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lunes, 6 de mayo de 2024

Mayo de 2024

Historias de abajo

1. Los misteriosos de Europa

Ayer me topé con una palabra nueva: erdstalls, lo que me llevó a revolver una de las obsesiones de mi (claustrofóbica) vida. Los erdstalls son unos 2000 túneles ubicados en varios países europeos, de los que no se sabe quiénes ni para qué los construyeron. No hay riesgo de que vaya a recorrerlos: los pasajes no miden más de un metro y medio de alto por 60 cm de diámetro (en el mejor de los casos). Tienen solo un punto de entrada y salida —generalmente disimulados en las paredes de iglesias, bosques o cementerios—. Casi no corre el aire. 

Se especula que fueron construidos en la Edad Media, aunque hay quienes los hacen remontarse a 12.000 años. La datación es compleja porque no hay en ellos objetos, inscripciones ni restos orgánicos: están del todo vacíos. Algunos hablaron de almacenamiento, pero pasajes tan angostos y encima (algunos) bajo de la línea de flotación –por lo que a veces se llenan de agua- tiran abajo estas teorías. Otros especularon con un escondite ante posibles invasiones, pero en ese caso es más probable que se murieran todos sin aire que sobrevivir ante el intruso. 

Por el lado espiritual, en Austria la tradición habla de duendes, en otros lados se mencionan lugares de renacimiento ceremonial o de encierro de los enfermos mientras intentaban deshacerse de sus dolencias. 

La mayoría de los erdstall están cerrados al público, pero en Austria se puede visitar algunos, si uno está seguro de que no tiene ni medio por ciento de claustrofobia. 

2. La cueva del milodón

Esto pasó en el sur de Brasil: un agricultor iba en su tractorcito por un campo de maíz cuando una rueda se hundió y terminó hallando un túnel de casi 2 metros de diámetro y 15 de largo que pasaba por debajo de su casa.

¿Habría un tesoro, indicios de una civilización perdida? No: las marcas de garras en las paredes indicaban que su anterior ocupante no había sido humano sino un milodón, antecesor del perezoso y parte de la megafauna que se extinguió en el continente hace al menos 10.000 años. Cuevas similares se han hallado en otros sitios, por ejemplo cerca de Miramar (Argentina).

3. Misterio en el IAVA

Un túnel se abre ante los ojos tras la puerta cerrada de un aparente salón, una cavidad de ladrillos en forma abovedada termina en otra, perpendicular, que no lleva a ningún sitio. ¿Será consecuencia de la construcción al revés del edificio ignorando el proyecto original del arquitecto -que quizás incluía una conexión material con la Universidad? ¿Habrá llevado a algún otro lado y ahora está cegado? ¿Para qué se construye un túnel por debajo de un liceo? Nadie sabe nada a ciencia cierta.

4. Paraíso de claustrofóbicos

En 1963 un señor turco se puso a arreglar su casa y tiró una pared, pero de repente apareció una habitación que llevaba a otra, y a otra… Había encontrado por casualidad la ciudad subterránea de Derinkuyu, perdida desde hacía siglos. 

La compleja red que se extiende por 18 niveles bajo tierra incluía entradas discretas, pozos de ventilación y conductos de conexión entre habitaciones y corredores que daban a espacios multifuncionales. Tenía acceso a agua corriente, había cuartos individuales, tiendas, salas comunes, tumbas, arsenales, escuelas, sitios para el ganado y vías de evacuación. Un bunker gigantesco para protegerse de la guerra o los desastres naturales.

La entrada a la ciudad podía bloquearse en tres puntos estratégicos, desplazando puertas circulares de piedra, y además hay sitios por los que solo se entra de a uno y encorvado, por lo que cualquier invasor podría ser fácilmente aniquilado. Además, Derinkuyu tiene un túnel de casi 8 kilómetros de largo que la conecta con otra ciudad subterránea. Se calcula que aún quedan muchas por descubrir en Capadocia.

5. El vecino

Una vez vi en TV Ciudad la entrevista a un hombre de Piedras Blancas que estaba haciendo un pozo en el patio de su casa y de repente la pala se le hundió en un hueco y descubrió que bajo su propiedad había una habitación enorme, quizás una bodega de la época de la colonia. Montevideo no llegaba en ese tiempo hasta tan lejos (ni mucho menos), pero sí había estancias. “¿Y encontró algo ahí dentro?”, le preguntó el periodista y el hombre contó que sí, que había un montón de sables y otras porquerías, que él había tirado todo en el contenedor y ahora estaba muy contento con su taller subterráneo, que no tuvo necesidad de edificar. 

