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viernes, 8 de enero de 2016

RÌO QUARENTA GRAUS, CIDADE MARAVILHA PURGATÓRIO DA BELEZA E DO CAOS





Río
Un horno con playa. 
Un horno paradisíaco con playas increíbles. 
Un horno paradisíaco con playas increíbles entre morros verdes y cielos azules, lleno de aves y plantas enormes, donde los humanos más variados parecen convivir pese a todo. 
Luces y sombras.
La gente es divina. Desprejuiciados a la hora de mostrarse en las playas. Religiosos por demás. Alegres. Coloridos. No les entendemos un pomo pero al final siempre logramos comunicarnos. 
Avenidas gigantescas. Ómnibus caro: 3.40 reais. El Metro por ahí. Hay que poner una tarjeta en la ranura de la máquina, y la mía se ve que le gustó porque se la tragó de una, y tuve que comprar otra para poder subir al Metro de Superficie, que es un bus que te lleva adonde el subte no llega. Los buses van a mil y siempre tienen asientos. No hay vendedores ni cantores ambulantes. No hay clowns en los semáforos, cuidacoches ni limpiavidrios.
A polizia é omnipresente. Están de a dos coches, o en bicis, a pie, en helicóptero, siempre están, y de a muchos. Sentimientos encontrados: seguridad con cierto rechine.
Mucha gente durmiendo en las calles. Hombres, mujeres, parejas. Ninguno con perros. Gatos vagabundos hay (en buenas condiciones), perros no he visto. Gente vendiendo de todo en calles y playas, con un calor inhumano para el trabajador. Hoy vi un viejito que me partió el alma, con una sandalia diferente en cada pie. Algún loco de vez en cuando, pero poco.
No hay mosquitos.
Repito: no hay mosquitos.
Unas aves negras enormes sobrevuelan todas las playas, y hay muchas bandadas de veinte o treinta patos que van en filas a quién sabe dónde. Garzas, ardillas, pájaros delicados y hormigas acorazadas. Peces en el agua. 
No es muy barato, aunque sí un poco más que Montevideo. Una oferta gastronómica variada hasta el infinito, regada por sucos o caipirinhas deliciosos, en mi caso.
Todos parecen amar el gimnasio.
Hay miles de lugares para ir, y los paisajes nunca se repiten. 
Esto recién empieza.

Ampliaremos.











Leblon. 
Por la tarde la mitad de la avenida se hace peatonal, aunque igual siempre hay ciclovía. La gente va con los perros a la playa, recogen la caca en bolsita y la tiran donde corresponde. Hay un mirador espectacular en la subida al morro, y unas escaleras de vértigo que no llegan a ninguna parte, solo se truncan ahí, en mitad de la cosa. El agua es cristalina y de grandes olas. 
Leblon me hace acordar a una telenovela brasilera de los ochenta, pero no sé cuál.
Por ahora es mi preferida, aunque ya aprendí que en este mundo carioca uno no hace más que sorprenderse con solo abrir los ojos y mirar. 
En eso estamos.




En Ipanema la caída de la noche no pone fin a la playa. Ellos cantan en la arena. No son amigos: empezaron seis o siete y el resto se fue juntando. Al final eran como treinta. Nadie aplaudió al final; esto era una especie de comunión mística. 
Un poco más lejos, cerca del agua, otro grupo hacía percusión y bailaba al compás, recortado contra el horizonte. 
Las olas, casi blancas. Al fondo, las luces de una favela en los morros de los Dos Hermanos. Al otro lado, la luna casi llena elevándose desde Copacabana. 
Daban ganas de llorar de felicidad.
Toco madera.

Que nunca falte.







Todo el centro está lleno de grafitis. Unos que son simples rúbricas son una peste, ensucian TODO lo que alcanza a verse. Otros más onda Calush son mejores, pero no tanto como los uruguayos. Los nuestros tienen arte. Este de la foto es interesante: pertenece al grupo de los que proclaman su valentía al llegar a espacios impensados.



