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lunes, 3 de noviembre de 2014

Crónicas de bus: noviembre 2014

   



Voy en un 316 con velocidad de tortuga y me entretengo haciendo estadísticas. 
12 personas me rodean.
1 anciana, 3 jóvenes, 8 maduras. 
4 hombres, 8 mujeres.
4 flacos, 4 gordos, 4 obesos. 
11 silenciosos y uno que canta cumbias a mi lado.
0 cantores de ocasión, 0 magos, 0 vendedores.
Intrascendencias de bus.
Algún día llegaré a mi destino.
Algún día.

 Es pelado, gordito, de veintipico de años, y ni su remera anaranjada flúo ni su ukelele pintado de verde manzana me dan buena impresión. Apronto los oídos para una tortura de bus, pero no. El pelado (que ya había visto antes, ahora me doy cuenta) aturde un poco pero es bueno. Si solo gritara un poquito menos...
Tal vez es mucho pedir. Aspirinas, ¿alguien tiene? 



 Él va contento, parece. Canta y toca el bongó en el asiento de atrás en el 405. Hace media hora viene cantando y tocando el bongó. En verdad no canta: tararea algo cumbioso, y tampoco toca el bongó: lo golpea sin ton ni son. 
   Lo malo es que no se cansa. No se cansa. Socorro



   Salgo siete menos diez cual Aquiles heroico enfrentando a la Moira desalmada del temporal, y la empresa es ingrata. Vadeo arroyos y cañadas, le dirijo constantemente palabras de aliento a mi paraguas nuevo pidiéndole que resista y explicándole que no todas las tormentas serán como la de hoy. Agradezco que la campera sea impermeable, pero mis zapatos altos no pueden vadear los ríos desatados y sucumben ante la marejada. 
   Chlop chlop chlop, avanzo. 
   Ya en la parada me subo al banco de cemento y aún así no puedo evitar que una cosa gris conducida por un hijo de puta de la familia 103 me ensope todo lo que el paraguas no ha cubierto. Nos miramos con la única otra chica que aparece y terminamos riendo.
    Y todo para que ahora, sentada en el 405 habitualmente repleto pero hoy semi vacío, el señor Sotelo desde la radio me informe de que a esta hora de la mañana se desarrollan "lluvias suaves" sobre la capital de la república. 
   ¡Oh, tú, que asomas al mundo dentro de unas horas, cuando el diluvio haya amainado, entérate de que a las siete de la mañana el país siguió andando a puro cerrar los ojos y enfrentar el destino!
   ¡Adelante, mis valientes!
   Chlop chlop chlop.

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