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sábado, 6 de abril de 2024

Abril de 2024




Diálogos de liceo
Presentación del Romanticismo a las ocho y media de la mañana, con sexto de Economía.
_ A fines del siglo XVIII surgió una corriente renovadora en el arte, propiciada por un grupo de jóvenes... Bueno, como suele suceder, los cambios artísticos radicales no surgen de los que andamos cerca de los 60...
_ ¿Qué??? -se dejaron escuchar cinco o seis voces- ¿Qué edad tenés, profe?
_ La semana pasada cumplí 57.
_ ¡No, no puede ser! -dijo una de mis preferidas (desde hoy), y otra agregó:
_ Yo te daba 45.
_ Ah, qué bien... Así que si en 3 años más yo les pido que me dejen el asiento en el ómnibus, ¿no me lo van a dar?
_ No, ni ahí. Te diría: "¡Rajá de acá, vos no tenés 60 y no te voy a dar mi asiento!".
Y ese fue mi momento preferido de la mañana.





Más allá de que estas cosas pueden pasar y de que la gente de Alternatus (llamados para sacar de allí al reptil y liberarlo en su hábitat) manejó la situación con la calidad de siempre, más allá de eso (repito) imaginemos por un instante que el suceso hubiera tenido lugar bajo otro gobierno. Horas y horas (y más horas) de “informativos”, de planteos sobre la ineptitud de las autoridades, el peligro al que se ven expuestos nuestros estudiantes y bla bla bla. Hace 40 años que no muere nadie en Uruguay por mordedura de ofidio, pero igual: el veneno habría circulado a toda velocidad por los tejidos de los canales de noticias, desde los tradicionales a los (digamos) renovadores. Igual que pasa con la inseguridad, con la gente que duerme en la calle y tantas otras caras de un presente degradado y complejo que se pretende esconder pero ahí está, tan campante como una yara que se mete a pasear por una institución educativa. Pobre bicho. No se debe haber enterado de que estos son los mejores cinco años de su vida.





Historias de martes Tenía mi capuchino pronto y humeante cuando sentí unos golpes fuertes a la puerta. Debe ser el señor de los productos de limpieza que es muy amable pero golpea con alma y vida, pensé, pero no: era mi vieja. Mi vieja sola. _ Se nos perdió el Cele. No había necesidad de pedir explicaciones. _ Yo voy para ese lado, vos para allá. -respondí manoteando el teléfono antes de salir. Fue lo único que hablamos. Caminé a toda velocidad, pregunté a medio mundo, paré en cada esquina a otear para todos lados, hasta que llegué al Intercambiador. Un mundo de gente hormigueaba en los andenes y los bancos de plaza, pero no vi ni un viejito flaco con cara de perdido. Ya estaba pensando dar vuelta y regresar por otro lado cuando sonó el celular. _ Volvé. Ya lo encontraron. En el camino iba haciendo planes y tomando decisiones. Nunca más la puerta sin llave a la hora de la siesta. Tengo que arreglar la bicicleta para casos de emergencia (porque no quiero auto y mucho menos moto). Estuve bien en llevar el teléfono, pero además tendría que haber salido con plata, por las dudas. Tengo que armar un mejor plan de acción con mi madre, delimitar previamente los recorridos de la búsqueda de cada una (más allá de que los vecinos se ofrecieron a ayudar, aunque por hoy no hizo falta). Cuando llegué a su casa el panorama era de lo más tranquilo. Los dos estaban en el frente, con el Gatón tomando solcito en los escalones de la entrada. Con mi vieja inventamos una excusa para ir al fondo y charlar. _ Se abrigó, se puso la gorrita de Laguna Merín y agarró para algún lado. No sé hasta dónde llegó ni cuánto tiempo estuvo solo. Lo encontraron caminando de vuelta, por la cooperativa. "y por qué no voy a salir a caminar, si es lo que quiero?" dijo, de lo más tranquilo. Y sin embargo estos días había estado lo más bien, había ayudado con el jardín... _ Nunca se sabe qué pequeño estímulo le dispara la locura. -estaba diciendo yo, cuando apareció él en el patio y cambiamos de tema. _ No sabés lo que pasó más temprano. -empezó a decir mi vieja- La gatita chica* aprendió a saltar el muro, y ¡se fue corriendo por los techos!! La llamé varias veces pero no me daba corte, así que encaré a la madre y le dije "andá a buscar a tu hija, que se nos va!". Y ¿sabés qué hizo la gata? Se subió al muro, alcanzó a la otra, le dio unos rezongos y la trajo de nuevo para el fondo. Hasta la bajó con rabia, como para que la péndex entendiera que estaba mal lo que hizo. Desde ahí no se fue más, por ahora. _ Qué genia esta gata, cómo te entiende... _ Sí, entiende todo. Ahora la que me preocupa es la blanquita, que hace dos días que no viene... Espero que no se haya metido otra vez en algún techo. _ No... ¿Cómo va a hacer eso? Aunque ahora que lo decís, mi gato tampoco viene desde ayer de noche, y eso que lo llamé varias veces. ¿Será que alguien anda robando gatos por el barrio? _ No, no: tu gato de mañana anduvo pidiendo comida en mi ventana, así que por él no te preocupes. _ Ah, bueno, qué alivio. _ Sï, vos lo dijiste, qué alivio... Nos miramos sin decir nada bajo el tímido sol de la tarde. Mi viejo estaba tranquilo, sentado en el sillón rojo del patio de la cocina, sin el menor recuerdo del revuelo que poco antes había causado. _ Viene bravo abril... -dije, por decir algo. _ Viene bravo. -repitió ella. Él no dijo nada. Casi nunca dice nada. _ Debe ser porque hubo un eclipse. -tiro, sin el menor sentido. _ Debe ser. Y me vine para casa, donde el capuchino recalentado se dejó tomar sin oponer resistencia. Menos mal que por hoy no tengo escritos para corregir. Mañana será otro día. *la misma que la semana pasada se había llevado un hombre pero devolvió al día siguiente porque según él lloraba mucho y se negaba a comer. Devolución de gatita que puso nerviosa a mi madre pensando qué le habrían hecho a la pobre criatura, nervios que pasaron a mi viejo, quien empezó a decir que se quería ir de esa casa que no era la suya, que esa señora no era Inés y qué sé yo cuántas cosas, cuento que no me dio la angustia para hacer antes, pero ahora puedo poner en palabras (y desahogar el alma, que no es poca cosa -ni mucho menos). Me parece que este va a ser el año de empezar una terapia. Me parece.