A Reveilhao está no aire, garotinhos!
La Super Mega Ultra Fiesta de Río se prepara con todo: se espera que dos millones de personas reciban el 2016 en las arenas de Copacabana, y ya hay dos escenarios gigantescos montados sobre la playa. Desde las seis hasta las dos de la mañana fiesta fiesta fiesta!! 
Todo el mundo va vestido de blanco, aunque se acepta también el rojo y el celeste, x ej, cada uno con un significado especial.
Las celebraciones religiosas de los terreiros ya comenzaron hace días, y en la playa de Urca se los puede ver en varios grupos, bailando y haciendo música.
Este año se hará un homenaje por los cien años del samba enredo, con un montón de músicos de los que solo me acuerdo de Jorge Ben Jor. Hoy estuvieron probando luces y sonido y es impresionante!!

Ampliaremos... Pero sin fotos, porque voy a ir con las manos vacías y el corazón contento.






El Reveillon por estos pagos no es solo fiesta fiesta. Tiene toda una connotación religiosa a la que los turistas (y más los turistas ateos) difícilmente accedemos.
Hoy la playa se llenó de flores y ofrendas a Iemanjá. Es algo imposible de describir, que eriza la piel. La gente llega con sus flores respetuosamente en brazos, se instala frente al mar, pide un deseo y las arroja al agua, o bien las transforma en improvisado altar en la arena, a veces rodeando velas, habanos, miles de cosas pequeñas ofrendadas a la diosa del mar. 
Hay de todos colores, pero especialmente blanco, el color de la paz, el mismo con el que baja todo el mundo a recibir el año nuevo junto al mar.
Y ahí estaremos.

¡Feliz año para todos!






La Réveillon.

Parte1
Eran las cinco y algo cuando Danilo y yo salimos del apartamento rumbo a Largo de Machado, la estación de metro que tenemos a la vuelta de "casa", y ya en la vereda nos entró la duda de si los brasileros no nos habrían cuenteado, porque éramos los únicos de blanco en todo Flamengo. Pero no, porque poco a poco la gente se fue mimetizando con nosotros y al final en la playa la mitad estaban de blanco, otros de amarillo y el resto de cualquier color. 
La salida del metro en Arcoverde nos dio la tónica de lo que nos esperaba. Las multitudes fluían ininterrumpidamente hacia Copacabana, y ahí vimos que todos llevaban equipaje menos nosotros dos. Ellos cargaban conservadoras, sillas, MILLONES de latas de cerveza, bolsas de hielo, etc.
Llegando a la playa empezó la lluvia. Linda lluvia, mansa, bienvenida en ese horno palpitante. Bienvenida al principio. A los cinco minutos hubo un diluvio que nos llevó a volver a la calle y refugiarnos bajo el alero de un edificio, junto a miles y miles de brasileros. Pero pasó, y salió el sol, con lo que el final del año tuvo su propio arcoiris para placer de los cientos de miles de fotógrafos aficionados como una. 
Nos metimos en la playa. Todo el tiempo pasaban vendedores de camarones, caipirinha y Jhonny Walker. El ambiente era predominantemente juvenil; todo el mundo tomaba y tomaba alcohol, y algunos fumaban unos cigarros de marihuana gigantescos. 
Al principio nos tiramos en los pareos, pero al rato alquilamos unas sillas a cinco veces del precio normal, y nos quedamos viendo el atardecer, que se iba poblando más y más de gente a cada segundo. 
Los brasileros son gente rara. Punto. 
Muchos habían armado sus zonas en la playa llevando carpas (de las de acampar o gazebos, había de las dos). Delimitaban su territorio con estacas de un metro o menos y las unían con cintas de nylon amarillo, para indicar que eso era propiedad privada. Otros, menos previsores, delimitaban su estancia con murallas de arena, aunque en el correr de la noche ambos métodos resultaron insuficientes, porque al final estábamos como sardinas Coqueiro.
Ya nos habían avisado que la Réveillon era momento propicio para arrastoes (arrebatos), por lo que fuimos sin mochila y solo andábamos (muy chics) con las bolsas del supermercado con agua, algo para brindar a las 12 y unos salgadinhos para comer cuando pintara el hambre.
A eso de las seis empezó la discoteca, y entre las ocho y las diez se desarrolló una historia del samba medio cantada y medio representada a la que nadie le dio corte. Los brasileros gritaban, bailaban solos, todo menos escuchar, y a nosotros nos pareció un tanto aburrido, con excepciones. 
En cierto momento entregamos las sillas y nos fuimos a caminar por la rambla. Ahí nos dimos cuenta de que el ambiente mejoraba, era más alto, con aire y menos gurisitos solos.
Estimado lector, me voy a almorzar.
La segunda parte y las fotos, en un rato. 

