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viernes, 2 de septiembre de 2016

Setiembre 2016





_ Profe, ¿vas a la marcha hoy?
_ No sé... Supongo que sí. 
_ ¿Con quién vas?
_ Voy sola, pero me encuentro ahí con mis amigos.
_ ¡Tenés amigos, a tu edad!!! 
_ ¿...?
_ Mi vieja es como vos, pero no tiene amigos. Solo mi padre.
Existencias diversas. 
Si me das a elegir... Me quedo conmigo. 
Y con mis amigos. 

Que nunca falten.





¡Qué mañanita, Teté!
Parte 1: la clase.
Mi viernes arranca siempre con el quinto Artístico 2, un grupo muy cálido, de unos treinta estudiantes, aunque cuando entré hoy había solo seis. Uno de ellos era un muchacho barbudo de voz conocida, que a los pocos segundos encajó en mis recuerdos con un flaquito de lo más querible, alumno de uno de los grupos de tercero del liceo 30 que más recuerdo, allá por 2011. Es el novio de una de mis artísticas actuales, y hoy vino a compartir la clase con nosotros, trabajó, participó y todo. 
Como nunca llegaron a ser muchos (en lo que creo que colaboró el escrito de Matemática que tenían más tarde) decidí plantear un trabajo creativo, tomando como punto de partida el tema de la violencia en cualquier ámbito y las posibles formas de desactivarla o aminorar sus consecuencias. Les leí la crónica que publicó hace unos días otro ex alumno, Sebastian, que les gustó a todos, y de inmediato arrancaron a hacer dibujos, cuentos y reflexiones, solos o en grupo. 
A la vuelta del recreo, mientras retomaban la actividad, algo raro empezó a crecer en un costado de la clase. Dos chicas se pusieron a discutir por ocupar el mismo asiento, y la cosa fue subiendo de tono. Al parecer la de pelo violeta quiso invadir el lugar de la otra, y si bien no había insultos el tono era cada vez más heavy, hasta que medio me preocupé, les pregunté en voz baja si estaban actuando y ambas largaron la carcajada. Sí, era una representación, y muy bien hecha. Teatro invisible. 
Cuando entregaron vimos los dibujos, leímos los cuentos y reflexiones y todo fue aplaudido y disfrutado.
Para entonces tres chicas me avisaron que se iban a retirar, y lo hicieron llevando una enorme bandera con el logo del gremio estudiantil... 
La mañana iba a seguir movidita, por lo visto.

Y ahí tocó el timbre.

Parte 2: el acto.
Liceo centenario, hermoso y fermental, el IAVA había sido elegido hoy como sede para el lanzamiento del fin de semana del patrimonio basado en la educación. 
Cuando terminé con el primer grupo decidí instalarme en el patio y no darle clase al segundo (al menos mientras durara la ceremonia), porque leer Macbeth con discursos y coros de fondo no estaba dando. Y ahí me quedé hasta casi el mediodía. 
La cosa arrancó alrededor de las diez y media. Hubo un video, que no miré, y cantó el coro de niños del SODRE, todos de remerita o camisa blanca con este frío tan poco primaveral, pobres. A continuación tomó la palabra una maestra jubilada, y no la largó más. La buena señora habló, habló, habló y siguió hablando, mientras yo me dedicaba a observar el panorama del patio.
Banderas, niños de blanco, cámaras y gente por todos lados. El patio lleno de sillas. En las primeras filas, la plana mayor de MEC y CES, Periodistas. Profesores. Adscriptos. Y al fondo, bajo la galería, los gurises del gremio, con pancartas, tambores, cascos amarillos y bocas tapadas. Impresionante. Esa fue LA imagen de la mañana. 
Cuando por alguna razón del destino la buena señora que hablaba dejó de hacerlo, tomó la palabra el delegado estudiantil. Un flaco, rubiecito, que no es alumno mío. Confieso que me preocupó que hablara en el acto, en medio de la protesta de sus compañeros, pero el chiquilín estaba muy bien votado: hizo un discurso de cinco minutos que fue aplaudido fervientemente por todos, todos. Chapeau. 
El acto siguió un poquito más, y al final los gurises esperaron la salida da de las autoridades cantando " sal de ahí, chivita , chivita...". 
Y me vine a Florida, como todos los viernes.

Si me dan las fuerzas nos vemos en la marcha, pero no prometo nada. Esta mañanita tan fuera de lo común me ha dejados agotada, y además no tuve tiempo de comprarme un almuerzo y muero de hambre. Por suerte estamos entrando en Florida. Ta luego.

Parte 3: visita del consejero Silva al CERP... esto no terminaaaa!





El 103 viene lleno a más no poder esta mañana. Yo subí casi última en mi parada, porque me distraje dejando encima del contenedor la bolsita con una pascualina que compré ayer en una panadería de Bulevar. Es una cosa delicada la pascualina: por más fresca que esté, si a una no le gusta, no le gusta, aunque tal vez estaba rica para otras personas (los que la hicieron, por ejemplo).
(Pequeño paréntesis: el contenedor de frente a casa no está mås, el más cercano queda a cuadra y media para la izquierda, y como es desviarme hasta ahí o caminar más de dos cuadras hasta encontrar el de Camino Maldonado, hace un par de días que tengo una bolsa de basura en modo espera al lado de la puerta -adentro-, sigo aguardando que me devuelvan el contenedor o que renuncie Bonomi).
Decía que el 103 viene a pleno, pero en medio de apretuje la guarda trata a todo el mundo con extrema amablidad, un muchacho me dejó el asiento (-diosss... ya se nota que llegué a los cuarenta, parece-), no hay radio encendida ni cantor desafinado, muchas personas vienen charlando y se percibe una atmósfera amable y primaveral.
Me pregunto si será que es viernes, que hay sol o que mañana arranca un nuevo mes. O tal vez es que somos de verdad buena gente, pese a lo que dicen los informativos. 

No sé.