6. Miscelánea

En mi barrio se cuenta que bajo la Casa del Águila de la calle Celiar sale un túnel subterráneo que eventualmente le serviría al General Pollo como vía escape ante un problema. 

Mi tío Urbano, que trabajó en el Cabildo, dice haber visitado en el subsuelo una serie de calabozos ante los cuales se extendía un enorme túnel, que no se animó a recorrer. 

Vivo en una ciudad que convirtió una cárcel en shopping, por debajo del cual aún debe estar el túnel de 40 metros por el que escaparon 111 presos en 1971. Cuando lo estaban haciendo se cruzaron con otro, que era parte de una vieja historia: el escape de diez anarquistas en 1931 en "la fuga de la carbonería".

Cuando atendí un local de comidas en la vieja Galería Entrevero me tocaba ir a lavar platos a un baño en el subsuelo. Más allá del espacio iluminado se extendía una planicie en sombras de la que no llegué a vislumbrar el final, ni sé el tamaño, ni si estaba vacía.

¿Cuánto misterio aguarda aún a ser descubierto bajo nuestros pies? ¿Qué caminos, espacios e historias terminaremos conociendo en el futuro? Y (sobre todo) ¿cuántas maravillas nos perderemos de ver los claustrofóbicos, solo porque ante un espacio cerrado o reducido empezamos a transpirar y el corazón se nos convierte en ñoqui, arrugadito e inmóvil? 

Por suerte aún nos quedan misterios. El mundo sin ellos sería una enorme enciclopedia, y quién (que no sea Borges) querría leer de pe a pa una enciclopedia. 

Ya saben: si algún día encuentran un túnel o una habitación bajo tierra que se deje recorrer de pie e iluminada, me avisan. Y si es un espacio retorcido, pequeño y sin aire, manden fotos. Quedamos así.




Situaciones de liceo

1. Los de Economía

Estábamos por empezar “La pradera" y les pregunté si alguno quería leer en voz alta. Dos chicas levantaron la mano pero no quisieron turnarse, sino que adoptaron las voces de distintos personajes y lo fueron leyendo en una especie de fusión de narrativa y dramaturgia que no sé si a Bradbury le habría gustado, pero a la postre funcionó a las maravillas. 

_ ¡No te puedo creer! –dijo una de ellas al verme acercar terminada la lectura, y yo pensé que iba a decir algo del cuento, pero no: 

_ ¡Tenemos la misma camisa!

Y era cierto. La de ella debía ser S, la mía G, pero estábamos casi igual. Perdón, Bradbury: otro día nos concentramos al 100%.

2. Los artísticos

“Profe, somos solo nosotras tres; el resto decidió no venir” fue la recepción que tuvimos la practicante y yo al entrar hoy al grupo de tercera hora. Las demás clases estaban completas, pero esta, en particular, parecía haberse aferrado a la vana ilusión de faltar sin consecuencias, aduciendo que no sabían que el paro del transporte se levantó ayer de tarde. Vana ilusión, repito: yo ya les había mandado un mensaje y contestaron de noche, así que cero chance de creer en su inocencia.

La practicante y yo nos miramos: más allá de que iba a ser muy complicado dar un tema para la décima parte de la clase, ella tiene su visita didáctica en unos días y el vacío de hoy nos cambiaba los planes de manera radical. Estuvimos unos minutos deliberando, tomamos decisiones y les planteamos que íbamos a ir a la biblioteca del liceo a buscar materiales sobre Dante y su Infierno.

Una vez allí estuvimos haciendo un relevamiento, apartamos un librillo para trabajar más tarde y después miramos la parte de lectura recreativa. A las tres se les iban los ojos ante cada libro espectacular que no sabían que tenían al alcance de sus manos. Hablamos con los bibliotecarios, les dieron formularios, las chicas se asociaron y salieron cada una con un libro en las manos, rumbo al recreo que divide las dos horas. Dos de ellas empezaron a leer ya cuando iban en el camino, convirtiendo a la tercera en una especie de lazarillo que las guiaba manejando como riendas las correas de sus mochilas.

