Eran las 9.20 de la mañana; yo me encontraba
desayunando con la infaltable compañía de mi ceibalita, donde además de chequear
el blog, el facebook y la página de El Espectador estaba escuchando Océano, en espera de
Darwin. Pero mi vieja no es quien para quedar en segundo o tercer plano, y
desarrolla permanentemente una labor centradora de mi atención en su persona a
la que en los últimos años no estoy acostumbrada.
Este es el relato de diez minutos de mi mundo auditivo cuando voy a la Laguna.
_Dentro de un rato nos ponemos botas de lluvia
y salimos con paraguas. No llueve mucho. Me voy a hacer una ensaladita con
choclos… ricos choclos, los compro en Brasil, tres por quince. Ahora en
Montevideo quién sabe a cuánto estarán estos choclos… Y te voy a hacer a vos, a
ver si te gusta, una milanesa de zapallo.
_No, para mí no te molestes
_¿No te gustan los zapallos?
_No me gustan las milanesas en general, pero no
te preocupes, yo como las verduras así nomás
_ Ah, yo hago milanesas con verduras. Le pongo
a la ensalada tomates, papas…
_ A mí me gusta todo, no te
compliques.
Se va al dormitorio y vuelve con un pomo de
remedio que me muestra poniéndolo casi delante de la pantalla, a ver si me
suelta de las garras de esta cosa, su rival.
_Mirá, este es el remedio que me compré en
Brasil, es muy barato, 70 pesos. El tuyo tiene olor a antirreumático, el mío
es perfumado, tiene “diclofenaco”, como dicen
ellos.
_Ah. Pero el mío es mejor, yo ya probé el
diclofenac y no me hizo nada.
_Me voy a poner un saquito. ¿No te quedó corta
esa frazada roja?
_ No.
_ No.
_ Pero es cortita. ¿Sabés lo que pasó? Esa
frazada era de mi madre, ella la hizo cortar porque era demasiado larga y después le quedó
corta. Ella era cortita y la frazada era muy pesada, Cathy la cortó y le
puso un orillito.
Aparece a los dos minutos con un montón de
frazadas en la mano. A esta altura ya ni tengo idea de en qué anda la radio y ya
cerré el blog.
_ Mirá lo que hice: compré seda en Brasil y les
puse a todas el mismo orillo. Quedan tan feas con el orillo roto. Esta del Cele
no, esta quedó con el orillo que tenía. Está abriendo el sol, ¡buenooo!
Se va al dormitorio. Vuelve con una
almohada.
_¿Te
acordás de estas fundas? Eran tuyas. Después hay otras más viejitas que están
en campaña. Quedan lindas.
El Cele va al cuarto en que yo dormí ayer.
_ Ah, Mariela puso su tul. ¿Había mosquitos?
_No. Acá en el cuarto no había. Es cuando vos
cortás pasto, cortás el pasto y abundan, pero yo les pongo flit y los corro.
Para mí que no había mosquitos ayer. Mariela dice que vio pero para mí que eran
uno o dos que entran con nosotros. Se pegan a la ropa, uno entra y ellos vienen
con uno. Me voy a hacer la ensalada por si se nos antoja salir a caminar. Voy a
hacer la ensaladita, así… Voy a poner la carne esa que trajiste o va a quedar
vieja. Yo la mezclo con arvejas. Voy a…
El Cele se ríe de su programa de radio:
_Pobre Araújo, dice que oremos porque vuelva
Palacios.
_ ¿No está Palacios? Ah, ese Araújo es un
aburrido, Palacios es bárbaro.
A continuación se inicia una serie de
mini-monólogos:
_ ¿No te gusta el pobre Jorge? (en alusión a
Larrañaga, en la radio). (…) Perá que voy a arreglar esto que Mariela me regaló
y… Ta. (…) Ya está despejando, vamos a salir en un ratito nomás a dar una
vueltita, por lo de Analía, por ahí. (…) Los turistas se pelaron ayer. Sí, sí,
estaban juntando desde temprano. Capaz que pidieron para quedarse una noche más
y se fueron. (…) Gatita… Dejate de pedir
comida, que tenés ahí, ya te puse. Ya te puse comida, ¡dejate de joder y comé
ahí!
Son las nueve y media. Termino de asumir que mi
tiempo de lectura en la laguna se limitará a la siesta o a la nocturnidad
silenciosa y me dedico al dulce de higo del Carioca o lo que queda de él. Cualquier cosa que no sea mi madre es
difícil de atender en este mundo de palabras.
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