DECISIÓN
Creo que yo tenía unos ocho o nueve años cuando descubrí que no había ni un emigrante en mi familia, y eso me hizo sentir desdichada. Todos mis amigos tenían una abuela italiana, un tío gallego o al menos un bisabuelo que algún día vino del Brasil, pero no. Nada. Nunca una tradición extranjera para mostrar como rareza, un apellido original o palabras de otro idioma incorporadas al habla cotidiana. Para peor no tomo mate, no como asado, no miro fútbol ni carnaval: tampoco puedo sacar patente de criolla de pura cepa.
Soy un caso perdido. Ni extranjera de origen ni uruguaya de gustos. Un pasado sin raíces y un presente desligado del entorno.
Todo eso pienso para convencerme de mi decisión de partir, mientras escucho que los altavoces del aeropuerto anuncian el embarque de mi vuelo. Trato de esquivar los pedazos de mi alma que han quedado desperdigados por el suelo de la terminal y me dirijo a tomarlo.
Ajustado al tema, no cabe duda, y con una buena solución final al conflicto planteado.
ResponderEliminarIgual llego tarde para desearle buenaventura, ¿no? En cualquier caso, me gustaría conocer los micros ganadores.
Un abrazo,