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viernes, 16 de diciembre de 2011

Para arrancar, cualquier semejanza con la realidad...

DE LA CRÓNICA DIARIA
En el corazón tenía
La espina de una pasión.
Logré arrancármela un día.
Ya no siento el corazón.

Antonio Machado
            _… Aguarde en línea, por favor…
_… Aguarde en línea, por favor…
_… Aguarde en línea, por favor…
Tal vez fue a la tercera o cuarta vez que la voz  inexpresiva del teléfono le rogaba que no se retirara cuando ella comprendió que debía cortar, so pena de quedar para siempre comprometida con ese reclamo que nunca daría respuesta.
Bien. La Policlínica COSEM de Parque Batlle no daba señales de vida. Tal vez el SEMM…
_ SEMM buenas tardes, ¿en qué puedo servirle?
_ Eh… sí, hola. ¿Podría hablar con un médico?
_Aguarde en línea, por favor…
Uy. Sonamos.
Pero no. Una doctora apareció a los dos o tres minutos. Ella resumió en pocas palabras su situación: un dolor muy intenso en el talón izquierdo, desde el día anterior. No, no hubo lastimaduras, ni torceduras, ni ejercicio de alto impacto (salvo que a los 44 ya se considerara de alto impacto el caminar unas cuadritas por el centro, pensó por un instante).
_Debería ir a Policlínica a consultar con un médico, para que le mande radiografía del pie.
_ Mhh… ¿Y en cualquier Policlínica atienden?
_ Sí.
_Muchas gracias.
Mientras se vestía _con cierta dificultad_ no pudo evitar sentir un poquitín de aprehensión al oír que justo ese jueves de diciembre había paro médico en Montevideo. Decidió intentarlo, de todos modos. Peor era sufrir otro día sin hacer algo.
Un paso. Ay. Otro. Ay ay. Tratar de no apoyar el talón. Ay (de la otra pierna, que se acalambra). Ay ay ay puta madre ay ay.
Llueve.
El 103 le vino repleto, y además justo en su parada se trancó la máquina expendedora de boletos y hubo un buen rato de incertidumbre y ómnibus detenido. Ella aguardaba, pacientemente sostenida por la fiel pierna derecha. Cambiaron el guarda y el chofer, y al fin arrancó. A las dos paradas ella se sentó en uno de los primeros asientos. Y a las cuatro se lo cedió a una chica con niño en brazos. Otro asiento libre. Fugaz descanso. Dos paradas sentada. Una vieja que al subir suspira y dice en voz apenas audible “cómo me gustaría sentarme…” No da para explicar que el pie duele, que cada movimiento del ómnibus la desestabiliza, que la otra pierna se queja.
_ Siéntese, señora.
Maldito 103 lleno de ancianas y madres. Ya iba a bajarse cuando tuvo que esperar que subiera una fila interminable de personas, que enlentecieron el viaje. Se había roto el ómnibus de adelante. Y seguía lloviendo cuado descendió del vehículo y empezó a tambalear a paso de tortuga las tres cuadras hasta la Policlínica COSEM de Parque Batlle.
_ Hola, ¿podría ver a un médico?
_ No. Aquí no atendemos. Puedo darte número para consultorio para mañana.
_ ¿No atienden? Pero el SEMM dijo… Bueno…
_ Tendrías que ir al SEMM frente a Mdeo. Shopping.
_ Gracias.
De Avenida Italia y Albo a Montevideo Shopping… ¿qué bus la dejaría bien? Andaba haciendo usufructo de un boleto de dos horas, por lo cual combinar dos coches no sería problema…Una cuadra (y 43 ayes) después, ella estaba en la parada, tomándose el primer ómnibus que pasó. Era un 174. El Plan A era bajarse en Av. Italia y Luis A. de Herrera, y combinar allí con un 405. El Plan B, que se puso en práctica apenas el 174 dobló por el costado del Estadio, fue hacer un lindo recorrido en sentido inverso por la ciudad, bajarse en 8 de Octubre y Comercio y tomar allí el mentado 405. Claro que eso convertía un viaje de tres o cuatro paradas en una media horita extra, pero una vez que se había metido en el baile no era cuestión de andar eligiendo partenaire… Todo por no dar un paso de más.
Esta ciudad se está poniendo bizarra, reflexionó. Una señora, de entre 50 y 60 años, estaba en la vereda de 8 de Octubre  casi Comercio subiéndose una bombacha roja y ajustándola sobre sus blancas carnes, con el pantalón por la rodilla. Pero el dolor del pie seguía, y no podía distraerse trazando hipótesis que explicaran tan insólito cuadro ciudadano.
El chofer del 405 era obeso y con un tatuaje heavy que le ocupaba todo el brazo derecho.
La recepcionista del SEMM era joven y con aspecto de serenidad absoluta.
_ Tome asiento, que la llaman en seguida.
Extraño ese concepto de “en seguida”, pensaba ella veinte minutos después, mientras trataba de concentrarse en un documental de Discovery Channel sobre los tiburones y sus hábitos de ataque a la hora de elegir presas humanas. ¿No era ese un tema muy macabro para una sala de espera? ¿Por qué tenía que soportar esa horrible visión del tiburón Tigre destrozando un muñeco de plástico que pataleaba como si fuera un nadador, pobre hombre biónico?
Al fin alguien la invitó a pasar a un consultorio. El médico del SEMM fue muy simpático, le revisó el pie y concluyó que probablemente sería una espina calcánea.
_ Hay que hacer una radiografía para confirmar, y de ahí pedir pase al traumatólogo. De todos modos muchos de ellos no creen en las espinas calcáneas.
_ Perdón… ¿cómo se puede no creer en algo que aparece en una placa?
_ Ah… es que no creen que eso sea lo que produce el dolor…
Ta, ahora le quedaba mucho más claro.
_ La placa la saca en la clínica de 21 de setiembre. La enfermera le dará un calmante, por el momento.
Pero no era a 21 de setiembre que tenía que ir, sino al Sanatorio Americano. Por lo visto los médicos del SEMM no están muy comunicados entre ellos…
Como la enfermera le recomendó tomar el Diclofenac luego de almorzar, ella lo guardó en la mochila para más adelante. Aunque, viendo que ya eran las dos y pico, podría comprarse algo, porque hambre, lo que se dice hambre, ya tenía. De todas maneras algunas dudas empezaron a circular por su cansado cerebro. ¿Estaría bien tomar el calmante y después ver al traumatólogo? ¿Podría responder a las preguntas de si le duele aquí o allá tras consumirlo? ¿Y qué iba a almorzar, sola, en el Shopping?
