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jueves, 5 de enero de 2012

VERANO PARA ARMAR (texto en proceso)

1
PIETRO

            Era la quinta vez que pasaba por la misma esquina, y siempre lo seguían unos ojos desde la ventana del frente de la casita azul. Era un niño. Solo podía verle la cara, tal vez por su escasa estatura. Ojos grandes, oscuros. Ojos que parecían darse cuenta de que él hacía rato había perdido el rumbo y deambulaba por las calles del pueblo a ver si por azar daba con el bar de su amigo Nicola. Por un momento tuvo ganas de intercambiar papeles, de bajarse de la camioneta, de olvidarse del bar, de su amigo y de su vida, e instalarse para siempre en una casita azul, asomado a la ventana, mirando la gente pasar, pero en seguida sacudió la cabeza como para desbaratar tales ideas, apretó los dientes y siguió buscando.
            _ Mi disculpa… ¿no sabe dónde es el bar “Il Bambino”?
            La mujer interrogada lo miró, hizo unos segundos de silencio, y luego le indicó con un gesto impreciso que debía doblar a la derecha, y que no tenía muy clara la dirección requerida. No esperó siquiera a que él le agradeciera la poca información; llamó con un breve silbido al perro que la iba siguiendo y retomó su camino con paso lento. Los ojos del niño dejaron de mirarlo ahora, tal vez porque el recorrido zigzagueante del can acaparaba toda su atención. Mejor, se dijo Pietro. Estaba harto de tener testigos de cada movimiento, de andar por la vida con un ojo detrás del hombro, por si las moscas, de siempre tratar de leer más allá en cada rostro anónimo en el tránsito, en los teatros, en el gimnasio, de ingresar a su casa dudando hasta de las sombras harto familiares del jardín… Su vida no era fácil desde hacía ya demasiados años.
            Media cuadra antes de dar con el bar terminó de ubicarse. Cómo no hacerlo, si el cartel con el nombre del establecimiento, que destacaba desde la calle, lo habían pintado él y Nicola el verano anterior, una tarde en que la llovizna impidió la playa y tuvieron que quedarse en su casa sin comida, durante las peores horas del mediodía. Es raro este país, pensó. Si hay sol la gente se quema de mala manera a los pocos minutos, y si llueve la humedad lo convierte todo en un horno de vapor que no hay aire acondicionado ni patio con árboles que pueda moderar. Allá en su tierra hasta en el peor verano se podía contar con el viento reparador de la tarde, pero este lugar no daba tregua. La consigna era marcharse o resistir y  él por ahora estaba resistiendo, aunque el sudor corría por su frente cuando bajó del vehículo y entró a “Il Bambino”.
            Esa tarde el lugar estaba vacío. Un televisor mascullaba noticias desde la pared opuesta a la calle, en un volumen amigable. Tres o cuatro moscas caminaban por el lado de afuera de la vitrina principal, donde descansaban quién sabe desde cuándo una pila de sándwiches de jamón y queso, algunas empanadas y la mitad de una torta de crema con trozos de duraznos.  
            _ ¡Pietro! ¡Volviste, viejo! _ fue el saludo de Laura, la mujer de su amigo, que le plantó de inmediato un beso en la mejilla.
            _ Ayer bajé del avión, y acá estoy… Salí de Montevideo esta mañana.
            _ ¡Qué gusto verte! Sentate un rato, que te preparo algo. ¿Unas milanesas, quizá? ¿Con una buena cerveza helada? Nicola fue al Banco, no debe tardar…
            _ Eh… no, grazie._ respondió, desplomándose junto a una mesa_ Me perdí en el camino, y terminé almorzando en un restaurante de la competencia. Pero podría ser un postre… ¿Tienes algo de flan… tal vez con dulce de leche?
            _ En seguida. ¿Con una Coca?
            _ Sí… Mejor whiscola, si no es molestia.
            _ Cada día estás mejor con el idioma, ¿eh? Ya casi no tenés acento. ¡Al menos lográs pasar mucho más por uruguayo que tu amigo, ja ja!
            Mientras la mujer se ocupaba de su pedido Pietro se sintió por primera vez en el día a salvo. Lejos de la carretera, de las calles, de los sitios concurridos. Ojalá pudiera pasar toda su vida así, siendo atendido por amigos en un lugar vacío donde nadie pudiera encontrarlo. Sin ojos que lo indagaran. Con un whisky entre las manos.    
            Distraídamente dejó que el cuerpo se aflojara y cerró por un momento los ojos. La distensión duró solo un instante, porque ni bien comenzó a tratar de relajar los músculos de su rostro ya el sonido del celular lo sacó del intento y lo hizo incorporarse en la silla. Era su mujer, que le preguntaba si algún día pensaba dar noticias de su paradero y comunicarse con su familia para, al menos, asegurar que había llegado bien y que no había muerto en el camino. Pietro abrió un poco los ojos, le respondió con un par de monosílabos, apenas lo justo para no provocar una catástrofe, y cortó. Resultaba curioso que la única persona que convivía con él (salvo los niños, pero ellos no contaban para estos trances) fuera la que menos cuenta se daba de las cosas. Para Giulia el gran tema a resolver era el de su alcoholismo, y todo lo demás se convertiría mágicamente en asunto solucionado el día en que él dejara la bebida. No entendía nada, pobre Giulia… Nunca había entendido.
            Un rostro que pasó por la puerta abierta del bar de Nicola lo sacó de pronto de sus pensamientos. Era una señora modesta, una mujer joven, de unos treinta años, con camisa verde y jeans desgastados, que pareció mirar para adentro por un segundo, antes de seguir con su paso cansino por la vereda polvorienta. ¿Podría ser que fuese la misma a la que le preguntara la dirección del bar, unas cuadras antes? ¿Y qué, si lo fuera? Este era un pueblo pequeño; las personas son siempre repetidas, y, sin embargo…
            Se asomó a la calle y miró. No se veía al perro, pero la silueta que se alejaba podría ser la de aquella mujer. Imposible asegurarlo sin seguirla, pero entonces tendría que dejar el bar y su pequeña isla de seguridad. Volvió a la mesa, donde el vaso y el postre ya lo aguardaban, pero la sensación de paz se había esfumado.
            Ni siquiera esperó a que Laura apareciera para despedirse; dejó el dinero sobre la mesa y se marchó a paso apresurado. Nicola tal vez estaría al llegar, pero no habría problemas con él. De todas las personas del mundo quizá justamente Nicola fuese el único que de verdad lo entendía. El único que conocía al dedillo sus manías, sus estúpidos rituales de autoprotección y especialmente el único que sabía que pasara lo que pasara Pietro se iba a seguir desvelando puntualmente todas las madrugadas a partir de las tres y cuarto y que no habría pastilla ni cura ni psicólogo que lograse darle al cuerpo el descanso que el alma no tenía.
            Sacó del parabrisas de la camioneta un papel impreso de un solo lado; era la propaganda de un lavadero familiar, que estrujó y tiró en el asiento trasero mientras ponía primera y comenzaba lentamente a alejarse rumbo al Este. Una puntada aguda de dolor surcó su cabeza por un segundo, pero se disipó sin mayores consecuencias.
La visita al amigo quedaría, pues, para otra oportunidad.
Ahora era tiempo de llamar a Anabella.