Suelo no darle demasiado corte a las fechas, pero hoy estuvimos charlando sobre el día del libro con los más jóvenes de mis alumnos, los de tercero y de cuarto. Discutimos si era mejor el libro de papel o el digital, si lo que se publica en plataformas puede ser interesante, si el manga es literatura, si quienes escriben las biografías de los famosos son escritores aunque su nombre no aparezca en la edición y otras mil cosas. Mientras tanto íbamos componiendo una lista de recomendaciones (de ellos) en el pizarrón. Dos puntos me llamaron la atención: que las chicas (las mejores lectoras) citaran a mujeres (y no precisamente autoras de novelitas románticas -el diminutivo es mío) y que casi todos se engancharan a participar con entusiasmo. No nombraron ni uno solo de los autores que vieron en el liceo, salvo Roy Berocay (citado por los de tercero), y yo no conozco más que a tres o cuatro de su lista. 
Habitamos mundos diferentes.  
Los "grandes" solemos decir que ellos no leen, quizás porque no leen lo que queremos que consuman, pero ellos tienen sus caminos. Más comerciales, puede ser, pero los suyos. Tal vez lleguen en un tiempo a García Márquez, Idea, Onetti o Pizarnik. Tal vez no. Tal vez yo lea a algunos de los suyos o tal vez no. 
¿Qué libros habrán leído los adolescentes en el año 2030?
¿Qué maravilla nos queda por descubrir a los adultos que ya devoramos los clásicos, qué cambios vendrán, quién será el próximo que nos deje embobados y con ganas de ir a las librerías a comprar todo lo que ha hecho*? Misterio. 
Y en eso estamos. 
Feliz día del libro de otros lados.   

*Para mí el último de esos fue Philippe Claudel.


Se llamaban Silvia, Laura y Diana. Tenían entre 19 y 22 años y un día como hoy, pero hace 50 años, fueron asesinadas de la manera más brutal y cobarde en un operativo encabezado por los generales Juan Rebollo, Julio César Rapela y Esteban Cristi, y los mayores José Gavazzo y Manuel Cordero, entre otros. Algunos de ellos se regodeaban tiempo después contándole a Stella (hermana de Silvia, presente esa noche en la casa de la calle Mariano Soler y salvada de la muerte porque huyó corriendo por las azoteas, aunque poco después fue detenida) los detalles más morbosos del hecho. _ A mí lo que me salvó fue que nunca les creí una palabra de lo que decían, pensé que solo eran estrategias para quebrarme. -me contaría Stella años después, en los dos mil, mientras compartíamos hora puente en un colegio (porque ella era profesora de Geografía). Las muchachas de abril tenían una imprenta, ese fue su delito. Hoy solo resta tener memoria y seguir defendiendo lo que a los gritos o en silencio sintetiza nuestro deseo y reclamo más profundo: Nunca más.





