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domingo, 3 de junio de 2018

Junio 2018





Salgo de casa a las dos de la tarde, para hacer unos mini mandados. El vecino de enfrente está juntando las hojas secas del jardín.
_ ¿Cómo andás, Jorge?- le pego el grito- ¿Muy nervioso?
_ Hola... ¡No me aguanto yo mismo! Salí a limpiar el jardín para descargarme.
En la puerta del gimnasio de la esquina, ocho o diez jóvenes cantando a todo trapo, con tambores y medio tanque: "Cómo me voy a olvidar... sos lo mejor que me pasó en la vida!" 🎵
La mitad de las casas y los autos embanderados. La gente expectante. Una pantalla gigante en el Intercambiador. Murales. Niños que pasan cantando "gloriosaaaa celesteee". Mi prima Estrella que me grita desde la vereda de enfrente de Camino Maldonado si quiero ver el partido en su casa. 

Yo qué sé... el fútbol me importa tres pitos, y la patria otro tanto, pero o esta emotividad es altamente contagiosa o ando en unos días muy sensibles, porque camino la mitad del tiempo con una lágrima de emoción en el alma (y a veces en los ojos).



¿Qué me vienen con un futbolista al borde del área? Carreras son las que pego yo cuando la computadora me avisa que se acaba la batería y recuerdo que dejé el enchufe en el piso de arriba.



Un camión y dos camionetas. Un montón de funcionarios de UTE trabajando en la cooperativa, que sigue sin luz. Los vecinos pasan, hablan con ellos, largan una risa y todos terminan con lo mismo: 
_ El sábado no nos vayan a fallar, ¿eh?


Me pregunto como sería el ambiente del barrio si ayer hubiéramos perdido. Me pregunto.



¿Pueden creer que desde la mañana no hay electricidad en mi cooperativa? 
(Todo para decir que las mejores intenciones de dieta fracasan cuando una llega a una casa a oscuras pero sabe que hay un bar abierto a un par de cuadras, con wifi y enchufe de cortesía para los celulares de los clientes preferenciales)



El muchacho vende lapiceras una por 30, 2 por 50, y explica que además de su función habitual también sirven como palito de selfie, matamoscas y hasta paletas de ping pong. Es bello, tiene una sonrisa enorme, y habla con mucha corrección. Termina su discurso disculpándose por estar disfónico, pero “la voz se me fue gritando los tres goles de hoy”. 
Vendedor: inteligencia. 
No dudo que lo que dijo es verdad, pero especificarlo le gana los favores de medio bus, y cuando se baja ya ha vendido muchas lapi-pali-raque-matamoscas. 

Lo dicho: vendedor: inteligencia, e Inteligencia mata indiferencia. 




Corrí al ómnibus. Se detuvo. Extrañamente, aún tenía válido el boleto anterior.
Se vació un lugar. Encontré al sentarme que había en él un paquete sin abrir de Halls de miel. Se las di a un hombre con niña en el asiento de enfrente. Los dos sonrieron y dijeron “gracias”. 
Se vació un asiento con ventanilla. El ómnibus va calentito, solo sube un cantor, de buena voz y un solo tema.


Karma de 103. Pequeñito pero de respuesta inmediata.





Los dos muchachos buscaron un sitio en el medio del 103 Carlomagno, pidieron disculpas si ocasionaban alguna molestia y comenzaron su acto. Tomó la palabra el más canchero, que hablaba con una evidente impostación, como cuando uno juega a hacerse el locutor de radio. 
_ Buenas tardes. Y cuando uno dice “buenas tardes en general lo que escucha es...?
Uh. Sonamos. Graciosito. 
_ Vamos a hacer un poco de música. Bueno, ¿qué otra cosa podríamos hacer con este instrumento?- prosigue, y me aguanto las ganas de realizarle un par de sugerencias. 
Tocan (muy bien) una versión movidita de “Hasta que me olvides”, y el señor impostado toma de nuevo la palabra.
_ A ver si saben... ¿de quién es este tema?
Silencio sepulcral. La gente los ha aplaudido, pero la tarde no está como para test de memoria.
_ ¿De quién es este tema, señores?- repite, y ante la falta de respuesta agrega: 
_ Bueno, se ve que nos falta un poco de cultura general... Es de Luis Miguel, señores, del disco, bah, del casette Aries.

Listo, lo que faltaba. Aturdida, invadida y ahora insultada por un luismiguelero. Cerrá y vamos!




