El veterano
se acercó al guarda de Núñez que descargaba a toda velocidad cajas de cartón de
la bodega, y esperó el momento oportuno para inquirir respetuosamente si el
ómnibus de Montevideo ya había llegado.
_ Sí, don, hace
como veinte minutos que llegó.
_ ¡Veinte
minutos! Yo vine a esperar a mi sobrino… ¿Y ahora qué hago?
_Ah, pero
mire que a las siete llega el segundo coche, ¿eh? Capaz que el botija viene en
ese.
Ah, ¿hay
segundo coche? Entonces lo voy a esperar_ dijo, y cruzó la vereda para
apostarse contra una columna. Boina azul oscura, camisa a cuadros, pantalón de
gaucho y botas por la rodilla.
Lo estaba
yo contemplando desde la vereda de enfrente cuando una mancha de color vino a
distraer mi atención por un momento. Era un globo. Un globo rojo revoloteaba
alrededor del paisano. Él lo miró apenas por un segundo y se hizo el
disimulado, mientras el globo trataba de llamar su atención haciendo unos
giritos tímidos sobre la vereda, hasta que se dio por vencido y siguió su
camino en busca de otras miradas, preferentemente más interesadas en colores y
viajes que en improbables sobrinos en el amanecer de Río Branco.
Me quedé
con la cámara de fotos en la mano. La
oportunidad había pasado.
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