El domingo me agarra medio criminófila, y veo un par de videos de asesinatos. En uno de ellos el culpable se quiere deshacer de una camioneta que podría ser tomada como evidencia, y para eso la deja estacionada con un vidrio abierto por la mitad, las llaves puestas en el encendido y un iphone nuevito entre los asientos de adelante. El problema (para él) es que la acción transcurre en una ciudad de Canadá, y a nadie se le ocurre robar la camioneta, que cuatro días más tarde es hallada en el mismo lugar por la policía.
Esto en mi barrio no pasaba. Seguro que no pasaba.
Y ahora los dejo, que aún no sé ni si atraparon al asesino.
¿Vieron esa escena en la que una persona te dirige la palabra mientras esperás el bus? Esa en la que el diálogo comienza con una frase simpática pero en seguida aterrizás en Mundo Anécdotas y te das cuenta con horror de que has caído vilmente en la trampa del Adulto Mayor Con Ganas De Hablar. Es una persona de cercanía física: no acepta distancias, y si das un pasito para atrás ella da dos hacia adelante. Te habla a veinte centímetros; solo se aleja un poquito para toser, aclararse la garganta y seguir desgranando temas, mientras el ómnibus que esperabas se demora hasta el infinito.
Por suerte se acerca otro coche, uno que a la Persona Mayor Con Ganas De Hablar no le sirve, y lo recibís con sonidos de arpa y luces de reflectores que descienden desde el cielo.
Ha vuelto el silencio y la distancia social. Respirás con cierto alivio y te ponés a escribir en el teléfono a manera disuasoria para otros pasajeros de cualquier intento de establecer un diálogo que tenga lugar a menos de veinte centímetros de tu cara. Salvo que el interlocutor fuera Jason Momoa o Kevin Johanssen, pienso, y aún así no sé, no sé. Una es ecléctica, pero un tanto distante (al menos en la parada del ómnibus, mientras sigue esperando el 103, porque el primero que pasó era solo un factor de distracción del enemigo parlante).
Sexto Artístico, primer día de clases.
Tenemos en el grupo una estudiante sorda y otra hipoacúsica pero no hay intérpretes, porque la fecha de elección de sus horas estaba fijada para varios días después del inicio de cursos.
No es fácil la clase sin intérprete en lengua de señas. Trato de hablar lento y articular mucho, mientras la chica que oye poco le transmite la clase por señas a la que no escucha. Entra la adscripta, nos comenta las señas que ha aprendido, y sale del grupo la inquietud por solicitar un taller de LSU, porque los que son oyentes se niegan a pasar todo un año sin poder comunicarse con las dos compañeras.
Segundo día en uno de los sextos de Ingeniería. Hablamos de la historia del liceo, de los escritores y políticos importantes que pasaron por nuestras aulas. Ellos plantean que les gustaría acceder a los documentos donde están las listas de todos los alumnos del IAVA de la historia.
_ Mi abuelo vino a este liceo -dice una chica- y me muero si logro mostrarle la foto de algún libro de cursos con su nombre.
Quedamos en esperar unos días para plantear la pregunta al equipo de Dirección, a ver qué se podría hacer con eso.
Tercer día, sexto de Economía.
_ ¿Qué escritoras uruguayas han leído o pueden mencionar?
_ Había una poeta que vimos en tercero...
_ Sí, muy bien, ¿te acordás del nombre?
_ Eh... Ah, sí: ¡Agustina Delmiri!
Qué maravilla el encuentro. Aunque tengamos todo un patio vallado, aunque arrastremos heridas que no se curan de un momento al otro, aunque persista la incertidumbre respecto al destino del IAVA*, qué maravilla retomar el diálogo y volver a ubicarnos de lleno en el camino que nos corresponde. Cuando en las clases además del tema central aparecen proyectos, preguntas e ideas es que estamos yendo hacia donde queremos: a la construcción de ciudadanía, la formación de los artistas, el impulso a la investigación y el pensamiento.
Hace mucho tiempo que no le copio a Rosencof, pero acá va: que nunca falte.
*la incertidumbre nace, entre otras cosas, de la innecesaria reducción de los grupos vespertinos. La obra nos quita espacios transitables (aunque solo hasta abril), pero si hay 17 salones con grupos en la mañana no tiene sentido que en la tarde haya solo 10. Otros liceos no dan abasto con los espacios y la cantidad de estudiantes, pero en el IAVA se dejaron vacíos 7 enormes salones. Raro (por decir lo menos).