Acabo de mirar a la vereda de enfrente y ver a mi yo del futuro. No parece un mal futuro. Plantas, patio amplio, mesita para el café y un gato blanco y negro -combinación de colores que hasta ahora no he tenido-. Quizás el pelo muy corto, vamos a ver cómo vienen las decisiones capilares. Está pensativa mi yo del futuro. Quizás planea invitar por la tarde a merendar a alguna amiga. Quizás siga escribiendo. Quizás no. ¿Habrá en ese futuro una pareja, llegaré con la plata a fin de mes, estaré bien de salud? ¿Seré alguna vez una viejita? Pequeñas inquietudes de domingo, estimados, cosas que una piensa mientras espera el ómnibus para ir de compras, especialmente cuando cumplió años hace días y hace minutos se acaba de cruzar con su madre súper lúcida y su padre cada vez más perdido. Eternas dudas de la condición humana. Pero no me digan que no está bueno pensarlo de vez en cuando. Solo de vez en cuando.




Como saben los que han ido viendo mis publicaciones de los últimos meses, mis viejos y yo hemos tenido un montón de gatitos para regalar: 14 criaturas, producto de tres camadas más una baby encontrada junto al contenedor. La última, en particular, se quedó mucho tiempo con la mamá, porque primero me la pensé quedar, después vimos que mi gato era un hdp y mejor no, hubo un par de personas interesadas sin terminar de definir y cuando quisimos ver la gatita había crecido y mi vieja asumió que no se daba. _ Pero no sé, porque nosotros ya tenemos cinco gatos… Aunque ella es un amor, y yo cada vez que regalo uno quedo muy triste -fue una frase varias veces escuchada en el reducto de lógica singular de Mundo Padres. _ Bueno -contesté en Modo Práctico- hacé lo que quieras pero controlá a tu gata, que yo ya no tengo más amigos para regalarles bichos. Y pasó un par de días. _ Le puse Pampita. –dijo mi madre (que no sabe nada de la farándula argentina)- porque es negra con manchas blancas, como los caballos pampa. El día de mi cumpleaños aparecieron por casa. _ Creo que le encontré dueño. Yo le había pedido a Dios que me ayudara, y así fue. Un señor me vio en la veterinaria comprando comida para gatos, me preguntó si tenía alguno para regalar, le mostré la foto y quedó chocho. El jueves viene a buscarla. ¿Qué hago? ¿Se la doy? _ Mmmh… ¿Y te gustó la pinta? ¿Parecía buena gente? _ Sí, de lo más bueno. Estaba comprando comida para su gata y dijo que quería buscarle compañía. Ayer de tarde me avisó que ya se la habían llevado. _ Al final no se pudo aguantar y vino un día antes con el padre, un viejito re tranquilo. Yo se la di. Que sea lo que dios quiera. Y ese ha sido (espero) el capítulo final de la serie “800 gatitos para dar en Mundo Padres”. La gata madre está un poco menos arisca y vamos a ver si la pueden meter en la jaula para llevarla a operar. Hasta entonces cruzo los dedos (y toco madera).




