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miércoles, 12 de noviembre de 2014

Momentos con gusto a noviembre

   




Soñé que entraba a facebook por mi celular y al lado de las opciones habituales (Noticias, Amigos, Perfil, etc) había una nueva: "Planificación".
Creo que mi inconsciente está encontrando una nueva forma de enviarme mensajes.




Fui a votar a mi viejo barrio del Buceo bajo la llovizna. 
En Montevideo Shopping todo el mundo andaba con cara de Black Friday y recorría local tras local repitiendo un mantram de valor universal: "¿Qué descuento tiene esto?".
En Tienda Inglesa la atención se concentraba en la zona de los helados, donde 4 cantaores y una maja espigada y flexible daban un número artístico como parte de la Semana de España.
El 405 semivacío viene con una tele prendida que se empeña en enseñarme principios de alimentación saludable y compromiso con el barrio.
Es el domingo de elecciones menos parecido a un domingo de elecciones que me tocó vivir hasta ahora, y sigue lloviznando.
Plop plop plop. Plop.




Voy volviendo de la marcha de Mujeres de Negro, reflexionando sobre la igualdad de derecho y los prejuicios de género que viven y luchan aún cuando escucho a mi vecina de asiento hablar a los gritos con una amiga al celular:
_ Vale, ¿vos no tendrás un tambor para prestarme? Porque a mi sobrina le dieron a elegir si para la fiesta de la Escuela quería ser reina o tocar el tambor y ¿podrás creer? ¡Eligió el tambor! ¡Yo no puedo creer!
Nena: 1 - Tía gritona: 0

¡Cuánto queda por hacer!






Primer round: Roldana.
Me acecha apenas subo la escalera, sigue mis pasos, me espía miserablemente, se hace la boluda y... ¡listo! Colada al dormitorio en el último segundo. Amenazas varias de mi parte, arrinconamiento de la susodicha, piruetas en las que estoy a punto de caerme por interceptarla antes de que se meta de nuevo bajo la cama, hasta que al fin la logro sacar de la habitación y me acuesto. Sola. 
Segundo round: Tania.
Ruidos en la reja de la ventana me indican que o bien hay un ladrón queriendo forzar la ventana o bien Tania está haciendo su numerito nocturno de "No estoy segura de querer entrar... Convenceme." Bajo refunfuñando, la llamo, la seduzco con mil tonos y mimos hasta que se decide y entra. Vuelvo al dormitorio, esquivando a la hermana que disimula en una esquina al lado de la puerta.
Tercer round: el mosquito innominado.
Revolotea a mi alrededor, pasa por mis manos, frente y nariz, hasta que se me posa en la mejilla derecha provocando que me dé una cachetada en defensa propia. Su vuelo triunfal post cachetada me fuerza a prender todas las luces y a revisar palmo a palmo paredes, cortinas y muebles hasta que lo diviso en el cajón de la persiana y lo liquido de un almohadonazo con un estruendo tal que debe de haber hecho saltar a mi vecina de la tercera edad en la casa de al lado.
Y eso es todo por hoy.
Creo.
Buenas noches.







        El viernes comenzó a las nueve de la mañana con un curso en el IPES sobre Mario Levrero. A eso de 11.30 hicimos el primer corte, en el cual todos nos quedamos en el salón tomando café y charlando sobre Mario Levrero. Continuamos el curso hasta la una, cuando arrancamos en masa hacia el bar de la esquina para almorzar conversando sobre Mario Levrero. Desde las dos hasta las seis seguimos nuestra concentración maratónica referida a la obra de Mario Levrero (sin corte esta vez, cada uno se paró cuando quiso a servirse cafecito y galletas). Terminada esta instancia me tiré hasta el centro, a la presentación de un libro sobre Mario Levrero. Volví a mi hogar con "Caza de Levrero" bajo el brazo, y ahí lo tengo, esperándome.
Me encanta este viernes.




¡Y salió la clase de 6º Artístico y Arquitectura con los sirios! 
Una clase que se movió de forma autónoma: arrancamos con "La mujer" de Juceca y la seguimos con la narrativa oral, los cuentos que nos han contado y que seguimos reproduciendo, el pequeño héroe del Arroyo del Oro, la Casa del Águila y la canción de Rubén Olivera, pasando por el amor, los grises, los colores, el realismo, la fantasía y más. Todos participaron, discutieron, se conocieron, dibujaron, charlaron con gestos o palabras a medias. No tuvo nada que ver con una clase tradicional de Literatura, y casi nada que ver con lo que yo había planificado. Tuvo vida propia, y la vida se la fueron poniendo ellos; una vida que acepta las diferencias pero no deja de percibir las similitudes de base. Que nunca falte.




   
Domingo de clásico y sin embargo el teatro está lleno. A mi lado una señora y un señor con pinta de septuagenarios mantienen una animada charla y se tratan de usted. Él fue director de teatro y conoció a Candeau. Enfrente, un ex intendente de Montevideo saluda a un conocido tras otro. Un joven con muletas sube trabajosamente los cinco niveles de escalones hasta su asiento. 
   Ritual de domingo.
   Bajan las luces. 
   Silencio.




   La integración de la comunidad del 58 con los estudiantes sirios continúa viento en popa.
   Hoy estaban invitados a una observación del cielo nocturno con los profesores de Astronomía, pero para cuando se decidió cancelar la observación por mal tiempo ya había un estudiante que había llevado como cincuenta pastelitos de dulce de membrillo hechos por su abuela para convidar a los recién llegados. ¿Qué hacer? Habían sido hechos con mucho amor, como símbolo de un recibimiento con un bocado autóctono.
   La solución fue simple: si los sirios no pueden venir al Benedetti, el Benedetti va. 
   Invitada por una profesora de Historia, con el chico de los pasteles y otras dos alumnas, fuimos hasta el hogar Marista del km 16 con nuestra caja de cartón llena de pasteles. 
   Estaban bajo los árboles de un enorme predio, adolescentes y niños, y en seguida se acercaron. Uno de los traductores les explicó el porqué de nuestra visita, mientras algunos jugaban y otros nos sonreían o incluso preguntaban por alguno de sus nuevos amigos del 58 que no había sido parte de la comitiva de hoy. Los pastelitos quedaron para la merienda, media hora más tarde. Cuando nos íbamos varios nos saludaron con un perfecto “¡chau!”.
   Volvimos al liceo con una sonrisa de oreja a oreja.
   



   Televisores por todas partes. En casas, salas de espera, fiambrerías, recitales, almacenes, supermercados, gimnasios y hasta en el 405.
   Cada vez tenemos más miedo a enfrentarnos a eso que Levrero llamaba la angustia difusa, parece. Las imágenes y sonidos ajenos tienen que taponear cualquier mínima posibilidad de encontrarse con uno mismo, pero el silencio está bueno y además es necesario.
Inicio oficial de la campaña por el silencio. 
   Los pájaros, el viento y las palabras sinceras quedan nombrados Huéspedes Honorables de nuestro silencio. Los programas de televisión y los gritos destemplados deberían ser reconsiderados mil veces antes de aceptarlos como parte del menú sonoro del día.
   Lo siento, lector, hoy me vine moralista; debo estar extrañando el sonido del mar y el viento de Valizas.

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