A cuarta hora hicimos con las mismas tres chicas otra incursión, esta vez a la biblioteca del piso de arriba, la que es de Secundaria. Conversamos con una funcionaria muy amable, recorrimos la sala de lectura, contemplamos y comentamos una exposición de collages y les conté lo que sé de las mesas largas y sus números de dos cifras, de los libros antiguos y sus peligros, de los 95.000 volúmenes de la biblioteca y de cómo se usaban los ficheros. Después ellas se quedaron resumiendo información para la clase que viene, hasta que tocó el timbre y volvimos al salón.  

3. Los Ingenieros (1)

Otra vez La pradera. ¿Alguien quiere leer? Sí, claro: pese a que nunca le había pedido esto a un alumno hoy le dije a Lautaro si se animaba a hacerlo desde el lugar de un docente. Él pasó al frente sin el menor problema y leyó todo el cuento mucho mejor de lo que puedo leer yo. Eran ocho carillas, pero no perdió jamás el dominio de los tonos y el ritmo adecuado de lectura, al punto que le dije si no podía acompañarme a leerlo en otros grupos, cosa que aceptó (pero era en broma, porque no puedo agarrar a un alumno de practicante). Lautaro es increíble, y ya aprendí que es muy difícil ganarle una discusión (como cuando me dijo que la RAE acepta “imprimido” y terminé comprobando que era cierto). Se lleva muy bien con todo el grupo (que son espectaculares) y los dejó tan atrapados que cuando tocó el primer timbre varios dijeron de seguir con la lectura y no salir al recreo (aunque solo tienen tres en la mañana).

4. Los Ingenieros (2)

Las dos ultimas horas me llevaron al subsuelo, donde me encontré con varios subgrupos que discutían acaloradamente, al punto que demoraron en notar mi presencia en el salón de clase. Pensé que había habido un problema o que estaban decidiendo algo relativo a su graduación, pero no: estaban discutiendo sobre el bien y el mal, los imperativos éticos y los dilemas morales. Me costó un poco sacarlos de Filosofía, pero al rato nos encaminamos a mi materia. 25 de los 30 habían buscado información sobre Bradbury, algunos ya lo habían leído antes y otros plantearon aspectos de la narrativa del siglo XX en relación a Orwell, Herbert y Tolkien. 

Los dos sextos de Ingeniería, además, hicieron un trabajo de Matemática en transposición de lenguajes, filmando cortos de lo más creativos, donde explicaban teoremas y fórmulas con la actuación de sus familias y funcionarios del liceo, además de la suya propia. 

¿Entienden por qué amo a este liceo? ¿Por qué no me quiero jubilar? ¿Por qué no hace falta hacer nada explícito por el Día del Libro? Ellos son la sal de la tierra (si me disculpan la metáfora bíblica). Son energía. Son luz.

Y así estamos.




¿Otra vez con lo del Director del IAVA?

Sí: otra vez. Ahora resulta que (pese a que la Oficina Jurídica propuso 10 días) nuestro ex Director es castigado con una sanción de 150 días por no desalojar a los estudiantes del salón gremial con la excusa de una rampa que no se hizo (ni se pensó hacer). Se sanciona a un docente que apostó al diálogo entre los integrantes de la comunidad educativa, a la vez que se nos da un mensaje a los demás: obedecé y no pienses. Rapidito y sin chistar.

No se puede creer tanta tozudez. 

Son como esos perros que cuando muerden no largan. Saben que esto es desproporcionado, sus asesores jurídicos se lo indican, pero igual van a por más. 

Me niego a vivir con miedo. 

Me niego a enseñar a vivir con miedo. 

Me niego a la sumisión.

Me niego a la injusticia. 

Alguien tiene que reaccionar, reconsiderar y revocar esta decisión.

Mañana a las doce convocamos a una conferencia de prensa en las escaleras de la calle Rodó. Seguimos atentos a la marcha de los hechos, e invitamos a todos a no dejar que esto se pierda en el fárrago de noticias de cada día (y también a tener memoria, cosa que nunca -pero nunca- viene mal).




