El hombre pisó el freno tan fuerte como pudo ante el joven que cruzaba la calle concentrado en su celular, y en seguida sintió el golpe en la delantera del auto. Una niebla espesa lo envolvió por un segundo.
_ ¿Está bien, señor? Disculpe, no lo vi… _ dijo el muchacho, asomando por el agujero del parabrisas.
El hombre tuvo tiempo apenas para comprender que en su brusca maniobra había chocado contra una columna, y volvió a desmayarse.
La mujer había sentido el frenazo desde el patio del fondo, y supo lo que pasó sin necesidad de verlo. Salió corriendo a la esquina donde su hijo acababa de bajarse del ómnibus, y su grito terminó de despertar al hombre que parecía dormir sobre el volante. Él bajó del auto a los tropezones y esperó unos segundos hasta que el mundo dejara de girar. No había columna a la vista. Solo un bulto confuso debajo del auto y un desconocido que lo tomaba del hombro y lo alejaba con firmeza.
_ Mejor no mire, amigo. Ya no hay caso.
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