_ Hola. ¡Hace mucho que no te veía! -suelo decir cuando reaparece algún estudiante que ha faltado a varias clases, y las respuestas siempre son más o menos las mismas: _ Estaba con gripe. _ Me caí (o me quebré jugando al fútbol) y tuve que hacer quietud. _ Es que estaba preparando una obra y los ensayos eran de mañana. Hoy vi a un chico que a simple vista me pareció nuevo, hasta que reconocí a alguien que había dejado de venir hace al menos dos semanas. _ Es que se murió mi viejo, profe. Traje el papel para justificar la falta. Quedé petrificada. Una diciendo pavaditas para integrar al que retorna y el gurí que venía de una tragedia. Le dije que lo lamentaba y al rato, durante una actividad, me acerqué a preguntarle: un accidente, chocaron dos autos en Cerro Largo, el auto del padre se incendió, ambos conductores murieron. Salió en la tele. Me lo dijo muy tranquilo, como quien cuenta que estaba con gripe, que se lesionó jugando al fútbol o que tuvo ensayos de una obra de teatro a lo hora de mi clase. Todavía no cayó en la cuenta de la dimensión de la pérdida, pienso, mientras afuera toca el timbre y me dirijo apresurada hacia el próximo grupo, donde los de sexto de Arquitectura tienen un escrito sobre Cándido (el que creía vivir en "el mejor de los mundos posibles"). Rato después, ya terminado mi horario de clase, me quedé media hora más porque una chica insistió en pasar en limpio su escrito por aquello de la prolijidad (cosa que me importa cero, pero a ella le provoca una ansiedad que no me costaba nada ayudar a diluir). Tampoco es que soy tan abnegada, digamosló: estaba en horario de coordinación, que hoy se dedicaba a dar apoyo a quienes dan examen en abril, pero había pensado comer algo, tomar un cafecito, charlar con mis compañeros. Me pongo a distraerme con el celular, hasta que veo la publicación de una amiga y caigo en la cuenta de que una chica de 24 años, que estaba siendo buscada dese ayer en Rivera, había sido asesinada y su cuerpo tirado a unos pastizales. Y se me empezaron a caer las lágrimas. Me vino toda la tristeza junta: la del muchacho que aún no asume del todo la pérdida de su padre, la de la chica asesinada, la de la gente que va por la vida cargando el lastre de una ansiedad incontenible, la de mi cansancio vital de haber dormido poco y llevar siete horas de pie, de tener hambre y saber que aún demoraría dos horas en llegar a mi casa, esas cosas. Una mezcla de tragedias y pequeñeces. Lo solucionable a corto plazo y lo que cambia una vida. Quizás también se sumara como condimento el sabor agridulce de estar estrenando nueva edad, todo es posible. La chica del escrito, en todo caso, continuó pasando en limpio el trabajo hasta que aquello resultó a sus ojos satisfactorio y me lo entregó diciendo "gracias". Y aquí estamos, estimados. A las siete de la tarde y ya con 5% de batería, y eso que hubo cielo azul y resto de torta de cumpleaños, y noticia buena de mis viejos -que por fin regalaron la gatita de tres meses- y capuchino delicioso y perspectiva de fin de semana largo. Pero a veces no alcanza, porque no estamos en el mejor de los mundos posibles. Y habiendo hecho catarsis con ustedes, me retiro a leer algo (que para corregir no me da el cerebro, por más que sé que sería bueno hacerlo). Buenas noches.





Tengo una amiga con la que nos vemos un par de veces por año y chateamos muy de vez en cuando, pero la quiero mucho. Una noche le mandé mensaje para contarle novedades de un viejo caso policial que nos tiene obsesionadas: "A que no sabés la noticia más importante de hoy?" pregunté sin prólogo, y ella contestó de inmediato: "Sí, que es mi cumpleaños!". Mal yo, que no recuerdo fechas si no me las dan las redes, en fin. Ayer fue ella quien se hizo presente por la noche en wsp para mandarme una entrevista de Dolina y Pedro Rosemblat (imperdible, dicho sea de paso) y tampoco sabía que era el mío. ¿Cuáles son las posibilidades de acertar ambas en aparecer en el cumpleaños de la otra, con un motivo que nada que ver pero manifestando afecto en la selección del contenido? ¿A ustedes les ha pasado? A mí el cerebro no deja de maravillarme. La memoria consciente hace lo que quiere, pero hay un centro de operaciones que de alguna manera sigue conectando circuitos y enviando informaciones que una ni sospechaba que en algún lugar tenía. Eso, o hay algo de magia en la amistad, y ya saben que si tengo que elegir una de las dos opciones me voy a quedar con la última.