Durante todo 1984 estuve viendo sus ojos en las paredes. Por esos ojos, por verdad y justicia, para que no lloremos más, buscamos a Mariana. Si me pongo a revolver en mis papeles todavía tengo un afiche con el Chaplin de El pibe atravesado por la mirada de la nena que todos soñábamos con encontrar. 
Hoy fui a la presentación de un libro de ella y Analía Argento, un libro donde se cuentan las historias de trece nietos recuperados, un libro que no me pude comprar porque se agotaron los ejemplares en El Galpón, donde fue la presentación a sala llena y a emoción viva. En la mesa una periodista con un primo reencontrado (Ileana da Silva), una integrante de Familiares (Elisa), una escritora con un tío que nunca volvió (Analía) y una persona luminosa que fue ella misma desaparecida (Mariana). Entre el público estaba la familia de esta última, la viejita que cuando la vio a su llegada a Uruguay se le acercó y le dijo “yo te vi en Orletti”, Rubén Olivera que arrancó con “Abuela” y nos liquidó con “Visitas” y un mundo de gente más o menos cercana, todos conmovidos, aplaudiendo de pie al final de la presentación.
¡Qué semana, estimados, qué semana! Me he pasado de reencuentro en reencuentro, de emoción en emoción, y todavía no llegamos a la mitad. Han pasado mil cosas. Siguen pasando.
Lo de hoy fue muy fuerte; de verdad, muy fuerte. Pensaba contar un poco lo que ellas habían dialogado, pero no. No puedo. Y encima llego a casa y una amiga me manda un trabajo de Colectivo Catalejo que fusiona imágenes de los coros del sábado y la marcha del lunes… ¿Cómo maneja una este cablerío entreverado que le recorre el alma en estas fechas mezclando lo propio, lo ajeno, lo de todos? Una escucha a Mariana emocionarse y no puede menos que superponer su imagen con la de los ojos con los que Montevideo amanecía tapizada en 1984 cuando yo iba al IAVA, cuando vivía en esta casa, cuando era y no era la que hoy soy, o era mejor, o peor, o las dos cosas.
Cuando salía de El Galpón me saludaron dos viejitas con las que había estado conversando antes de entrar. No eran conocidas entre sí, pero en el evento todos charlamos como si lo fuéramos. Una de ellas mientras hacíamos la fila me dijo que yo tenía un problema porque no reconocía a la gente –por ejemplo a un político y a una periodista que por ahí andaban (y yo pensé “¡si supieras!!). Las tres lamentamos quedarnos sin el libro (por ahora) y nos despedimos como grandes amigas, prometiendo cruzarnos de nuevo cualquier día, porque este es un año especial para seguirse viendo. Es que la tribu de una no siempre se compone de grandes historias: a veces los cruces son así, fugaces, pequeños, transparentes, como la mirada de unos ojos que preguntan y seguirán preguntando.




La iglesia del barrio se llama Santa Gema, y en los últimos cuarenta años solo una vez he podido visitar su nave (que, la verdad, no es gran cosa). Los patios sí, dos por tres se habilitan para festivales o incluso como local de votación de Presupuesto Participativo. Cuando tenía veinte años iba a uno de sus salones a hacer yoga. Quizás tendría que volver.
Wikipedia dice que se terminó en 1950 y que fue dedicada a santa Gema Galgani, miembro laica de la congregación pasionista, beatificada en 1933. No dice nada de su importante rol social de apoyo y contención durante la última dictadura, del que tampoco sé detalles(aunque me lo contaron mis compañeras de Historia en un paseo barrial por el Patrimonio). 
Y esa es la iglesia de mi barrio.




_ Volvieron los Ricarditos.
_ ¡Aaaah, qué bueno, símbolo de la patria, manjar de los dioses, puerta abierta a la nostalgia!!
_ Salen $85.
_ Exceso de azúcares, ultraprocesados... ¿No tenés una manzana? 




