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domingo, 3 de abril de 2016

Marzo/Abril 2016



"Ticholos.. Gomitas masticables... Pañuelos para sonarse los mocos..."
103 sin eufemismos. 

Le compré cinco ticholos.





Valiente no es aquel que no tiene miedo.

Valiente es el que se anima a hacer los mandados en la Tienda Inglesa del Mdeo Shopping un sábado 30 de abril a la una y media del mediodía.





Leo en un titular: "División en Italia por el proyecto de 'museo' sobre el fascismo", pero no veo ninguno que vaya en contra de los museos de la tortura, de los que vi trojas en la Toscana. Sí, museos de la tortura, por diez euros la entrada usted accede a un recorrido por el maravilloso mundo de las torturas medievales.
Una barbaridad es una barbaridad y no hay que convertirla en objeto de veneración aunque hayan pasado mil años. Que sea objeto de estudio, claro, perfecto, pero de ahí a exponer los horrores del pasado en medio de las tiendas de vino y las de objetos cerámicos, qué querés que te diga, me parece mucho.





Una vez hace años decidí que lo mío no era la docencia, así que me compré ropa de oficina, agarré el diario y me presenté a un montón de entrevistas. Yo tenía veintipoquitos; hacía un par de años que daba clases y esto de correr de un lado para el otro, los turnos tapados de puentes y los grupos de suplencias de cursos siempre empezados por otro –las más de las veces eran licencias con motivo psiquiátrico, o eso al menos decían las causales de su abandono de la labor- no era para mí. 
En esa semana alguien del 3º4 del liceo 14, que era el más fatal de todos, me preguntó si yo iba a estar con ellos el año siguiente y les conté que no, que dejaba de dar clases, que había tomado una decisión. Me salió sin pensarlo, porque nunca he sido de contar demasiado de mi vida privada, pero tampoco era cuestión de mentirles.
Contrariamente a lo que yo hubiera esperado, la noticia corrió como reguero de pólvora. Al otro día tenía una madre esperándome en la puerta del salón antes de empezar la hora de clases: había venido especialmente a pedirme que lo reconsiderara, que su hija me adoraba, que sería una pena que dejara los liceos en aras de un trabajo supuestamente más descansado pero con seguridad menos importante. Una compañera docente me invitó a charlar en la cantina (en uno de mis –ya lo he dicho- MUCHOS puentes) y me estuvo hablando de corazón, que tuviera paciencia, que algunas cosas iban a mejorar y otras no pero que si de una cosa estaba segura era de que no me tenía que ir de Secundaria. Los gurises de 3º4 estuvieron un mes preguntándome si lo había reconsiderado, pese a que ya tenían claro que aunque siguiera difícilmente me volviera a tocar con ellos en este mundo de tanto vértigo y variabilidad a la hora de elegir un liceo. 
Y me quedé.
Tenía un par de segundas entrevistas agendadas para tareas de las que ahora no guardo el menor recuerdo, pero decidí quedarme y probar un año más. O una década. O dos.
Hoy volvía de dar clases en Florida, ya pasadas las ocho, y me detuve en la terminal un momento a saludar a una compañera que venía de la ATD nacional y esperaba la CITA para volver a su ciudad, a la que iba a llegar casi a medianoche. De charla estábamos cuando alguien me toca el hombro y me saluda: era una estudiante del IAVA del año pasado, que venía con la mamá y el hermano. Siempre me gusta encontrarme con gente linda, y la chica es de verdad un encanto, pero esta vez la que se llevó toda mi atención fue la señora, que me dio un baño de elogios que me dejaron como nueva pese a las doce horas de trabajo y los 200 kilómetros de viaje que cargaba encima. 
Salí de Tres Cruces cantando temas de Buitres, fresca y despejada como si acabara de empezar la jornada, comprobando, una vez más, que soy una persona afortunada por haber elegido el mejor de los caminos posibles. 
Un camino con corazón. 

Que nunca falte.