Llego a la parada todavía envuelta en las sombras del lunes nublado. Nadie a la vista. Acaba de pasar una larga chorrera de omnibuses y los perdí a todos. Esto no es problema en mi barrio, pienso: tenemos un montón de líneas, y desde que existe el boleto de una hora es solo cuestión de parar al primero que pase y después pensar dónde combinar con el segundo. 
Pasa un par de minutos. Dos o tres personas van llegando a la parada, entre ellas una chica toda de jean, flaquita, de pelo negro. No le veo la cara pero no parece pasar de veinte años, y quizá tenga varios menos. Me llama la atención que parece venir a la parada pero solo la atraviesa y sigue de largo, después de agacharse y recoger una colilla del piso, húmedo aún por las lloviznas de la noche. No lleva bolso ni cartera, y cuando cruza la calle me impresiona su cuidado paso felino y llamador de la atención en la soledad del barrio. Pobre gurisa, pienso: se debe sentir empoderada por lo que pueda sacar de la prostitución en la pobreza del barrio. Cuánto tiempo le va a durar la frescura y el paso elástico de la juventud, cuánto falta para que la propia vida la empiece a correr del juego. O ya la corrió hace tiempo. O nunca estuvo jugando.
La chica mientras tanto ha cruzado la calle y se dirige hacia la esquina, donde una figura masculina está parada junto a una columna en actitud de espera. Él tampoco lleva bolso. Ella parece que va a seguir de largo pero termina hablando con él y por unos segundos son dos estatuas oscuras en la inmovilidad y el silencio de Camino Maldonado antes de que asome el día. 
Viene un ómnibus y me alejo de la escena. Voy a encontrarme con gurises de sexto año, algunos entusiasmados con votar en breve, con la Facultad en unos meses, con la fiesta de graduación o la cercanía de los18 para ir a un boliche y pedir alcohol sin disimulo. Mientras tanto la gurisa sigue juntando colillas del piso y caminando como una gata para llevar algo de pan para su casa. 
A veces pongo posteos en broma de esos que dicen “lunes…”: hoy no hace falta. El lunes amanece nublado por dentro y por fuera, estimados. Es lo que hay. La realidad que tratamos de olvidar pero a veces se nos impone como si estuviéramos viendo una película de la miseria a las siete menos cuarto de la mañana. 
Buenos días.
Es un decir.





Soliloquio compartido de domingo por la mañana*
Bienvenidos al Rincón de las Dudas Pequeñas. 
Hoy no hablaremos de la guerra, la contaminación o el avance (en algunos lados) de la derecha**. Hoy el tema es: ¿tinta o canas?
Pasar del color artificial al natural puede ser una acción fácil para las personas de pelo corto, pero es difícil para las de largo. Difícil por la operativa misma (el proceso) y también por el después (porque el pelo ha cambiado, su textura es otra y puede aparecer un amarillo desvaído que nunca queda bien). La decisión también es difícil en la mirada hacia adentro: ¿ya soy esa señora de pelo blanco?*** Y ahora qué me falta... ¿jubilarme y tejer bufandas junto a la estufa a leña, con un gato jugueteando entre los ovillos? Sé tejer y tengo gato, pero lo de la estufa a leña te lo debo. No sé si estoy preparada. Y acá se entrevera todo con las campañas de autoaceptación y la marencoche. ¿Sigo manteniendo el rubio porque me gusta o porque siento que me quita años, principal objetivo de una sociedad gerontofóbica? ¿Un poquito más de juventud o un poquito más de rebeldía? 
[Pequeño apartado explicativo para quien no conoce este dilema: hacerse la tinta implica ir todos los meses a la peluquería. A los 16 o 17 días ya se comienza a notar el crecimiento. Se puede hacer un retoque con spray y estirar la situación por un par de semanas, pero lo que tapa las canas ensucia la cabeza y una se cuestiona si no se está, en definitiva, jorobando el pelo. La ida a la peluquería supone un gasto de tiempo y plata más cierta conciencia de que tanto químico encima no debe ser saludable, por más que la peluquera sea un encanto y resulte un placer charlar con ella.]
He hablado con muchas mujeres de cabello blanco, gris o de colores (porque mis conocidos varones de pelo largo no se hacen la tinta) y cada una parece estar conforme con su bando, sea cual sea. En el medio estamos las indecisas, mirando fotos de ahora y tratando de imaginar el cambio, oyendo argumentos para todos lados y sufriendo por no llegar a definir el cuándo (porque -si una sigue en este plano- el momento de las canas algún día va a llegar).
Dudas pequeñas, estimados. 
Esto a mis bisabuelas no le pasaba. 
Buenos días. 

* Día en que me desperté a las seis, como siempre, ayudada por el gato madrugador pero en verdad con el cuerpo acostumbrado al horario de lunes a viernes. 
** Que no es que los hable mucho, pero estarían en la baraja de posibilidades.
*** Sí.





Hoy hace un año que Secundaria separó de su cargo al Director del IAVA por defender estudiantes. El salón gremial que había sido asignado a los jóvenes en el año 2009 es ahora la puerta de acceso al liceo (sin rampa), el IAVA ha perdido el 43% de sus docentes y alumnos y diez de nuestros compañeros aún no tienen noticias de por qué se les hizo una investigación en 2023. Queda mucho por hacer. Hay que tener #memoria.