El paseo iba a durar cinco o seis horas, que al final fueron ocho. Yo era la más joven del grupo y durante la jornada charlé con una señora que había vivido en Hermosillo (en el desierto de Sonora), con otra que hace gimnasia seis veces por semana, con un veterano que fue dos veces a la Isla de Pascua y con una que me dio doce años menos, sin olvidar a la que compró seis botellas de vino, de las que dijo que varias eran para regalar. 
Es decir, que fui feliz.
El paseo consistía en un recorrido por varias playas del Oeste de Montevideo, charla con un pescador de Pajas Blancas, avistamiento de aves guiados por un Biólogo y mucha información sobre la historia del Cerro, sus industrias de ayer y del presente. También incluía la visita a una bodega (de Rodríguez), almuerzo en el Club de Pesca y visita a una heladería artesanal, antes de emprender el retorno hasta Tres Cruces. 
¿Será que ya soy full Team Jubiladas antes de dejar de ser activa? No sé, pero las personas con las que charlé hoy representan el modelo de veterano que no asusta como posibilidad de futuro a corto o mediano plazo: inteligentes, simpáticos, ilustrados y comprometidos con la realidad política. Me encantaron.
Paseo por el Oeste: Punta Espinillo y Punta Colorada. Desde esta última sale un camino que lleva a otra playa, Mailhos, que no llegamos a visitar pero se puede (pese a que parece que los de la estancia La Baguala la nombran como privada). Lo negro de una zona del agua no es basura, sino resaca del río, natural. Ahí vimos garzas, halcones y caranchos, sin contar a las omnipresentes cotorras. Un vientito suave que me despeinó para la foto. Yo tenía miedo de que nos agarrara algún chubasco pero el cielo se fue poniendo progresivamente más y más azul, hasta que volvió a nublarse cuando terminamos el paseo a la tardecita. 
Pajas Blancas en los años cuarenta era un balneario exclusivo para argentinos y uruguayos. Las tierras provenían de una estancia propiedad de franceses y hubo un hotel que funcionó muy bien entre 1920 y 1940. También hubo un astillero japonés, hoy abandonado, del que se pueden ver las grúas a lo lejos. 
La intención del paseo era ver naturaleza pero también charlar con un pescador, que nos estuvo ilustrando sobre los entretelones de su profesión. Había abandonado el liceo a los 12 o 13 y su familia siempre se dedicó a la pesca. Contó que en un día bueno pueden sacar 5000 kilos (en la zona principalmente corvinas y otro, del que me olvidé del nombre), aunque a veces los bichos escasean y terminan saliendo al mar. 
Ya nos estábamos por despedir cuando alguien le preguntó si le habían pasado cosas inesperadas, y el hombre se enfrascó en un cuento. Habían tenido poca suerte ese día, venían desde Piriápolis un día después de lo previsto y a la entrada de Montevideo de repente se les apaga el motor. Trataron de revisarlo y arreglarlo, pero no pudieron. Al rato, sin que hubieran efectuado ninguna maniobra, el motor volvió a andar como si nada. En eso ven que frente a ellos hay un gran barco con personas que los saludan desde lo alto de la cubierta. ¿Qué sería? A través de los gritos (que les llegaban en sordina) al final comprendieron que no los estaban saludando, sino pidiendo su ayuda. Se había caído al agua una persona: un muchacho de veinte años. Rápidamente miraron a su alrededor y vieron una mancha que parecía estar hundiéndose en el agua: uno de ellos lo tomó del pelo y lo subió a la barca. 
_ El muchacho ya estaba sin conocimiento, a punto de ahogarse. Y nosotros, si no fuera porque se paró el motor ese rato antes, cosa que nunca llegamos a explicarnos, no hubiéramos estado ahí para sacarlo. Por eso digo que a veces el destino de uno dice si es o no la hora de irse. Y esta vez no era.





Hoy arranqué la mañana sintiéndome estafada. Como buena parte de la humanidad he creído (y repetido) que tenemos un problema de superpoblación, cuando parece que el gran riesgo es el inverso: el crecimiento demográfico en el mundo disminuye  año a año a niveles alarmantes. No es que me parezca que hace falta mucha gente en el planeta, pero me preocupa que la proporción de 3 trabajadores activos por cada jubilado pueda llegar a ser exactamente la contraria a corto o mediano plazo.

De ahí pasé a rumiar otro engaño, que quedó al descubierto hace unos meses: toda la vida creyendo que éramos un gran reservorio de agua dulce, que el acuífero Guaraní, que las napas subterráneas y la marencoche, y con solo un tiempo prolongado de sequía terminamos tomando el agua salada (y no muy limpia) del Río de la Plata. 

En todo eso iba pensando esta mañana mientras el 103 atravesaba Camino Maldonado, 8 de Octubre y 18, en tanto sazonaba la certeza del engaño con la angustia del avance de la IA, el futuro incierto del arte y sus consecuencias sobre la política, el trabajo, la docencia y las comunicaciones interpersonales. Pequeñeces de viernes, en suma. 