Yo nunca había querido
con tanto frenesí
como te quiero.
Te veo al despertar,
siempre te veo.
Te veo hasta en la brisa,
en mi silencio.
Pierdo mi fuerza,
no puedo ni hablar 
cuando te veo
cuando te veo.
No sé qué magia
es la que tienes tú
pero te quiero, 
pero te quiero.
No entendí si era Casino o Antillano, pero el 103 arranca el viernes a toda cumbia. El siguiente tema es algo de "el Uruguay me ama, vamos Suárez a cantaaaar", y después algo onda "me tienen miedo, me tienen terror cuando yo toco la plena mezclada con wawancó".
En 20 minutos tengo que estar dando una tragedia griega. Ya me veo a Edipo diciéndole a Yocasta que la ve en todas partes, al coro cantando con Suárez (todos con la celeste) y a Tiresias toreando a Edipo: "me tienes miedo, me tienes terror... lo de vos y tu vieja solo lo sé yooo".
Feliz viernes.

Ooom.





Cosas que me tienen harta:
A) Los seres humanos que:
1 En el ómnibus
1.1 Van junto a la ventanilla y se paran de golpe exigiendo el paso de inmediato.
1.2 Son padres con niños y los dejan usar jueguitos a todo volumen.
1.3 Se atraviesan en los pasillos.
1.4 Se apuran tanto que cuando vamos llegando a Tres Cruces ya se paran en Bulevar y Garibaldi. 
1.5 Son mirones.
1.5.1 Babosos. 
1.5.2 Leedores de celulares ajenos.
1.6 Reciben mil wsp a durante el viaje pero no se les ocurre bajarle el silbidito de miércoles a la cosa.
2 En la calle
2.1 Los que no saben caminar con el paraguas cerrado y lo van esgrimiendo cual espada, sin preferencia predeterminada de víctima propiciatoria.
2.2 Andan con la familia o amigos, caminan de a tres o más y no dejan que nadie los pueda adelantar.
2.3 Cambian bruscamente de rumbo, retroceden o caminan de costado, mirando para adelante como si no hubiera un resto del mundo a sus espaldas.
2.4 Hablan por el celular a gritos.
3 En el facebook
3.1 Los negativos.
3.2 Los paranoicos.
3.3 Los enigmáticos. 
3.4 Los juegueros.
3.5 Los que se megustean.
B) El frío.
C) La gente quejosa.

Feliz jueves.





Crónica del ying y el yang
19.20 llego a la puerta de la catedral, al velorio 400 años atrasado de Shakespeare y Cervantes. Es a las 20, pero ya hay una cola de una cuadra. Entramos: no hay asientos. Me quedo adelante junto a un confesionario, a un metro y medio de los atriles de los músicos. Al rato llega una de mis amigas y al minuto la otra. Un gallego con pinta de agregado cultural empieza a chistar para que se haga silencio. Comienza el concierto.
Voces maravillosas. Sorprendentes. Envidiables. Directora de orquesta con cabello color zanahoria. Un viejito sentado en el borde mismo de uno de los bancos, casi por caerse. Otro todo trajeado mueve al compás la patita cruzada, dejando ver sus medias de rabioso amarillo. En el primer banco, banco de honor, la Iglesia y la Madre Patria bajo la forma de cardenal y embajador de turno. Nada ha cambiado desde el siglo diecinueve, pienso.
La Matriz estalla de gente. Silencio embelesado. De los cinco niños que están sentados en el suelo junto a nosotras cuatro se han dormido profundamente y el restante se pone de pie para escuchar mejor al coro que no deja de seducirnos. A los dos minutos empezamos a usar el confesionario como guardarropa, y tiramos ahí buzos y carteras. Total, durante el velorio nadie lo va a usar .
Pasa el tiempo y nos baña la magia de los sonidos. El concierto termina en medio del éxtasis general de la población. Reponemos fuerzas con un cortado y un millón de palabras, y nos volvemos.
El ómnibus que venía vacío de pronto se llena de hinchas de Nacional. Varios no pagaron boleto. El guarda lo exige. Discusión, Insultos. Amenazas. Caras patibularias. Ánimos más que caldeados. Gritos y provocaciones que continúan hasta que me bajo en mi cooperativa en medio de la niebla.
He sobrevivido a otro viaje en 103 y lo celebro con un café caliente mientras veo una entrevista a Dolina y escucho a Tania llorar desde el fondo para que le abra la ventana.
Sábado.

