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sábado, 3 de junio de 2023

Junio de 2023



El IAVA de la noche es un liceo con aspecto de vacío y silencioso. No hay nadie en el ping pong, no cantan los pájaros en los árboles, no hay risas por los pasillos. El edificio centenario adquiere una consistencia fantasmal entre luces y sombras, y hasta los bidones del damero en el patio se amontonan en el rincón como si no quisieran pasar la noche solos. Afuera la luna se asoma entre las hojas de los árboles. Todo parece tranquilo y en su sitio, salvo las luces rojas de la puerta del ascensor que sigue sin repararse y los andamios en el salón gremial que sigue sin ser devuelto a los estudiantes. No está nuestro Director, no sabemos qué pasó con los docentes indagados ni -menos aún- entendemos por qué este lunes todas las inspecciones de materias se pusieron al unísono a visar nuestras libretas. Todo parece tranquilo y en su sitio, pero nada lo está. Pura apariencia que se dibuja entre sombras. Pura apariencia todo, excepto un entramado de familias, docentes y estudiantes que se resisten al silencio resignado. Acá estamos, y seguiremos transitando el camino de la educación como siempre: juntos.




 Hoy termina un mes que resultó ser eterno, especialmente en la segunda quincena. 
En lo personal, mi casa en obras y la cabeza de mi viejo que sigue perdiendo espacios. 
En lo laboral, una lucha continua: el salón gremial cerrado, nuestro Director declarando como si hubiera hecho algo malo, el malestar permanente del liceo intervenido, los controles continuos de parte de las inspectoras (no solo las que están en el liceo), la inestable salud mental de varios de nuestros estudiantes, llegando a algún hecho terrible por todos conocido.
En el país el agua salada (que se va terminando), las idas y vueltas de cada día, los “pactos de caballeros”, los archivos del terror y la constatación (no por previsible menos dura) de que a cincuenta años del golpe de Estado los relatos pretenden desplazar a los hechos de los que buena parte de quienes escuchamos guardamos perfecta memoria.
Ayer di clase al primer grupo en el colegio, fui a la ATD del IAVA, discutí con alguien de otro liceo (un muchacho que dijo que “no podemos conformarnos con elevar un informe”)*, resolví cosas con el sanitario, me fui a bañar a lo de mis viejos (creo que él no terminó de reconocerme), merendé con amigas, fui a un homenaje a Nibia Sabalsagaray y terminé viendo Edipo en el Solís con algunas de mis ex compañeras de Florida. 
No puedo más. Este junio no puede ser más eterno. Menos mal que se termina. 
Y ahora, con su permiso, acaba de sonar el timbre y hay un quinto que me espera.
* “Ya estás con la impunidad de la edad”, me dijo una de las amigas con las que merendé, y debe ser eso. Normalmente soy conciliadora, pero escuchar que en mi liceo nos estábamos limitando a enviar un informe cuando venimos luchando de manera agotadora durante todo el año me pegó mal, me enojé y casi me lo como crudo. Después él se disculpó y todo terminó en buenos términos. Cosas que pasan.




Yo no sé si por una oscura intuición de origen brujeril o por simple conocimiento de mis afectos, pero apenas me senté en el 402 de espaldas al chofer pensé: _ En unas paradas sube Rosario, se sienta en el asiento de al lado y un cuarto de hora después aparece Celsa. Y fue tal cual. Yo iba distraída con el teléfono cuando levanté la vista: acabábamos de pasar la parada de mi ex maestra Rosario, que sin haberme visto justo (justo) se estaba instalando en el asiento de al lado. — Querida… qué raro verte en este ómnibus y a esta hora. -dije, y las dos nos reímos. Íbamos a la inauguración del memorial por las presas políticas, lo mismo que medio 402 y que mi otra amiga, que obviamente apareció en un ratito a nuestro lado. El memorial está frente al Palacio Legislativo, sobre la calle Colombia. Es un espacio circular rodeado por una estructura de metal en cuyos pilares están grabados los nombres de todas las mujeres que pasaron por la cárcel como presas políticas en los años setenta. El público desbordaba el espacio previsto; muchas de ellas eran señoras de blancos cabellos y remera lila; alguna estaba en silla de ruedas, otras caminaban despacio, pero seguras. _ A ver si ahí está mi nombre… - Se oye una voz septuagenaria, seguida de la de un muchacho que la guía: _ No, abuela, vos sos con v corta; creo que estás por allá. Una señora se reencuentra al fin con su familia: _¡Como me costó encontrarlos: son todos petisos ustedes! Otra se acerca tímidamente a una zona llena de gente y pregunta: _¿Será que me puedo acercar para escuchar un poquito? _ ¡Pero Fulana, ahí está tu nombre; vos tenés que ir allá adelante! _No, no importa, no quiero molestar… Con escuchar alcanza. Mientras tanto las ex presas de Melo charlan animadamente y se sacan fotos, hay carteles que dan cuenta de la presencia de personas de todo el país y cuando Mauricio Ubal canta A redoblar todos lo coreamos (cuando no) con lágrimas en los ojos. Hablan algunas personas, cantan otras, todas aplaudimos, y cuando se corta la cinta inaugural del espacio hay una migración de señoras canosas y no tanto hacia su centro, algunas derechitas y orgullosas, otras de bastón, todas repletas de abrazos para celebrar su vida y la de las familias y compañeras. La emoción inundó todo el espacio. Imposible estar ahí y salir indemne. Muchos (muchos) encuentros y abrazos más tarde la tarde nos terminó de encontrar en un barcito amable que parecía salido de otros tiempos (de los tiempos buenos, no de los setenta). Y así terminó este día, cargado de tantos sentimientos encontrados que no hay una palabra que pueda definirlo. O quizás hay dos, que suenan en un grito como si fueran una: #nuncamás