En eso llegué al liceo y fui recibida por el alboroto de los pájaros en el patio de los árboles grandes, antes de tener clases con cuatro de mis siete grupos y pasar la mañana discutiendo sobre el valor y la definición del arte, las relaciones de la literatura con el cine, los comics y los grafitis, los alcances de la censura sobre la palabra escrita, los posibles avances de la tecnología en el futuro cercano y la validez de un texto literario made in humano frente a uno hecho por la IA. Volví a mi casa con la cabeza estallada de conceptos, pensando que capaz que no tengo de verdad idea del mundo en el que estoy parada pero qué bueno es sacarle el jugo a la profesión que elegí sin saber que a la larga iba a ser tan pero tan valiosa (para mí sin dudas, para ellos capaz, ojalá, en una de esas). 

Y en esto estamos. 

La foto del gato va de yapa: acaba de comer como un chanchito y pretende que mi brazo sea su manta térmica (cosa que no estoy en condiciones de discutirle).




Tenemos un patio cerrado por la obra que iba a terminar en abril. Obra que deja al IAVA muy lindo y maquilladito, aunque no resuelve el problema estructural de las azoteas que se llueven, no soluciona la humedad en el subsuelo ni pinta por dentro los salones. Para el próximo patrimonio sí, va a estar lindo para recibir a la prensa y hacer algún corte de cinta (de estos a los que ya nos estamos acostumbrando). 
Pero los pájaros… los pájaros son un valor que no hay obra que nos quite.





Él estaba muy flaco y de pelo feo. Mis viejos empezaron a darle algo de comida y después apareció un vecino que hace unos meses se ocupa especialmente de cuidarlo. Ahora el gato negro y blanco toma solcito tranquilo y se muestra feliz, mientras con mi vieja nos preguntamos si no será el progenitor de la última gatita adoptada en Mundo Padres. Mundo Padres donde (nota al margen) el Cele hoy se nos perdió de nuevo, pero por breves minutos. Mientras ella se lavaba la cara post siesta él arrancó a caminar, y mi vieja lo encontró a la media cuadra. 
Historias de padres e hijos, estimados, de cuidados y misterios apenas esbozados bajo el tibio otoño de mediados de mayo en la cooperativa.





Fue darle like a una publicación de mascotas salvadas de las inundaciones de Rio Grande do Sul y el algoritmo se me llenó de videos de heroicos rescatistas y de esperados reencuentros de bichos y dueños. Ahora cada vez que entro a Instagram salgo llorando a moco tendido, porque aquello es emoción pura aún para mí, que tengo el llanto bloqueado desde hace tanto tiempo que ya no recuerdo cuándo fue la última vez que lloré por algo mío. 
¿A ustedes no les pasa? No lo de no llorar, sino lo de cruzarse todo el tiempo con imágenes de perritos penosamente prendidos a un techo, gatos trepados a lo alto de un poste, galpones gigantescos donde las personas van a ver si en una de esas cuchitas precarias de repente aparecen el Fido o el Manchita. 
A todo esto (nota al margen), Fido es el nombre más común para perro porque viene de fidelis, que alude a su esencial condición de fidelidad, pero cuando busco nombres frecuentes de felino me aparecen: Garfield, Tom, Simba, Zeus, Silvestre, Féliz, Edgar, Tito, Ulises, Roquefort, Apolo, Zarpas, Bob, Pica, Nico, Lucifer o Gato. No hay derecho. Ponele que Zeus o Apolo están a la altura de Fido, pero el resto... prejuicios, prejuicios!
Y ahora, con su permiso, buenas noches. Me voy a seguir lloran...  eh: viendo videos, digo.





Si usted quiere olvidar que está casado... Telecataplum!
Si usted quiere olvidar que está empeñado... Telecataplum! 🎵
En su momento no les daba mucho corte, pero desde un 2024 sin ficciones nacionales (ni de humor ni de las otras) hay que reconocer que un programa semanal que combinaba música y comicidad con cierto nivel de crítica social era una empresa digna del mejor elogio. ¡Y empezaron en 1962!!!
Si gustan, hay en Youtube un homenaje al programa realizado por (me pongo de pie) Tiranos Temblad. Impresionante. 
Parece mentira las cosas que veo...por las calles de Montevideo..




A veces es una pelota verde que se cruza en nuestro camino para que hagamos un gol. A veces es solo una pelota verde abandonada en la vereda. A veces.