Nueve y media de la mañana, sala de espera del ginecólogo al que voy por un examen de rutina. Hay varias sillas, porque es la zona correspondiente a seis consultorios. 
Un joven delgado con evidente pinta de padre aguarda en silencio en el asiento de enfrente. 
Detrás de mí, en un mostrador, una morocha de ojos claros estaba atendiendo consultas sobre el cuidado de la vista o algo similar. Un hombre interrumpe cuando intenta explicarle algo a alguna veterana. No los veo, pero los escucho. 
_ Perdón, te puedo hacer una pregunta?
_ Sí, como no, señor. Si espera que atienda a la señora...
_ Es solo una cosita, ¿cómo se hace para...?- y planteó una duda, que no registré. La chica vio que iba a seguir insistiendo, le solucionó la inquietud y él se fue, pero volvió sobre sus pasos solo para agregar:
_ Te felicito por los ojos hermosos que tenés. 
Y se fue. 
Baboso. 
Sigo mirando a mi alrededor. 
Un padre cuarentón y de muy buen ver juega con un niño adorable y con su gato de peluche. 
Una pareja: ella a punto de parir, a juzgar por la panza, él, jugando cositas ruidosas en el celular: "dobla a la derecha..."
Una madre joven enamorada de una criatura risueña que la mira con ojos embelesados. 
Se abre el consultorio que me toca, y asoma un doctor petiso, de unos 25 años. Esto me pasa por pedir hora con cualquiera, pienso; me tocó con un péndex recién recibido. Espero que al menos haya sido medalla de oro de su generación. 
Llega la mujer del flaquito que aguarda pero no viene sola, sino con un bebé en brazos, una nena de tres años y dos colitas y otro hombre, de barba, en este caso. La mujer es caribeña, usa unos tacos finitos y altísimos, y tiene un gran tatuaje de escorpión en el empeine del pie derecho. Ha tenido un bebé hace poco pero se no le sobra un gramo de grasa: flaca, flaca, flaca. Es un encuentro de padres y niños, parece. Se saludan cortésmente, ella le da la nena y se va con el bebé y el barbudo, a la vez que el flaquito que aguardaba sale feliz con su hija aúpa, que va contándole chocha de la vida cómo el médico la ayudó a curar a Cachumba, la muñeca de trapo negra que lleva en los brazos. 
Es casi mi turno. Miro la orden: señora Isolda Rodríguez. Oh oh. Me acaban de confundir con algún vejestorio, pienso, y voy a reclamar a la recepción. Pero no era un vejestorio, sino una señora embarazada, según me dijo el ginecólogo cuando lo comenté al ser atendida dos minutos después. Al final era un médico de mi edad; se ve que el péndex era solo un asistente.
Diez minutos y 1525 pesos más tarde abandoné la clínica, y aquí estoy, yendo a Florida para hacer mil horas de departamento y ninguna de clases, porque mis estudiantes se vienen hoy a Montevideo a entrevistar a Circe Maia. 
Feliz jueves gris e indeciso. 
Jueves de lecturas interminables pero gozosas. 

Que nunca falten.





El ómnibus sale diez metros de su ruta habitual y mi cerebro concluye: accidente. Patrullero detenido con las luces encendidas: robo a un comercio. Siento un estruendo de guerra a la medianoche: debe ser aniversario de Peñarol. Se me acerca un estudiante con cara de circunstancia un día de escrito: viene pedido de cambio de fecha. Sendic va a confirmar su licenciatura: 10 a 1 a que no lleva el título. 
Esta vida se me está volviendo un tanto predecible. 

¿Será la famosa "madurez"?





103 repleto de las nueve de la mañana. Voy parada frente a un padre y su hijo de unos 7 años, en los asientos del fondo.
_¿Y, papå?- pregunta el niño a la altura de la Curva.
_ Falta poco- reponde el señor. 
Pan de Azúcar:
_ ¿Ahora?
_ Falta poco. 
Comercio:
_ ¿Cuándo bajamos, papå?
_ Falta poco. 
Propios:
_ ¿Qué es poco?
_ Falta poco. Después del hospital.
Hospital Militar:
_ ¿Falta mucho?
_ No.Falta poco.
Sigo mi viaje parada junto a ellos, pensando que el viejo nos engaña a ambos, un poco quizá como yo misma me autoengaño al arrancar el trabajo cada jornada.
"Falta poco". 

Ja.






Sábado de viento helado, de buzos de lana, de estufa a leña, de andar encapuchado y con las manos en los bolsillos. 
Lunes de cerrar las cortinas de la CITA para que no entre el sol, de prender el aire acondicionado en frío, de ver palomas bañándose en charcos de agua y personas tapadas para no broncearse de golpe. 
Uruguay, país de contrastes. 

Por las dudas dejemos los guantes y las bufandas a mano. Nunca se sabe lo que puede deparar el mañana.





Mi número de la suerte es 808, y debo emprender nuevos proyectos. La radio lo dice, es "con mucho gustooo... el horóscopo del aire tropicaaal".
Pero el locutor da un número diferente para cada signo... ¿Cómo funciona esta lógica?

Los dejo, debo concentrarme en el programa, que está haciendo preguntas complejas, como cuál es la capital de Perú, y nos saluda desde "las postrimerías del mes de setiembre". Opa.




Es un sentimiento que me llega al alma; ella me sonríe y yo pierdo la calma.
¿Como pude amarla así?... Y ahora la odio tanto...
¡Aquí te esperooooo...!!
El lunes arranca un tanto ciclotímico en la radio del 103, o seré yo, que vuelvo al ruedo después de mis dos días de mini vacaciones. 
"Será mejor que la olvides, corazón"; me grita ahora un señor que cree cantar, con fondo de maracas y un tecladito mononota. 
¿Cómo olvidarla? ¡Si es en lo único que pienso! Cuenta regresiva... 
Arrancamos la semana 5. 

Queda poco.





Misterios de Arbolito

Un vez, en la adolescencia, mi novio y yo salimos de casa como a la medianoche y en la calle totalmente desierta y silenciosa no había ni rastros del BMW 2002 que él quería más que a nada en el mundo (incluyéndome). 
Otro día fue mi viejo el que enfrentó el vacío, pero esa vez no había desaparecido su auto (un LADA bordó durazo para manejar y además bastante viejo), sino el trapo con que lo cubría por las noches, una porquería hecha de retazos sobrantes del taller, que nunca entendimos para qué alguien podía querer. 
Hoy fue el contenedor. Salí con mi bolsa de basura, me paré en la esquina y miré. Ni rastro de contenedor en dos cuadras a la redonda. Nada. Ni uno. 
¡Go back my contenedor!
O que renuncie Bonomi. 

Lo que sea más fácil.