Mis viejos nacieron en el interior profundo de Cerro Largo: de Sierra de Ríos (nombre poético, evocador de paisajes hermosos) es el Cele, y la Chola nació en el Poblado de Las Ratas (nomenclatura que según mi progenitora no queda claro si alude a su pobreza o a la cantidad de hijos que parían en promedio las mujeres). Ella fue de joven limpiadora y niñera, hasta que arrancó con la confección y venta de ropa en la feria; él trabajó como metalúrgico al principio y después cosas por su cuenta. No sé si alguna vez estuvieron agremiados: mi vieja no creo, y al Cele andá a rescatarle la memoria... Cuando yo era chica en mi casa no se hablaba de política. No por secreto ni por protegerme: era un tema lejano, pese a que dos por tres veíamos las corridas de los obreros de las curtiembres del barrio y sabíamos que el marido de una tía estaba preso. Cada día las calles aparecían sembradas de volantes hechos a mimeógrafo, a veces había que quedarse en casa cuando iba a Jardinera o primer año, y una vez un señor dio en el trolley de las siete de la mañana un discurso encendido en contra de la dictadura y a favor de la lucha obrera (discurso que el resto de los pasajeros contempló azorado y en silencio, porque era 1979 y no se sabía quién estaba oyendo). No mucho más. Cuando fui adolescente y tuve edad de entender algo ya estábamos al final. Con mi mejor amiga de ese tiempo comentábamos lo afortunadas que habíamos sido por nacer en el 67: casi no nos enteramos del golpe, pero asistimos a la maravillosa época del retorno a la democracia. A veces mirando para atrás me cuesta creer que en la casa de mi infancia viviéramos en el limbo, pero así era (por lo menos en mi caso; supongo que mis viejos sabrían algunas cosas y elegirían callar). Hoy vivimos en democracia, tenemos mil formas de comunicación, pero estoy segura de que en muchísimas casas la situación del país no es un tema. ¿Cómo hacemos para demostrarles que sí es importante, que hay que mirar la realidad con ojos reflexivos, que está bueno saber el pasado para pensar el futuro? Más allá de mi partido, digo, e incluso más allá del país, como tarea ineludible. Salir de las cuatro paredes que nos rodean, de las voces de los que piensan como nosotros, y asomarnos a un mundo en el que tenemos que convivir con la diferencia, partiendo del respeto hacia todo ser vivo.
Pero volvamos al tema inicial.
#nuncamás




Hoy hace un mes que el sexto de Agronomía fue desplazado a un salón del subsuelo mientras les arreglan el piso. Fue maravilloso darle dos horas al Artístico y una al Ingeniería que están a ambos lados del salón, donde todo el día se oye un concierto interminable de taladros y martillazos. Un mes. Un mes para despegar las maderas, reemplazar la que estaba rota y volver a clavetearías. La obra de mi casa y la del IAVA compiten cabeza a cabeza en duración y nivel de ruido, y en ambos casos el final no se vislumbra. (Mal de muchos… En fin.)