Eran siete y media pasadas; mi ómnibus se acercaba a su destino. Caminé hasta la puerta delantera: como siempre, mi intolerancia a los sonidos me lleva a cruzar todo el vehículo con tal de no tocar timbre para bajar por el fondo. Casi habíamos llegado cuando escuché el sonido de pedido de parada y me sorprendí, porque había pensado que era la única pasajera que quedaba por descender. Antes de bajar el primer escalón eché un vistazo distraído a la puerta del fondo: no vi nada. Qué raro. ¿Será que quien tocó el timbre es un niño o tal vez alguien tan petiso que desde el frente no se ve? Pero cuando bajé no había nadie más, el chofer apagó las luces y el ómnibus en pocos segundos se perdió de mi vista. 
Y ese fue el capítulo de hoy de pequeñas cosas sin explicar. 




Última hora con sexto de Ingeniería. Cuando toca el timbre ando caminando entre los bancos y mientras se preparan para irse miro al pasar la mochila de un estudiante, cargada con ocho o diez cuadernolas.
_ ¿Traés todo todos los días? -le pregunto. 
_ Hijo de padres separados, profe. Si no ando con todo encima después vengo sin los materiales.
_ Qué bien. -le contesto, y quedo pensando que, decididamente, las nuevas generaciones vienen cada vez más prácticas, al menos en algunos aspectos. 




Cosas que una escucha mientras espera para pagar en una tienda:
_Calzones no, porque a esta altura de la vida ya no uso.
(en verdad era “camisones”, pero la señora hablaba para sí misma y yo entendí eso)
_ Y eso puede ir en el pa… payi… parrillero. 
(la mujer hablaba con su amiga y no parecía tener dificultades, hasta que se trancó y patinó unos segundos)
_ Y después tenés que dejar la de coso,¿no?
(diálogo entre madre e hija, que se ve que  comparten un código lingüístico un tanto inaccesible al común de los mortales). 
………………………….
Cosas que una escucha en la cola de la tienda, en un salón de clases, en el ómnibus, en la calle, en la propia cabeza:
_ ¡Se me escapó!
_ ¡Ahí hay uno posado!
_ ¡Uh!
_ Listo: lo maté.




En un liceo que no es el IAVA tengo un grupo tan pequeño que no llega a tener diez estudiantes. Todos tranquilos, callados, poco activos. Todos, menos (digamos) Julia.
Julia habla mucho en clase. Falta una cantidad, a veces llega tarde (aunque me tienen a las nueve), no se desprende del celular. Le gusta bromear con los varones, les saca el gorro de arriba de la mesa o dice cosas para que reaccionen, aunque yo no las escucho. Muy seguido viene sin el cuaderno ni los textos que estudiamos. 
_ Julia, así no podemos seguir. Si seguís sin traer materiales de trabajo te voy a tener que poner un uno…
 Pero Julia no se achica:
_ Poneme tres.
Y yo no le digo nada porque sé que tiene dos casas, que los adultos le pasan cambiando las rutinas y dos mil cosas más que para qué detallar.
A la vez, Julia es la mejor estudiante en mi materia. Escribe muy bien, lee en voz alta mejor que cualquiera y comprende los temas cuando sus compañeros recién están empezando a vislumbrarlos. 
Ayer entré al salón y comenté:
_ Qué bueno, hoy están todos… Ah, no: todos menos Julia.
_ No viene más, profe. -dijo una de las chicas, y un varón agregó en voz muy bajita: 
_ Por suerte.
Pensé preguntar a los adultos de la institución si su deserción era un hecho, pero la mañana se pasó volando y no volví a acordarme del tema hasta que salí hoy de casa, ya envuelta en las sombras del otoño.
Año tras año habitamos la misma zona de impotencia. Los Julias creativas, inteligentes e inquietas se nos van escurriendo de los salones sin que podamos evitarlo, y a uno le queda un gustito amargo allá en el fondo, la duda de si pudimos haber hecho algo más, si será que la tendré en otro grupo del futuro o si estamos condenados a seguir perdiendo a las Julias que quisiéramos retener y no podemos.





Diálogos de liceo

Sexto Artístico. Biografía de Baudelaire. 

Yo: _ ¿Alguien sabe qué hicieron la madre y el padrastro para evitar que pudiera entrar en posesión de la herencia de su padre?

Estudiante 1: _ ¿Le mintieron, le dijeron que no quedaba nada?

Estudiante 2: _ ¿Mandaron a alguien para que se la robara?

Estudiante 3: _ ¿Lo hicieron pasar por loco?

Yo: _ Exacto. Lo declararon incapaz de manejar sus bienes.

Estudiante 4: _ ¡Como a Britney!

Yo: _ Tenés razón: le hicieron lo mismo que a Britney.

Estudiante 5: #FreeCharles. 