Feliz Año Nuevo.




Parte II
Cuando dejamos las reposeras y nos fuimos a otra parte, más cerca de la rambla, vimos que el ambiente mejoraba bastante. Cerca del agua estaba más oscuro y ya habíamos visto una corrida de adolescentes y una señora gorda de bikini blanca gritándoles de atrás, porque la habían robado. Supongo que de los que corrían algunos eran ladrones y otros defensores de la víctima, pero en todo caso no supe qué pasó. Hoy vimos en las noticias que hubo algunos arrebatos y ocho pérdidas de documentos, lo cual, para meter dos millones de personas tomando en una playa por varias horas, es casi nada. Ya por la tarde del 31 muchos vendían monederos interiores para ir a la Révellion: "que el Año Nuevo no se convierta en año ruin" nos dijo el vendedor. "La Réveillon es momento para arrastões" , agregó. 
Nosotros vimos a la policía llevarse a uno y tener a otro en el piso. Muchos patrulleros por la calle. En una paso al lado de uno y veo que los de nuestra zona tienen como identificación un cartel que dice "Setor Bravo", oh oh. 
De todos modos no vemos ni una sola escena de violencia o discusión entre los asistentes. Las mujeres se paseaban en medio de la noche con sus colaless y bikinis diminutas y nadie les decía ordinarieces o les metía una mano. Muchas parejas gays de toda edad. Dos mujeres en particular bailaron abrazadas por horas; la más gorda, una morocha francamente obesa con un pelo de rastas artificiales, tenía una especie de enterito con rayitas transversales blanco y negro que demostraba a las claras que no le importaba un pito no estar delgada. 
Arriba, en la rambla, gente más cool. Un presentador de tv igualito a Fito Galli, seguido por las cámaras. La terraza del Copacabana Palace llena de ricachones, ellos sí, rigurosamente de blanco. Cuando les pasamos por el costado algunos salían vestidos de fiesta y trataban de no ver la negrada que venía del metro. La gente a eso de las nueve empezó a inundar Copacabana en un número tal que me sentí como Dante al entrar al Infierno. Nunca creí que podría ver tantas personas juntas. Impresionante.
Mientras, en los escenarios, la cosa seguía. 
Volvimos a la playa, ahora no muy cerca del agua, donde desde la tardecita estaban tremendos barcos de Prefeitura o la Armada (no sé) cargados de fuegos artificiales y unos cruceros gigantescos iluminados con todo el glamour. 
Nos quedamos en medio de un grupo de personas que de inmediato empezó a ser nuestra tribu. Charlamos con unos de Porto Alegre, le saqué una foto a otros, fuimos invitados con bocaditos caseros de queso y abrazados por un señor sudoroso que dijo que Uruguay es un país decente, el mismo señor cuya esposa en un momento pidió a dos chicas que le hiciera una pared de pareos para orinar ahí mismo, en la arena, que luego tapó, en el mismo lugar donde se quedó el resto de la noche. 
Imposible describir todo. Muchos gritos. Jorge Ben Jor. Los últimos quince minutos y la invasión ahora sí de una multitud increíble que quería ver los fuegos artificiales desde la playa. Cronómetro que en vez de arrancar en diez empieza en ocho, porque el presentador habló de más. Cero! Y todo el mundo empezó a bañar con alcohol a todo el mundo. Acto seguido, la pirotecnia más increíble iluminó el cielo por un cuarto de hora, mientras la mitad de la gente en vez de mirar el cielo prefería darle la espalda, para sacarse una selfie con cara de felicidad atrás de otra.
La cosa seguía, aún faltaban dos números musicales, pero decidimos que era hora de ir volviendo. Hacía como siete horas que andábamos en la vuelta. 
La salida fue dura. Muy. Avanzamos tortuosamente sobre la arena, esquivando estancias y niños dormidos, gente tirando sidra y bailando, hasta que en diez minutos pisamos la rambla. Otros diez para avanzar dos cuadras hasta el metro. Miles y miles se agolpaban a las puertas de la estación, y nos pusimos en la fila, pero antes de entrar nos dimos cuenta de que esa misión no sería imposible pero no era para nosotros, y decidimos caminar. 
Caminamos hasta el final de Copacabana y cruzamos por dentro el túnel que conecta con Botafogo. Un túnel amplio, como para cinco carriles de vehículos, REPLETO de gente, que en cierto momento descubrió que el eco era uma coisa linda y empezó a gritar y gritar y gritar como loca. Cómo gritan los brasucas, meu deus!! Por suerte había cientos de buses esperando en Botafogo... Pero ninguno de los nuestros. Igual Flamengo no es lejos, y volvimos todo el viaje caminando. 
Y aquí estamos. 
Le Réveillon fue linda y cansadora, peligrosa y tranquila, pero siempre desmesurada.
Valéu.