Todo sucedió en un segundo. Estiro la mano para parar un 109 en 18 y Eduardo Acevedo cuando se superponen el grito de una mujer, movimientos de varias personas en auxilio de un hombre caído en la vereda, frenadas desesperadas de un ómnibus y varios autos y la imagen de un adolescente que vuela en el aire y le pega una patada a alguien que no llegué a ver pero que escapó en medio del tránsito espeso del mediodía . Un robo más en la ciudad de Montevideo; aquí no ha pasado nada, señoras y señores. El caído se levantó en seguida, las personas empezaron con las consabidas frases de consuelo y aestoshayquematarlosdesdechicosaversiaprenden, como siempre, y yo me quedo con la imagen del adolescente que al menos trató de hacer algo. Medio violento, es verdad, pero fue lo que le salió sin pensarlo. 
Así está el mundo, amigos. 
Terminaría con que me quiero ir a vivir a Barga, pero ahí también hay ladrones, porque uno de esos días vimos un auto junto al nuestro que amaneció con el vidrio de atrás hecho pedazos.
En todos lados se cuecen habas, decían los viejos. 
Feliz primavera.
Sin miedos pero sin dormirse. 

Así está el mundo.






Soy una oyente cautiva de un informativo radial. Escucho reclames horrendos, opinones que no me aportan, noticias que no son tales y (lo peor) lectura de comentarios de oyentes que oscilan entre lo insulso, lo tonto y lo venenoso. 
¿Cuánto tiempo de vida le queda la radio y la TV si no evolucionan? Me siento en la década del ochenta., y no solo por mi peinado. Y no, no uso auriculares. Por ahora. 
Feliz 21 de stiembre gris, húmedo y fresquto. 
No se crean lo de los tres meses de primavera. Es una leyenda urbana.

Y sigo oyendo el informativo, que me cuenta como idea bomba la posibilidad de una materia de lenguaje audiovisual que existe desde hace años. En fin.






Manual de consumo de la tableta de chocolate Águila que acaba usted de comprar en un comercio frente a la parada del ómnibus:

Paso1: Guarde la tableta en el bolsillo de la mochila y dígase mentalmente "mejor la guardo para después, con un cafecito". 
Paso 2:abra uno de los extremos, corte un pedazo de unos 2 cm aproximadamente y consuma con deleite.
Paso 3: vuelva a guardar la tableta, cierre el bolsillo de la mochila y mire distraídamente por la ventanilla durante dos o tres segundos, que le parecerán eternos. 
Repítase la operación hasta que el paso 2 se le vea imposibilitado de realizar por razones de ausencia de chocolate. Tire el envoltorio y póngase a escribir en el celular, para olvidar. 

Buena suerte.






Ayer de noche se me dio por buscar el significado de la carta que había visto en mi camino, cosa que nunca hago, y era de lo más nefasto. Siempre me pasa lo mismo con estas cosas: cuando se me da por preguntar lo que sale es por lo menos negativo. Tal vez por eso no investigo mucho, no sé, y ya me da un poco de miedo. 

Hoy veo que en "un día como hoy" además de una foto del cadáver de un paraguas que me conmovió, además de un comentario sobre un recital de Buitres y además de unas cuantas cosas habituales, hace 4 años (justo) había colgado la misma carta. Por aquello de las regularidades y los ciclos, digo. En fin.






Eran dos muchachos que andarían por los veinte años. Simpáticos, ambos cargados con enormes mochilas, detalle nada común en los cantores de bus. Hicieron una improvisación con palabras que les dimos los pocos pasajeros de las tres de la tarde en el 526, acompañados por una base musical que sonaba fuerte, pero sin llegar a ser molesta. Después de ser aplaudidos y antes de bajarse uno de ellos nos hizo el Top Tres de las palabras más difíciles que les habían dicho hasta ahora: australopitecus, supercalifragilísticoespialidoso y esternocleidomastoideo. 
_ Con esa última debo confesarlo... No pude- reconoció antes de saludarnos de nuevo y descender del bus. 
A la parada siguiente subió otro veinteañero, quien también instaló una pista musical, pero no para incursionar en el "Free Style" que los hiphoperos nos habían explicado, no. Este encaró con una preciosa flauta una composición de Johan Sebastian Bach, que fue debidamente presentada a todo el pasaje capitalino y sonó como los dioses.
Qué querés que te diga... 
Esto no es el 103. 
Viajo en el 526 y me agarra como un status, visssste, Mecha. Esto es otra cosa. 

Que nunca nos falten Bach, los omnibuses para gente como una y las palabras de cuatro sílabas, por lo menos. Por lo menos.





Paso por el costado de Tres Cruces, donde ya se está armando una feria llena de mesas y carpas multicolores. "San Pancracio", pienso con tono de experta, al mismo tiempo que escucho que el chofer le dice a alguien: 
_ Hoy es 19. San Expedito. 
Ufa.
No importa qué tan montevideana y ex feriante sea una: al final siempre llegamos a que solo sé que no sé nada. 
Maldito Sócrates.

(Viene bravo el lunes. Menos mal que tengo café en la mochila. Ampliaremos.)





Es rara la ciudad cuando es de día y aún no despierta. Veredas vacías, cielos grises, árboles respirando inmóviles, omnibuses que se desplazan entre bostezos, radios con noticias a medio volumen, pasajeros silenciosos. No suben vendedores. Los comercios de la Unión tienen cerradas sus sucias cortinas, y los bares permanecen a media luz, como a la espera. 
Es rara la ciudad cuando es de día y aún no tiene habitantes, y me gusta esta cosa de cemento llena de papeles, marquesinas decadentes y personas quejosas,qué le voy a hacer. Vivo pensando en otros universos, pero sé que este es mi lugar.
"Conservate en el rincón/ en que empezó tu esistencia/ vaca que cambia 'e querencia/ se atrasa en la parición". Maldito José Hernández. Me estaba tratando de vaca y yo sin darme cuenta. 
Sigo mi viaje hacia otros rincones, que no son el mío pero se dejan prestar. 

Y que nunca falten.





Tarde de domingo en Arbolito
16.20: "Me voy a sentar un ratito en el patio para que el pelo se seque más rápido al sol."
16.25: "Mmmh... esos ladrillos de la pared contra el piso tienen una capa de musgo; eso debe favorecer la humedad. Lo voy a sacar con un cuchillo viejo".
16.30: "Qué genia que soy; sale re fácil".
16.32: "¡Una araña, una araña, una araña!"
16.46: "La muy viva se refugió en el rinconcito exterior del marco de la puerta. Si cierro la aplasto, pero no la quiero matar, y ni loca la toreo para que se vaya de ahí".

16.48: "Listo; solucionado el problema: no cierro nunca más la puerta de la cocina. Espero que nadie se dé cuenta".
17.13: "En la milésima mirada de lejos al rinconcito descubro que la criatura ya no está. Mi casa vuelve a estar segura. No vuelvo a explorar la Zona Musgo hasta 2019, por lo menos."