Mi casa sigue en obras desde hace diez días: todo es polvo, precariedad, desorden. El sanitario viene un día sí y un día no, y el gato aprovecha sus ausencias para hacer pichí entre los escombros que se amontonan en lo que antes era la ducha (¿cerrar la puerta? ¿qué puerta?). Luego de ocho días sin agua ahora tengo al menos unas llaves de paso en ambos pisos, por las que el líquido elemento sale frío y salado, pero sale. Lejos de mi ánimo está el quejarme como si estas condiciones de sobrevivencia fueran inhumanas: más bien me da una enorme tristeza al pensar en cuántas personas como yo transitan uno tras otro los inviernos en situaciones mucho peores que las mías. Yo tengo dos dormitorios libres de polvo (aunque invadidos por las cosas de otros lados), cuando quiero puedo escaparme a por un moka y mi techo no se llueve (cruzo los dedos). Abril es el mes más cruel, decía Elliott, ya no me acuerdo por qué, pero por estos lares la peoridad se estira lo que duren el frío o el invierno (que suelen venir juntos, pero no siempre). El domingo de sol en lugar de animarme me pegó un poco para abajo, estimados. Debe ser que me he pasado leyendo archivos desclasificados, que mi liceo sigue en conflicto, que no sé cómo lidiar con el tema del suicidio adolescente, que en Buenos Aires vi tanta gente durmiendo en la calle como en Montevideo, que veo con enorme incertidumbre el futuro del arte, que el país se nos está secando y esas cosas. Ya va a pasar. Mientras tanto, sol, moka, gato, libros, amigas, flores, música, la expectativa de un par de días no helados para visitar Valizas y la esperanza de que un día (no sé cómo ni sé con qué pretexto) el sanitario venga con una sonrisa y me diga que (por fin) su obra en mi casa ha terminado.

 

Estimados, si un día les sobra un pasaje a Islandia ¿me lo dan? Yo me pago la comida, el hostel y la ropa de nieve, solo me falta el avión. Si consiguen dos mejor, que tengo una amiga para invitar. Gracias. 
(Acabo de ver un video de Analizando humanos ubicado en la playa de Reynisfjara... aaaaaah!🖤🖤🖤)




La mañana de San Juan no vino este año cargada de magia y sucesos inesperados. Más bien es el primer sábado húmedo del invierno, y me encuentra asomada a un abismo (casi) sin fondo: los archivos del terror en Uruguay. Miles, decenas de miles de personas (varias de ellas por mí conocidas), fichadas y controladas por las razones más diversas. “Solicitó permiso del SID para una beca a Italia.” “Tramitó pasaporte para viajar a Chile.” “Muy amigo del padre Fulano.” “Se encontraba presente en una reunión autorizada en el domicilio de… sito en… en la que se trataría, según información, “Las Elecciones Internas y el Voto en Blanco”.” “Figura en una nómina incautada, de destinatarios en impresos en propaganda subversiva.” A veces hay un recuento prolijo y pormenorizado de hechos en apariencia insignificantes: “El 18 de los corrientes, una persona de sexo femenino se encontraba en la vereda del Garaje de este Servicio, cito en la calle Uruguay número… anotando en un block datos sobre el mismo. Detenida la misma, resultó ser… domiciliada en… “ [La historia abarca una carilla y media. Más tarde la liberaron cuando una doctora le certificó incoherencias en el habla y leve desequilibrio mental] Le cuento a una amiga que acabo de encontrar a su padre (por negarse a firmar una “Declaración de fe democrática”) y a su hermano (por tramitar pasaporte), y ella me dice que el hermano, que es músico, en esa época tenía un grupo de rock llamado “Libertad mental” al que le prohibieron el nombre y terminaron rebautizando como “Alas mentales”. Claramente los servicios de inteligencia estaban más que activos por los años de la dictadura, pero no pensé que nos controlaban al punto de registrar quién hacía una solicitud de beca o era amigo de un cura. Todo prolijamente organizado, muchas veces con foto, aunque no siempre ordenado alfabéticamente. Los trabajos en la sombra. Horas y horas y horas de labor de fichaje y control, realizados por personas que no sabemos quiénes eran, y que tal vez hasta sean hoy en día cercanos a nosotros. Un horror.