Feliz 2016.







Yo había visto una lechucita en la rama del árbol y trataba de sacarle fotos, pero se me perdía entre la espesura. En ese momento un viejo muy pobre que iba por la vereda me pegó un grito diciéndome que había otra mejor. Y había, porque esta de la foto se encontraba mucho más accesible. No conforme con haberme revelado la existencia de la segunda lechuza el hombre me indicó desde donde podía situarme para sacar mejor la foto. Y se fue, con su ropa gastada y una bolsa tipo chismosa en las manos. Amo a esta gente.







Hoy al fin pude entrar al Castelinho por el que pasamos todos los días camino a la playa.
El señor encargado, el veterano Nelio, fue muy amable y me contó la historia del lugar: fue edificado hacia 1915 por un señor que vivió un tiempo allí con su mujer y su hija. Luego lo vendió a una pareja sin hijos y cuando estos murieron la casa quedó abandonada hasta que en los noventa un prefeito la recicló y convirtió en Casa de la Cultura.
Nelio terminó preguntándome cómo era en castellano el poema de Antonio Machado sobre los caminos; se lo dije y quedó de lo más contento. Casi se pone a aplaudir y se le iluminaron los ojos como a un niño que le cuentan por primera vez la historia de los Reyes y los regalos; era muy gracioso, así que redoblé la apuesta, le pedí un papel y se lo escribí. Claro que él lo hubiera podido bajar de internet, pero la escena de fraternidad y alegría fue tan linda! Un encanto, o Nelio. O Neliu, Delio, no sé bien, algo así. 
Bienvenida la emoción que nace de la poesía y la comunicación desinteresada entre dos desconocidos que coinciden aunque sea por un breve momento en la vida 

Que nunca falte.