Él tendría unos cinco años, y ella un par más. Eran primos, y compartían el mismo asiento en el 306 repleto del mediodía. 
_¡Vamos a jugar a ver casas!- propuso la nena. 
Él, a la cuadra:
_ ¡Ya vi como diez!
_ Ah...Yo no estaba jugando. 
_ Pero vos dijiste...
_ Sí, pero no estaba jugando. 
_ Vamos a jugar a otra cosa.
_ Bueno ¡Ya sé! Juguemos al Rey del Silencio: el primero que habla pierde. 
_¿Eh?
_ Perdiste. 
_ ¡No se puede jugar contigo!
_ Perdiste otra vez.
Y ahí me bajé. 
Pobre piojo. Yo también habría perdido con la malvada Reina del Silencio, y con cualquiera que me viniera con eso de que "me gusta cuando callas".
Vivan las palabras.

Que nunca nos falten.





Pasan los meses, pasan los años, y el Intercambiador Belloni sigue en veremos. 
Hoy la parada que está al frente era un pequeño Shopping del ambulantismo. Un veinteañero voluminoso como el que más, con unos pocos paquetes de pastillas en la mano. Un veterano con bolso negro lleno de chocolates símil chocolates. Dos flacos treintañeros de muy buen ver tocando la guitarra. Mi preferido: un señor canoso surcado de arrugas pero quizá no tan viejo, con una prolija tabla llena de dulzuras tradicionales y multicolores: carmelos de miel, de anís, de dulce de leche, entre otras calóricas tentaciones. 
Distraída en esa contemplación estaba cuando escuché una voz familiar que hacía como dos años no llegaba a mis oídos... ¡El Morocho rapero vive y lucha! O al menos eso creo, porque en una pestañeada lo perdí de vista, y ahora no sé si es él que volvió al ruedo o si fue una alucinación de mis sentidos para recordarme que no todo son guitarras y golosinas en el transporte público capitalino, y que el Morocho Rapero puede ser tan eterno como el espacio y el tiempo. 

O como el Intercambiador Belloni.





Dudas varias:
¿Cómo se le dice a una persona que guarda el boleto de la ida y tira en la papelera del cerp el que va (o iba) a usar a la vuelta? 
¿Qué nombre recibe la obsesión por conocer lugares nuevos que la lleva a una a internarse por los más recónditos rincones de Florida, sin saber en cuáles hay perros bravos o veredas desparejas? 
Y por ultimo (pero no menos importante): ¿qué diablos hace Alessandro Gassman viajando en la CITA de las 18.30, camuflado de jogging y championes y con una bolsita blanca de nylon en la mano, como si fuera simplemente un hombre común que retorna a su hogar tras una larga jornada de trabajo?
Estoy arrancando una semana sin clases en Florida con solo dos días de ídem en el IAVA. Si no nos volvemos a ver es que me escapé con Alessandro; sepan disculpar, y cuiden a Roldana y Tania hasta que vuelva, ta?

Muchas gracias.





"Quien quiera nacer tiene que destruir un mundo", decía una novela de Hesse (Demian, supongo, aunque no podría asegurarlo), y recuerdo que la idea me impresionó profundamente cuando la leí en plena adolescencia, en esas tardes en que el liceo no nos tapaba a deberes y todos podíamos disponer de horas y horas libres para invertir a nuestro antojo.
El tiempo ha pasado. Han venido las canas, se han ido las tardes libres (de marzo a octubre, por lo menos) y uno se supone que debe haber ido elaborando algunas -pocas- sapiencias, de esas que los que nos juzgan suelen llamar "signos de madurez". Y cambiamos. Todos cambiamos. 
Ya no pienso como a los 16 años que quien quiera nacer debe destruir un mundo, no porque viva en el mejor de los mundos posibles sino porque he descubierto que vivo en el único mundo posible: el mío. Que no es igual al de nadie, que parece coexistir con esos otros millones de universos de los que hablan las gentes, pero que no se superpone. Nunca se superpone del todo. Mi mundo no es ni más ni menos auténtico o verdadero que el de cualquiera, solo que es el mío. Nadie ve la realidad a través de los ojos de otro, y si los dejamos decirnos cómo es la vida es solo por pereza y por un ratito, nunca por mucho tiempo. 
Por eso no me gasto en intentar convencer a otros. Dialogar sí, a veces, según con quién. Pretender unanimidad, imposible, y además poco constructivo. 
Un viejo profesor (que además era un mago, y no solo metafóricamente) me dijo una vez que el mejor consejo que podía darme era que escapara de las salas de profesores, y creo que tenía razón, lo que explica por qué muchas veces huyo, aunque el cuerpo permanezca. Es demasiado valioso nuestro tiempo en esta vida como para desperdiciarlo con charlas insustanciales o quejas inútiles, sea en el ambiente que sea: sala de profesores, reuniones familiares, redes sociales, discusiones de ómnibus o de supermercado, charlas de vereda. 
Guarda e passa. 
Investigar, crecer, revolucionar, mejorar, luchar, defender, sí. Intercambiar palabras por el puro deporte de describir cómo creemos que es el mundo, no. 
Paso, gracias. 

Recién tiré.





Yo no me acordaba del nombre de la banda, pero no fue inconveniente; ella lo buscó pacientemente en su computadora hasta dar con él. Cuando prendí el celular para confirmar la fecha en un mensaje de wsp no me dijo que lo apagara, y al constatar que mis abis alcanzarían apenas para un café con leche ni se hizo problema ni me dijo nada, solo me pasó los suyos y me hizo ahorrar 250$. 
Que nunca falten las personas solidarias. Y tranquilas. Y sin prisas. 

Que nunca falten las personas, en fin.





Se desplaza a una velocidad promedio de 5 km/h, no produce precipitaciones excepto cuando estornuda, y graniza únicamente si le da por tirar cosas de la mesa, especialmente objetos pequeños que después demoro meses en volver a encontrar. Su peligrosidad se intensifica en horas matutinas, cuando juega a meterse entre mis pies. La actividad eléctrica es mínima, aunque un par de veces me dio como una descarga extraña al tocarla, y en vez de truenos emite unos sonidos de igual intensidad pero agudos. 
En Arbolito no es necesario consultar una página para saber que vivimos en alerta amarilla.

Por suerte.





Martes 13:
14.35: lluvia torrencial, viento huracanado, vamos a morir, vamos a morir!!
14.40: tarde soleada y viento suave en la Curva de Maroñas.

14.45: todo puede suceder.