Las muchachas de abril y las lágrimas de junio Crónica extensa, aviso. No había forma.
El tránsito alrededor del Palacio Legislativo estaba tan enredado que demoramos diez minutos entre parada y parada. Yo no conocía a ninguna de las diez o doce personas que bajamos juntas del 402, pero no había ninguna duda de que eran compañeros. Todos íbamos al acto reparatorio por parte del Estado uruguayo en relación a la desaparición (en 1977) de Óscar Tassino, quien junto a Luis González y a las “Muchachas de abril” (Diana Maidanik, Laura Raggio y Silvia Reyes, asesinadas por las Fuerzas Armadas), integran la causa por la cual la Corte Interamericana de Derechos Humanos determinó que debía haber un reconocimiento público ante la ciudadanía aceptando que los Familiares tienen razón, que el Estado incumplió con su responsabilidad internacional.
Yo no conocí a ninguno de los mencionados en esta causa, pero sí fui compañera de trabajo de Stella Reyes, hermana de Silvia, quien se escapó de la matanza de ese día pero fue atrapada poco después y encarcelada varios años. Todo lo que tenían era una imprenta clandestina. Cuando charlábamos del tema Stella me decía que para hacerla sufrir los militares durante los interrogatorios le contaban las atrocidades que habían hecho con su hermana y las otras dos muchachas, cosas horribles que ella siempre creyó que eran mentiras para torturarla, pero que cuando quedó en libertad descubrió que todas y cada una habían sido dolorosamente ciertas. Eran las cinco y cuarto de la tarde, que estaba realmente fría. Un rato antes del comienzo cientos de personas esperábamos (con o sin invitación) que nos permitieran la entrada al recinto. Algunas directamente se habían apostado frente a la pantalla gigante que transmitiría el acto desde la plaza de enfrente. Mucha gente mayor, algunos jóvenes, varios conocidos. Mi amiga y yo, con una mezcla de paciencia y entusiasmo, logramos por fin acceder al Palacio, justo cuando comenzaba la parte oratoria. Las sillas estaban todas ocupadas, y nos quedamos en un cordón de personas de pie, desde un costado del enorme Salón de los Pasos Perdidos.
El himno resonó con una intensidad impresionante, y el tiranos temblad retumbó una vez más entre los mármoles de Carrara. Quienes tomaron la palabra fueron dos mujeres. Una, la vice Presidenta, quien realizó una serie de consideraciones de tipo y tono completamente protocolares, recibiendo al final un tibio aplauso de cortesía por parte de los presentes. La otra fue Karina Tassino, hija de Óscar, a quien sigue buscando. El aplauso que la recibió fue uno de los más fuertes y largos que he escuchado en la vida, un aplauso que resurgió una y otra vez en medio de su discurso, entre emoción y palabras. Tassino comenzó por lamentar la ausencia del Presidente, que en su calidad de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas debía estar hoy presente. Luego realizó una presentación de su padre desde la memoria de la nena de 7 años a quien se lo arrebataron de una vez y para siempre; contó detalles de la noche en que las muchachas de abril fueron cobardemente asesinadas, pasó por temas tan espinosos como la prisión, la tortura, la muerte. Habló de los cuerpos vulnerados, de los cuerpos lastimados a través de hechos sangrientos, feroces, inhumanos, bárbaros, crueles (porque -como djo ella- no existe un adjetivo que por sí solo pueda pintar el horror de esas acciones). Dijo que cuando estaba escribiendo este mismo discurso hace unos días se enteró del hallazgo de restos humanos en el Batallón 14, y volvió a sentir la misma sensación por la que ya todos los familiares han pasado media docena de veces. ¿Será él, esta vez? ¿Será que por fin lo encontramos? Habló también del tema de género, y de cómo las mujeres sufrieron violaciones sobre sus cuerpos indefensos, a lo cual una señora de entre el público interrumpió y gritó: _ ¡No solo de mujeres! ¡Niñas también! Yo tenía 13 años cuando me violaron. Y a esa altura ya la mitad de los presentes estábamos con los ojos llorosos. Tras el discurso hubo una serie interminable de gritos de "¡Nunca más!". Nunca más. Nunca más.
Terminado el acto era tanta la gente que se movilizaba hacia la salida que mi amiga y yo (que habíamos estado todo el tiempo de pie) decidimos sentarnos en un banco al costado hasta que bajara un poco lo compacto de la multitud. Vi que una mujer iba derecho al mismo asiento y me corrí para dejarle lugar, lo que agradeció en silencio, con un gesto. A los pocos segundos veo que un hombre le toca el hombro al pasar, en un gesto de solidaridad. La miré: estaba llorando. Le pasé el brazo por el hombro y ella se derrumbó en mis brazos, sollozando. Lloró y lloró durante varios minutos, y si bien yo sentía que me quería decir algo no llegaba a interpretar lo que musitaba en medio de la crisis. Solo la abracé por un largo rato, le dije que estaba bien, que estábamos en un lugar seguro donde la íbamos a cuidar, que tratara de respirar... Cuando al fin pudo articular palabra dijo: _ Necesito hablar con alguien. Tengo algo para decir, pero no sé dónde. _ Podés hablar con Familiares; ellos siempre están dispuestos a escuchar. -dijo mi amiga, que al momento vio a una señora que conocía y le planteó lo que pasaba. La señora (que es un sol) fue en busca de alguien de Familiares, que vino rápidamente, nos saludó a las tres con mucha dulzura y se quedó conversando con la mujer. Esta última nos agradeció, me tomó las manos, y nos despedimos conmovidas, dejándola con alguien que iba a prestarle el oído necesario. Quién sabe qué tendría para decir, comentamos con mi amiga, no éramos nosotras las que debíamos preguntarle, pero ese dolor tenía toda la pinta de llevar mucho tiempo alojado en su pecho.
No hay forma de sanar una herida si primero no se limpia. No hay duelo que se cierre sin saber.
#todossomosfamiliares