Que nunca falte.




CARAMELERO: _Pastillas... Hay de fruta, hay de menta... Pastillaaas..
VIEJA: _ ¿Qué salen las pastillas?
CARAMELERO: _10.
VIEJA: ¿Diez pesos? ¿Te parece?
CARAMELERO: _ Estas, sí.
VIEJA: _Ta, entonces no, gracias.
YO (pienso): La vieja se quedó en 1986. 

Y sigo viaje.




Hoy tomé conciencia de una situación que está afectando mi vida desde hace un par de años, y es que comienzo cada día de mi vida escondiéndome. Sí, me escondo. Trato de pasar desapercibida, de no llamar la atención, de no moverme, casi. Arranco cada día queriendo ser un fantasma.
Es un problema estacional; solo se da en otoño e invierno, al menos cuando hace un poco de frío o podría llover y por eso dejo la ventana de la cocina cerrada. A la mañana siguiente, cuando despierto, basta con moverme lo suficiente como para incorporarme en la cama cuando empiezo a escuchar los maullidos destemplados de Tania ante la ventana de la cocina para que le abra. Grita como una condenada, como si no comiera desde hace una semana, y tengo miedo de que los vecinos se quejen, porque mis despertares en época de trabajo son siempre entre las seis y las siete. 
Por eso me escondo. Si me voy a quedar unos minutos remoloneando es esencial que no haya el menor sonido. Prender la luz: imposible. Ir al baño y volver a acostarme: menos. Apenas me muevo la consigna es bajar, abrir ventana, alimentar, y cabe señalar que el concepto de "bajar" implica en este caso un complicado mecanismo de relojería para llevar la computadora prendida y no dejar nunca de mirar el piso, o me enredo con Roldana, que adora caminar entre mis pies y bajar la escalera al mismo tiempo que yo.

Es dura la vida de las mascotas humanas. Pucha digo.




Hoy al salir de mi casa había una cruz en el cielo. Constantino la habría tomado como una señal religiosa; yo prefiero pensar que es la señal de que ya pasó la tormenta y se viene el sol.
Sol.
Sol.
Sol.

Que nunca falte.




Che, no es por nada, pero es mi cumpleaños... 
El 405 venía tranquilo y semi vacío, la lluvia parecía conjurada y los relámpagos a lo lejos no tenían pinta de amenazantes... Qué necesidad había de gritos desafinados en mis oídos? Para peor apenas subió se me sentó al lado, mientras se presentaba a las otras 4 o 5 víctimas... eh...pasajeros, aunque algo debió intuir, porque se levantó al toque y se fue al fondo del ómnibus, desde donde gritó con todas sus fuerzas un par de temas que no tenían culpa de nada, pobres. Al final dijo que no lo movía el arte sino la plata (honesto, al menos), y tuve que aplaudirlo para no dejar solo al único otro pobre caritativo (o sordo) que lo hizo. 
En momentos como este quisiera ser la 99 y tener un cono del silencio, o al menos quisiera haber sacado boleto de una hora, para ver si exorcizo los gritos y los rasguidos con un desplazamiento sorpresivo. 
Aunque no sé.
Capaz que esto de entrar en los cuarenta me está poniendo un poco intolerante.

Ampliaremos.




En medio de las calles mojadas, desafiando con hidalguía la humedad del otoño, avanza mi 103. 
Voy sentada en el primer asiento, sitial para conquistar el cual tuve que despertar con voces y empujoncito en el hombro a un veterano que adujo "haber pestañeado por un momento", en una extraña concepción temporal que preferí no cuestionar.
Entre Comercio y Propios, por esos avatares del Destino y de la IMM, hemos enfrentado cuatro semåforos en rojo, uno detrás del otro. Cinco, ahora.
El guarda sonríe todo el tiempo, y su compañero de vez en cuando se mueve de forma espasmódica, como si bailara una cumbia muda, al tiempo que pareciera que oye un informativo en el que se dice una y otra vez que va a seguir lloviendo, cosa bastante fácil de creer.
El coche viaja con un calor de horno, y mientras escribo se ha bajado el veterano pestañeador y ahora veo que me acompaña una péndex profundamente dormida, a la que despertaré en la próxima parada. Deséenme suerte.
Feliz miércoles.