Bajo las escaleras del IAVA y un muchacho me alcanza un volante de clases particulares. Sigo mi camino flotando hasta 18, aunque no sé si es por el ego inflado o por la alerta naranja





La zona de los accesos a Montevideo es una imagen difícil de digerir, que tienta a zambullirse en un libro y no pensar demasiado hasta que la CITA sale al campo abierto y el aire puro de la ruta. Paredes grises, casas precarias, hacinamiento y miseria hasta donde la vista alcanza dejan en el alma del observador una pátina de culpa y vergüenza que dura un ratito, hasta que el paisaje lo limpia un poco por dentro y se vuelve a reiniciar en el olvido. 
En medio de la desolación hoy, sin embargo, un grupo de unos diez hombres y mujeres estaban comiendo algo, charlando y riendo sobre el pastito de la vereda, seguramente en su media hora del almuerzo, todos vestidos de uniformes anaranjados. Sentados casi en ronda se mataban de risa por algo, sin percibir la grisura del entorno, la proximidad de la lluvia ni (mucho menos) la mancha amarilla con letras rojas que cruzó veloz por la carretera. 
Dejeneur sur l'herbe, versión ruta 5. O tal vez ruta 3, no estoy segura. 

Que nunca falten las manchas de color entre los grises, los descansos en el trabajo y las risas compartidas.





"Ella es gordita, piernuda, no le va muy bien en gimnasia, pero lo que le sale bien es la carretilla... ¡Si la vieras!", le cuenta una madre a otra en el 103, y de pronto me veo en el patio de la Escuela 55 de Jardines del Hipódromo, en la clase de la señorita Zulma. Nunca fui gordita ni piernuda, lo cual parece no haber bastado para destacar en los deportes. El paro de manos nunca me salió. Correr, más o menos. En el Manchado solía esquivar bien aunque no eliminaba rivales. Pero la carretilla y las carreras de la especialidad eran mi fuerte. Teníamos clase una hora, una o dos veces por semana, en el patio de polvo de ladrillo y piedritas lleno de envoltorios de los Chocolondos y de chicles Ploc! que vendía la vieja Eudosia en una covacha que hacía las veces de cantina. Vieja neurótica, malhumorada y gritona, la Eudosia. Al fondo, pasando el campito, vivía otra vieja, de la que lo único que me acuerdo es que una tarde los 600 niños de la 55 empezamos a decir que era una bruja y unos cuantos le apedrearon la casa. 
Mirá qué interesante, todo lo que te puede despertar una sola palabra oída por casualidad en el primer bus de la mañana. 
A propósito, acabo de pasar el túnel; es tiempo de ir bajando. 

Feliz lunes de sol o de tormenta. Nunca se sabe.





Él es voluminoso, cabezón y pelado. Debe andar por los cuarenta y algo. Cuando reparo en su existencia es porque viene sentado delante de mí en el 405 y se entretiene en mostrarle una tras otra diferentes fotos de una moto al péndex rubiecito que va al lado y las contempla con una especie de atención flotante entre el vehículo y las notificaciones de su wsp. Debe ser su hijo, pienso, debe ser un buen pibe, que viaja un poco atomizado por el viejo pero atento a su obsesión motoquera. En eso veo que el pelado entra a mostrarle fotos de minas voluptuosas en bikini. Padre separado, clavado, y a lo que se ve un poco inexperto con el manejo del teléfono. 
_ Mirá, te la amplío y... ¡Uy, la eliminé sin querer! Igual no te preocupes que esa foto la podés encontrar en internet.
En eso el pibe dice de golpe "chau" y se baja sin mirarlo. Se ve que el cuarentón no era el viejo, después de todo, sino un baboso y denso compañero de asiento ocasional.
Moraleja: ojo con quien te sientas.
Hay mucha gente sola en este mundo. 

¡Tan sola!





Domingo de tarde en el 103. 5 adultos y 7 niños en los primeros 5 asientos. Una canción melódica internacional medio inescuchable desde el asiento del chofer y un regetón ídem en el fondo. El guarda discute con el chofer sobre si bajó o no bajó alguien por la puerta del fondo, mientras vamos a los frenazos, un bebé se desgañita llorando en el medio del coche y una señora habla (casi grita) en portugués por el celular.
Domingo de tarde en el 103. 

Como la vida misma.





"Su antivirus está obsoleto":
Ups.
Se ve que el señor Avast se cansó de enviarme mensajes discretos, del tipo de "Hace x días que no actualiza su antivirus" y ha decidido emplear un lenguaje más directo.
Obsoleta tu abuela. 
Y sí, ya reinicio "el ordenador", ganaste. 

Como siempre.





Duda existencial. 
Desde que esta cosa decidió mostrarme cada mañana mis "recuerdos de un día como hoy" he empezado a percibir algo que no termino de definir si es o no inquietante: me repito con una regularidad casi matemática. 
Cuelgo fotos muy similares, constato hechos parecidos o registro pensamientos que van en la misma línea, con uno o dos días de diferencia. No digo cosas obvias, como que en setiembre arranco a hacer cuentas regresivas o a constatar el calorcito de la primavera, ni me refiero a lo permanente, como una queja por un cantor de bus desafinado, no. Digo que a través de esta mirada para atrás (en este caso, hasta 2012, ahí nomás) empiezo a entrever un trazado de líneas que parecen alejarse pero terminan volviendo y pasando otra vez frente a mis ojos, como una especie de mandala sin precisión geométrica, pero visible. Coinciden mis días felices y coinciden los problemáticos, mis tiempos libres y mis estreses, coinciden los días en que escribo y atomizo respecto de absolutamente todo y también los otros, los días de silencio, en que las palabras dolerían demasiado y prefiero dejarlas adentro para que se sanen en reposo. 

¿Soy la única a la que le pasa?





Memo personal para guardar, pegar en la puerta de la heladera y repetir 3 veces antes de salir cada mañana de mi casa: Debo sacar SIEMPRE boleto de una hora. Siempre. Por si me veo envuelta en una nube desagradable multisensorial como la de hoy, apretujada, oyendo a Ariel Pérez por la radio del chofer y mareada (es un decir, más bien sería asqueada) por el mal aliento del veterano que viene a mi izquierda. Cosa jodida el mal aliento. El señor parece limpio, pero igual: el que lo tiene no lo percibe. Si me pasa, quiero saber. No, no por acá!!! Por mensaje, plis. 
Sigo mi viaje, donde al menos la vista no tiene de qué quejarse. Algo es algo. 
Siempre una hora, no lo olviden. Ariel Pérez acaba de poner "bien bien buena, tú te ves bien buena", ay, diossss.

Y feliz viernes.





