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jueves, 19 de junio de 2014

El otro





   Él finge no darse cuenta pero yo sé que sabe, y que sabe desde hace mucho. Por algo cada vez que juega Uruguay saco de la galera un encuentro con las chiquilinas, una merienda con alguna amiga que no conoce o una necesidad imperiosa de cambiar algo en el shopping, y me voy.
   Lo dejo solo, solo con su televisor gigante y su mutismo a prueba de balas, pase lo que pase en el campo de juego. Él siempre ha sido así: impasible, reconcentrado, sin gritos ni estridencias propias ni ajenas. Por eso aprovecho, invento una excusa y me voy.
   Sé que sospecha que lo engaño pero no dice nada.
   El otro tampoco me pregunta. Solo me espera con el mate pronto y me mira cómplice cuando caigo a su casa un rato antes del partido.
   _ ¡Vieja!_ le grita a mi madre, en la cocina_ Arrimá otro sillón frente al televisor que la nena vino de nuevo a ver a la celeste con nosotros. 

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