Voy a buscar agua a lo de mis viejos porque en casa no sale una gota, no sé si por acción del sanitario hoy de mañana o por la baja presión que en esta calle nos tiene en jaque desde hace unos tres meses. Paso por lo de mis viejos y lleno tres bidones; ellos insisten en acompañarme hasta casa para ayudarme a cargarlos (yo pensaba hacer dos viajes) y de paso mi madre sube a ver la zona sarajeviana en que se ha convertido el baño y la zona de devastación media de los dos dormitorios. En el más chico, apoyada contra la pared, la estructura de una cama de una plaza sobre la cual descansa provisoriamente la puerta del baño. _ Yo no sé si esta cosa la voy a poder meter en casa. -dice mi madre, y en seguida le aclaro que se olvide del tema, que se la acabo de regalar al sanitario ("yo no preciso, pero siempre hay alguien a quién dársela", dijo él). _ Mejor... Igual está más o menos... _ ¡No la toques! -exclamo al ver que ella prueba la solidez de la cama sacudiéndola un poco, con lo que la puerta del baño, resbala y medio que se cae, tirándome al diablo un adorno de cerámica que colgaba de la pared (y se hizo pedazos ipso facto). Mi vieja quedó re amargada, aunque le dije veinte veces que no importaba, que las cosas van y vienen, que no da para hacerse mala sangre y todos esos lugares comunes que una tiene aprendidos desde la cuna (adivinen con qué origen). _ Lo importante es que no te rompas vos... -aclaro mientras ella baja con cuidado, de a un escalón por vez, hacia el Cele, que no está para apreciar reformas y espera tranquilo en el piso de abajo. _ Me mandé una cagada y le rompí un adorno a Mariela. -es lo primero que dice ella cuando termina de bajar la escalera, y él se ilumina con la sonrisa de antes y responde: _ Es lo que yo siempre digo: es un milagro que esté vivo... _ Es que vos sos un adorno fuerte. -le contesto, al tiempo que los dos toman de nuevo su carrito y se disponen a ir al supermercado del barrio a buscar comida para sus gatos. Esta historia no tiene remate. Mi casa sigue patas arriba (y eso que es el primer día en obras), a mi madre nadie la convence de que no pasa nada con la rotura del adorno, que lo pudo haber tirado el viento, y mi viejo de vez en cuando vuelve a ser el que era, aunque sea por el breve instante de un chistecito inocente. Buenas tardes. Ps: No esperen que me bañe mucho en estos días. Si me ven y cruzan a la vereda de enfrente sabré comprenderlos. Volveré y seré millones (o unos cincuenta litros de agua tibia y salada que me aguarden, por lo menos).





Él prometió venir el lunes, pero no vino. Lo esperé todo el martes... "En un rato voy por tu casa", avisó ayer de mañana. Y aquí estoy el jueves, todavía esperando... Pero él es bueno, sabe lo que hace y a la larga (muy a la larga) termina haciendo lo que quiero. El sanitario. La única relación tóxica de la que no sé salir. (Gracias, OSE, por el agua salada, por las cañerías de mi casa rotas y por estos hermosos días de gastos y ruidos pagados de mi bolsillo)





Una de las ventajas de vivir sola (y tener dos baños entre el dormitorio de mi vecina y el mío) es que puedo dedicarme a dar conciertos a viva voz sin molestar a nadie. No es que lo haga siempre, pero el canto sin público es una terapia de lo más efectiva. Arranco por Las Pelotas, paso por Buitres y Los tipitos, y de ahí se va armando un repertorio en dos idiomas que atraviesa Pink Floyd, el Indio y Metallica, entre otros. Con Wish you were here me dan ganas de pagar cualquier precio por Roger Waters, canto Hurt y me siento mala, me entristezco ante el encuentro con un ángel amateur, quiero escapar porque gris es todo lo que hay y soy la última rubia que vino a probar el asiento de atrás. Todo está muy bien hasta que caigo en la Epumer y tengo que cortar Perfume por la mitad, porque me vienen recuerdos de una amiga que también la amaba y también, como ella, nos dejó muy temprano. Y de pronto estoy en un recital casi íntimo de la Epumer en algún lugar del centro y entra Taddei, que llega tarde y es imposible que no volvamos todos nuestras cabezas a mirarlo. La Chipi Chipi me lleva a Charly en el Teatro de Verano, y de ahí a Sui Generis en la vuelta a la democracia. Sí, vi a Sui Generis frente a la Intendencia, porque al recital del Franzini mis viejos no me dejaron ir con mis primas aduciendo que yo solo tenía 13 años (esas razones absurdas de los padres cuando tienen miedo y no se animan a decirlo). Sui Generis que no sé por qué no vi en el 2000, cuando vinieron al velódromo (precisamente) con María Gabriela Epumer. Qué cosa esto de la terapia de la música, che. Una cree que es algo superficial pero resulta que nos va moviendo hilitos que no teníamos idea de que estaban conectados y a la vez nos limpia, nos purifica, nos sumerge en una suerte de bautismo ritual y cotidiano del que no podemos pasar mucho tiempo sin volver, aunque a veces terminemos con los ojos rojos y húmedos (pero sin fumar). Si viven solos, cántense algo. Si no, también. Y que digan lo que digan; ya no saben qué decir.