Tantos años sobre la tierra y aún tan crédula; parece mentira. La primera tarde de sol y aire caliente y ya retirás el calientacamas y cambiás la alfombra peluda bajo la mesa por una livianita y veraniega hecha de esterilla, como si a partir de ahora todo fuera aprontar el pareo, el bronceador y las ojotas. Parece mentira. 
¡Pero da una alegría!
Siendo las 17 horas del día 10 de setiembre de 2016 se da por bienvenida la primavera en Arbolito. 

Y que sea lo que sea.





En el viejo viejo viejo liceo 30, el de media cuadra antes del túnel, la entrada del turno se hacía pasando de a uno frente a las dos adscriptas, Ana María (la joven, digamos) y Griselda (la vete, pintarrajeada y siempre a punto de desarmarse de tantos tacos y caravanas enormes). Era plena dictadura, y además de la obligación general de la insignia y el uniforme perfecto, las chicas no podíamos ir maquilladas, ni siquiera con las uñas pintadas. 
Con respecto al pelo las normas se ve que no eran tan estrictas. Mis compañeras iban pasando con sus hermosos cabellos lacios, Laura, Mariela, Marina, todas entraban sin problemas, pero a mí siempre me decían lo mismo:
_ Rodríguez, átese el pelo. 
_ P... p... pero...
_ Rodríguez, ya le dije que se atara el pelo o no puede entrar a clase. 
Y Rodríguez, que se había pasado la noche con el torniquete para ver si aplacaba el efecto Mafalda (ya que por entonces nadie le había dicho que tenía rulos), se lo ataba como podía, aunque por dentro pasaba media mañana insultando a la veterana y pensando que así el chico de tercero que le gustaba nunca le iba a dar corte. 
Se ve que los pelos alborotados para ciertos regímenes represores no se asocian a la obediencia debida, y deben aplacarse a como dé lugar. O, como me dijo una compañera el año pasado, sin ir más lejos: "tenés que sacarte los rulos. El rulo no da distinguido". En fin. 
Todo esto me vino a la memoria al leer esta nota. 

Aplausos para la sudafricana de nombre complicado; que nunca falten las rebeldes, aunque sea en temas aparentemente intrascendentes.

http://www.montevideo.com.uy/contenido/Estudiante-sudafricana-se-rebela-contra-el-lacio-obligatorio-319771





El coche 2 de las 19.30 de CITA suele tener una fauna tan estable como variopinta. Está la señora voluminosa que tiene 18 gatos y me cae muy bien, está el veterano canoso de ojos claros que parece ser sumamente culto y etéreo, está mi compañera del CERP que da Inglés, es como yo en todo y por lo tanto me cae bárbaro, está el profesor de tenis, que sube con su ropa deportiva, su raqueta y sus pelos grises un poco desprolijos, está (hoy) mi compañero de asiento, un muchacho medio grandote de unos treinta años que venía jugando algo en el cel, comentando cada movimiento en voz alta y ocupando parte de mi espacio, hasta que salimos a la ruta y me pasé a otro lugar, en el asiento de enfrente. Y está (siempre está) él. Alto, delgado, con voz grave, de barba, de mi edad. Él. Supe saber su nombre, pero me lo olvidé. Él es el motivo por el que no es tan terrible tener que volver de Florida en la CITA de las 19.30, aunque se pase todo el viaje durmiendo y nunca le toque ir sentado conmigo. 
El muchacho de enfrente me mira como con odio por haberlo abandonado, pero no me importa, porque estaba invadiendo mi limitado espacio personal, y además no es él. Si lo fuera podría considerarlo, pero no es. 
La CITA avanza mansamente por la carretera, con su fauna habitual y esporádica, incluyendo a la rubia de rulos que escribe y escribe como si no le importara nada del resto del mundo, aunque no es verdad. No es verdad. 
La séptima semana de la cuenta regresiva continúa su avance inexorable y hay olor a pre pre pre primavera en el ambiente.

Que nunca falte.





Llegar a tu casa y descubrir que alguno de tus vecinos le está dando de comer a un perro (suponés) en TU jardín, en un pote de esos blancos de dulce de leche de 5 kilos, no tiene precio. 

Alguien se está pasando de listo en mi barrio.





Cuando se apagan las luces del pasillo en la CITA comienza la hora de la verdad. La oscuridad de la noche y la aparente privacidad de los dos asientos por pasajero van produciendo una extraña alquimia en las cabezas de los que viajan de Florida a Montevideo. 
El de atrás, por ejemplo, que al principio iba hablando de trabajo, de fábricas, de cómo encarar la vida y los negocios, el mismo que cuando su amigo se bajó en Mendoza se dio el lujo de decirle paternalmente "ojalá nunca cambies esa cabeza y sigas pensando así", ni bien quedó solo y a oscuras llamó a su mujer para hacerle una infantil escena de despecho que empezaba por "no te quedaste hasta que arrancó el ómnibus, te fuiste en seguida".
El de enfrente parecía tranquilo, dado que venía durmiendo lo más pancho, hasta que en cierto momento abrió un ojo y lanzó un sonoro "pero yo no puedo creer, recién vamos por Canelones, la puta madre que lo parió, por diosss!".
El de adelante, por su parte, es un compañero profesor del CERP de pinta muy seria y discreta, si no fuera porque viene cantando algo en un pseudo portugués ridículo hasta lo indecible, con grititos y alaridos bajos dignos de no caer en el olvido. 
Cuando se apagan las luces de la CITA se encienden las señales de alarma de cada loco suelto, pienso, y me pregunto en cuál categoría debería incluirme, aunque por un tema de estabilidad emocional prefiero no contestarme, por ahora, y seguir jugando solitarios y comiendo galletitas de limón y jengibre, de esas que vende Tienda inglesa, oferta especial por la Semana de Gran Bretaña, según dicen.

Que nunca falten.





Complicadita la mañana para el transporte capitalino. 
Venía de lo más tranquila en el CA1 que tomo por tres paradas, del liceo a Tres Cruces. Un músico ambulante (probablemente boliviano) estuvo haciendo un par de temas, con amplificación y todo, que sonaban bien, tranquilos y armoniosos. 
Llegando a Bulevar el músico iba charlando con el chofer sobre el partido de ayer y sobre lo lindo que sería ver un partido con lo que él denominaba El Quinteto Perfecto, a saber: Suárez, Messi, Neymar, Ronaldo y Sánchez, cuando de repente hubo una frenada tan fuerte que varios pasajeros gritaron y yo me fui sobre el asiento de adelante con terrible empuje. Era de las enfrentados, y me pegué ambas rodillas contra el borde. Otra mujer se golpeó la mano, todos quedamos impactados, pero nadie dijo una sola palabra. 
Había cambiado la luz, la camioneta de adelante clavó los frenos, el CA1 se ve que hizo lo mismo y le quedó literalmente a dos centímetros. Pufff... Zafamos. Apenas. 
Mi CITA acaba de arrancar; va despacio, por ahora, y espero que no cambie, aunque llegue tarde a Florida. 
Ampliaremos .