Y es por eso que (por ahora) no tengo intenciones de jubilarme.



La chica tiene 18 años y esto que saltó hoy ocurrió hace varias semanas. Una noche salió del boliche sintiéndose rara. No había tomado mucho alcohol, podía caminar bien, pero no controlaba lo que hacía. Subió a un taxi y sin razonar dio la dirección de la casa anterior, donde vivió hasta hace un mes. El taxista, de 27 años, la hizo sentarse adelante con pretexto de verla mal, pero una vez ahí se desabrochó el pantalón y la obligó a practicarle sexo oral hasta que llegaron a destino, la apartó, se limpió y le cobró el viaje. Ella no recuerda absolutamente nada. Solo que estaba sin un peso y fue a pedir dinero para pagar a la ex casa, donde los actuales dueños la reconocieron, olieron algo raro y exigieron al hombre un recibo, alegando que era para que el padre de ella abonara lo gastado. Todo lo que se sabe de la llegada a la casa es porque quedó registrado en una cámara de seguridad, porque la gurisa (repito) no recuerda absolutamente nada. 

Hasta aquí los hechos. Hubo denuncias, hubo exámenes médicos, el hombre está perfectamente identificado, pero no le ha pasado nada, y sigue trabajando como si tal cosa. 

Copio: "Desde la Gremial Única del Taxi especificaron a Montevideo Portal que no hay ningún protocolo establecido acerca de cómo proceder ante este tipo de denuncias, por lo que el trabajador puede seguir desempeñando la tarea hasta que la Justicia decida su imputación. Además, los taxistas no se someten a ningún tipo de pericia ni se les solicita el certificado de buena conducta emitido por el Ministerio del Interior antes de ingresar a trabajar."

¿Conclusión?

Estamos regaladas. 

Seguimos estando regaladas. 

Y después viene alguien a quejarse si levantamos la voz, porque claro: las mujeres buenas solo callan, aceptan y olvidan.

#harta



Saludos desde mi cafecito post feria y pre supermercado. El pulgar vendado es porque en una tienda pensé comprar unos recipientes para postre y se me clavó una astilla de vidrio, por lo que el dedo empezó a sangrar como si hubiera sido la gran cosa (y no una miniatura de un milímetro que me costó descubrir entre lo rojo). Las chicas de la tienda fueron muy amables, me dieron elementos para desinfectar y una curita amarilla, pero no puedo evitar sentirme una señora torpe de domingo, aunque la culpa no fue mía sino del fabricante desprolijo que hizo los platitos empleando personal esclavo.* 

Y aquí estamos, escribiendo con el índice, cual señora torpe (y lenta) de domingo. 

Menos mal que ya hice los promedios. 🤭

*afirmación que no puedo sustentar en base alguna, pero igual. Poco cuidadoso. Mala gente. No le compré los platitos.





Lo bueno es que mi vieja no se lo toma a la tremenda.

Lo malo es que mi padre dio en escaparse seguido.

Lo ni fu ni fa soy yo, que me lo tomo medianamente a la tremenda pero no logro escapar de este círculo vicioso.

_ Se fue otra vez.

Y al rato, mientras yo recorro el barrio a todo lo que da, forzando la vista en cada bocacalle por si veo a un viejito cansado recostado en algún muro:

_ Lo encontraron. Volvé. 

El año pasado fue una vez. Ahora una vez por semana. 

Ooooom...

Ps: No, mi vieja no quiere internarlo. Sí, ya pusimos rejas, pero él si las ve cerradas las agarra a patadas. No, no lo vamos a tener dopado. Sí, estamos todo lo alertas que podemos. Y así.




Saludos desde una mañana que arrancó con los maullidos del gato a las seis de la mañana, como siempre.

Saludos desde un día que al parecer es feriado para las hormiguitas que suelen comerse lo que dejan mis gatos en el marco de la ventana, porque no vinieron.

Saludos desde los cinco escritos que me quedan aún por corregir.

Saludos desde los planes de hacer mil cosas en mi casa, planes que se irán diluyendo suavemente una vez pasado el almuerzo y su café correspondiente. 

Saludos desde la incomprensión de los actos de trabajadores del primero de mayo, cuando la mayoría no tenemos auto ni sindicato que nos acerque.

Saludos desde el gris y el viento, desde el otoño que se instala y desde la duda de cuántos primeros de mayo me quedan por vivir como feriados. 

¡Salud!

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