Vistas de página en total

jueves, 26 de junio de 2014

Cuentito de post bus


      Ella volvía de trabajar más de doce horas y de recorrer 195 kilómetros por los caminos de la patria. Volvía contenta pero agotada, con sus rulos atados, sin maquillaje, con la vieja y querida campera verde de las últimas dos décadas. Al cruzar 8 de Octubre hacia su parada vio un señor canoso de cuarentaypico en un auto gris con banderitas de Uruguay que la saludaba simpáticamente y le hacía señas de "te llevo a tu casa, ¡vení!".
Ella pensó que nunca lo había visto y se puso a esperar la luz verde sin mirar al auto que, pese a todo, esperaba pacientemente en la vereda de enfrente y hasta retrocedía para ahorrarle unos pasos.
Ella sabe que desde un tiempo a esta parte está cada vez más despistada y olvidadiza. Será un vecino, pensó, un compañero de trabajo, quizás hasta algún pariente lejano... ¿Qué hacer? Iba a quedar como una antipática; alguien más se daría cuenta de que su capacidad de memoria es la misma que la de una espinaca. Porque evidentemente ese hombre sería alguien conocido, ¿no?
No. No era.
El canoso bajó el vidrio de la ventanilla y la encaró de frente y mano.
_ ¿Cómo andás? ¡Te llevo hasta tu casa, dale, subí!
_ Eh... No te conozco.
_ No. Vos no, pero yo sí. Te vi caminando por Camino Maldonado varias veces. Dale, te arrimo, de onda, no me cuesta nada.
_ Pah, todo bien, te agradezco, pero espero mi ómnibus. Gracias.
_ Eh... ¿Un teléfono?
_Todo bien, que tengas suerte_ dijo ella, y fue a su parada, pensando que en esta vida no se sorprende el que no quiere, hasta que en un par de segundos vino su 103 de todos los días, y se lo tomó.
Fin.

1 comentario:

  1. Jajajajaja, ¡INCREÍBLE! No lo puedo creer. Yo me hubiera arriesgado, no sé. Sorprendente, completamente sorprendente. Montevideo y su gente..

    ResponderEliminar