103 maravilhoso o cómo sería el ambiente de mis crónicas de bus en esta ciudad.
Los omnibuses de Río son muchos, y no siempre es fácil entenderlos. Para empezar, por el destino. Tienen un cartel luminoso al frente, pero va cambiando todo el tiempo, porque muestra por dónde va, por lo que a veces tenés que confiar en que en los diez segundos que demora en acercarse justo pase lo que buscás, o te quedas en blanco. De todos modos los "motoristas" son muy amables y se les puede preguntar sin problemas. Por otro lado, además del destino, se clasifican en Brs 1 y 2 y algunos son también Troncal 1, 2, hasta 6, y eso es algo que todavía no hemos logrado descifrar. 
Las paradas de las playas son enormes, con banco, paredes, techo, y tienen muy buena información de buses y recorridos. El resto nada. 
Cuando la gente se va a bajar avisa tirando de la cuerda o tocando timbre. Varias veces vi que el ómnibus les paró en segunda y hasta tercera fila en medio de avenidas bulliciosas, y nadie pareció sorprendido. Para subir igual.
A la entrada hay una catraca, uno entra como quien ingresa al subte, empujaaaando el fierrito, pero si es muy gordo o viene cargado se permite subir por atrás y pagar luego. Hay asientos preferenciales para ancianos, embarazadas, "deficientes mentales" y obesos, y Danilo dice que yo entro en varias de esas categorías pero por las dudas no aclara más. 
El precio es alto: acaba de subir a 3.80, aunque más de una vez vi que dejaron pasar a alguien que no llegaba con el dinero o el cambio. Hay unos buses high, los azules, que salen como quince reales, pero aún no los hemos tomado.
Los vehículos son muy limpios y sin cortinas. Andan a mil o a dos por hora, dependiendo del tránsito. No hay vendedores no cantores de bus. La gente habla a veces a los gritos, pero amablemente.
El otro sistema público es el Metro, que sale casi lo mismo pero tiene la ventaja enorme de la velocidad, frecuencia y simplicidad de recorrido. Por lo general vienen con buen espacio y el ambiente es súper tranquilo tanto en andenes como en vagones. Impecablemente limpios. Pueden combinarse con un metro especial, de superficie, cuando uno va más allá de las líneas que hay, pero no siempre; según el destino.
Hemos estado aquí por dos semanas y no hemos visto una sola discusión o subida de tono, ni en el transporte ni en la calle, salvo en las ciclovías, alguna aclaración de que no son para skate o patines, pero puntual y educada.
Quiero ir al IAVA en Metro y tener de pasajeros acompañantes a los cariocas. O al menos ir en un bus sin música del chofer ni de los pasajeros. Sin vendedores. Rápido. Limpio. Y que el recorrido sea entre morros y playas.

¿Se les podrá pedir cosas a los Reyes aunque estemos un poco fuera de fecha?






Pao de Açucar
Hoy había un 90% de probabilidades de lluvia, pero cuando nos levantamos y vimos nubes blancas y no pretas arrancamos para Urca con una fuerza bárbara. 
El bus pasó apenas llegamos, y no tuvimos que hacer cola para comprar los boletos. Caros, los boletos: 71 reales cada uno. Pero valió cada centavo.
El primer viaje en funicular dura unos tres minutos, y da vértigo el saberse colgando de unos cables sobre el vacío, pero se pasa bien. El paisaje, indescriptible. 
Ya en el morro de Urca hay muchos miradores, terrazas, restaurantes y hasta un helipuerto donde por la módica suma de 690 reales se puede contratar un vuelo de 12 minutos sobre la zona. En fin.
Luego uno sube al segundo viaje y otra vez anda bamboleándose por los aires por unos minutos, con la diferencia de que ahora se sube al Pan de Azúcar mismo, y el ángulo de subida es muy pronunciado. Este fue un tramo que vi a medias, porque a veces TENÍA que cerrar los ojos o morir de vértigo ipso facto, cosa no muy bien vista por estos lares.
Arriba no solo la vista es imponente y majestuosa sino que había monos entre los árboles, unos grises, chiquitos y muy dignos, que se dejaban fotografiar sin caer en la mendicidad abusiva (cuando no la delincuencia pura y dura) de los coatíes de las cataratas del Iguazú.
Unas nubes aparecieron de pronto y en un minuto borraron todos los contornos del mundo visible, por lo que estuvimos arriba un rato y nos volvimos al Urca. Este primer descenso no fue vertiginoso, por la sencilla razón de que no se veía un pito. La segunda bajada resultó de lo más placentera, ya sin nervios. Yo creo que con tres subidas más se me va el terror y todo. 
Cuando llegábamos no podíamos dar crédito a lo que se veía en la zona de acceso: cientos y cientos de persona haciendo más de una cuadra de cola para entrar! Por suerte habíamos ido temprano. Uruguay, inteligencia.
Abajo nos esperaba la pequeña y divina Praia Vermelha, con una especie de fuerte en un costado y con un camino verde por el otro extremo, que decidimos explorar. 
Gran idea.
Era una senda de 2500 m por el borde del Urca, entre la vegetación tupida del morro, donde unos carteles nos contaban de las muchas especies de animales que podíamos encontrar... Entre ellos unas boas, oh, oh.
Pero no. 
Lo que vimos fueron unos pájaros rojos divinos (Tie Sangue) y unos macacos como los del Pan de Azúcar, que correteaban entre los árboles. Uno incluso perdió pie y cayó desde cuatro o cinco metros al piso, junto a una vieja desprevenida, pero en un segundo se escurrió hacia la selva y desapareció en la espesura. 
Seguí mi camino pensando que ojalá las boas no se resbalaran de las ramas, y pasé el resto del recorrido mirando disimuladamente al techo de ramas que nos cubría. Al final llegamos a un límite, más allá del cual solo se permitía continuar si se iba con un guía, y pegamos la vuelta.
Y no hay más palabras.