_ ¡Feliz día! - dice a mis espaldas una señora hablando por teléfono- Y feliz día para todas las mujeres en el ómnibus también.
Algunas voces le contestan con un “gracias“, y la señora prosigue su charla con una frase lapidaria:
_ ¿Podés creer que ningún macho me dijo todavía” feliz día “? Hay que matarlos a todos.
…
…
…
Son las siete de la mañana, no sé con cuántos hombres se cruzó hasta ahora la señora, pero tal vez estoy a tiempo para esperar que hoy nadie (ni hombre ni mujer) me desee feliz día. No es una celebración de nuestra belleza, cordialidad o ternura, es como el primero de mayo: una fecha para tomar conciencia de las desigualdades y seguir luchando contra ellas.
Hace años que paro los 8 de marzo, pero este año me rebelo. Equivocada o no, que siempre está bueno seguir pensando, pero agregar una jornada a mis descuentos mensuales solo por ser mujer ya me está pareciendo una manera más de perpetuar la desigualdad (que visibles ya somos: no es que algunos no se den cuenta de nuestra importancia en el mundo, es que no quieren largar su chacrita).
En la marcha estaré, claro, como siempre.
Sigo pensando lo del paro. Pero no sé: no me convence.
Hoy (solo por hoy) quiero llamarme Rebeca Hobson y vivir en Kent. Quiero estar trabajando en mi jardín, encontrar una roca enterrada y ¡plop! descubrir un refugio antiaéreo de 50 metros, construido en 1940. No sé qué haría con tanto espacio nuevo, en una de esas podría ser la sede de mi Museo de Fósiles y Esas Cosas, tendría que ver. Pero no. Vivo en un país donde lo más que puedo encontrar es alguna antigua bóveda*, algo chiquito, sin mucho atractivo turístico. Cosas que pasan.
*una vez vi en TV Ciudad la entrevista a un señor de Piedras Blancas que estaba excavando en su jardín y encontró una enorme habitación de la época colonial. A partir de ahí convirtió el espacio en taller y bodega, y cuando le preguntaron si había encontrado algo el hombre dijo de lo más tranquilo: "sí... había unos sables y otras porquerías, cosas viejas, yo tiré todo en el contenedor".
Cada año es lo mismo: quiero estirar al máximo las vacaciones, pero cuando empiezan las clases me acuerdo de que soy feliz en mi trabajo. Me aburre corregir escritos y leer los programas oficiales de la asignatura, pero todo lo demás es recontra disfrutable.
Esta semana inicié mi año número 35 de trabajo (aunque Secundaria no parece haberse enterado, y no me dieron ni un saludo por los 30, porque se les debe de haber pasado). A lo sumo puedo seguir dando clases (toco madera) otros cinco años, pero hay algo que no me cierra, porque yo empecé ayer. Ayer di mi primera clase en el liceo 19 como profesora de Taller de Expresión Oral y Escrita en un segundo año con dos horas semanales (porque cuando fui a elegir Milagros me dijo con expresión compungida "ya se acabaron las horas de Literatura"). Ayer trabajé en cinco liceos para completar la unidad de veinte horas, y no eran cercanos ni en mi barrio (25 del km 16, 6 del Prado, 19 y 37 de la Unión, 28 de Pocitos). Ayer entré a un grupo de tercero con mis 24 años a cuestas y me encontré a una barrita de muchachos que se abrazaron y empezaron a saltar al grito de "¡Literatura! ¡Literatura!". Ayer di clases en los dos turnos del liceo 14 con cinco o seis horas de puente entre uno y otro y recibí la visita de Pallares el primer día. Ayer fui visitada por otro inspector en el 19, tan ubicado en la realidad que me preguntó si los chicos tenían duchas después de la gimnasia. Ayer me fue a ver Mántaras en la última semana con un quinto, mientras los del salón de enfrente me esperaban con un regalo envuelto en una caja gigante que adentro tenía un gatito. Ayer decidí que iba a dejar de dar clases y a la mañana siguiente tenía en la puerta a una madre pidiéndome que lo reconsiderara y a una compañera que me mostraba su recibo de sueldo para convencerme de que la cosa mejoraba con los años. Ayer tuve a un director que me hizo dos informes de fin de año, con 8 puntos de diferencia entre uno y otro. Ayer le saqué a un muchacho un trencito que consistía en una única palabra (omnisciente). Ayer estuve en 7 cuartos años y terminamos octubre con 8 embarazos en camino. Ayer participé en jornadas de limpieza donde al final inundamos todos los salones de espuma y no sabíamos cómo secarlos, ayer publiqué en las redes una crónica que terminó en un llamado a sala de un ministro al parlamento, ayer fui a un recital gigantesco dado por mis ex alumnos, los vi hacerse psicólogos, actrices, dibujantes, profesores.