Paso por el salón comunal de mi cooperativa, usualmente tan callado y solemne, y me sacuden las notas a todo volumen de Obladi-Oblada. Es el cumpleaños de Paul Mc Cartney, pienso mientras camino medio distraída con las bolsas de los mandados, y acto seguido soy sacudida por una idea jamás antes formulada en mi cabeza: ¡hay vida en COVINE 5!!! 

Epifanías de lunes por la mañana, estimados. Que empiecen bien la semana, y que sea con la música que más les guste.




Domingo soleado por la mañana. Estoy corrigiendo escritos sobre la Biblia mientras escucho música clásica de fondo, en este momento "Adagio en G Minor", de Albinoni. 
No entiendo por qué, pero youtube me ofrece como sugerencia algo que se llama "Free Depression". 

Voy a hacerme un café, y capaz que me paso a Buitres. Por las dudas.





¿Se acuerdan del bus del que hablaba hace un par de días, el que estaba LLENO de órdenes bajo la forma de carteles? Acabo de subir a otro que me explica las normas de comportamiento, solo que este apela a la indirecta.

“Hoy una embarazada y una anciana que estaban de pie me miraban mucho. Seguro que me confundieron con alguien.”

Yo (de verdad) no sé en qué omnibuses viaja la gente que hace (o la que aprueba) estos carteles. Viajo por lo menos en dos por día, y siempre se le da el asiento al que lo necesita. Capaz que a veces uno va en otra y no percibe lo que le rodea, pero si se ve, se actúa. Nunca (NUNCA) vi que alguien tuviera que seguir parado más de diez segundos después de pedirse un asiento. Basta de decirme que debo hacer lo que ya hago y no podría dejar de hacer. “Pasando al fondo que hay lugar”, por ejemplo.


Viernes quejoso, exacto. Ya va a pasar.




“El que nace pichi, el que crece pichi es pichi, más allá del poder”, dice una voz molesta y conocida que taladra mis oídos cuando emerjo de la siesta vespertina de 103. ¿Hace falta, señor chofer, hace falta poner esto a todo volumen? No sé de qué habla pero la terminología lo delata, más allá de todo intento de disimulo. Lamento mi siestus interruptus. Y me paro, porque por suerte ya voy llegando a destino, justo cuando sube un cantor disfónico y desafinado como el que más. “¡Ay ay ay ay... ay ay amor... ay mi morena de mi corazón!”





Llovizna. Llovizna siempre. Entre sombras, presagiando luces que no llegan, un gris espeso de piedra y de silencio. La ciudad cierra sus ventanas. Por las calles se deslizan cuerpos apurados. Veo la vida desde atrás de un vidrio empañado con rastros de tierra, de polvo, de hojas secas y manos indecisas. 
Martes de noche en Montevideo. Algunas letras, voces, tiempo compartido. Qué más. Qué menos




El hombre es un cincuentón, de pelo larguito, con aire de artesano. Se para y habla con el chofer del 103:
_ ¿Me avisa en San José?
_ Eeeh... San José es la paralela a 18. San José y qué va usted?
_ Voy a San José. ¿Es la que viene?
_ No, San José corre como 18. Esta es 18, la primera para aquel lado es San José. 
_ Yo me tengo que bajar en San José. 
_ Lástima que no sabe en qué esquina. Tiene que bajarse, cruzar 18 y buscar la primera que corre como esta. 
_ Ah... Yo bajo en San José...
_ Sí, le conviene bajarse en esta y ver.

Bienaventurado seas oh, tú, chofer de infinita paciencia con el que puedo sentirme identificada, especialmente cuando vengo de un escrito de la Biblia en el que me preguntaron si Jesús era el mismo que Moisés y si aparecía mencionado en el texto.


Oooom.




Dos chicas en el ómnibus, de unos 13 años, una a mi lado y la otra parada. 
_ Fa... el lunes van a dar el carnet.
_ ¿Y qué problema, boluda? El primer carnet siempre es el más lindo, porque es el de mejores notas.
_ Es que tengo 7 bajas.
_ Ta, pero el año pasado ¿cuántas tuviste en el primer carnet?
_ 10. 
_ ¿Ves? El primero siempre es el mejor, y aparte con 7 bajas estás re bien, boluda. 
_ Sí, tenés razón.


Profesora entrando en modo contención de discurso “Andá a estudiar o qué te pensás que hacés en el liceo”, en 3... 2... 1...