Seguía lloviendo, ahora con una tormenta de viento que la congeló al salir de la Policlínica y cruzar hasta un cajero. Esa fue la excusa perfecta para comprarse una camperita de jean en Lolita, una parecida a las clásicas, de las que se dio cuenta sorprendida que hacía años no tenía ninguna.
Estaba en Los Domínguez comprando una caja de té Twinings (para las visitas, porque ella del La Virginia de Limón no se baja hace años) cuando una voz masculina la saludó. Era un empleado:
_ ¡Profe!
López, ex dealer del liceo, ahora con pinta de reformado y serio.
_ ¡Hola! Qué gusto verte acá…_ Él sonrió, cómplice. Y ella siguió con sus mandados, sintiéndose una outsider del mundo de hormiguitas laboriosas que corrían por los pasillos y tiendas, mientras avanzaba a pasos cortos y lentos. Sin contar con que el viento le había hecho un bonito peinado a lo Mafalda y con que hoy no había dado ni para maquillarse, porque el dolor le inhibió la coquetería.
Escogió un banco junto a una salida lateral del Shopping para llevar a cabo su opíparo almuerzo de sandwich vegetariano y waffles Lulú de chocolate. Linda dieta. Un viejito estuvo todo el tiempo sentado también allí, quieto, silencioso. ¿Lo habría abandonado su familia mientras hacían las compras? ¿Iría allí solo todos los días, para ver gente pasar? ¿Pensaría algo? Preguntas que no hallarían respuesta, porque ya eran las tres y media, y había que ir a sacarse la placa.
Un bus y varias cuadras de ayes y lloviznas después ingresó al Sanatorio Americano, donde tras una espera de media hora amenizada por un televisor con Intrusos una doctora muy joven y amable le revisó el pie, otra igualmente joven y amable le tomó una placa y luego la primera joven y amable le explicó (placa en mano) qué era eso de la espina calcánea y qué podría hacer al respecto.
_ Usar plantales…
_ Un Diclofenac cada 12 horas…
_ Traumatólogo…
_ Eventualmente se puede limar el hueso, pero no se recomienda en un primer momento…
_ A veces se cura por sí mismo…
O sea, nada.
Considerando que ya podía prescindir del dolor por el resto del día, se tomó el calmante que le habían dado en el SEMM y salió. Quedaban aún tres etapas del periplo de la tarde: conseguir el remedio, los plantales y algo de comer, porque su heladera estaba vacía.
Los dos primeros ítems estaban relativamente cerca. Solo hubo que esperar un 192 (ya en uso del segundo o tercer boleto de dos horas del día, cuenta perdida hacía rato…), caminar entre quejidos una cuadra más y llegar al hall del Hospital de Clínicas, a una tiendita que vendía cuestiones relacionadas con la medicina.
_ Hola… ¿Vendés plantales?
_ Sí… Pero te van a demorar dos semanas, ¿sabés?
Por suerte no fue tanto, porque al final ella no necesitaba plantales precisamente sino plantillas de silicona, según parece. 600 pesos mediante, todo solucionado. Si le sumamos los 284 de la orden del Americano y los 131 del Diclofenac, esa había resultado ser una tarde muy productiva para las recaudaciones de dinero a su costa.
Salió del Hospital.
Seguía doliendo.
Y seguía lloviendo.
Un 21 la llevó hasta el Disco Natural de Avenida Italia, lo que no resultó ser una muy buena idea, considerando que ella hubiera deseado limitar el número de sus pasos y el supermercado era enorme, pero se consoló pensando que peor era el de su barrio, con los yogures a punto de vencerse y esas cosas que el señor Disco considera normal hacer en los barrios suburbanos pero ni lo piensa en su local estrella del Buceo.
Debía dejar en el locker la placa y la plantilla, que no entraban en su mochila, pero lo pensó dos veces, sintiéndose una inútil, cuando vio que estaban equipados con un sistema de los más nuevo y sofisticado. Apretar botón de Depositar. Retirar papelito con código de barras. La puerta de tu locker se abre sola. Dejar allí las cosas. Corroborar que el papelito tenga el número correcto de locker. Cerrar puerta. Para salir mostrar ante el Lector el código. La puerta se abre sola. Retirar pertenencias. Cerrar puerta… ¿No era más fácil cerrarlo con llave, pensó por un momento retrógrado?
En la Fiambrería, un televisor sin sonido puesto en el canal Gourmet, donde Maru Botana hacía algo con unas paltas. Era el tercer televisor inútil que había visto en la tarde. ¿Sería necesario tener una niñera electrónica para cada segundo de espera en esta vida, aunque ni siquiera se oyera qué decía la muchacha de la pantalla? Misterio.
Andaba buscando manzanas en la otra punta del Disco cuando una empleada de seguridad, muy amorosa, le dijo que no podía haber entrado con mochila, que tenía que dejarla en un locker…
_ Pero ya dejé mis cosas en el otro sector…
_ Tú disculpa, pero yo tengo que hacer esto… Si tuvieras una cartera, por grande que fuera, no habría problema, pero aquí no permiten mochilas…
Ambas concordaron en que era mucho más fácil robar algo echándolo en una cartera que en una mochila que se llevaba cerrada a la espalda, pero parece que los prejuicios son algo instalado en todos los órdenes, así que dejó la mochila en la otra punta del local, y al salir tuvo que caminar el doble, para recoger el contenido de ambos lockers.
El chofer del 405 que se tomó por último era el mismo gordo del tatuaje de hacía unas horas. Por suerte un muchacho se apiadó de sus múltiples bolsas de mandados y le cedió el asiento. Un viejo se durmió a su costado, pero a las pocas paradas fue despertado por los gritos de dos niños que venían de la fiestita de fin de año de la escuela.
El dolor comenzaba a remitir, pensó.
Y retornó a su casa.
Eran las seis de la tarde.
Seguía lloviendo.

