona pero no; el efecto de la anestesia pasa en segundos y el examen en sí no lleva cinco minutos. El único tema es que vivo lejos de la clínica, que queda en Av. Italia y Luis A. de H. Ya sopesé todas las posibilidades de cosas para hacer que queden a una distancia relativamente caminable, a saber: * ir a la playa *conocer el nuevo Villa Dolores * tomar un moka * caminar * ir a Divino y ver si hay algo que me convenza para el living * aprovechar a hacer mandados * leer algo, hacer una crónica, cambiar el mundo No sé. Algo me dice que voy a volver a mi casa las cuatro veces pues enero, verano y esas cosas. Todo para no pensar en la presión ocular y sus implicancias. No pienso, no pienso, no pienso, palabras, palabras, palabras, la la la. Y así.





Año Nuevo con padres, a esta altura de mi vida, es un privilegio. Las selfies aún no me salen muy bien, especialmente cuando mi vieja ya está a punto de atacar los canelones caseros con verduras de la huerta que preparó esta mañana. La segunda foto es de uno de los adornos que (por ser la “alta” de la familia -1.64, si no me empecé a achicar) me tocó acomodar hoy en la repisa de la ventana del living (como se ve en la foto de ellos mirando la tele, donde había un cantor de folklore que les gusta). Es una cajita de porcelana que me trae recuerdos de infancia pero que hoy me enteré que viene de más atrás: _Eso me lo regaló el Cele antes de casarnos. Es un alhajerito. - dice mi vieja, entre el montón de historias nuevas y viejas con que ameniza el almuerzo. De tarde los dos se aburren y vienen un rato a casa, donde les muestro los arreglos de galpón y jardín de la jornada. Eran las siete de la tarde pero mi viejo quería venir con linterna, por si los agarraba la noche. Evidentemente, sigue viviendo en la laguna (o quién sabe dónde). Claros y oscuros del primero de enero, estimados. Como siempre.