1
La señora del sombrero de ala ancha bajaba la escalera de
Bavastro como una diosa, con su perrita sin raza definida pero simpática y
compradora atada a una cadena dorada.
_ ¡Qué linda es!_ le dije, y ahí
nomás me contó todo su presente. Que administra un refugio de perros en la
Costa de Oro, innominado, sin fines de lucro ni de fama. Que ella en su pequeño
apartamento de ahí a la vuelta vive con dos gatos enormes y la perrita. Que no
le gustan los drogadictos del barrio porque queman gatos para divertirse. Que
se dedica a comprar y vender muebles a fin de solventar los gastos del refugio.
Que a esta mascota en particular la salvó de la muerte porque estaba condenada
al sacrificio.
Las señoras de la Ciudad Vieja
tienen ese qué sé yo.
Lo que no tienen es mute.
Pero aguanten las viejas
bondadosas, para las cuales voy sacando número desde ya.
2
Una paloma dominaba todo el
panorama de 18 de julio desde la cabeza procerosa de nuestro Artigas, que no
está tan verde como su amigo El Gaucho pero se las trae. Un nido o algo raro con
plumitas asomaba por la boca del caballo. Ya estaba lamentando no haber llevado
la cámara de fotos cuando vi las decenas o cientos de sillas tapizadas de rojo
con borde dorado enfiladas enfrente al monumento y decidí que para el caso la
poca nitidez de las fotos del celular estaba más que justificada. En eso
estaba, buscando un ángulo apropiado, cuando un veterano se me acercó.
_ Perdoná que me meta, pero
¿querés que te diga cuál es el mejor ángulo para tomar el Palacio Salvo y que
te salga entero y recortado contra el cielo, precioso?
_ Eeeh… te agradezco, pero en
verdad le estaba sacando una foto a las sillas rojas…
_ ¡Ah! ¿Sos de acá? ¡No dije
nada, entonces!
_Pero igual, decinos_ pregunté_ ¿Cuál es para vos el mejor ángulo?
Y me lo dijo.
_ Ahora que, si alguien saca la foto con usted adelante ¡le queda de tapa de revista!
Divino el viejo. Me gustaría que
se casara con la diosa de la perrita y que me propusieran ser la madrina de su
boda. En el Salvo. Con sillas rojas. De Bavastro.
3
Restaurante vegetariano Bamboo.
La gente llega, ocupa una mesa dejando alguna pertenencia, se sirve, paga la
comida y la degusta.
Yo dejo una mochila y mi
carpeta.
El veterano de la mesa de al lado
dejó el diario, los lentes y los dientes postizos, cuidadosamente protegidos en
un vaso de agua.
Y se fue a buscar su comida.
4
Balance de mi relación con el
nuevo celular, hoy:
Llamadas que él hizo sin mi
permiso: dos. Una a un Ente Autónomo y otra a un amigo que iba caminando a mi lado
cuando de la nada le sonó el teléfono y para mutua sorpresa resulta que la
persona que lo llamaba era yo.
Mensajes de whatsapp que mandó
por su cuenta: uno, a un tal Chule. “S.dpjtwtwgpp.ap”,
le dijo mi celular al Chule. Que además me había mandado un mensaje de número
equivocado, o sea que respiro tranquila y me doy cuenta de que no todo es mi
culpa en el complejo planeta Samsung.
Balance de mi relación conmigo misma, hoy:
Algo me dice que ya es tiempo de ir armando el refugio canino, de pensar recomendaciones para entablar charla con posibles turistas ocasionales y de preparar el vasito con agua para los dientes, por si acaso.
Solo por si acaso.