_ Ta, listo, no me jodas más. Me tenés harta.
Andate.
Aquello me salió sin pensarlo, de lo
más profundo del alma. Suelo ser muy medida con lo que digo, pero es que todo
tiene su límite y esta vez me sentí realmente superada.
Llovía cuando llegué de trabajar a
las ocho de la noche. Había comenzado con truenos por la mañana y ya desde el
mediodía una cortina gris estuvo pintando toda la ciudad del mismo color por
horas y horas. Como no pude ir al bar de la otra cuadra terminé encargando mi
almuerzo a doña Esther, la veterana gorda que cada día pasa por la oficina a
ver si queremos algo, y esa tarta de zapallitos fue un error tan grande como
los retortijones de estómago que tuve que aguantar durante las tres últimas
horas de trabajo. Capaz que fue por eso que le hablé mal a María, la nueva; tengo que acordarme de pedirle disculpas apenas la vuelva a ver. Ni siquiera
pude terminar con el informe que el Pelado me había pedido para hoy así que mañana voy a tener que caer una hora antes por la oficina o arde Troya. Pelado
de mierda, siempre buscando problemas. Y la lluvia que no para y me deja a la
miseria los zapatos nuevos, que me los habré comprado en liquidación pero igual bastante me costaron.
Abrí la puerta de mi hogar dulce hogar
esperando encontrar la paz y el silencio que tanto necesitaba y en vez de eso
todo fueron reproches, lamentos, quejas y miradas recriminatorias que parecían
decirme a la cara lo mala que soy por no ocuparme de él en todo el día. Por eso lo eché al patio.
Cuando se le pase el ataque lo hago entrar por la ventana y nos volvemos a amigar con una cucharada de atún
y un poco de dulce de leche en la punta del dedo, como siempre.
Ojalá pudiera echar al Pelado al
patio de la oficina y dejarlo ahí toda la noche, bajo la lluvia, comiendo la tarta
de zapallitos de la gorda y haciendo informes ridículos con el rompehuevos de mi gato caminándole por arriba y maullándole
en las orejas.
Miro por la ventana y voy casi corriendo a abrirla.
_ Dale, bobito, entrá que te voy a
dar un poco más de atún. ¿No ves que te estás mojando?
Un fallo en la red me comió el comentario que acababa de escribir y que decía algo así.
ResponderEliminarTe confesaré que hoy no me has sorprendido, Mariela, porque en tus textos -como en los de Murakami- siempre espero un gato como personaje de peso. :-)
Eso sí, me gustó mucho el enfoque y -sobre todo- el tono de la pieza. Un tono que me lleva a cruzar el Atlántico y a disfrutar del sentido del humor sutil que nos caracteriza.
¡Muy bueno!
Un abrazo,
Bueno, pues a mí si me has engañado y me has sacado una sonrisa al ver quién era el que estaba bajo la lluvia. Ya me parecía raro esa mezcla de atún y dulce de leche.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Besitos