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lunes, 3 de septiembre de 2018

Setiembre 2018





El muchacho vende medias, curitas, repasadores y alfajores. Polirrubros total en el bus semivacío a la caída de la tarde. Ofrece su mercancía sin un error, con total seguridad. Tanta, que en vez de mirar a los pasajeros se ocupa todo el tiempo de revisar el celular mientras pregona. No logro definir si esto podría calificarse como un avance o retroceso. 🤔 Habrá transacciones comerciales que no impliquen ni siquiera una mirada entre la gente? Trámites? Amistades? Amores? 

(Mieeedo...)




Se acaba de bajar del 300 una pareja joven con 4 hijos y otro en camino. El silencio y la quietud se apoderan del espacio, pese a que hay que reconocer que los cuatro niños no eran especialmente revoltosos. En este contexto todo lo que puedo pensar es cómo sería para un hogar de Cerro Largo que les cayeran de visita mis abuelos con sus doce hijos. Los Rodríguez Perdomo debían ser el terror de Sierra de Ríos: flaquitos y buena gente, pero por docena. Lástima que no hay fotos de todos juntos. Creo.






Esta es una foto del interior de la Torre de Pisa, a la que solo vi desde afuera, pero podría ser cualquier otra torre medieval europea: pesadilla para claustrofóbicos. 
Cuando estuve en Italia subí a dos en Florencia (il Campanile e il Duomo) y a una en Siena (parte de la catedral que habían empezado para competir con Florencia, pero que tuvieron que dejar por la mitad por falta de $). 
El Campanile (de Giotto) es bastante amable: la torre es ancha, la escalera también, hay como tres paradas para mirar, descansar y tomar fotos. La de Siena, más angosta, un poco sofocante. Pero el Duomo de Florencia (de Brunelleschi) es la muerte: 107 metros, 463 escalones angostos, en constante caracol y con solo una parada en el camino (imponente, desde la que ves todo el interior de la iglesia con los fieles caminando como hormiguitas). Si te entra el chucho a la mitad marchaste, porque no podés dar la vuelta, tenés que seguir, salir al mirador y bajar por otra escalera, igualmente estrecha. Los escalones son tan angostos que vas tocando las paredes de los costados, y tu vista (en caso de que encares mirar para adelante) solo alcanza a los próximos ocho o nueve escalones, siempre altos, siempre en curva, siempre ominosos. A veces, de todos modos, aparece una persona enloquecida de claustrofobia pidiendo perdón, respirando agitada y bajando contra viento y marea, arremetiendo contra todo lo que encuentre en su camino. Yo me crucé con tres o cuatro. Puede pasar también que una se pregunte qué pasaría si (ponele) se desmaya y cae hacia atrás, encima del que viene a dos o tres escalones de distancia... ¿Se produciría un efecto dominó? 

Una vez arriba la vista compensa el mal momento, pero ojo: si la claustrofobia es brava no se metan, porque esta cosa no es para todo el mundo. No se dejen convencer por los afortunados que no le tienen miedo a los encierros. Ellos no nos entienden. 




Hoy de mañana terminé mis 8 horas de clase en el IAVA y salí sintiéndome con algo así como 15% de batería.
El celular llegó a casa casi en crisis, con un 8%.
La perra gorda del barrio me siguió hasta la puerta, lenta y remolona. Tenía pinta de 20%.
Apenas llegué me tuve que hacer un capuchino, porque entre el liceo y la oficina mi nivel ya estaba en rojo: 4%. 
Matilda, mientras tanto, en las últimas dos horas no ha parado de correr detrás de su juguete-pelota cual Messi gris y con bigotes, como si se le fuera la vida en cada carrera, con maullidos desgarradores y ojos desorbitados. 100%, como SIEMPRE. 
Me pregunto si se habrá hecho amiga de algún narco del barrio, o si será que el Equilibrio para gatos adultos está viniendo con alguna sustancia psicoactiva. Voy a ver si lo prue... Eh. No, nada. No dije nada. 
Buenas noches.