7 comentarios:

  1. Agotador casi como si lo hubiera vivido. Gracias por congelar el tiempo y las vivencias,ordenadas a través de tus palabras,que te obedecen y (te,nos)muestran.

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  2. desgraciadamente la realidad que muchos pasamos sea privada o publica la atencion medica ,nunca te dicen lo que con seguridad le dirian a un familiar de ellos que es lo tiene que cambiar el sistema o el ser humano ...

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  3. lamento tu periplo y ya me está dando pena el futuro mio. Si lo estoy leyendo es porque estoy con el mismo dolor que tú. Pero te juro, que fue todo tan bizarro que me hiciste pasar un rato muy divertido leyendolo. Espero por ambas, que el dolor se te haya pasado, sin nada extremo. Como voy a mi quiropractico esta semana, veré si puede hacer algo con mi dolor

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    1. Suerte, Grace, y que tu dolor resulte tan efímero como lo fue el mío. Un abrazo.

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  4. Jajajajaja, ¡Espectacular! Estuve chusmeando tu blog y quise leer la primera entrada. Me sacó bastante sonrisas. Muy interesante tu día.

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  5. Jajaja muy bueno!!tu relato.A pesar de mi dolor me diverti mucho.Es tal cual!!! Saludos

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  6. Jajaja muy bueno!!tu relato.A pesar de mi dolor me diverti mucho.Es tal cual!!! Saludos

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