Su nombre fue Marie Anne Périchon, conocida (despectivamente) como "la Perichona". Había nacido en una isla del océano Índico y a los 22 años ya estaba casada con un oficial irlandés e instalada con él en Buenos Aires. Diez años después (por las invasiones inglesas de 1807) el marido se refugió (solo) en Río de Janeiro, exilio que aprovechó la bella Anita para seducir a un cincuentón dos veces viudo con futuro de virrey y apellido de dibujante: Liniers. Se cuenta que a su paso triunfal por lo que hoy es la avenida Corrientes Anita tiró a sus pies un pañuelo bordado y perfumado, que el general levantó con su espada antes de dedicarle una profunda reverencia (situación de lo más escandalosa para los límites morales de la época). A partir de ahí ella se instaló en su casa como una suerte de virreina sin papeles. Se cuenta que le gustaba vestir uniforme militar y pasear montada a caballo, hasta que por intrigas políticas su amante la mandó para Río con el marido, lugar donde se las ingenió para conseguir otro protector poderoso, esta vez un inglés: Lord Strangford, operador político que movía cuanto hilo había para respaldar los intereses de la corona en tierras incivilizadas. Nuevamente expulsada (esta vez por acusaciones de conspiradora) terminó instalándose en La Matanza, porque no le permitieron el retorno a Buenos Aires. Su ex amante el virrey había sido fusilado en Córdoba por contrarrevolucionario, y Anita vivió sus últimos treinta años rodeada por los recuerdos y por los numerosos miembros de su familia, entre ellos su nieta, Camila O‘Gorman. Y todo este cuentito surgió porque hace un rato se me antojó ver de nuevo "Camila" (de 1984), donde aparece el personaje de la abuela, y no pude dejar de investigar quién había sido la señora. Vaya familia, ¿eh? Ps 1: Creo que a la película la voy a cortar en el momento de la fuga y los (pocos) días felices en Corrientes. Ps 2: A veces pienso que debería dedicarme a los chusmeríos y las biografías de personajes lejanos (en el tiempo). Ps 3: "Ladislao, ¿estás ahí?" "A tu lado, Camila". ❤




Hoy compartí la imagen de una ciudad subterránea y justo hace un rato Damián Kuc (a quien sigo desde hace años) compartió en youtube una "historia innecesaria" sobre exploradores de cuevas. Si a alguien le interesa, el video parace estar excelente, pero yo no pasé del minuto y pico, y a juzgar por los comentarios disto mucho de ser original en esto de la claustrofobia. ¿Por-qué-hay-genteque-se-mete-en-cue-vas?????? Misterio. Y no seré yo quien lo investigue. 😳😳😳 Ps: si ven el video entero y no abandonan sepan que cuentan con mi total admiración -e incomprensión.





Hace un ratito pasé por lo de mis viejos y los encontré mirando fotos. No es algo que hagan habitualmente, pero yo ayer les comenté que había hecho lo mismo y se ve que a mi vieja un poco le picó el bichito de la curiosidad, porque ni se acordaba de cuáles tenía. Recién vi que me habían pasado dos fotos mías por debajo de la puerta: una en medio del verde y las flores de una experiencia de Bellas Artes en la playa del Cerro y otra de cuyo escenario no estoy del todo segura, aunque supongo que fue en el Cerro del Papa, una elevación de acceso público en Cerro Largo. En la cima hay un homenaje a Pablo VI: una paloma (horrorosa) de cemento que debía ver el soberano desde el cielo al tomar vuelo desde la ciudad, una cruz y poco más (que yo recuerde). Mis viejos y yo subimos el cerro a través de un sendero tan empinado como pedregoso, con riesgo de resbalarnos a cada paso. Sería 1988, 89... Yo tendría poco más de veinte años y me encantaba ese bucito blanco y lila. Poco religiosa como soy, la parte litúrgica y el homenaje al cura polaco poco o nada me importaron, pero debo reconocer que me impactó la vista de un paisaje imponente desde las alturas y, sobre todo, la cantidad de mangueras de piedra que se divisaban desde la cima. Esos muros gruesos de piedras apiladas que surcan algunos campos de nuestro país, de los que poco se sabe de su origen, datación o intenciones. Se habla de corrales y de demarcar territorios a partir de la introducción de la ganadería, pero hay quienes afirman que son mucho más antiguos y yo (obviamente) siempre voy a adherir a la tesis más rodeada de misterio. No creo que vuelva a subir ese cerro. Ni siquiera recuerdo por qué ruta se accedía. Lo que me quedó en la memoria de ese día fue que mis viejos hablaron de otro, al que decidí que iba a ir solo porque el nombre presagiaba hallazgos interesantes: el Cerro de las Cuentas. Y tampoco he ido. Cosas que la memoria rescata de un pasado lejano cuando aparecen de repente estímulos inesperados. Y ahora, con su permiso, hay un té por hacer en mi futuro inmediato. Si sale excursión al Cerro de las Cuentas, me avisan.