Pequeñas historias egocentradas made in Severino:

Primer día. Acreditaciones. Saludo a una joven que apenas he visto un par de veces y me recibe diciendo:
_ Hooola, ¿cómo va esa mano? ¡Qué bueno que ya te sacaron el yeso!
_ Bien, gracias...
Quebrada pero reconocible. 
Punto para el ego. 
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Mediodía. El perro del Paso viene en mi camino. Lo saludo:
_ ¡Hola, lindo!
Cero bola. Sigue de largo.
Retrocedemos un casillero.
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Segundo día, de mañana. Una chica de cara sonriente me cruza camino a la cabaña y me detiene:
_ Hola, Mariela. Desde ayer estoy por decirte que estuve en tu charla en las Jornadas Treintaitresinas.
_ ¡Ah! ¿Estuviste? 
_ Sí, y la tuya fue la que más me gustó. 
Ego avanza dos casilleros, y sigue en carrera.

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Viernes, mediodía. Voy hasta el río con una de las péndex de mi cabaña. Vuelvo sin aliento porque el repecho hacia las cabañas es interminable, mientras ella va lo más bien, charlando sin esfuerzo. 
El ego se retuerce inquieto, mirando a los costados para ver si hay testigos.

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Pausa vespertina para café. El invitado argentino me regala su libro autografiado y me invita a pasar por su casa cuando vaya a Buenos Aires. 
Avanzamos un casillero.

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Cena de viernes. Platos súper elaborados para mis amigos carnívoros, pero ensalada sosa para los vegetarianos. 
Un paso atrás, acompañado de pensamientos símil “pero lpm, qué les costaba ponerle a las verduras la salsita de los otros por arriba...”.

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Sábado de mañana. La invitada chilena me dice que si paso por Santiago puedo quedarme una noche en su casa. 
Punto a favor.

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Almuerzo. Me propongo comer solo una porción de torta pero claudico y voy por la segunda. 
Voluntad débil. Retroceso.

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Retiro de constancias. Una chica morocha con la que hasta ahora no he hablado me dice:
_ Te voy a confesar una cosa. Hace pila que te leo de prestado porque tenemos amigos en común, y te pongo me gusta aunque no te tengo en facebook. Ya te mandé solicitud una vez, pero como no me aceptaste la eliminé.
_ Uuuh... Ni idea. Pasa que con el lío del IAVA me llegaron como cien solicitudes y dejé de aceptar... Cuando llegue a casa te agrego.
_ Bueno. A mí me gusta cómo escribís. 
El ego sale del Paso inflado y con viento en la camiseta.

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Balance de las jornadas: positivo. 

Y seguimos andando.





Salgo en plena noche bajo la atenta mirada de Matlda, que ha aprendido a desconfiar de todo movimiento novedoso en la casa. Me extraña que el sereno no me salude desde su cabina, hasta que le paso por al lado y veo que no lo hace de antipático: solo está dormido. En la parada, hecho una rosca, el perrote marrón que nos acompaña desde hace dos semanas y siempre tiene agua y comida que le trae la gente de la cooperativa. Ojalá que no pasen muchos días antes de que alguien lo adopte, pienso, porque esta historia ya la he visto. Silencio impenetrable en el Copsa, que avanza suavemente por las calles sin autos y las veredas sin gente. 
Es linda Montevideo en primavera y de madrugada, al menos para los que estamos de vacaciones. Linda y oscura, linda y solitaria, linda y dormida. 

Y aquí yo, tratando de escribir para no darle tiempo a mi cerebro a que agarre para el lado que se le antoje, porque el muy activo no conoce el significado de la palabra silencio. Es una lucha en la que voy perdiendo por goleada pero aún no está todo dicho, porque el día recién empieza. Recién empieza.




¿Escribir con linda letra, pintarse las uñas con dibujitos, hacer esculturas con fósforos de cocina? 
No, queridos. 
Una se gradúa en motricidad fina cuando aprende a curarse y vendarse el pulgar izquierdo con la mano derecha. 

Attenti que vengo de dos días sin desmayarme. Estoy despegada.





El viejito no molesta gran cosa: apenas tengo que salir al patio día por medio a espantar a un pendejo que viene a pelearlo (y que, dicho sea de paso, es el hijo de Matilda y es precioso).
La gata, en cambio, es un tornado gris ruidoso y de ojos verdes. Ayer amanecí con el ruido de un móvil que tras ser atacado terminó cayendo de la pared con clavo y todo, hecho que le valió un rezongo y posterior tratamiento de vacío por el resto de la mañana. Cuando apenas estábamos por retomar relaciones amistosas la veo subir a la mesa de la cocina: nuevo reto, esta vez en tono más contundente. Salí para el médico, volví a entrar al minuto a buscar un paraguas y la muy pancha ya estaba de nuevo arriba, husmeando en el centro de mesa. Ahí entendí todo. Ilusa de mí, que solía dejar ahí las pelotitas de goma requisadas a la fiera cuando se excede de revoluciones. Con razón dos por tres reaparecían abajo de la heladera o entre las macetas del living. Ooooom.