Y tanto más, pero todo fue ayer, ahí nomás, hace muy poco. Yo sigo siendo la misma, solo que ahora, en la alegría de establecer nuevos lazos, de plantear las bases para la comunicación y el encuentro, se cuela una voz (todavía muy bajita) que me susurra que aproveche el tiempo, que va a llegar un marzo en el que no me cambie nada. Mientras tanto, carpe diem. Lo único que de verdad tenemos es el hoy más absoluto (y toda distracción -por lo menos- sobra).
A las diez menos cuarto de la mañana la feria de Tristán Narvaja está casi despertando. Hay puestos a medio desempacar, una señora de verdad camina abrazada a otra de plástico y las librerías de Paysandú van convirtiendo en prolijas filas los cientos de libros que sacaron así nomás de sus cajas.
_ Y yo veo que los argentinos hablan bien de Lacalle -dice un feriante a otro- pero eso es porque no lo tienen cerca.
_ Ese libro es una ganga- me quiere convencer el vendedor cuando ve que lo abro y reviso discretamente.
_ Sí, está bien, pero quería confirmar que la letra no es muy chiquita, o me complica.
_ Ah, a mi abuela les pasa lo mismo…
_ !!!!!!!
Compro libros, pizza, condimentos, miel y capuchinos. Charlo un buen rato sobre cuchillos con un veterano vendedor, pero como no tiene de los antiguos Elmo no le compro ("son siempre los más buscados..."). Camino cuadras y cuadras canturreando para mis adentros una canción inventada que solo tiene dos palabras: "crassula capitella", porque no me quiero olvidar del nombre de una de mis suculentas que acabo de ver en la parte de las plantas. Como me quedo sin efectivo me pongo en una fila para retirar del cajero que parece interminable, pero no: casi todos estaban para jugar al cinco de oro. En el callejón de la Universidad hay una fiesta en forma de feria feminista, y por 18 tiene lugar otra fiesta, llena de banderas rojo, azul y blanco (mi voto es! ).
Qué privilegio del destino, vivir en esta ciudad y (a veces) darnos cuenta.
Obra sabatina en 3 actos
Primer acto: Yo, hace veinte minutos:
_ Voy a sacar unas suculentas de abajo del techito de la cocina, para que reciban un poquito de lluvia.
Segundo acto: Yo, hace cinco minutos:
_ ¡Aaaaah, se me ahogan las suculentas, tengo que sacarlas del diluvio!!!
Tercer acto: Yo, ahora, toda empapada:
_ ¡Atchís!
Fin.
Veo carteles de personas desaparecidas y me pregunto: ¿y si se quiso ir? No digo si son menores, si tienen problemas psiquiátricos o condiciones especiales. Cuando alguien "desaparece" entiendo la incertidumbre, el dolor, que puede haber sido secuestrada/o, pero en una de esas la persona está escapando de un escenario de violencia, no sé. Cómo saberlo.
Ayer vi carteles buscando a un muchacho que se fue dejando una carta de despedida, y hoy leo en la publicación de Uruguayos Ausentes que lo encontraron. Todos los comentarios a partir de la noticia son de alegría, de alivio, con mensajes religiosos y muchos deseos de que todo le salga bien. Bárbaro, somos un pueblo amoroso y preocupado por el prójimo. Ahora, cuando quien aparece es una chica que estaba siendo buscada, muy distinto es el temor de las repercusiones. Se la acusa de cualquier cosa, son todas iguales, solo saben irse atrás de un tipo, dónde estaba la madre que no la cuidó, etc.
Nada, estimados. Cierto cansancio existencial motivado por la estrechez de miras habitual, combinada con un machismo estructural del que no está siendo fácil desprenderse.
Y ahora que ya hice catarsis voy a tomar un capuchino, a ver si me endulzo un poco. 😊
Buenos días.