Relato: "Vamos a hacer una rampa". Hecho: "Rampa no, solo vamos a abrir la puerta de E. Acevedo". Relato: "Les vamos a dar un salón gremial en las mismas condiciones que el que tenían". Hecho: "No, salón libre no tenemos". Relato: "Los profesores citados van a declarar como testigos". Hecho: "Los profesores citados son (al decir de quien toma la declaración) indagados". Relato: "Somos un equipo de gestión pedagógica". Hecho: "Nos comunicamos por un power point los miércoles, estamos encerradas en la Dirección y si nos saludan no les contestamos". Relato: "Los mejores cinco años de nuestra vida" Hecho: "Prometemos mucho, acusamos de todo al gobierno anterior y lo que más nos importa de la educación es recortar su presupuesto". #Harta Mañana vamos a apoyar a nuestro Director, la comunidad educativa del IAVA y quienes puedan acompañarnos. Defender estudiantes no es insubordinación. Increíble tener que estar explicando esto. De verdad, increíble.





Amaneceres, gatos y flores. Todo para no ver que ya hay personas que por la noche duermen en mi barrio tiradas en el pasto helado, con solo una mantita por arriba. Todo para no pensar que los derechos de estudiantes y docentes se siguen vulnerando en mi liceo (y en otros). Todo para no leer comentarios de dinosaurios que de pronto van volviendo a aparecer en las redes sociales (cada vez más). Este es un hermoso martes 13. Para qué llenarlo de amargura. Amaneceres, gatos y flores. Mañana será otro día.




Imagen matinal: el cielo azul, la luz de los semáforos, los pocos caminantes de la siete y media, la mancha de agua jabonosa en el rincón de la vereda donde durante la noche durmió un ser humano. A veces duele Montevideo, especialmente en invierno. Conté tres manchas de agua con jabón en media cuadra, solo de un lado de la vereda. A veces duele Montevideo.




Aunque hace mucho que no llueve tengo todavía unas botellas y/o bidones rellenas con agua de lluvia, para las plantas. Además hay en la cocina varias botellas y/o bidones comprados para tomar, y desde ayer he agregado tres botellas y/o bidones con agua de la canilla sacada de lo de mis viejos, porque mi casa sigue en obras y hace 48 horas que no corre una gota (ni siquiera salada) por las cañerías. Adivinen quién se empezó a entreverar con las botellas y/o bidones y ya no se acuerda bien de cuál es cuál.




Rosa rosa, tan maravillosa… 🎵 El auto de la novia. El teatro. Yo sacándole una foto disimulada a “Sandro es mi vida!” Buenos Aires es una ciudad china. Los alfajores Jorgito siguen siendo ricos. Un concierto de variadas imágenes. No hace frío (o al menos no siento). El agua no tiene sal y sale con buena presión. Aún no he visto un gato y solo dos o tres perros. Todavía no entré a las librerías. Ya vi a un par de famosos de medio pelo para abajo. Y ta.




Las huellas del gato en la mesa de la cocina es lo que puedo mostrar del estado actual de mi casa. No hay palabras para tanto caos. Dante debió incluir la eterna remodelación del baño entre los castigos del infierno, pero se ve que no se le ocurrió, y solo puso demonios, pantanos y fueguitos… qué principiante. Ooooooom… reommmmmm…




Una clínica privada de Formosa entrega a sus pacientes un informe de ecografía que incluye la imagen del bebé, pero después de que una madre la compartió en TikTok empezaron a llover mujeres atendidas en esa institución que habían recibido la misma foto. Es lo que pasa cuando salís lindo: todos se pelean por presumirte. Le voy a decir al gato que no se deje sacar fotos. 




