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lunes, 19 de noviembre de 2012

Percepción





Helena abre los ojos y mira el celular junto a su almohada. Es el tercer mensaje del día que se niega a leer. No, no quiere ir a la playa. No quiere un heladito en la rambla. No quiere merendar en el Shopping. Si solo la dejaran en paz. Si sus padres y el profe de Biología y la nutricionista y todos entendieran... 
Cada año es lo mismo: en invierno, con un buzo grande de lana y un jogging abrigado nadie lo nota, pero ahora… No puede salir así a la calle, ni soñarlo, imposible. Una bola de grasa, eso es lo que es. Cierto que la balanza marca cuarenta kilos, pero qué importan los números. Si come un bocado más saldrá rodando por el pasillo y eso ella no va a permitirlo.
Helena toma un sorbo de agua de la botella en la mesa de luz, silencia el teléfono y vuelve a cerrar los ojos.

2 comentarios:

  1. ¡Soberbio, Mariela!

    Desde el título, catafórico por cuanto anticipa parte del significado, pasando por la elección del narrador -uno en tercera persona equisciente-, evitando la complejidad estructural y acertando de pleno en el enfoque, nos regalas una pieza en la cual el fondo de su historia queda soterrado pero envuelve todo el texto.

    Aplaudo y -sin pedir permiso- lo difundo.

    Abrazos.

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  2. si la profesora de biologia hubiese detenido ese comentario, lós padres no se hallan reído de ese chiste en la cena familiar y si la nutricionista no creyera poder leer pensamientos, todo seria diferente. Talves ahora estaria en la rambla comiendo su heladito mientras sus amigos se sacan fotos y todos tienen lo que quieren, una vida normal.

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