#VivoConElDemonioDeTazmania




Primero el traumátologo me mostró las placas, y no entendí mucho las dos líneas rectas que atravesaban mi dedo, hasta que me dijo que esos eran los clavos. Aaaaah. Enseguida me sacaron la férula, y de repente me encontré mirando dos pedacitos de metal, como de medio cm, que asomaban por dos partes de mi vulnerado y nunca tan ponderado pulgar izquierdo. Como dos puntaditas de hilo. Salían de la piel, se volvían a meter.

Si ustedes me conocen, estimados, ya están en condiciones de adelantar qué pasó un segundo después que mirara los metales saliendo del dedo... Me desmayé, claro. O casi, porque medio que me deslicé hasta la camilla, donde fui de a poco reencontrando la realidad, cuando el techo dejó de girar y las lucecitas desaparecieron de mi cerebro. No puedo controlarlo. No es dolor, no es asco, no es miedo: es una reacción automática, completamente inmanejable.

Todo para decir que desde hace un par de horas ando por la vida vendada pero sin yeso, y que de acá a veinte días más vale que me controle, porque me tengo que curar un par de veces diarias hasta que me saquen los apoyos de metal y deje de ser un pichón de Frankestein.

Vamos todavía! Lo peor ya ha pasado. Creo. :)


Nota al pie: un aplauso para la señora de afiliaciones de COSEM Villamajó, que me vio luchar en la puerta para ponerme el abrigo, dejó su mesita y vino a darme una mano. Chapeau.





Vivir en un pueblo no debe ser para todos, pienso mientras se acerca la hora de inicio de las Jornadas Treintaitresinas y hago tiempo en una de las plazas del centro. Mucho pájaro contento, eso sí. Poca gente al mediodía. Calor, un calor más propio de octubre que de setiembre. Cerca, un local de productos de campo con carteles ofreciendo una miel que no podré llevar, porque ando cargada. El cine, promocionando Bañeros 5 junto a Luciano Supervielle. La cafetería Espacio Dulce, un remanso 

de paz y sabores. Varios perros pachorrientos, algunas personas ídem. Entre ellas una rubia de mano enyesada, que se pregunta si alguna vez terminará instalada en un universo alternativo, lleno de plazas, pájaros y tiempo. Nunca se sabe.





Hay gente que despierta oyendo el mar, el suave canto de los pájaros o el silbido del viento. Son los rurales. Otros, menos afortunados, los céntricos, abren los ojos y caen en un mundo de frenazos, bocinas y voces destempladas. Nosotros, los periféricos, no escuchamos autos ni fábricas, sino el conventillo alterado de la banda de los teros, que alcanza su máximo de revoluciones entre las 7 y las 9 de la mañana, especialmente en primavera. Yo no sé si se saludan, si se disputan el nivel de tero alfa o si solo nos recuerdan su cercana presencia, pero todas las mañanas revolotean y gritan por un par de horas, hasta que se les agota la energía y desaparecen de la escena. Ahí dejo de pensar en ellos y ya estoy en condiciones de atender otros sonidos, más dulces y cercanos, pero igualmente demandantes. 
_ Ya va, ya va. Pará que tengo que abrir la lata con una mano y se complica. ¡Ya va, te dije! 
A veces me pregunto si en vez de gatos no tendría que adoptar teros, que solo joden dos horas por día. 
_ Ya va... Termino de escribir esto y te doy el atún. Ya va.


#DescubrimientosInútilesDeLaLicencia





Entro a El País, y paso por mi sección preferida, M de Mujer, sin la cual no podría comenzar la semana (aún de licencia). Arranco a ver por qué tengo que dejar las redes sociales por un mes, cuáles son las tendencias del maquillaje, las formas de detectar el acoso por internet y cómo incorporar la vaselina a mi vida, para terminar (ahogada de tanta sabiduría) por anticipar cómo será mi día de acuerdo al horóscopo de Susana Garbuyo:

ARIES: Entre hoy y mañana nada conseguirá porque todo está complicado a nivel familiar.