           

1 comentario:

  1. Respondo a tu llamada y expreso -con mucho atrevimiento-:

    1.- Sí, claro, seguiría. Quiero saber que hay detrás del desasosiego de Pietro. Has logrado generar ese interés.

    Aquí viene el atrevimiento, pero voy a "tallerear" tu texto

    2.- La frase del segundo párrafo que comienza con "Estaba harto..." para mí es demasiado extensa. Merece un replanteamiento.
    3.- En la frase del tercer párrafo que comienza con "La consigna..." yo escribiría "...y él, por ahora, estaba..." Es decir, cambiaría el orden del por ahora.
    4.- A mí no me gusta el "perlaba" en relación al sudor y su frente. Me parece -por favor, no te me ofendas- demasiado manido. Buscaría otro verbo.
    5.- Me pasa lo mismo -pero en sentido contrario- con la TV que "mascullaba" las noticias. Quiero decir que en este caso me chirría el extrañamiento del verbo, algo que agradecería con respecto al sudor y la frente. Ya en plan absolutamente atrevido te propondré: para "perlaba", "impregnaba" (y si lo quieres más visual "plastificaba") y para "mascullaba", yo -que soy así de rarito- recurriría a "escupía".
    6.- Y por último, tienes un "intentó" cuando querías escribir "intento".

    Bueno y ahora me despido, espero que después de este comentario no me mandes definitivamente al carajo.

    Un abrazo y feliz 2012.

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