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sábado, 6 de septiembre de 2014

Crónicas de bus: setiembre



Crónica de vacaciones


Salí en un 405 oyendo La Ley FM, vuelvo en un 300 oyendo La Ley FM, pero nada importa porque estoy de vacaciones, la la la!!!

(La Dirección de este sitio cumple en avisar a usted que las crónicas de bus retomarán su curso habitual la próxima semana. Hasta entonces: paciencia, estimado lector, paciencia.)


Crónica desde la experiencia


Iba caminando cuando un pique a mis espaldas me sorprendió. Era un vecino corriendo enérgicamente para interceptar un ómnibus que ya había salido de la parada y que como es lógico siguió de largo, pese a que aminoró la velocidad al llegar al lomo de burro de la esquina. 
Reconozco que su intentona fallida ya me estaba dando cierta lástima solidaria, hasta que vi qué era lo que había corrido. ¡Un 103! No se puede correr un 103. Lo siento, pero no se puede. Un 404 sí, seguro. Un 405 o 316, vaya y pase, pero un 103... Va contra el Reglamento de Usuarios de buses. Correr un 103 es algo tan inútil como sacarle una foto a un gorrión: siempre están ahí. 
Pobre vecino corredor. Él normalmente anda en auto y no conoce el Reglamento de Usuarios, pienso, y sacudo levemente la cabeza con aire de experta en las vicisitudes y el código de etiqueta de los usuarios habituales del transporte público capitalino, mientras apuro el paso para tomar mi 405 de los miércoles a primera.

Crónica de martes

Martes de verlos pasar. Otra vez, como cada semana cuando me toca entrar a segunda, me entretengo en la parada contando los omnibuses que nos miran y siguen de largo. Hoy fueron ocho: dos a Pocitos (los míos), cuatro al centro y dos COPSA con los que hubiera hecho una combinación, pero no. Ni uno. Ya estaba mirando con cariño unos Corporación Cut que no tengo la menor idea de dónde vienen ni adónde van, cuando un 103 tuvo a bien detenerse y subí. No sé si era peor la sensación de asardinamiento colectivo o tener que ir oyendo La Ley FM, pero subí. Una vez en Comercio intercepté a un 405 que en mi cooperativa seguro no se detuvo y aquí voy, rumbo a llegar en hora como siempre, a un lugar donde las personas no sospechan lo que es viajar de la Curva de Maroñas a Pocitos a las siete y media de la mañana.

El resentimiento social se me irá tan pronto como dé el primer minuto de clase, lo sé. Por ahora festejo que me tocó el Guarda Bueno, que tiene un saludo amable para cada pasajero, avisa de las principales paradas con estilo de conductor de Turisbus y va oyendo simplemente música, sin nadie que la contamine.


Crónica soñadora

Eran dos parejas casándose en el mismo lugar, en dos salones contiguos. Los 4 eran jóvenes y bellos; los negros con sus atuendos tradicionales rojo y dorado, los blancos con el vestido blanco y el smoking de rigor. Las mujeres eran altas y esbeltas y los hombres reían todo el tiempo con voces francas y contagiosas.
Ambas fiestas avanzaban, quemando las etapas previstas. Todo era felicidad y jolgorio hasta que hubo una confusión. Pasaron cosas. Tantas cosas, que cada novio y cada novia terminaron fugándose de su propia boda con la pareja del salón de al lado. A último momento hasta los dos wedding planner se enamoraron y se fueron juntos, abandonando sus respectivos trabajos.

Dios mío.

¿Qué necesidad tengo yo de andar soñando argumentos completos de películas bobas?
Decididamente los veinte días de gripe ya han causado un daño irreparable en mis neuronas. Y aún no terminan.

¡Maldita vieja tosedora de ómnibus, su sombrero con florcita de lana inconfundible y sus bacilos devoradores de neuronas tambaleantes!


Crónica de ella

Es rubia de pelo largo. Tiene unos cuarenta y pico y va sentada en el 316 en uno de esos asientos que están como a contramano del resto y miran hacia el fondo del ómnibus.
No tiene nada en especial, salvo que canta. Va sola y canta bajito. A veces incluso la sorprendo silbando los viejos temas de los Beatles que Henry Mullins pasa por la radio que va oyendo el chofer. 
Saca un pañuelo descartable, se suena la nariz y canta.
Se aparta el pelo de la cara y canta.
Mira para afuera, y mueve el pie siguiendo el ritmo de la música.
Piensa en los escritos que tiene por corregir y silba unos segundos.
Saca el celular y tararea.
Se repite por enésima vez que esto de estar vivo es una constante maravilla, escribe una nueva crónica de bus y sigue cantando.





Crónica del alivio

   Tiene unos 80 años y va sentado delante de mí en la CITA que va a Florida. Petiso, de pantalón beige, bucito marrón de lana y gorro blanco con visera pese a que hoy el sol ni se sospecha.
   Pide permiso para salir al pasillo y enfila hacia el fondo del bus esquivando a múltiples personas que viajan de pie. A los tres minutos vuelve y encara a su compañera de asiento (que no logro identificar si es hija o compañía circunstancial):
   _ ¿Qué dije yo? ¡"Fuera de servicio"! No hay baño. Me tendría que haber traído el violín.
   Y sigue el viaje mascullando de vez en cuando alguna queja en la que solo reconozco la palabra "baño", que funciona como leit motiv de su discurso. Esto despierta una ola de inquietud entre algunos pasajeros, algunos de los cuales (no entiendo cómo) logran habilitar el servicio, con lo cual el viejito queda en condiciones de satisfacer sus necesidades básicas. 
   Menos mal. Ya me veía haciendo el resto del viaje con una queja interminable desde el asiento de adelante, o, peor aún, con el advenimiento de una desgracia fisiológica indisimulable. Menos mal. 
   



Crónica de mal gusto

   En el silencio del COPSA una vocecita comienza a oírse desde el interior de la mochila de un señor: "¡Nos destruirán a todos! ¡Nos destruirán a todos! ¡Nos destruirán a todos! ¡NOS DESTRUIRÁN A TODOS!"
   Automáticamente volvemos la cabeza hacia el medio del ómnibus donde va el pasajero con el peor ringtone del mundo, pero él ni se inmuta. Saca su celular, mira el mensaje y lo vuelve a guardar, mientras el resto suspira agradeciendo en silencio que el señor no sea muy popular, así nos libramos de tener que oír por segunda vez algo tan horroroso.
   ¿Cómo diablos un adulto elige semejante bazofia?
   Misterio.


Crónica incrédula


   Arrancar el lunes corrigiendo escritos en el 405 no parece una buena manera de empezar la semana, pero si aclaro que voy sentada, que el guarda no dijo ni una sola vez "pasando al fondo que hay lugar" y que de los cinco escritos que miré hasta ahora tres tienen 11 y dos 12 la cosa deja de ser crónica de lo habitual para ingresar a una dimensión desconocida, casi de realismo mágico.
   Que nunca falten las sorpresas. Ni el 6º de Ingeniería.

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