Cidade maravillosa. Que nunca falte.







Petrópolis, Palacio Imperial. Se entra en una especie de pantuflas. Vimos todo tipo de maravillosidades: un cofre de porcelana de Sevres regalo del rey de Francia, gobelinos, cristales Baccarat, el traje de Pedro al asumir el reinado y la propia corona de oro, que pesa casi dos quilos, tiene setenta y pico de perlas y cientos de brillantes!!





El Paraíso a horas de Montevideo
El viaje a Arraial Do Cabo puede hacerse solo o en excursión, y los precios andan parejos: 130 reales por bus contra 160 en excursión, incluyendo esta última el almuerzo y viaje en barco. El problema es que nosotros queríamos conocer Praia Do Forno, y el barco solo la veía de lejos, sin contar con que todos los viajes organizados se hacen desde Copacabana y previo contacto con el hotel, cosa que nosotros no tenemos (por suerte). 
O sea que encaramos el viaje solos. 
La Rodoviaria de Río es, claro, gigante, abigarrada, ruidosa, pero nos las ingeniamos y emprendimos camino a Arraial en un bus de la empresa 1001 que salió apenas quince minutos después de la hora prevista, lo que por estos pagos no parece sorprender a nadie.
Antes de arrancar el chofer se paró adelante, nos dijo su nombre y nos pidió que contáramos con su ayuda si necesitábamos algo (por ejemplo, parar para ir al baño, porque era un viaje de dos hs cuarenta y el bus no lo tenía).
El camino fue entre morros, lagunas y dunas al final, de lo más disfrutable. El sol no molestó: estuvo nublado y un poco lloviznoso hasta que llegamos. 
Bajamos en la Rodoviaria de Arraial (modesta, de dimensiones humanas) y arrancamos a caminar hacia la playa. Para llegar a Fornos hay que atravesar un morro siguiendo un camino que lleva unos veinte minutos y que a veces es escalera, camino de piedras o simplemente de tierra, con mucho cuidado de no resbalar ni quedarse sin aire, porque la pendiente es muy pronunciada.
Al comenzar el descenso aparece la playa. Pequeña, de unas cuadras, tranquila, color turquesa, con un ambiente de absoluto respeto y seguridad y llena de vendedores y locales que ofrecen comida y bebida a precios (en el caso de los negocios instalados) bastante altos. El color del mar y su transparencia son increíbles. Uno va con el agua por la cintura viendo cada detalle del fondo. Fresca, pero no fría. Una delicia.
Ya de entrada decidimos que de ese paraíso no nos iba a mover nadie, y le alquilamos dos sillas y una sombrilla a una nena de 13 años que manejaba su negocio con tanta seguridad y eficiencia que en seguida la bautizamos Odette Roitman ( nombre que solo gente de más de cuarenta y que viera telenovelas brasileras puede entender). Hemos visto por todas partes gurises trabajando, y esta playa no es la excepción. Odette (en verdad Roseaní) manejaba el dinero y sus dos hermanos menores (de unos 12) la promoción del servicio. Unos encantos los tres; cuando aflojó el ingreso de gente empezaron a pasar metidos en el agua, comiendo maíz y charlando con sus conocidos. Al final del día limpiaron la playa de los infaltables plásticos y deshechos varios dejados por los turistas. Por otros turistas, obviamente, no por nosotros.
En el agua de Arraial se suelen ver peces, pero no caracoles ni cucharetas. Las aves abundan, especialmente fragatas y águilas. Hay mucha oferta de paseos en barco, no solo para conocer lugares sino también para volver al pueblo sin tener que subir y bajar al morro.
A la tardecita pegamos la vuelta, e hicimos un almuercena en un local de comidas caseras que por 18.90 reales nos dejaba llenar un plato hasta el tope de lo que quisiéramos. Una especie de buffet al kilo, pero aquí lo que contaba era el volumen, no el peso. 
Y nos volvimos. El viaje de vuelta fue más largo pero como era de noche nos dormimos casi en seguida, y a la medianoche estábamos en la Rodoviaria, donde un 177 nos trajo en pocos minutos hasta Flamengo. 
Y esas son las razones por las que venir a este lugar, si se está en Río, es prácticamente obligatorio. 