 Desperté de un sueño reeee complejo y lleno de imágenes; empecé a tratar de ordenarlo y reconstruirlo y de repente... ¡El inconsciente me empezó a meter reclames! Tal como lo oyen (leen): para distraerme y que no pudiera recordarlo empecé a ver imágenes inconexas, todas de una fracción de segundo de duración. Un paisaje nevado, un animal, unas caras desconocidas, diez o veinte imágenes que se me cruzaron en la semi vigilia del despertar y me impidieron rearmar la narrativa de la acción recién soñada. ¡Qué jugador, el Ello, cómo me sacó de la cancha sin poder atinar a nada!! *
¿Y qué habría soñado? Ni idea. Solo me quedó una imagen (la única que pasó la censura) en que yo decía una frase arcaica para despedirme de alguien -"bueno... me voy a tomar el abur"- y acto seguido me ponía a pensar -en el propio sueño- que "abur" debía ser la raíz etimológica de "aburrimiento", porque una se va de un lugar cuando se aburre. Recién me fijé en la RAE y nada que ver (ni siquiera pude encontrar la expresión "me voy a tomar el abur", que estoy segura de haber oído o leído alguna vez), aunque sí registra "abur" como palabra de origen vasco que quiere decir "adiós" y también se dice "agur".
¿Se dan cuenta de todo lo que vivimos durante minutos u horas en la noche y que jamás vamos a poder registrar de ningún modo? Como diría Rodríguez (no yo, el de Espínola): "¿Eso? ¡Mágica, eso!".
*Medio 1984, el Ello... Big Brother is watching you.





Los 84 del Cele, rodeado de plantas y gatos. Él no se acordaba de que hoy es su cumpleaños, pero quedó muy contento, sobre todo porque le llevé un arrolladito de dulce de leche y se comió tres porciones. Después me preguntó por qué no me quedaba a dormir ahí, le expliqué que vivo a media cuadra y también tengo un gato para alimentar. 
Y acá estamos. 
Ps: plis no me digan “disfrutalos”, que (como persona madura que soy) ya lo tengo claro. En fin.



Última hora de clase de la mañana con sexto de Ingeniería. Estamos hablando del preceptor Pangloss en “Cándido”, y discutimos si está bien que una persona dé clases en varias disciplinas (porque el personaje en cuestión enseñaba “metafísico-teólogo-cosmólogo-nigología”). En eso pasa (el) Walter, que venía de limpiar el salón de al lado, y le pregunto de qué podría él darnos clase.
_ No sé… - dice al principio, pero después queda claro que nos puede ilustrar en diversas materias como canto, carnaval y construcción de escenografías. Hablamos un par de minutos y termina contándonos por qué cuando pudo elegir a qué liceo ir a trabajar se decidió sin dudarlo por el IAVA, pese a lo enorme de sus salones y a lo eterno de sus escaleras:
_Para mí las tres cosas más importantes son mi familia, el carnaval y el IAVA, porque el IAVA también es mi casa y lo mejor del liceo son ustedes, chiquilines.
Todos lo aplaudieron, hasta que llegaron la adscripta y un profe que venían a sacarles fotos para la libreta digital (porque las que hay son de ellos en primer año, unos niñitos que nada tienen que ver con estos jóvenes, muchos de los cuales van a votar este año).
_ ¿A ver esa mano? -la digo a una chica, que accede a que le saque foto.
_ ¡A la profe le gustó mi dibujo! -iba comentando orgullosa cuando ya habíamos salido y yo los iba siguiendo silenciosamente por Eduardo Acevedo, rumbo todos al almuerzo o la siesta, a gusto de cada quién.
Y esto es una comunidad educativa, estimados: un entretejido de afectos e historias, de aplausos y elogios, de exigencias y reconocimientos. Son miles de hilitos que en sí mismos no son mucho, pero juntos forman una trama que nos alienta y sostiene.
El año pasado me pasé quejando: ahora respiro aliviada, porque este es el barco en el que quiero navegar (cosa siempre necesaria): uno en el que todos (sin importar nuestro rol) tiramos para adelante.
Y en eso estamos.
(Ps: igual, por las dudas, toco madera…)





Yo miro algo en YouTube. Él viene y se acuesta entre mis ojos y la pantalla. Ronronea. Se dispone a dormir cuando acerco mi cabeza a la suya: un olor inconfundible sube desde el fondo de mi memoria de casi quince años de vegetariana. Mi gato mimoso huele a asado.