¿Quién para ir a sacar fotos de bichos con cámaras a control remoto? Yo pongo la idea y después hago la crónica. Solo hace falta alguien que traiga la cámara, el conocimiento y el dinero para pasajes y alojamiento. Avisen, pero que no me coincida con clases, que el horno no está para bollos. 😎📷




Desperté con el alma repleta de imágenes que mi cerebro no demoró dos segundos en borrar. "Eh... Había un... Era como... Se me fue." La misma historia de casi todos y casi siempre; una sensación de intensidad sin referencias ni argumentos que la rescaten para la conciencia, a no ser que un detonante casual nos sumerja de nuevo en el mundo soñado. Navego un rato con el celular, sin levantarme, en tanto el gato maúlla en la ventana para que lo entre por cuarta vez desde ayer por la noche. Entra, maúlla, sale, maúlla, y así van transcurriendo su vida y mis desvelos. Una página que sigo postea algo sobre Picasso y una mujer que se atrevió a dejarlo: se conocieron cuando ella tenía 21 y él 61, vivieron juntos, tuvieron dos hijos. "Nadie deja a un hombre como yo", había dicho el pintor ante una tentativa de abandono, y la frase, en un inesperado pase de magia, me arroja de golpe y por completo en el sueño perdido. Una situación de aparente libertad pero en verdad prisión, varias mujeres (mi vieja, una amiga, la hija de la amiga y yo) agasajadas de manera abrumadora, en un sitio al que por equis razones nunca podíamos abandonar. Yo he tenido antes este sueño, pienso, y la sensación del déjà vu se impone con tanta naturalidad como cuando hace unos días recordé lo que se sentía al atravesar una pared o cuando a veces me he sentido planta, he sabido volar, acechar una presa o existir bajo las olas. ¿No les ha pasado, la sensación de absoluta unidad con el todo? ¿La disolución del tiempo, la superposición de planos, la continuación en este instante de tantas y tantas existencias pasadas, presentes, futuras? No he consumido nada, excepto unas galletas con queso y té de maracujá, y tampoco me convertí en mística: son sensaciones fugaces, pero intensas. El universo se articula y todo tiene sentido, un instante antes de volver al desayuno, al gato que ahora maúlla para salir y a las nubes grises del domingo, que no se deciden a traer lluvia. Retazos de una sabiduría ancestral que, al igual que los sueños, se asoma fugazmente y nos dice "aquí estoy" antes de disolverse para siempre (o hasta que algún estímulo que no podemos anticipar nos la traiga de nuevo a la conciencia). 



_ ¡Amiga: llevás oro en la mano derecha! -me grita un chico de los que están en la puerta del shopping ofreciendo cosas para vender o asociarse. Yo pensé que se refería a una caja enorme de Zara que encontré en la puerta del supermercado y me sirvió para poner las compras y quizás divertir al gato cuando llegue a casa dentro de un rato, pero no: era un bidón de agua. El muchacho tiene claro lo que vale oro en este mundo distópico (y yo no distingo la derecha de la izquierda si no hago un gesto mínimo de escribir con la mano). No me juzguen.




Supermercado del barrio, una y media de la tarde. Voy con mi canasta ya por dirigirme a la caja cuando veo que una señora se me cruza en un carrito donde reinan dos bidones de Salus sobre el resto de las compras. Yo ya me había dado por vencida porque solo vi fundas de seis botellas (demasiado pesadas para ir a pie), pero la imagen reanimó mi dormida esperanza bidonera. _ Hola. -la intercepto- ¿De dónde sacaste los bidones? _ Están en la parte de la panadería, pero solo queda uno. -me aclara- Y hay algunos otros de Nativa, pero solo te venden tres por familia. _ Perfecto; gracias! -saludo, ya dirigiéndome a toda velocidad hacia la citada zona, donde el único Salus de 6 litros aguardaba en silencio mi llegada. Voy hacia la caja. Un señor me pregunta dónde encontré el bidón, lo dirijo a la zona correcta y le informo que era el último, aunque aún quedan los de la otra marca. El veterano hace un gesto de desaliento pero igual me agradece y se va hacia la panadería. _ No se puede creer lo que está sucediendo. -dice un empleado que está poniendo sobres de capuchino en una canasta de ofertas a otro que repone cosas de Todo a 25 -la gente no me deja ni presentar los bidones: salgo con el carro lleno y por el camino entre las góndolas me los sacan de las manos. Nunca vi cosa igual. Hago fila en la caja, no sin antes servirme 12 sobres sueltos de capuchino a $25 cada uno, de los que si compro en caja cuestan diez por $489 (no le digan a los del supermercado), pago mis compras y me voy a casa abrazada a mis seis litros de vital e hipercaro elemento. _ Hola, Mariela. -me saluda una vecina en el camino- ¿Te puedo preguntar dónde compraste ese bidón? _ En el supermercado. Aún quedan los de Nativa, ¡suerte! _ Qué bueno; gracias... Ojalá encuentre alguno cuando llegue. Nos vemos. Uruguay 2023. Si no lo vivís no lo creés.






