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lunes, 15 de septiembre de 2014

Crónicas variopintas






Cuatro encuentros en diez minutos.

1. El repartidor de garrafas.
_ Uy. Usted fue mi profesora de Literatura... Rodríguez, ¿no? 
_ Sí, pero no podés reconocerme hoy porque estoy totalmente despeinada.
_ Está igual. Yo soy Fulano, del liceo 19.
_¡Pah! ¿Del 19?
_ Sí. Hace muchos años. Yo tenía 20 kilos menos.


2. El viejo que buscaba algo de comida en el contenedor.
_¡M'hija! ¿Usted sabe qué es esto?_ mientras me mostraba una caja de algo que decía "Kosher" y "Meal".
_ No sé... Comida judía en polvo, capaz. 
_ Tené cuidado, m'hija. Te matan por cualquier cosa. Tené cuidado.

3. El vecino que fue mi alumno del 58 hace quince años.
_¡Mariela! ¿Cómo andás?
_ Bien, ¿y vos? (a este sí lo ubicaba)
_ Bárbaro. A ver, che (al hijo), vení a saludar a la profesora de cuando papá era un gran estudiante.
Pero el pibe parece que mucho no le creyó. Hizo bien.

4. Ella. 
Mimos, abrazos, lengüetazos: Isis.

Cuatro encuentros y en ningún caso me quedé con la duda de a quién había saludado. Debo estar progresando.






Leer Espectador.com siempre es una experiencia extraña, algunos días más que otros. Hoy, por ejemplo, están solicitando a gritos un corrector de estilo.

"Se publicará el 28 de octubre, al cumplirse 60 años de edad de su nacimiento." (mirá vos... resulta que mi nacimiento ya tiene 47 años de edad y yo no me había dado cuenta)

"Reunirá para ello dos discos con pistas ratas." (por las dudas, paso)

"Tras el robo, la policía logró detener a una persona y encautar la moto con la que fue robado." (estos encautan de todo... ¿o era encanutar, el verbo?)

Y me aburrí; con dos artículos y tres errores es suficiente por ahora.






Otra vez.
Otra vez.
Otra vez.


Persona desconocida: _¡Hola!
Yo: (?)
Persona desconcocida: _ Soy Tato, Mariela!
Yo: _ Ah, qué hacés, cómo andás?
(¿vecino, ex alumno, novio de amiga, primo lejano, compañero de escuela?)
Persona desconocida ahora Tato: _ Bien, qué gusto verte, tanto tiempo!
Yo: _ Sí...
(y siguen cinco minutos de charla intrascendente que no aportó datos sustanciales rumbo al esclarecimiento del misterio)

A veces me asusto de mí misma. Después me olvido. Pero a veces...





Viernes. He dado 11 horas de clase en dos liceos, 6 grupos, 140 gurises, y volvería a repetir toda la jornada, toda ella, cualquier cosa, con tal de zafar de esta asamblea de los 200 socios en la que mi cooperativa ha tenido a bien meterme en este viernes de gripe y pre tormenta. Los adultos son bravos. Muy bravos. Insoportables.






UN METRO. Un metro medía la víbora que acabo de casi pisar en la vereda de Florida.
Hermosa, lo reconozco, con ese color verde esmeralda que inmediatamente elimina toda preocupación por el veneno, pero igual morí de miedo al verla retorcerse y meterse en el pastizal, casi a mis pies.
Iba distraída mirando a un ternero que saludo mentalmente cada jueves en un baldío, cuando un movimiento a mis pies me hizo dar un salto y una puteada a la vez que resucitaron por arte de magia todas mis fobias infantiles.

Respiro. Olvido. Vuelvo a ser yo. Ooom.


Puta madre. No funciona.




Tras el temporal de ayer hoy son un placer el sol y cielo azul con gustito a primavera. El 316 vino en un segundo y había un asiento libre esperándome. No subieron vendedores ni cantores en todo el trayecto. 
Tuve una clase light con el único grupo de la mañana, que suele ser muy quejoso pero hoy estaba de un desacostumbrado buen humor, tanto que el tiempo se fue sin notarlo.
Pasó una hora de café, charla y galletitas caseras en sala de profesores, mientras hacía tiempo para un par de trámites.
Pensaba tomar un ómnibus para la primera de esas vueltas pero mirando un mapa vi que en ocho cuadras estaba, y fui.
Una vez que llegué al Semm se me informó amablemente que no puedo solicitar asistencia en viaje (previo asociarme y pagar mil pesos), porque en realidad ya la tengo desde 2005, cosa que había olvidado.
Cosem no me quiso cobrar la orden para la ginecóloga porque aún tengo un par para utilizar gratis. Llegué a la consulta 50 minutos antes pero la doctora estaba sin pacientes y pasé de inmediato.
El 405 tiene su salida a un par de cuadras, y justo partía uno cuando yo llegué. 

Aún me quedan dos trámites en el centro y un par de reuniones de profesores en la tarde, pero creo que ya estoy en condiciones de afirmar que este miércoles está dedicado a no complicarme la vida, y lo está haciendo muy bien.




6º Biológico:

_ ¿De qué país es García Márquez? ¿Alguien sabe?
_ Boliviano.
_...
_ Paraguayo.
_...
_ Venezolano.
_...
_¡Ah, no, ya sé: es del mismo país que Shakira!
_ Sí. ¿Y alguien sabe de qué país es Shakira?
_ ¡Colombiana!
_ Eso. García Márquez es de Colombia. Igual que Shakira.




Habíamos acordado encontrarnos tres cuartos de hora antes en el cine, para sacar las entradas con tiempo y tomar un cafecito allí mismo mientras nos poníamos un poco al día con nuestras vidas. Cuando llegué decidí arrimarme a un costado de la entrada pero quedarme adentro, porque el frío se estaba haciendo sentir y además había mucha gente en la vuelta, tanto como para estorbar el paso y ser empujada si no tomaba la precaución de buscar una pared amiga donde apoyarme.
Vi primero a un compañero de trabajo y luego a otra. Ambos me presentaron a sus respectivas parejas, dialogamos, siguieron su camino. Iban a ver otras películas. 
El tiempo pasaba lento.
Cuando hacía diez minutos que mi humanidad estaba saturándose del género humano y su irritante proximidad de hormiguero me llegó un mensaje de mi amiga. "Mari no me mates pero demoré porque tuve que hacer algo antes". 
A los cinco, otro: “No encuentro la tarjeta del ómnibus”.
A los tres, una llamada: “Voy en viaje, en unos minutos llego”.
Y llegó. No hubo café previo, pero sí unos minutos de charla en medio de la multitud trashumante y comunicativa.
Yo la quiero muchísimo, más allá de cualquier demora, y por eso he estado meditando cuál podría ser el castigo a sus reiteradas infracciones a las leyes de la puntualidad, ese uruguayismo extremis de caer justo sobre la hora, cuando la sala del cine está apagando las luces de la previa o los acomodadores del teatro están por cerrar las puertas de acceso. Pero no doy con la medida correcta. 
¿Tendremos que empezar a encontrarnos a la salida y no a la entrada?
¿La dejo ser como es, no le digo nada y mentalmente decido empezar a llegar media hora tarde cada vez, para ver si coincidimos en el tiempo?
¿O será que con meterla de modo innominado en una crónica relativamente leve y amenazarla con empezar a escracharla con nombre propio en la estratósfera virtual de las redes alcanza?

Misterio.


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