A la flauta. Sigo leyendo y unos signos más adelante veo que a Cáncer "Libra lo mareará y Aries estará demasiado imperativo", en tanto a Libra le advierten que "Ojo al hablar con Aries que anda difícil".


Listo, Susanita, ya entendí. Suerte con el Aries que tenés en tu familia, ojalá le lleguen tus mensajes subliminales. Un abrazo, che, y no le des bola; ya se le va a pasar. Saludos a Libra.





El mecanismo es siempre igual, y la dinámica parecería poder reiterarse hasta el infinito. Matilda empieza en cierto momento a explorar el espacio debajo o detrás de algún mueble. Me mira. Llama la atención. Se pone a maullar de una manera especial, y ya sé que acaba de rescatar una de las pelotitas de goma con las que jugaba Roldana. O dos. Las trae en la boca y las deposita, llenas de pelusas de tiempos inmemoriales, siempre sobre la alfombra de cueritos del living. Yo se las tiro lejos, y por un rato ellas rebotan alegres por la casa, hasta que son atrapadas y depositadas a mi lado para reiniciar el juego. La actividad termina cuando Matilda se enreda en la cortina o aterriza a lo bestia encima de una de las plantas, que no se enojan pero un poco se asustan. Ahí levanto la pelota, le digo que se acabó el juego y escondo el juguete en un cajón de la cómoda de mi dormitorio, creyendo que la cosa ha llegado a su final. Al día siguiente la veo estirando la patita debajo de la heladera o de una biblioteca, le miro los ojos saltones y ya puedo prever el maullido y las acciones subsiguientes.
_ Dios: encontró otra. Arrancamos de nuevo. 
Levanto los ojos y me dispongo a ser su tiradora de pelotas por un rato, hasta el próximo zafarrancho doméstico. Y así






"Hola. Perdoná."
Bueh, por lo menos este me pide disculpas, pienso al recibir el mensaje. Es la tercera vez que un hombre me deja plantada en estos días, la tercera, y la verdad es que ya no sé qué pensar: si me he vuelto invisible, si debería insistirles, si son ellos o soy yo, no sé. 
Solo sé que no sé nada, que la pileta de la cocina sigue perdiendo agua y que no confío más en un sanitario que dice que va a pasar por mi casa. 
Esto en Valizas no me pasaba.





Ellos son tres. En la primera media hora ya han encontrado que la grasera se encuentra seca, que el hormigón está podrido y que hay un par de agujeros que desaguan para cualquier lado.


Sospecho que con cada frase matadora el precio inicial va haciendo un sonidito como de clinck-caja, pero no sé, capaz que es solo mi impresión




_ A este caño le faltan un par de gomitas; tú las viste?

_ Eeeeh...

Y es ahí que entendés de dónde había sacado Matilda las dos gomitas celestes con las que jugó por toda la casa hace unos días.

Oooom





Esto parece ser una sociedad con reglas no escritas: yo le doy comida, mimos y protección, ella me acompaña y funciona como asistente terapéutico full time. Me lame la mano sana (que anda medio cansada y con un bonito moretón en donde estuvo la vía), trata de hacerme jugar con ella y su pelotita de goma para ver si me entretiene, y hasta dejó de maullar frente a mi puerta, aunque en estos días me esté levantando tres horas más tarde de lo habitual. 

Solo sé que no sé nada (pero me gusta).




Vivo sin horarios, y duermo la mayor parte del día. A veces despierto en plena madrugada y me doy una vueltita por la casa, a ver si todo está en orden. Si hay sol, salgo al patio. No me cocino, no limpio, no nada. Me peino con una mano.


Ya no sé si solo estoy convaleciente o si no será que me convertí en gato.




No soy ninguna experta, pero para mí que a la literatura uruguaya le falta alguien que encare de verdad y con nivel el erotismo. Hay algo en Levrero, pero poco. Acabo de leer una segunda novela de Ercole Lissardi (antes "Horas puente", ahora "El secreto de Romina Lucas"), y no deja de parecerme porno barato de macho que desconoce la sexualidad femenina (entre otras cosas). ¿Ustedes han leído algo que valga la pena? ¿O debo pensar que es un nicho creativo a explorar? (no, ni lo sueñen... no me da).

Todo esto solo para decir que detesto a Lissardi. Menos mal que el domingo antes de caerme también había comprado una novela de Didion y cuentos de Sacheri. Si alguien quiere el Romina Lucas, se lo cambio por cualquier cosa que no sea del Ercole. Gracias.

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