Diálogos matinales

1.
Salgo de mi casa rumbo a uno de mis trabajos. Paro para fotografiar el amanecer con nube y en el muro del depósito de hierros viejos de la esquina aparece una silueta felina conocida: la gata barcina de mis viejos, Carola, a una cuadra larga de su casa. 
_ ¿Qué hacés vos ahí? –le pregunto sin intención de que me responda, pero sí lo hace una voz femenina a mi costado:
_ Se llama Mimí. 
_ ¿Eh…?
_ Que se llama Mimí, es nuestra gata.
La voz era de una vecina, que justo estaba saliendo. Se me superpusieron de repente las imágenes de tres barcinas: la ardillita de al lado (que también se llama Mimí), la rolliza y aventurera de mis viejos y la hipotética gris de la vecina. La del murito, entre tanto, ya se había esfumado entre los caños herrumbrados y los helechos sin control del depósito.
_ Pero esta es la gata de mis viejos... 
_ No, no. Ella es de acá. 
En ese momento miro a la ventana de su casa y veo una cabeza gris asomada entre las cortinas, seguramente despistada ante un diálogo vecinal a tan tempranas horas. Se la muestro a la dueña de casa y las dos nos reímos: 
_ Es que de lejos todas las barcinas son la misma gata. 
Y continué mi camino hacia el colegio. 

2.
Análisis de un fragmento de tragedia griega: el Sacerdote afirma que algunos de los que están frente a Edipo son “ancianos ya torpes por la edad” y les pregunto a qué edad creen que comenzarán a sentirse entorpecidos en sus movimientos por dolores articulares y esas cosas: 
_ ¡Ahora! –dicen dos o tres voces a coro. 
_ ¿Ahora?
_ ¡Sí, profe: no sabés lo que me cuesta levantarme cada día!  
Todos tienen 16 (y no estaban bromeando).

3. 
Clase cercana al mediodía con un tercero: entra una abeja y se pone a revolotear alrededor de algunos de los estudiantes. Imposible continuar con el tema hasta que la saquemos. 
_ ¡Ay, tengo miedo, que alguien la mate! –dice una chica, tapándose la cabeza con la capucha del buzo. 
_ ¡No, no la maten, que las abejas son el ser vivo más importante de este planeta! –acoto yo, siempre ecológica, pero a la vez controlando que el bicho no se me viniera encima.
_ No pasa nada. –dice un compañero, que no sé cómo la baja al piso, la sube a una hoja de cuadernola y saca a la abeja ilesa por la puerta. 
Para los que dicen que ya no da criollos el tiempo… 





Lunes, siete y media de la mañana. Clase a primera hora con un sexto año en el subsuelo del IAVA. Llovizna. Tienen caras de dormidos. Trato de sacarlos del silencio con una pregunta fácil: _ ¿Qué hubiera pensado Cándido de una mañana como esta? Esperaba una respuesta del tipo de "es la mejor mañana posible", "todo ocurre por algo", en consonancia con el espíritu optimista del personaje, pero no contaba con la amnesia general e irrestricta que había colonizado los cerebros de la clase durante la semana de Turismo. Al final, medio por cansancio, fue apareciendo el tema del optimismo. Yo seguí intentando despertarlos: _ Si tuvieran que hacer una afirmación optimista del día de hoy, ¿qué dirían? Silencio. Neuronas desperezándose. Cara de póquer (yo). Al fin, una mano levantada, y después otras. Esperaba que me dijeran algo del estilo de qué bueno el reencuentro con los compañeros o falta menos para fin de año, pero no, porque ellos siempre sorprenden: _ Lo bueno es que refrescó. _ Ideal para tortas fritas. _ No hay que regar las plantas, porque ya se mojaron. Y desde ahí se fue desarrollando la mañana como mejor se pudo. Pasé por el sexto de Ingeniería con cero faltas, caí en la hora puente con capuchino de la esquina y recolección de guayabos en el patio, el sexto de Arte en el que que entran a mitad de la mañana pero igual llegan tarde y el otro sexto Artístico, con estudiantes que aparecen cansados porque vienen de tres horas de Dibujo sin recreo. A veces me siento una actriz de reparto. La película principal pasa por otro lado, pero yo mantengo la energía y voy pautando los guiones durante más de seis horas. Debe ser por eso que termino agotada, aunque salga relativamente temprano cada día. O quizás es cuestión de volver a tomar el ritmo después de las vacaciones, yo qué sé.* * ¿La edad? ¿Qué tiene que ver la edad??? Si estoy en mi prosperidad y en la cumbre de toda buena fortuna (dijo una vez alguien).

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