A pesar de los pronósticos en contra la mañana se presentaba cálida y sin lluvia. Bajamos mis viejos y yo hasta la playa, que hace unos días anda medio tapada de repollitos de agua; parece que vinieron en masa, en un islote que el Cele divisó a lo lejos y la corriente terminó por depositar en la orilla en unas horas, y ahí están.
Poca gente y mucho perro, todos más que amigables. 
Hay mucho espejo de agua en la orilla, lagunetas que van quedando de anteriores crecidas y se secan más o menos lentamente. En una de ellas, tres bagres. Quietitos, medio resignados, los bigotudos. La única que iba descalza, mi madre, trató de atrapar uno, pero se le escurrió. El Cele hizo lo propio, con idéntico resultado. La idea era devolverlos a la laguna, pero para ello faltaba el pequeño detalle de poder agarrarlos, y dicen las malas lenguas que tienen como unas púas que clavan al supuesto agresor, o sea que había que andar con cuidado. Al final lo logramos, con la ayuda de una botella de plástico de dos litros que había tirada por ahí, y de a uno, de a uno, los devolvimos a a laguna.
Al rato nos separamos, y yo me quedé juntando cosas y armando mandalas sobre la arena, ya bajo el sol tibio del casi mediodía. 
Un veterano se acercó a ver lo que estaba haciendo.
_Pensé que estaba pescando- me dijo. 
_Ah... No, yo no pesco. Estaba jugando.- respondí sin pensar, y era cierto. 
Él me miró con cara de comprender mi nivel de felicidad grado ultraextrahipermegaplus.
_Está haciendo un mandala, no?
_Sí, eso mismo.
Y siguió su camino. 
Que nunca falten los interlocutores respetuosos de las felicidades ajenas. Ni los caracoles chatos, los perros amigables y los soles imprevistos de este mundo silencioso y sin tiempo. 

Feliz sábado.



Llego a la parada un rato antes de la medianoche y me tomo lo primero que pasa. Era un 404 y el chofer era Nestor Kirschner, o lo parecía mucho. Al pasar por Habana sube otro chofer, esta vez extrañamente muy interesante, que se pone a charlar con Kirschner y le cuenta de sus problemas de horarios laborales. 
_ Yo siempre cumplo, estoy diez minutos antes del relevo, no llego tarde, pero no seas malo: el otro día había largado a las once de la noche y me pusieron el primer viaje a las cuatro y media de la mañana...
En esas quejas andaba cuando me paré para bajar en Propios.
_¿Vos sabés si acá paran los COPSAs?- le pregunté, cargada como para la guerra (léase fin de semana en la Laguna por cumpleaños del Cele, que fue el miércoles).
_No- contestó el interesante. paran media cuadra más adelante. Te conviene bajar en la próxima y volver media cuadra. 
_ Ah, bárbaro, gracias.- respondí, pero no tuve que desandar nada, porque Kirschner me dejó justo en la parada, pese a que el 404 no paraba ahí. 
Grande Kirschner. 
Que nunca falten los choferes amables. Ni los que están que se parten.

Feliz fin de semana a tutti quanti.




Mi rutina matinal de levantarme, darle de comer a las gatas, limpiarles el baño y desayunar se vio hoy interrumpida por un movimiento multipatoso en el cajón de las piedritas sanitarias. No era una tarántula, pero sí una araña negra grande. Muy grande. Gigantesca. De unos seis centímetros de diámetro con todo y patas, bah. O cinco. Dejémoslo en cinco.
Hice como que no la veía, me dediqué a preparar mi té y puse la computadora en el extremo opuesto de la habitación, pero ella no se fue. 
Soy invisible, pensaría la pobre. 
Tengo una aracnofobia leve, pensaba la otra pobre, es decir yo.
Roldana fue en cierto momento a hacer uso de las piedritas pero al verla frenó la marcha, consideró la situación por un par de segundos y retrocedió, aunque a los cinco minutos se ve que la cosa era imperiosa porque volvió al cajoncito e hizo sus necesidades bien en el borde, lejos de la intrusa, que seguía hecha estatua. 
En cierto momento subí a lavarme los dientes y al volver vi que había desaparecido. No me animé a limpiar el cajón, por si estaba en la parte de afuera contra la pared, y salí, dejando la ventana abierta cual simpática y otoñal invitación a la vida al aire libre a principios de abril. 
Espero que haya entendido la indirecta. 