Espero.





El primer bus de hoy fue un 405 que venía lleno a más no poder, con todas las ventanillas cerradas y empañadas por el frío y la humedad de las siete y media de la mañana. Todo transcurría con relativa calma, hasta que un movimiento confuso tuvo lugar entre la abigarrada masa de humanos y abrigos: una chica de unos veinte años muy prolija y maquillada acababa de desmayarse cuán larga era en el pasillo. Dos señoras trataron ipso facto de reanimarla y la pusieron junto a una ventanilla que abrieron, mientras un par de personas les gritaban que ahí tenían un asiento, que la trajeran, que debía sentarse. 
_¿Está embarazada?- preguntó alguien.
_ No sé, no la conozco- aclaró una de las madres adoptivas de ocasión, al tiempo que la muchacha se les escurría de las manos y volvía a rodar por el piso. 
La escena siguiente tuvo visos de tragicomicidad. El guarda gritaba, el chofer preguntaba qué hacer, todo el mundo aportaba agua, perfume, galletitas y asientos, menos la veterana más cercana a la chica, que se hizo la sota olímpicamente hasta que alguien le exigió el lugar, porque no era cuestión de desplazar mucho a la muchacha, que a todo esto se cayó un par de veces más, hasta que al sentarse dijo que estaba bien, solo que no había desayunado. 
El 405 al fin arrancó, y parece que la joven no volvió a desmayarse, al menos hasta que me bajé en busca de un 110 que me trajo hasta el IAVA, sin desmayos, solo viendo cómo la veterana de adelante ( MUY veterana ) cazaba pokemones a diestra y siniestra. 
Y aquí estoy, usando mi recreo de diez para hacer la crónica del miércoles de mañana. 

Acaba de tocar el timbre. Cuarto 4 me espera. Hasta otra.





La semana pasada hicimos con los de 4º del IAVA un trabajo de creación literaria: tenían describir a uno de los compañeros de clase o a sí mismo, sin dar el nombre, en un texto de entre 10 y 20 renglones, para leer luego al grupo (sin citar autor) y ver si adivinamos de quién se trata. 
Copio el que me gustó más. Ustedes vean por qué será:

“Él es del liceo 35, IAVA. Vive en la Curva de Maroñas. Es un poco vago; cree que se lleva bien con la mayoría de sus compañeros. Le gusta la música y el fútbol (sin olvidar las mujeres). Es muy lindo según las profesoras, aunque él ya lo sabe. Es alto, necesita un corte de pelo y el que pueda ayudar con alguna donación se merece el cielo. No tiene novia y no quiere por un buen tiempo. Por último, él quiere mucho a la profe de Literatura porque es la más linda.”





Hacía pila que no lloraba, pero valió la pena. Ufff.

Me quedó rico el provolone con rúcula y cebolla. Fuerte, la cebolla. Pero rica.





_Buenas tardes! Buenas tarrrrdes! Uno dice buenas tardes y nadie lo saluda. Es una cuestión de educación. Todos andan con caras de María Julia Muñoz. Dan ganas de ponerse a cantar a Manson.
Y se pone a cantar un tema en inglés que él dice que es de Manson, tras lo cual se embarca en un monólogo interminable plagado de chistes malos y pseudo críticas políticas, referencias religiosas, futboleras y de dudosa actualidad. Termina gritándonos algo metalero, pide un aplauso y se baja. Nunca vi tal compendio de mala onda, mala voz y mal humor. Pobre. Espero que tuviera algo encima, así al menos le queda la esperanza de un día poder zafar y mejorar. Pero no parecía. Pobre. 
Me pregunto qué haría Lazarillo de Tormes en Montevideo y en 2016. Tal vez esto. 
¿Y qué haría yo si estuviera en sus zapatos? 
Pero no. 
Mejor no hablar de ciert-tas co-sas. 

El viaje sigue, avanza la tarde del martes y ya no llueve, o al menos eso parece. Eso parece.





Lo mejor de sacar boleto de una hora es que apenas arranca el programa de Álvarez en la radio del chofer vos te podés bajar en la próxima y rezar para que el segundo bondi venga en silencio o con algo fácilmente digerible, al menos. 
Gracias, boleto de una hora, por todo lo que nos das. 

Que nunca faltes.





Estamos en Literatura Uruguaya II empezando a ver “La casa abandonada”, de Levrero, con los hombrecitos de once centímetros de altura que salen de un caño de la pared y se dejan caer a un agujero misterioso en el apolillado piso de madera. Deben hacer un gran esfuerzo para salir del caño ayudándose con sus dos bracitos, quedar colgados, balanceándose y luego sí, soltarse y caer y caer. Actos heroicos en la cotidianeidad, propios del héroe del siglo XX, al estilo de Gregorio Samsa y su odisea de dos carillas para poder levantarse de la cama. Nobleza y esfuerzo sin épica batalla ni enfrentamiento contra ningún poderoso enemigo, excepto los propios pinches tiranos con los que cada uno carga, sabiéndolo o no.
Recién salía de Tres Cruces cuando al asomar la nariz fuera de la terminal advertí que me había dejado el paraguas en la CITA y volví a reclamarlo. 
_ ¿Un paraguas? ¿Cómo era?- preguntó la empleada de la ventanilla, enfrentándome cara a cara con el despiste habitual por el que transcurren mis días, con o sin lluvia. 
_ Eeeh... No sé. Floreadito. Creo. 
_ Floreadito... - repitió ella, y desapareció, para tornar en tres segundos. 
_ No. El limpiador no encontró nada. 
_ ¿No? Qué raro... Pero decile que lo dejé colgando de la piolita de la cortina. 
_ A ver... No, dice que no quedó nada- me confirmó al instante con cara de no preguntes más, no está, comprate otro y la próxima no te lo dejes colgando de la piolita, ¿ta? 
Y me fui, pero al pasar por por la puerta principal (por la que había salido hacía escasos tres minutos) me embarqué en una acción un sí es no es delictiva: saqué de la mochila el pasaje del próximo miércoles y me metí a los andenes apurada, como que me iba de nuevo. Encontré el coche en el que había venido, que estaba embarcando a otras gentes, me dejaron subir y recuperé mi paraguas, alias el floreadito, que estaba colgando de la piola de la cortina, lugar en el cual obviamente no debo dejarlo más porque pasa inadvertido para todo el mundo, incluyéndome.
Salí de la terminal cual Aquiles el de los pies ligeros, a enfrentar la lluvia y el frío de la noche invernal. 
Aplausos para mí. Soy una heroína de la pos pos pos modernidad, con paraguas.