Cuando consideré que estaba a punto de dormir visualicé el reloj con las manecillas puestas a la hora en que debía despertarme esta mañana. Una forma como cualquier otra de avisarle al despertador interno que no se anduviera con jueguitos al estilo de “uh, no lo escuché, te juro que no lo oí…” No suelo acostarme tarde ni tener problemas para conciliar el sueño, pero cuando ayer (bah: hoy) me tiré en la cama sabiendo que en pocas horas iba a empezar la jornada del lunes demoré muchísimo en dormirme. El gato se portó bien, yo no tenía frío ni estaba preocupada, pero igual: desvelada. Hoy apenas sonó el reloj apagué el despertador con la soberbia de quien se sabe eficiente a prueba de desvelos y solo por las dudas, casi como un automatismo, estiré la mano para encender la pantalla y ver qué hora era. Y era 28 minutos tarde: justo lo justo para desayunar a toda velocidad, darle de comer a los gatos que hubiera en la vuelta y salir a la hora correcta (pero todo rápido, pero sin las noticias en la pantalla, pero sin peinarme ni mirarme -casi- en el espejo). Siempre (pero siempre) me pasa lo mismo cuando necesito sueño: mi inconsciente me regala media hora, pero me hace salir bien. No duermo de más diez minutos ni una hora: solo lo que (extremando los apuros) puedo buenamente permitirme. Misterios del ser humano. Buenos días. Feliz lunes, feliz semana, feliz comienzo del mes con los días más cortos del año. Hacia allá vamos.




Esta figura sonriente en modo animación de fiesta infantil ¿era yo? Esta cara de los veinte y pocos, esta ropa blanca que apenas (tal vez) reconozco ¿era yo? No tengo el menor recuerdo de esa fiesta o de estos niños, no me ubico en el momento pero debo ser, porque la amiga que me mandó la foto es una persona seria y confiable, y además estos rulos se parecen a los míos. Cosa rara la memoria. Me pregunto si así se sentirá mi viejo ante cada persona nueva que se le cruza y dice conocerlo desde siempre. Cosa rara la memoria.



Almuerzo viendo un programa de radio de hace un par de días en youtube: el tema se relaciona con las experiencias cercanas a la muerte. ¿Ustedes alguna vez se sintieron en riesgo de vida? Yo creo que no. Pero no sé.
Rápido recuento de hechos significantes: cuando era chica estuve en tres accidentes de tránsito: un vuelco de bus en viaje a Rivera, pasajera de taxi que atropella a un ciclista en Melo, padre que compra camioneta, no la sabe manejar bien y hay media cuadra sin control por la vereda en Piedras Blancas. Ahí tienen por qué no manejo, acoto mentalmente, ahorrándome medio año de terapia. Después no hubo mucho más. Una vez que bajaba del 306 en el Prado y una ambulancia que iba a toda velocidad entre el ómnibus y la vereda casi me lleva puesta. La persecución de dos ladrones de autos en plena madrugada, donde yo iba aferrada al cosito ese del techo mientras mi novio de los 17 aceleraba su 2002 al nivel de película de acción (pero en Villa Española). Ah, y la fea sensación de no hacer pie en una playa y tener que patalear y flotar hasta que viniera el chico más lindo de mi cooperativa a rescatarme. Varias veces (muchas) un auto me pasó raspando (aunque yo estuviera cruzando con luz verde). Una sombrilla asesina en Punta del Diablo. Y ahí estamos.
¿Ustedes? ¿Todo tranquilo en sus barrios?
Por las dudas miren bien antes de cruzar la calle, no coman hongos que no puedan identificar y no se excedan con el agua de la canilla.




“Tendría que ir a la feria a comprar frutas y verduras, pero no tengo ganas de interrumpir el zoom de Teresa Torres sobre La Ilíada”, pienso, al mismo tiempo que alguien golpea a mi puerta y me vende dos bolsas surtidas por cien pesos.



Hace como diez días que no miro el horóscopo, y resulta que para Aries se viene un "fin de semana lleno de disfrute. Será muy divertido salir y pasear con Leo y Sagitario. Están en un momento donde reírse es salud." Así que ya saben, Leos y Sagitarios, vengan esas propuestas, que los signos de fuego solo quieren divertirse (con perdón de Madonna -que es leonina y si quiere sumarse a la party, bienvenida).