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viernes, 17 de noviembre de 2023

El Manuel y la Delmira



Manuel Ugarte, antes de ser jugador de fútbol y torear a Messi, fue un personaje maravilloso de los siglos XIX y XX. 
Hace unos días escuché una entrevista  a Pigna hablando del documental que estrenaron sobre su vida (con Sbaraglia y Natalia Oreiro) y me encontré con una historia impresionante, la de alguien que siempre había asociado a un dandy porteño que le tiraba onda a Delmira, en esa simplificación que una a veces hace para quedarse con el árbol sin mirar el bosque.
Su vida (1875, Bs. As.-1951, Niza) fue larga y activa. Dirigente socialista rebelde (aún dentro el partido Socialista), fue el primero que habló de latinoamericanismo y recorrió el continente hablando contra la intervención yanqui; una especie de influencer del momento. Cuando llegó a México, por ejemplo, había 10.000 personas en el Zócalo esperando para escucharlo y tuvo tanta influencia que la Universidad de Columbia lo invitó a dar una conferencia para conocer su pensamiento. Escribió mucho sobre Latinoamérica, su circunstancia y su vínculo con EEUU. Hablaba de los medios de comunicación, de las distintas formas de dominación.
Actualmente es un escritor olvidado, olvidado a propósito: su biografía fue uno de los libros de Eudeba más quemados durante la dictadura. Ugarte escribió libros de viajes, textos políticos, novelas, cuentos y poemas, algunos de los cuales fueron traducidos al francés, inglés, italiano y ruso. “El porvenir de América Latina” es de 1923 y parece escrito ayer. 
Era un personaje incorrecto, no estaba cómodo en ningún lugar. Por ejemplo, fue el único latinoamericano presente en el congreso de la Segunda Internacional Socialista en Amsterdam. Ahí fue el único que condenó el colonialismo, lo que pasaba en África y demás, y terminaron echándolo del Partido Socialista cuando retornó a Argentina. A partir de ese hecho se quiso batir a duelo con otro socialista, Alfredo Palacios, pero en Argentina no se podía, entonces vinieron a batirse en Uruguay, en una lancha, cosa que no lograron, porque fueron interceptados por Prefectura. Fue caballero de honor en Francia, uno de los fundadores de Le Monde junto a Albert Einstein y amigo de Rosa Luxemburgo. Llegó a ser embajador de Perón en México y después tuvo una postura crítica cuando el peronismo se empezó a acercar a EEUU. 
Delmira Agustini fue el gran amor de Ugarte, un amor trágico, casi platónico. Ella le había enviado su libro de poemas, dando inicio a un intenso intercambio de cartas. Él fue uno de los testigos de su boda con Enrique Job Reyes (quien poco después terminaría matándola), y en palabras de Delmira su presencia en el casamiento funcionó como consuelo "entre tanta gente molesta": 
“Piense usted que esas dos palabras que yo pude en conciencia decirle el otro día de conocerlo, han debido ahogarse en mis labios ya que no en mi alma. Para ser absolutamente sincera yo debí decirlas; yo debí decirle que usted hizo el tormento de mi noche de bodas y de mi absurda luna de miel. Lo que pudo ser a la larga una novela humorística, se convirtió en tragedia. Lo que yo sufrí aquella noche no podré decírselo nunca. Entré a la sala como a un sepulcro sin más consuelo que el de pensar que lo vería. Mientras me vestían pregunté no sé cuántas veces si había llegado. Podría contarle todos mis gestos de aquella noche. La única mirada consciente que tuve, el único saludo inoportuno que inicié fueron para usted. Tuve un relámpago de felicidad. Me pareció un momento que usted me miraba y me comprendía. Que su espíritu estaba bien cerca del mío entre toda aquella gente molesta. Después, entre besos y saludos, lo único que yo esperaba era su mano. Lo único que yo deseaba era tenerle cerca un momento. El momento del retrato. Y después sufrir, sufrir hasta que me despedí de usted. Y después sufrir más, sufrir lo indecible.”
Pocas semanas mas tarde la poeta abandona el hogar conyugal y regresa a la casa materna llevando solamente un libro de él (“La novela de las horas y los días”) como equipaje. 
No encontré muchos más datos de la vida personal de Ugarte, excepto que (probablemente) se suicidó a los 76 años, abriendo la llave del gas, en Francia.

¿Cuántas vidas intensas y multifacéticas se nos quedan en el olvido? Para mí él era solo el dandy porteño que había fascinado a Delmira, y me lo imaginaba como una suerte de pater familias, sereno y respetable. Vaya una a saber qué pasaba por aquella alma cuando leía las cartas de Delmira, si Enrique Reyes se daba cuenta de las miradas, si el honorable testigo de boda Zorrilla de San Martín tendría idea de las tormentas que agitaban el alma de la novia, si ella pensó esa noche en escaparse, si se pasó los días previos sopesando los pros y los contras de una fuga, si el intercambio de cartas era sabido por la madre todopoderosa y si la sociedad montevideana de 1914 habría reaccionado con mayor escándalo ante su amorío con el argentino que ante su femicidio a manos del ex esposo. 

Preguntas sin respuesta, estimados. 
Pero qué lindo que se hubieran encontrado. 

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