Me amo.






Venía parada casi al lado del chofer, aunque ya llevaba unos 20 minutos de viaje. El 103 iba lleno de una manera desusada para un gris domingo por la tarde. De pronto hubo un reacomodo sorpresivo de las piezas del puzzle, no sé por qué, y en una cuadra me moví tanto hacia el fondo que terminé sentada en el último asiento, junto a la puerta trasera. Fue como uno de esos solitarios que juego en el ipad cuando vuelvo a Montevideo y no quiero dormir, de esos en que una sola carta que sale desencadena la solución total en cinco segundos.
Digo yo: en la vida, así, en general, también hay a veces movimientos inesperados de piezas que cambien los presentes e iluminen todas las salidas? 

Porque yo quiero.





Lo que se hereda no se roba, dicen. 
Mi abuelo materno se pasaba comprando obsesivamente radios y relojes; yo no me resisto a una miel con buena pinta. 

Esta de hoy en la feria está deliciosa. Cero etiqueta, cero dato identificatorio, pero blanca y cristalizada. Irresistible.





Una sale de su casa con ropa de primavera, aunque agosto recién nos dejó hace unos días. 
Una se pone un bucito negro nuevo y un perfume bueno, aún sabiendo que a la cuadra va a tener un round de mimos que la va a dejar llena de pelos y de olor a perro.
Una sale rumbo a la feria aunque la lluvia anunciada para el domingo comienza suavemente a descolgarse. 
Así es una. 
Feliz y desubicada.

Que nunca falten los domingos (ni los encuentros con Isis)





Los dos adolescentes iban sentados detrás de mí. Tendrían 13, 14, eran muy pobres y hablaban en voz audible para todo el pasaje capitalino. El que vendía los chocolates en el 405 estaba también en un estado de pobreza importante, y no tendría muchos años más, acabo de darme cuenta. Les ofreció uno en precio especial, porque ellos dijeron que no tenían plata. Hubo un regateo, y al final se los bajó de 10 a 5 pe, ellos contaron las monedas a ver si les quedaba para el siguiente ómnibus, compraron y el vendedor se fue rapidito, bajando por la puerta delantera del bus. 
_ ¡Bo, se fue de una, mirá si el chocolate estaba vencido, gil! ¡Me muero!
_A ver, fijate.
_ ¿A qué estamos hoy?
_ Yo qué sé, ¿qué voy a saber? No descansés, bo. A 9, creo. 
_ ¡No, yo te digo el mes, gil!
_ Aaah... Es 9 del 3.
_ ¿A ver? Ah, no, este vale hasta el mes seis, me quedan tres meses todavía. 
Y se lo comieron. Espero que el símil chocolate venciera en junio de 2017, pero desconfio. Ellos de todos modos no se quejaron de que estuviera feo; solo comentaron que no tenía casi gusto a chocolate, lo cual en ciertas golosinas no depende de la fecha de vencimiento sino del grado de similitud que su símil tenga con el modelo original a imitar. 
No me puedo sacar la voz de Paco Espínola de la cabeza. 

Qué lástima... qué lástima que la gente sea tan pobre.





Micro perplejidades de sábado:
1. El bebé aúpa de una señora me estaba haciendo ojitos y sonrisas, hasta que saqué el celular. Ahí dejó de mirarme mí y se quedó viendo el aparato, que mantuve apagado, hasta que vino el 111 y me lo tomé.
2. El señor alto y delgado, de mi edad, parece haber tenido mejores épocas, pero se mantiene en apariencia saludable. No entiendo entonces por qué espera un cuarto de hora a que venga el ómnibus, solo para bajarse en la segunda parada, a 4 cuadras de haberlo tomado. 
3.El chofer viene oyendo el partido en la radio: los comerciales son los mismos de cuando yo era chica. Silberrrstein...el nombre de la madera!

Conclusión: la gente cambia, los reclames permanecen. Al menos los del fútbol por la radio.





Titular de El País, hoy:
"SEGÚN EXPERTO
El "burkini" ayuda a evitar el cáncer de piel".
Bien. Es una buena noticia; qué maravilla que existan expertos que nos abran los ojos ante verdades que de otro modo no podríamos sospechar. Gracias, señor experto.
Como contribución a la cultura popular aporto otras teorías que andan circulando por ahí, aunque vaya uno a saber si resisten la prueba de la contrastación empírica:
* Los alfajores triple de Punta Ballena ayudan a evitar el adelgazamiento.
* El invierno en Uruguay es una estación propicia para no sufrir insolaciones.
* Tener gatos como mascota contribuye a despertar temprano en la mañana.
* Viajar en 103 favorece el contacto humano.
* La cercanía de las vacaciones tendría un efecto de disminución del estrés.
* Navegar en redes sociales tal vez limite el tiempo dedicado a otras tareas. 

* Etc.






Y con esta sencilla pero emotiva ceremonia doy por finalizada una semana más de clases. 
Quedan 8. Bah, quedaban, porque hoy me enteré de que por exámenes no habrá clases en CERP la semana del 23 de setiembre. 
Es decir que con esta, repito, sencilla pero emotiva ceremonia, cierro de un plumazo no solo una sino DOS semanas de la cuenta regresiva, y me voy a los saltitos por las veredas floridenses esquivando perros y mirando pájaros que revolotean bajo el tibio sol de setiembre, rumbo a la CITA amarilla y sonriente de las cinco y cuarto. 
Feliz fin de viernes.





Él tiene pinta de ser un buen padre.Carga una gran mochila a la espalda, capaz que se está yendo a trabajar, pero va pendiente del cochecito de bebé prolijamente toldado que empuja.
Comienzo a verlo en Propios, y lo sigo con la mirada hasta que llega a la guardería, en 8 de octubre y Luis A de Herrera, pero no es que mire a lo lejos, es que vamos su ritmo.
Voy en un 103 tortuga , o algo raro pasa hoy en la calle. No avanzamos. Vamos venite minutos de cinco por hora, y para peor el chofer viene oyendo a Álvarez. Me pregunto en qué círculo del infierno he caído, y por qué. A Dante capaz que no le gustó que lo di medio rapidito; debe ser eso. 
103.

Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate.