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lunes, 11 de septiembre de 2017

Rumbo a la frontera






ETAPA 1: las Jornadas Treintaitresinas

Salí de mi casa en plena noche, arrastrando un bolso con rueditas por las calles de la cooperativa, bajo una humedad casi llovizna. A las seis menos cuarto ya estaba esperando el ómnibus que nos llevaría a Treinta y Tres, junto a otras ocho o diez personas, en la vereda de Hospital Italiano. 
Allí había estudiantes que venían de Salto, Paysandú, Durazno. Tres gurisas de Mercedes habían salido ayer a las ocho y media de la noche, y llevaban en vela desde entonces. El de Salto vino con guitarra. Charlan de sus profesores, que algunos comparten, porque son estudiantes semipresenciales. Todos coinciden en que preferirían tener clase con una persona en vivo y no a través de una pantalla pero no tienen otra opción, y se lo bancan.
El ómnibus que iba a salir seis y diez llegó seis y cuarto. El chofer tenía agendadas 26 personas pero solo éramos 11, por lo que deliberamos un rato sobre si partir o esperar hasta que, siendo las 6.38, pusimos proa al Este y arrancamos. Al Noreste, más precisamente. Vamos sin baño, pero con muchos asientos libres para estirarse o poner bolsos. El chofer avisó que va a parar cada hora y media más o menos, para estirar las piernas. Y acá vamos. Con gris pero sin lluvia. Acá vamos.



Llegamos a la Casa de la Cultura justo a tiempo para el primer coffee break. En medio de decenas de estudiantes aparece de pronto una chica de cara redonda y rozagante que me dice:
_ ¿Sos Mariela, no?
_ Sí... 
Ex alumna, obviamente. Del 2004, más o menos. Solo lo cuento para dejar constancia de que recordé: 1) su liceo 2) un tema relacionado a su apellido 3) el grupo en que estaba. 

Debe ser que las jornadas treintaitresinas aceitan los resortes de mi memoria.




Crónica (intencionalmente) desordenada

CHOCOLATE CALIENTE PARA EL ALMA

Pese a que en el programa el chocolate al final de la jornada estaba anunciado con la debida antelación, debo reconocer que por un momento pensé faltar sin aviso e irme directo a la posada. "Mi casa", como le acabo de decir a los amigos que me trajeron amablemente en su auto, porque la llovizna aunque no moja tampoco termina de irse. Estaba muy cansada, luego de una noche de cuatro horas de sueño y una jornada académica de diez horas.
Pero fui. 
La cosa era en el IFD, a un par de cuadras de donde estábamos. Dos salones estaban acondicionados con decenas de sillas y mesas larguísimas, y el olor a chocolate caliente se sentía ya desde la esquina. Una olla gigante humeaba junto a la puerta, y de allí salían de continuo bandejas cargadas de vasos enormes rebosantes de deliciosas calorías. Bizcochuelos de coco, de chocolate, de colores amarillos, naranjas o cremitas circulaban sin cesar. Y merengue, ¡había merengue para ponerle al chocolate!
Hola, soy Mariela R y hace dos semanas que no comía harina. Hasta el chocolate con bizcochuelo, en fin. 
Carpe diem.

YO YO YO

Ella arranca su presentación y de inmediato se la ve como pez en el agua con el micrófono y la notoriedad. 
A mi criterio - y tengo derecho a tenerlo...
Como yo siempre digo...
Eso para mí es importante...
Una mujer me dijo "cuando ud habló de eso en su libro sentí que estaba hablando de mi vida"...
Para mí...
Yo no creo en eso...
Yo no creo que las cosas sean así...
Desde hace mucho lo vengo aprendiendo...
A mí me interesa mucho más...
Para mí, que lo conocí personalmente...
Yo intento... Aunque el "yo" me gustaría no usarlo tanto, pero no puedo...
18.20 arrancó su ponencia.
18.41 llegó al tema.
18.48 lo liquidó.
Sin comentarios.

EL CORO DE LA TERCERA EDAD

Son 29, 24 señoras y cinco hombres altos, al fondo. Un guitarrista y un pianista. Todos con uniforme y carpetas con las letras. Divinos. 
Una de las señoras es una viejita como de 120 años. Cuando se olvida de la letra hace caritas de resignación y medio que mueve la boca, pero no canta. Se afirma cada vez que llegan al estribillo que dice "Y buscándote en cada canción...", y ahí le da a la garganta con alma y vida. 
Una voz de ultrasoprano se destaca entre la multitud. Miro a ver su la identifico y sí, ahí está. Es aguda como para romper cristales, pero canta con empeño y emoción. Todos lo hacen. 
_ Están agrandados porque se van de gira a Vergara- aclara el director. 
Admirables, los viejos. Uno los critica pero con cariño. 
Me emocionaron.

TOQUE

Hubo también una chica cantante de Melo, guitarrista y percusionista, excelentes. Me distraje un rato pensando que si pudiera le sacaría la barba y casi todo el pelo al percusionista, un veterano de pelo como el mío pero blanco. Si soy la novia lo rapo mientras duerme. 
Bueno, ta. No me juzguen.

LOS PARNASIANOS

"Parnaso" es un grupo literario de Treinta y Tres que se reúne los jueves a las tres de la tarde, razón por la cual todos parecen ser jubilados. Una chica canta un poema sobre la violencia escrito por una señora muy muy muy mayor. Buena voz, un poco afectada. Otro veterano escritor recita uno de sus textos y sorpresivamente canta a todo pulmón el último verso. Canta bien. El hijo de la tercera persona que muestra sus poemas canta el texto con un amigo. 
Esta gente tiene magia. No los de Parnaso, digo, sino todos.

REGISTROS

Muestra de fotos antiguas del departamento. Pista de karting, carnavales, fiestas, eventos varios, presentados por un muchacho cuarentón que todo el tiempo decía "en mi época", y me daban ganas de gritarle: ¡tu época es esta, m'hijo!

FRONTERIZAS

Dos brasileras disertan sobre la literatura de la región. Me gustan sus ponencias, pero más me gusta ver que entiendo el cien por ciento de lo que dicen, aunque hablan en su idioma. Evidentemente el portugués del Sur es más fácil para nosotros que el de otras regiones, aunque también hay que decir que tengo facilidad para los idiomas. Es un hecho. Para la modestia quizás no tanto. Según. A veces.

MUSEO CON MAESTRO

En cierto momento hubo una pausa y con las tres chicas de Mercedes que viajaron conmigo desde Montevideo nos metimos al Museo de la Casa de la Cultura. 
Instrumentos, libros, muebles, restos indígenas, armas, fotografías, de todo como en botica. La peculiaridad es que todo se podía tocar, y además el encargado no solo nos explicaba cualquier cosa sino que nos brindó un concierto de acordeones, excelente. Digo acordeones porque probó varios: un Todeschini y un Hohner, entre otros. Me hizo acordar a mi abuelo, obvio, y más porque en cierto momento se puso a tocar algo que era parte del repertorio típico del viejo Barreto. Nos contó que él nunca estudió solfeo, toca de oído y por números, y así le enseña a sus alumnos. Da clases a unos 15, de entre 8 y 70 años, y en su casa tiene decenas de acordeones. Un personaje.


EL MITO DE DIONISIO DÍAZ DEVELADO

A mitad de la tarde estaba sentada en el museo con un muchacho que me iba a imprimir un plano de la ciudad, cuando entraron dos veinteañeros. Uno se quedó mirando la foto de un niño de unos dos años, una foto antigua, como de 1900. 
_ ¡Mirá! Dionisio Díaz. Qué fraude. Cuando me enteré que nos habían contado la historia toda mal no podía creerlo. 
_¡No jodas! ¿De verdad no fue como siempre dijeron?- salté, sorprendida. 
_ De verdad. El profe nos explicó. Contaron todo mal. - dijo, y me dejó pensando. 
Acá en Treinta y Tres parece que "el profe" no es cualquier docente sino uno en particular, un veterano de apellido Mujica, si no me equivoco. 
Siguieron las ponencias de la jornada, con mucha gente en todas ellas salvo la última de la noche, que competía con una presentación estudiantil en el salón azul, y solo contó con una veintena de asistentes, todos mayores de cincuenta o poco menos. Entre ellos, yo. 
Sí, adivinaron: era sobre la verdad del caso Dionisio Díaz, un lirio en el pantano, como arrancó a decir don Jorge Muniz, investigador independiente, un veterano flaquito y de ojos inquietos. 
El señor arrancó pidiendo que "No hagan preguntas capciosas", porque no las iba a contestar. En la sala estaba un bisnieto de Quintín Núñez (el padre de Dionisio) y el que faltaba era Bervejillo, autor de un libro sobre el tema, que se había ido a la sala de al lado. 
Ya de entrada me di cuenta de que no me acordaba (o nunca supe) ni la vigésima parte de la historia, pero de a poco fui entendiendo. 
La charla estaba centrada en la existencia de un pacto de silencio por parte de la policía de Vergara con respecto a su actuación en el crimen, y de entrada se admitió que hay aún muchas dudas, que nunca serán solucionadas. 
Fueron pasando frente a nuestros ojos fotos y más fotos de Vergara y El Oro, los personajes, el contexto. La investigación es minuciosa, tanto que uno de los entrevistados parece que hace poco le dijo a don Jorge que deje de preguntar, "que los tiene llenos con el tema".
Toda la charla fue condimentada con datos de lo más pintorescos , al estilo de: "Juan Ibiaga siempre se distinguió en Vergara porque no le fiaba a nadie, ni a los empleados". 
Copio fragmentos. 
"Felicia, la hija de Quintín Núñez, era nacida en Italia, aunque también se dice que era nacida acá". "Mi abuelo decía que era buena persona, solo que muy callado."
"Dio la casualidad que mi abuelo se llamaba María Salomé y mi abuela María Fascioli". "Don Agustín Iza era famoso por sus tratamientos con agua fría". 
Le suena el celular al cinto. "Disculpen que uno me llamó".
"La empleada Eufrasia (ponele) cura a Juan Díaz de una mordedura de perro y ahí él le comentó que no sabía qué hacer porque la situación en su casa se le iba se las manos". 
"Trompo Vergara dice que Juan Diaz andaba molestado por las cosas que veía en su casa".
"El sr Bruno Muniz filmo una película que no se la recomiendo a nadie. Le dije si conocia el lugar y no, no había estado. ¿Y? ¿Cómo va a escribir de lo que no sabe? Otro sí, vino a pedirme datos y se los di porque vino humildemente, no con grandilocuencia, a pesar de que era de Montevideo".
"Pacto de silencio: la policía sabía dónde estaba Juan Díaz y demoraron dos días en agarrarlo. Ahí lo liquidaron, lo ataron con un cuero a una piedra y lo tiraron al agua. Cuando el tiento se pudrió apareció el cuerpo, con la cara comida por los pescados pero con la herida a la vista. Claro que lo encontraron enseguida cuando quisieron, porque ellos sabían dónde estaba. Cuando lo enterraron en Vergara fue todo el pueblo a verlo, e incluso hicieron exhibiciones macabras con el cuerpo en el cementerio: le ataron un alambre del pene y cuando venían las mujeres a mirar tiraban del alambre y se paraba. No era un ser humano; era peor que un animal, eso llegaron a hacer con el cadáver, pero eso se tapó y nadie lo dice."
Aparece uno de nombre lindo en la historia: el Loco Loló Lucas. No me acuerdo quién era. Un testigo de algo. 
Sigue la charla, que me gusta, pero es larga. 
"Natalio no era caudillo, era juez de paz en 1907 y también comerciante, pero no tenía plata. La que tenía pesos era la mujer, porque era Jijena y los Jijena sí tenían plata."
"El que llega a la casa de Dalmiro Rodríguez tiene que quedarse cuatro días, porque uno no le da."
Opa: aparece una pariente en la historia: Gumersinda Barreto.
Hay algo relacionado al crimen de la ternera, porque Juan Díaz era carnero de Saravia, pero no lo capté muy bien. 
"La pelea no fue de noche, fue de mañana."
"Dionisio no pudo hacer ese camino solito a sus nueve años: cruzar 5 km de monte, 3 alambrados, 2 cañadas, con una beba de 11 kilos y apuñalado. Dicen que lo acompañó alguien. ¿Quién? El propio Juan Díaz."
"Algunos se llamaron a silencio por pudor, por honor, otros porque estaban comprometidos y podían perder el puesto y otros porque de esas cosas no era fácil hablar".
"Quintin (padre de Dionisio) en el lecho de muerte confesó que quien mató a Juan Díaz fue él. Si no lo mataba él lo mataba otro, andaban varios buscándolo".
"Dionisio murió en la comisaría porque demoraron en iniciar el viaje, la llevada a Treinta y Tres fue puro teatro del comisario Yelós. El chiquilín ya estaba muerto". 
"Carlos Molina y Serafín J García pintaron la campaña tal cual era, sin mujeres bonitas y sin gauchos de chiripá planchado, como en los cuadros de Blanes."
Y así, luego de hora y pico de datos y más datos, terminó la conferencia. 
Algunos preguntaron un par de cosas , pero pocos, porque ya eran pasadas las ocho y media de la noche y el chocolate con merengue nos estaba esperanddo. 

Y nos fuimos.






Antes de ir a la posada ayer de mañana pregunté cuál era el camino más directo.
_ Mirá, podés ir hasta la plaza y ahí doblar a la izquierda. Esa es Manuel Freire. 
_ Ah, bárbaro, gracias. 
Y me fui, con mi mochila pequeña y el enorme bolso rojo con rueditas, desubicado para día y medio de congreso pero de lo más práctico para llevar cosas, cosas y más cosas a la laguna. 
Pero no encontré la posada donde se suponía que estaría. Pregunté a un señor y me dijo amablemente que esa no era la calle, que Manuel Freire era dos cuadras más adelante. Le di las gracias y seguí, esquivando los charcos y los perros amistosos de patitas mojadas que me saltaban haciendo fiestas. 
Claro, mi asesoradora inicial de recorrido se confundió, porque yo iba a Manuel Freire y ella me mandó a Manuel Oribe. ¿Ubican, Manuel Oribe? Es perpendicular a Manuel Melendez, una cuadra antes de Manuel Lavalleja. 
No tienen como perderse. 

Ahora ya lo saben. De nada. 




2. ETAPA 2: fin de semana merinero

La laguna hoy estuvo gris pero sin frío ni lluvia. Hasta dio para hacer una caminata por la playa y el pueblo, una vez que mis viejos y yo terminamos de comer la pascualina casera del almuerzo, pascualina que mi viejo acompañó con galleta se campo porque se ve que por estos lares si la comida no se acompaña con pan es como si no se almorzara, vio...
La playa estaba crecida, llena de repollitos y ramas en la línea de resaca. Anduvimos caminando un rato por encima de los restos de hojas y camalotes, al menos hasta que encontramos entre ellos una viborita verde de medio metro, más o menos. Linda, la bicha, con la boquita abierta y la lengua amenazante. Le saqué unas fotos y hasta la filmé cuando se metió a una laguneta producto de la creciente. Hay que ver lo valiente que es una cuando el celular tiene buen zoom y permite quedarse lejos al momento de registrar un encuentro con la fauna autóctona...
Mucho perro amistoso, como siempre, mucho gato hermoso, aves por todos lados, camionetas brasileras, poca gente. Calles con pozos, una rotisería nueva. Silencio. Colores. Ranitas. Paz. 
A la vuelta de la caminata pasamos por el quiosco, primero porque yo quería jugar un cinco de oro, y además porque es lindo el quiosco, que es grande como un almacén y hoy estaba decorado con fotos antiguas de la laguna, una radio Spica y lámpara antigua haciendo juego. 
Un señor de la edad de mis viejos, de ojos verdes y manos de gigante, estaba antes que nosotros, y nos pusimos a charlar. Pedro, se llama, y vive en la laguna. No sé cómo llegamos al tema (se ve que le contamos de la viboreja playera), pero nos contó que tiene una víbora parejera viviendo adentro del auto, que sale cuando lo prende y se asolea contra el parabrisas cuando hace calor. Después me enteré que era todo un mito, pero alguna dentro del vehículo debe haber hallado, porque vive medio al final del pueblo, casi cayéndose del mapa. Lo que me impresionó es que no tiene setenta y pico, como pensé al principio, sino sesenta o menos. O soy muy mala para calcular edades o la vida en este mundo te agrega unos años. Tal vez las dos cosas. 
A la tardecita me tiré hasta lo de mi amigo el Garoto y su dueña María. Él vive con su humana, otros dos canes y dos felinos, estos últimos de belleza esquiva y misteriosa. Con María probamos un licor de mirtilo, que por la foto es una especie de frutita pequeña (brasilero, el licor), y tomamos unos mates. Ta, no soy muy matera, pero 3 o 4 tomo. Estuvimos charlando de bichos, de humanos, de viajes, de Dionisio Díaz y de historias varias, hasta que cayó la noche, empezó a chispear y me volví a lo de mis viejos. 

