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lunes, 4 de marzo de 2013

Fin de temporada





De golpe nos quedamos solos.

Nos habíamos acostumbrado a sus voces de ciudad y a sus razonamientos de otros. Dicen que son de acá porque vienen, saludan, preguntan por el pueblo y compran en los almacenes, pero no dejan de ser visitas. Sus sueldos y sueños están lejos. Ellos no queman naves.

Nos copian, vaya si nos copian; es su obsesión más profunda. Por tres meses imitan el atuendo pescador, la morosidad artesana, la musicalidad de las palabras. Creen que andar descalzos y sin linterna es una carta de ciudadanía pero son incapaces de sentir el invierno de cara a la mar.

Mañana sus hijos y los nuestros empiezan las clases; se acabó el recreo. Se vienen el frío, la soledad, el silencio, la oscuridad cada vez más temprano, y hay que ver cómo escaparle a los fantasmas y las cavilaciones inútiles. Espantar las dudas, no pensar muy lejos, esquivar los recuerdos. En eso estamos todos iguales.

De golpe nos quedamos solos. Y lo peor es que lo sabemos.

2 comentarios:

  1. Esa es una pieza que resume muy bien una realidad universal, Mariela; que puede verse en cada pueblo de mar que se ve invandido en verano.

    Un abrazo,

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  2. Me ha sorprendido gratamente tu blog, Mariela. Un relato profundo y -a qué negarlo- desesperanzador.
    Un fuerte abrazo.
    HD

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