Tienda Inglesa llena un viernes a la caída de la tarde. Paso rapidito, apenas para comprar un par de cosas, y me detengo ante una promotora parada prolijamente frente a una bandeja llena de mitades de huevo duro pinchadas con un tenedor de plástico. 
_ Buenas tardes.
_ Hola.
_ ¿Gusta probar los huevos duros envasados Prodhin?
_ ¿Cómo? 
_ Son 5 huevos duros pelados y envasados en un paquete como este.- me dijo la chica con voz de ángel.
_ Estoy totalmente en desacuerdo con la idea- aclaré con amabilidad- pero igual voy a probar uno. 

Dejé a la muchacha con su trabajo antiecológico del que ella no tenía la culpa y me fui, comiendo mi medio huevo duro, y preguntándome qué sentido tenía ofrecer una muestra si el huevo es igual a cualquier otro sin envase. Cosas que pasan.




Esto de las nuevas narrativas hace unos años que me parece de lo más interesante, pero no sabía que ya había concursos y todo. 
Vamos a entendernos: esto no es una nueva forma de hacer cuentos, es otra cosa, así que si caemos en "el libro de papel nunca va a desaparecer", "no vas a comparar a esto con Quiroga", etc, le estamos errando al bizcochazo. No es un cuento. Como no tiene nombre, por ahí andan boyando denominaciones tentativas. Las historias pueden ser un poco simples al principio, pero que se vienen, se vienen.

#HistoriasDelHilo





_ Hola mi amor quiero saludarte en nuestro aniversario decirte que estoy muy feliz de que hace un mes seas mi esposa sos mi rayito de luz soy muy feliz contigo sos una hermosa mujer.

El mensaje de voz es leído con cariño pero sin la menor entonación, lo que me hace sospechar un papelito en la mano del enamorado, que llama a la radio para dedicar un tema pero antes prepara su discurso aniversario. La canción es Dancing in the dark, y al terminar la locutora de voz empalagosa nos informa que el dedicante se llama Salvatore, que hace 4 años que conoce a su flamante esposa y que se pasa las horas jugando con su perra Donna.

El 7A continúa su avance por Tres Cruces, mientras la pasajera del asiento de adelante no termina de decidir si hizo bien o no en tomarse el primer bus que pasara por la parada. Es como un viaje a la radio de la infancia, pero si a mí ya desde chica me asqueaban Aquí está su disco, el señor Bello y la Bombonería Palay, ni te digo Radio Disney a las siete y media de la mañana un martes de invierno en 2018. 
Creo que a veces me gustaría no hacer, no pensar, no andar en ómnibus no escuchar radio. Básicamente, preferiría ser Donna. Pero solo a veces.


Siempre hay un momento en el viaje en que se apagan las luces del ómnibus y quedan apenas los indicadores del pasillo y el baño. Suele ser al dejar atrás una ciudad, en el mismo momento en que el afuera se hace negrura sólida y sin fisuras, especialmente cuando la noche no tiene luna ni estrellas ni relámpagos. Las voces de los pocos pasajeros, esos que sin ver sospechamos, bajan el volumen, se perlan de bostezos y terminan muriendo despacito. Hasta el aire acondicionado se apaga sin que nadie más que yo lo perciba, o eso creo, en medio de la oscuridad y el silencio más absolutos de este viaje desde el pasado hacia el presente. 
Habrá que entrar en modo introspectivo, pienso, habrá que pensar, evaluar, decidir, cambiar, empezar, terminar, buscar, pienso, hasta que echo una mirada de reojo al cartelito encendido en el techo, debajo del portaequpajes: salida de emergencia. 
Abro el ipad y me pongo a leer una novela. 
Hoy no será. Hoy no.




Otro día gris en la Merín. Mis viejos desayunan mientras charlan sobre las noticias policiales de la radio y discuten respecto a qué clase de caca hace cada uno de sus gatos, si es pequeña o grande, sólida o medio líquida. En cierto momento su agradable coloquio matinal se interrumpe para llamar al electricista del pueblo, por el pequeño detalle del agua de lluvia corriendo encima de los cables de la electricidad. Trato de leer algo pero en esta casa no se conoce el concepto de “concentración”. No da para salir a caminar porque aún llovizna de vez en cuando. Si miro por la ventana del frente hay una perrita negra de un vecino en el portón, mirando para la casa con cara de hambre. Si salgo al fondo ipso facto aparecen los nueve gatitos del fondo a maullar y trepar por el tejido.


Iupi.

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