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sábado, 7 de junio de 2014

Crónicas de bus: junio




Crónica de martes

Hoy no encaré el lento desgaste moral de cada martes por la mañana y me subí de una al primer COPSA que dio señales de vida. Viajé rápido y calentita, aunque parada, hasta Comercio, donde siempre intercepto al 405 que pasa de largo por la parada de mi casa. Lo que no entiendo es por qué el chofer de hoy (un pelado de veintipico) cuando yo iba a bajar me agarró el brazo y me dijo con una sonrisa:
-Agarrate fuerte, ¿eh? Agarrate fuerte. 


¿Sería un ex alumno? ¿Me toma el pelo porque iba tomada a la vez de dos pasamanos? ¿Llamado de atención a pasajera porque va aburrido y nadie lo mira? ¿Exceso de paternalismo? 


Problemas existenciales a las 8 de la mañana, mientras me bamboleo de lo lindo en un 405 que no entiende de delicadezas y en el que todos los asientos vacíos me son garroneados uno tras otro por señoras gordas y veteranos de campera deportiva. El último va escuchando un walkman. Sí, un walkman. Misterio matinal.




Crónica de voces en el 405

"Ahora somos 3 millones de Directores
Técnicos, ¡3 millones diciéndole al Maestro lo que tiene que hacer!"

"Lluvias y lloviznas. La máxima pronosticada es de 15 grados."

"Llego tarde, boluda, ni ahí que llego tarde. Igual estoy acostumbrada: tengo pila de llegadas tarde. Además si llego tarde a primera ya me hacen entrar a segunda".

"Lo que hizo el Mono Pereira fue muy grave. Deja al equipo con diez al final, obliga al Maestro hacer cambios para el próximo partido."

"El otro día vino a mi colegio Débora Rodríguez, la corredora. ¡Tiene un carácter! Había unas ahí hablando, en el fondo, y les dijo que si querían hablar se fueran a otro lado. ¡Me encantó el carácter que tiene!"

"Estos jugadores que están jugando, todos, tienen la vida solucionada"

"Un pasito más por el pasillo, en la medida en que sea posible!"





Crónica con impresiones de jueves

1. La señora sesentona sube al COPSA a vender gomitas dulces, un paquete por cinco pesos. Se detiene frente a cada asiento ocupado y explica que su precio es el mejor del mercado, pide ayuda, nos quiere cargar de culpa y compasión. Antes de bajarse larga una parrafada pseudorreligiosa y de pronto arranca a cantar y bailar una canción en honor a su dios. No sabemos si llorar o reír. "¡Vamo' arriba Jesús!", termina. Y se va.

2. El niño de unos cuatro años habla con su padre por celular.
_ Bueno, te corto porque el ómnibus va a arrancar y después me mareo".
Me imagino a la madre diciéndole eso día tras día. Pobre niño de unos cuatro años.

3. Ella es bella. Avanza por la zona de acceso a los buses y todos la miran. Alta, espigada, de pelo negro largo, campera marrón corta, calza negra y tacos. Automáticamente me arrepiento de los cuatro bizcochos que acabo de comprar para el viaje a Florida.
La bella charla con un guarda que conoce pero en verdad le gusta el del ómnibus de al lado, que también es bello y delgado, pero él no la registra. Me como dos de los bizcochos con un poco menos de culpa.

4. La señora cincuentaypicona avanza por el pasillo. Se detiene. Duda. Al final, habla.
_ No veo nada. ¿Dónde está el asiento 19?
Se instalan a mi lado ella y su medio frasco de perfume.
Este va a ser un largo viaje.





Crónica de la desesperación

Los vemos venir. Son muchos, de variados colores: grises, blanco y rojos, amarillos, marrones. Pasan a nuestro lado raudos y veloces, pero no paran. La gente se pone nerviosa, inicia conversaciones catárticas, llama a su trabajo para avisar que llega tarde, mientras ellos siguen pasando. Cinco, seis, diez, perdemos la cuenta. Alguna persona termina por tomarse un taxi, y parte con cara de preocupación, ante las miradas de envidia disimulada de sus anteriores compañeros de angustia y espera.
Los omnibuses pasan y se van.
Nosotros permanecemos aquí, anclados, hartos de este ritual diario de comenzar la jornada con miedo y estresados.
Se me dirá que me compre un auto. No quiero, no me gusta manejar, pero si lo hiciera acaso arreglaría lo mío, nada más. Este es un tema eterno, que ningún gobierno ha solucionado. En Camino Maldonado y Rubén Darío nadie toma un ómnibus tranquilo de 6.45 a 9. Con suerte se detiene uno de ocho y siempre lleno hasta el tope.
Estoy harta.