Ta luego.







Es muy común ver gatos por aquí, todos lustrosos y gordos, pero donde abundan en especial es en Flamengo. Cruzando el parque que da a la playa se los ve, acostados en muros o bajo los árboles, algunos incluso con cucha propia y platitos de agua y comida. Llegando a Botafogo suelen salir de las rocas de la rambla y tirarse al sol cerca de los pescadores. Pero el lugar donde está la mayoría es en el edificio de la administración del parque de Flamengo. La ciudad los alimenta y cuida a los que están enfermos. Algunas personas vienen a adoptarlos acá; son mansos pero precavidos. Me dieron ganas de llevármelos a todos.






Domingueando maravillas
La mañana estaba otra vez gris, pero no negra. 
_¿Vamos a San Conrado?
_¡Vamos! Total, si llueve nos metemos en alguna lanchería y hacemos tiempo hasta que pare.
_Dale.
Y fuimos.
San Conrado queda lejos, pasando Leblon, detrás de los morros Dois Irmaos. El primer 178 tuvo la gracia de seguir de largo pese a que iba vacío, pero el siguiente, mucho rato después, nos llevó a destino cruzando parques, morros, túneles interminables y una favela enorme y colorida que resultó ser la más famosa de la ciudad, la Rocinha.
Menos mal que nosotros vamos muy lejos, pensé con cierto alivio prejuicioso, pero fue un alivio fugaz, porque a las pocas cuadras el bus se detuvo.
_¡Final!
Y nos bajamos en medio de la nada y a unos minutos de la Rocinha.
Chau, Ipad, chau mochila adorada, chau reales, pensé mientras empezábamos a caminar hacia la supuesta playa, por una zona desierta tanto de personas como de vehículos. 
Y ahí fue cuando se largó la lluvia. 
La lluvia que en Río no se anda con chiquitas, ¿eh? Diluvio. 
Esperamos un rato refugiados bajo un reloj enorme en la vereda, y al ver que no paraba seguimos caminando.
Al fin llegamos a la rambla, pero de sitios para comer ni noticias. Preguntamos por ahí, nos dijeron que había un shopping y casi nos da un ataque de alegría ante una M amarela, pero este alivio también fue fugaz, porque el shopping y el McDonalds abrían a las doce, y para eso aún faltaba una hora y pico. 
Para entonces la lluvia había ido amainando, y bajamos a la playa, donde había cuatro o cinco personas como mucho. 
San Conrado es amplia y muy muy muy picada. Es la preferida de los surfistas, y al verla uno entiende por qué. Limpísima, con un color increíble y rodeada de morros por todas partes, morros que hoy se veían sepultados a medias entre las nubes bajas que no terminaban de pasar. Cero caracoles, como todas. Un camino elevado para bicicletas y peatones paralelo a la ruta iba rodeando los acantilados hasta Leblon. 
Por ahí pasamos en un bus, porque entre el mal tiempo y el mar bravo no daba para quedarse, y terminamos recorriendo el Arpoador, una punta rocosa y llena de tunas que separa Ipanema de Copacabana. 
No volvió a llover, y yo no pienso volver a San Conrado, al menos en este viaje, cosa que el pobre Ipad agradece en silencio. 

Buen domingo para todos.



