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martes, 10 de enero de 2012

Mientras enero nos sigue ahogando...


LA ESTRATEGIA DE ANSELMO


Si solo miraba por la ventana la cosa no estaba tan mal. Los árboles se movían con fuerza, y algunas bolsas vacías iniciaban las habituales volteretas por los canteros del barrio. El azul del cielo poco a poco se hacía blanco y todo daba una impresión general de paz y fresco atardecer. Una impresión, nada más.                                                 
Con poner un pie afuera de la casa el espejismo se desvanecía envuelto en nubes de vapor caliente que lo golpeaban a uno en la piel y en el alma, metiéndosele en las venas, bajo las uñas y entre los huesos. Los pastos de la vereda se iban agrietando callados con cada hora de esa tarde interminable, y hasta las moscas volaban a ras del suelo, casi de arrastro. Todo lo que vivía sufría, mientras lo inerte se empeñaba en acumular bien el calor de ese día infernal a fin de devolverlo íntegro al universo en pocas horas, cuando las sombras pudieran presagiar un alivio para los pulmones.
Montevideo se había vuelto Comala. Nadie paseaba por las calles; hasta la barra de adolescentes de la esquina estaba atrincherada en la casa de uno de ellos, pues no se atrevían a recurrir a sus lugares habituales. Los bancos de la plazoleta estaban convertidos en trampas de hormigón humeante donde los graffitis languidecían en desmayadas líneas que querían hundirse muy hondo en el suelo, para morir en las baldosas de granito. No había aire, ni ecos, ni voces. Un silencio espeso que ni los perros rompían. Todo pintado de rojo, derritiéndose, burbujeando sin pena ni gloria.
Lindo día para anularse, pensó el viejo, mientras trataba de oscurecer la ventana colocando un viejo mantel sobre la cortina que dejaba aún pasar un reflejo de sol. Lindo día para abrir y liquidar la botella de vino que guarda en el armario desde hace una semana, exactamente desde el día en que se enteró de que su hija tampoco este verano iba a darse un tiempo para visitarlo porque el trabajo, la casa, el novio, los chicos. Imposible. En aquel momento algo de aire quedaba aún en el mundo y la bebida anticipaba un olvido que sería sucedido por cierta brisa en la cara por la mañana, acompañando el dolor de cabeza previsible tras la resaca, el sueño, los discursos al vacío y la contemplación de las fotos y la nada. Ahora solo iba a anunciar el calor del cuerpo deshaciéndose en vómitos, y eso era algo que su dignidad persistía en rechazar. La botella seguiría en el armario.
Pero algo había que hacer.
Con cierta dificultad se trasladó hasta su dormitorio y revolvió un rato entre los estantes del ropero. El pantalón deportivo afelpado que usaba cuando la finada aún insistía en sacarlo a correr estaba como nuevo, y la campera apenas si había perdido el color, porque como tenía varios bolsillos él de vez en cuando la usaba para guardar allí las más diversas golosinas que acompañaban sus cortos paseos de anciano. Comenzó a transpirar copiosamente no bien se hubo cerrado la cremallera, y más cuando ciñó alrededor de su cintura una riñonera de cuero, recuerdo de un viaje a la frontera de hacía ya veinte años. Completó su atuendo con los championes blancos que habían sido de su hermano, se miró un segundo en el espejo, y salió de la casa.
_ A ver si hoy tenemos suerte, Anselmo…_ se dijo, al entrar de lleno en la tarde hirviente _ Capaz que incluso encontramos al vendedor de tortas fritas de la otra vez, el que les pone bastante azúcar por arriba_ y se alejó por la calle de la cooperativa, rumbo a Camino Maldonado.
Nadie se detuvo un segundo a considerar lo inapropiado de su atuendo. A lo sumo el conductor del auto que frenó en seco para no atropellarlo le gritó que era un loco de mierda, pero a él las palabras le llegaron distorsionadas, como en una pesadilla.
_ A ver si hoy… Quién te dice... Algún día tendrá que ser.
Y siguió caminando.

3 comentarios:

  1. Con una prosa pausada, casi reflexiva, nos envuelves en este relato con final estremecedor, Mariela.

    La acción sugerida que contiene es fiel reflejo de los daños silenciosos que produce la soledad, el olvido, la falta de afecto.

    Si el calor logra inspirarte de esta manera, aprovecha la ola.

    Un abrazo desde el sur del norte humedo y frío.

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  2. Pobre Anselmo! Me parece que debe haber tantos en esta parte del mundo como él, que casi hiciste una biografía de nuestra gente; un agujerito la soledad, que se va agrandando y hace trizas las almitas que andan por ahí...

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  3. Me gustó mucho el relato. Adelante escritora!

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