Crónica interrogativa

Oído en un 404:
_ Papi, el Universo son todas las galaxias, ¿no?
_ Sí.
_ ¡Entonces yo soy más grande que TODO el Universo!




Crónica dominguera

El 404 avanza contento bajo el sol de junio. Va en hora, queda un par de asientos libres, la ciudad parece amable y otoñal y el bus en su recorrido atraviesa varios barrios.
En la Curva de Maroñas sube una chica muy joven con un bebito. Tiene cara de ex alumna, pero no estoy segura. Habla con el chofer dos minutos pero él apenas musita un "ah" de vez en cuando. Tiene pinta de quejarse de algo.
En la Unión sube la Familia Tipo. Papá de pelo semi largo (aún no asumió los treintaypico), nena simpática y mamá muy flaca, petisa y con cara de rezongar todo el día.
Por La Blanqueada aparece la típica Anciana Tambaleante que se instala junto a la Señora Voluminosa, en los treinta cm de asiento que le quedan.
A la altura de Luis A de Herrera y San Martín el 404 va a medio vaciar. Un señor muy viejo en la vereda llama mi atención. Cuando lo pasamos veo que en verdad tiene mi edad; lo que creí canas eran rubios cabellos, dios mío, qué vieja estoy.

"Va por Uruguay?" pregunta una veterana, que no sube. La abuelita de Matusalén sí lo hace. Es una imagen tierna con sus chatitas, medias de lana, pollera gruesa y gorrito, aferrada fuertemente al primer asiento que encontró.
El 404 sigue y sigue.
Ya quedamos pocos: cinco personas, a la altura del Club Aguada.
Supongo que algún día llegaremos al Palacio de la Luz, pero en verdad no importa. El destino es transcurrir.







Crónica de pre bus

_ ¡Hola!
La voz me sonó levemente conocida. Yo estaba sentada en la parada del ómnibus de mi cooperativa, tratando de sacarme la enorme campera de lluvia que me había puesto ante los pronósticos cataclísmicos de Meteorología en medio de un mediodía de calor cuasi veraniego, y no había mirado quién pudiera estar a mi alrededor. Ahí fue que la vi.
_Hola, ¿cómo estás?- respondí, casi sin dar crédito a lo que veía.
Era una vecina un poco más joven que yo, petisa y de pelo cortito con la que jamás, en los 30 años que llevo en el barrio, logré más comunicación que un "oa" dicho al pasar y por compromiso al cruzarnos camino al almacén o a la parada. Tiene (siempre tuvo) cierto aire arisco, como de bichito, y hasta le cuesta mirar a los ojos a las personas. Vive con los padres, ya viejitos, y nunca le conocí novios ni amigos.
Pero la vecina hoy estaba locuaz. Me preguntó si había pasado su ómnibus, charlamos de todas las cosas que caen bajo el rótulo de "Lugares comunes: tópicos conversacionales para paradas de buses y afines", y terminó yéndose en un 7A que pasó a los 5 minutos, mientras yo no salía de mi asombro ante el prodigio de su repentina, inmotivada y extrema sociabilidad.
Ojalá que la vecina esté enamorada. Ojalá que la alegría que se le veía en los ojos no fuera solo producto de alguna idiota expectativa futbolera de frágil duración. Ojalá que sea feliz y que siga charlando con otros seres humanos de vez en cuando, aunque más no sea de los horarios de los COPSAS y del calor de la tormenta.



Crónica de la dimensión desconocida.



Acabo de ver un 404 que no solo iba por una calle que no le correspondía sino que en el cartel de destino aparecía con grandes letras verdes "BUENAS NOCHES", dos segundos antes de volver (como disimulando) al habitual y blanco "Palacio de la Luz".

¿Qué está pasando con el mundo que conozco? 
¿Debo emigrar a un universo paralelo?
¿Eh?

1 comentario:

  1. "Crónica interrogativa" y "Crónica de la dimensión desconocida" son las mejores. Magníficas!

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