Por esas cosas raras que una tiene se me ocurre escuchar en directo el discurso del presidente argentino al parlamento. Iba a empezar a las nueve pero se adelantó diez minutos, porque se ve que la ansiedad lo devora. Por ahora dice las cosas obvias: es todo culpa de los anteriores, estamos haciendo todo bien, bla bla bla, pero de vez en cuando mete términos económicos de esos que solo entienden él y tres más, al estilo de: "pedirles que computen una función de crecimiento geométrico es un oxímoron para aquellos que no la ven", “números que cuadraban de modo perfecto con el sobrante monetario y el potencial de emisión de los pasivos remunerados en el VCRA". Más alejado de la gente, imposible. No le importan las personas, solo los números fríos. También hace citas de la Biblia y habla de políticos hoy ensobrados en los medios públicos (pero: quién maneja a los medios públicos en su gobierno?).
Mientras tanto de vez en cuando me distraigo leyendo el chat del medio por el que lo estoy viendo: alguien comenta que la vice está re fuerte y que va a ver si pintándose un bigotito le da corte.
En medio del discurso aparece el gato, se interpone entre la pantalla y yo y empieza a lamerme el brazo con la aspereza propia de su lengua felina: si su objetivo era limpiarme un poco la cabeza saliendo de este discurso, debo decir que lo logra.
Qué tristeza lo que pasa en la vereda de enfrente, qué tristeza. Ojalá me equivoque (pero no la veo).
Mis otros cohabitantes
¿Ustedes con quiénes viven? Sin ser personas ni mascotas, ¿conocen a otros seres de su casa? Yo hoy tuve encuentros con varios, de ninguno de los cuales tenía noticias. La mitad salió bien parada del encuentro y el resto... suerte en la otra vida. Y no me refiero a las hormigas, con quienes mantengo batallas diarias por la comida de los gatos.
Primero, un aedes aegipti osó posarse sobre mi brazo y le pegué un cachetazo (aunque no vi el cadáver, así que aún no canto victoria). Después un mangangá quiso colarse a la cocina (el gordo me cae re bien, pero no lo dejé). Una mosca gigante sí entró (y la saqué por la ventana). Decenas de gusanitos pequeños aparecieron al levantar una maceta (sospecho que son termitas; más allá de haberlos rociado con veneno creo que se impone una consulta con quien sepa de estos temas). Una cosa con forma de araña andaba en mi dormitorio, medio lenta: la saqué con la pala de la basura hasta el jardín del frente. Beige, de unos siete cm de diámetro con todo y patas. No sé de dónde salió. Una lombriz bastante grande de repente apareció a los coletazos en una bolsa que tengo cerrada con tierra en el galpón. Pobre bicho, me imaginé que su nula vida social ya la tendría aburrida, así que la puse en el jardín del fondo (cinco segundos después había desaparecido). Todo esto supervisado por la gata de al lado, que además de recorrer y revisar todo el galpón se quedó largo rato olfateando una zona de macetas, como si otro bicho raro se agazapara entre ellas (pero no lo vi).
Pequeñas delicias de la vida en casa suburbana, estimados. Cosas que una solamente ve cuando está de vacaciones. Y ahora, con su permiso, voy a ver si encuentro al pequeño demonio de patas blancas y negras al que no estoy segura de haber liquidado. Espero que no haya invitado a sus amigos: son los únicos de mis cohabitantes que de verdad me dan miedo.
Sé que es una falsa alarma, pero este viernes nublado parece un anuncio del otoño que se nos viene. Se está yendo el verano. Se fueron las vacaciones. Se fueron muchas malezas de mi fondo, porque pintó jornada de jardinería. Hubo que limpiar, retirar hojas secas, ramas que invadían espacios y flores marchitas que no terminaban de caerse. En algunos casos tuve que ponerme guantes, porque las plantas espinosas no reconocen a sus cuidadores. Cambié a algunas de maceta, les di espacio a las oprimidas, sigo tratando de rescatar a unas cuantas y de combinar de la mejor manera los espacios del sol y de la sombra.
Me siento un poco Chance, el protagonista de "Desde el jardín": cada cosa que escribo me resuena con doble significación en la cabeza. Será que es primero de marzo y en un año más tendremos cambios (muchos cambios). Habrá que seguir trabajando amorosamente por la vida, cuidando a quienes nos rodean y sembrando flores en todos los espacios.
Nunca nos fuimos, por suerte.
Y vamos a volver.