En el país la de hoy parece haber sido una jornada movidita movidita, pero acá no. Acá estamos (en mi caso, hasta mañana) en un universo particular, fuera del tiempo y del espacio. Afuera hay un coro de ranas, y adentro ya me zumba un mosquito alrededor. Es tiempo de poner el tul. 




El sueño de mi vieja
"Esto fue hace unos años, un diciembre. Yo estaba en Ñangapiré y de repente por el repecho se abrió paso una luz, y en medio de la luz veo a mi padre caminando hacia mí. 
_ Papá, ¿qué andás haciendo por acá?
_ Vine a verte, m'hija, y a desearte que tengas un muy feliz fin de año y que te vaya muy bien en la vida. 
_ ¡Gracias, papá! Pero... ¿Cómo podés estar acá? Vos...
_ No, yo no tendría que estar acá, pero me escapé, m'hija, me escapé. Me escapé un ratito. 
Y se fue. Se metió de nuevo en la luz y se fue agachadito, como quien sabe que ha hecho una travesura. 
Ese año de verdad que me fue muy bien", concluye mi madre. 

Y habrá que creerle. 




_ Fulano (un vecino) anda medio apagadito...- dice mi vieja entrando al cuarto mientras estoy tratando de adelantar un trabajo, porque ella no conoce el significado de la palabra silencio y menos se acuerda de lo que es concentrarse. Y sigue:
_ Sí. Desde que murió la madre este invierno quedó muy triste. 
_ Mmh...- murmuro sin darle mucha entrada. El vecino tiene más de ochenta años y la vieja había pasado los cien, no es ninguna tragedia. 
_ Quedó muy mal. - sigue el tema- ¡Incluso la mujer me dijo que no la deja ni escuchar música en la casa! 
Bueh; hay que reconocer que mi vieja sabe cómo sacarme de la pseudo concentración en la que estaba. No puedo dejar pasar semejante disparate. 
_ La mujer debería aprender que no tiene que tener permiso para escuchar música en su casa. 
_ Sí. Yo le dije: ustedes ya tienen cuarenta años de matrimonio, es tiempo de que tiren parejo... 
¡Bien!, pienso, hasta que escucho:
_ Ella podría escuchar solo para ella, por ejemplo ponerse un walkman...
En fin. Esto no es fácil.

Seguiremos trabajando, pero queda mucho por hacer.




Huracanes, terremotos, volcanes en erupción, precipitaciones intensas en el mundo. Tomenta política en Montevideo. Lluvia mansa en la laguna. 
Este es un universo privilegiado, donde los problemas nos llegan tan diluidos que resulta fácil creer que sus efectos no nos tocarán, al menos por un rato, y donde la preocupación principal es que el Gatón no tenga suerte en su intento de cacería, o habrá que ir a mojarse hasta liberar a su presa. 

Domingo pasado por agua en la laguna.

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