La cara oscura de la Cidade Maravilhosa (una).
En Río de Janeiro las veredas de los barrios turísticos están llenas de gente que vive en la calle, excepto en Ipanema, donde la policía no se los permite. Un carioca me dijo que no hay homeless en las favelas ni en los barrios de clase media. Según él los ricos dan limosna y eso favorece la mendicidad, pero me parece una explicación por lo menos un poco simplista.
Son diferentes a los de aquí. Casi no vi mujeres y (por suerte) tampoco ningún niño o adolescente. Duermen con el torso descubierto sobre el piso mismo o (en el mejor de los casos) encima de un cartón. No tienen perros ni pertenencia alguna y están el el mayor grado de mugre y abandono imaginable.
Son muchísimos. Algunos desequilibrados. Todos parecen derrotados. Flacos. Piden sin exigir y saben que para muchos son invisibles.
Ver a uno de ellos durmiendo a las puertas del Tribunal de Justicia casi le da vergüenza a uno por andar de turista en una ciudad que expulsa a sus hijos.
La cara oscura de la maravilla.

Queda mucho por hacer.



CORTITAS POST VACACIONES

1. Frases

*Mujer a su marido, mirando el puente a Niterói y con tono de guía turística:
_ ¿Ves? Ese es el puente entre Río de Janeiro y Buzios.

*Señora de unos treinta y algo a sus tres niños que estaban de gran fiesta porque habían instalado las reposeras sobre el agua, en la orilla:
_¿Quem foi da graçinha???

*Yo: _¿Viste que la pollera ahora me queda floja?
Danilo: _ Sí. Cómo se estira la ropa, ¿no?

*Yo (saliendo de un museo de arte que estaba dejando bastante que desear y no podía ser tan chico): _ No sé... Yo siento que me falta algo...
Danilo: _ Yo también. Siento que me faltan los ocho reales de la entrada.

*Yo: _ Mirá: ese es el hombre más bello del mundo.
Danilo: _ ¿Ese? ¡Por favor! Vas a tener que encararlo vos: él nunca te va a mirar porque ni siquiera se le pasa por la cabeza que pueda resultar interesante para alguien.


2. Grafitis

* Meus sonhos sonho eu

* Pode conter poesía (en un hidrante de la calle)

* Fora Dilma! (pero alguien le agregó una "ç" en el medio: Força Dilma!)


3. Imágenes

Una vieja en medio de la plaza, leyendo a los gritos la Biblia a través de una gruesa lupa.

Un viejito caminando por Catete con una sandalia diferente en cada pie.

Un señor totalmente entrajado a la entrada de una playa a pleno mediodía.

Un hombre de unos sesenta corriendo por el mar con el agua a la altura del pecho.

Una veterana orinando en plena playa de Copacabana durante el Reveillon.

Muchas parejas gays abrazadas o de la mano.

Un guarda que deja pasar a una morochona enorme muy sucia y muy rotosa, llena de bolsas de algo que estaría vendiendo, porque "ela tein que alimentar seus negrinhos".

Un vendedor de charque en plena playa.

Una imagen de yeso de Iemanjá flotando en la playa de Flamengo.

Un aeropuerto virtualmente interminable y decenas de carteles amarillos de "Portas 301 a 329" danzando frente a nuestros ojos y llevándonos de recorrido por kilómetros dentro del gigantesco Guarullos de San Pablo.

63 mensajes de una compañía telefónica con un código que aún no sé para qué diablos era.

Un hombre sucio y harapiento durmiendo en la vereda bajo un cartel enorme que decía "Tribunal de Justicia".

Olores. Olores de todo tipo, muchas veces nauseabundos.

Sabores. Postres. Cocadas.

Sensación frecuente de oídos tapados por subidas o bajadas vertiginosas, sea en ómnibus, auto o funicular.

Ganas de volver.
Ganas de no haberse ido.

Ganas.





Volver a tu casa y descubrir

* Que lo que te compraste en Rìo y usaste varias veces como crema de peinar era en realidad shampoo.
* Que tu gata ha perdido suficiente pelo en el dormitorio como para hacerte una Roldana 2.
* Que misteriosamente ha desaparecido durante el vuelo un frasco enorme de Acondicionador de tu valija.
* Que hay decenas de ocupas en tu hogar bajo la forma de mosquitas de la fruta.
* Que en el Disco no venden cocada.

La vita non è bella.





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