Ampliaremos.








Montevideo gris y mojado.
Baldosas flojas aguaitando al desprevenido.
Esquinas aliadas a los fabricantes de paraguas.
Cabellos impremeditadamente al viento.
Edificios que gotean cuando uno ya se creía a salvo.
Personas que no saben maniobrar paraguas ni abiertos ni cerrados.
Calles desbordantes de aventuras oleosas,
Veteranas que resbalan en el pavimento, caen cuán largas son a media cuadra de la puerta de su trabajo y horas después siguen sintiendo que les duele medio cuerpo, dos terceras partes del alma y el cien por ciento de su orgullo.
Montevideo gris y mojado.

Esto en la Toscana no me habría pasado.





Venir en un 103 un mediodía gris, ir mirando por inercia imágenes en el celular y descubrir de pronto al 832 en una foto de hace veinte años me provoca una sensación agridulce, difícil de explicar.

Sus colores se me meten en el alma y siento el olor y el sonido del mar, la arena tibia bajo los pies descalzos, el viento en la cara, la música de los Redondos en el Gaucho, las milanesas de pescado de Doña Bella y las interminables caminatas por la playa al Polonio.

Nada de crónicas de ómnibus o de corrección de pruebas diagnósticas por lo que queda de la tarde. Me voy más allá de las Malvinas a buscar caracoles, placas de gliptodonte o improbables boyas de vidrio.

Con su permiso.









Lunes, 8 30 de la mañana. Recién arrancaba mi clase en el quinto Artístico 1 cuando la adscripta entró para hablar conmigo y me dijo algo en secreto.. Una chica cumple hoy sus 16 y los padres querían entrar a clase y darle un regalo. 
Como la estructura tradicional e inamovible de clase no es lo mío enseguida dije que sí, y estuvo muy emotivo. Los padres le dieron un ramo de flores y repartieron huevos de Pascua a estudiantes, profesora y adscripta. 
Es el IAVA.

Todo dicho.




Ella no llega a tener 20 años, es grande, alta y un poco excedida de peso. Viste una prili rosada semi cubierta por un chaleco abierto. Viaja junto a un joven cuya cara no logro ver porque duerme con la cabeza hundida en la cuna de un bebé, que también duerme.
Detrás del joven, a mi lado, viene una nena de unos cuatro años, hablando todo el tiempo con la de la prili, que es la madre.
_Mamá, me duele la panza, pero no tengo ganas de vomitar.
_ Bueno, ahí tenés tu bolsita por las dudas.
_Mamá, dejá de sacarle fotos al bebé, querés?
_Vos no me digas lo que hacer.
_¡Pero no podés pasar todo el tiempo sacando fotos, nena!
_Dame el paquete de los chicles-ordena la madre. 
Cuando la nena se lo alcanza se le cae algo.
_¿Qué fue eso?
_Se me cayó el anillito.
_A ver si cuidås tus cosas.
_Lo estaba cuidando, mija. No hablés si no sabés.
_Si lo estabas cuidando no se te caía.
_Lo tenía en la mano. ¿No ves que no sabés?
Y así siguen, y van a seguir por años, hasta que la nena se haga adolescente y tenga sus propios hijos que la traten de naba y se permitan mandonearla. A no ser que en el camino la educación que reciba fuera del hogar posibilite el milagro y el ciclo se rompa.
En eso estamos.



¿Cuántas veces se le puede decir al interlocutor que uno a medida que cocina va limpiando los utensilios? 
Para el señor que va en el asiento de atrás del 103 parece que al menos seis. 
"Yo voy usando y voy limpiando, voy usando. y voy limpiando..." 
SEIS VECES.
Todo lo cuenta con reiteraciones inmediatas. La mujer que va con él solo mete un "mjm" de vez en cuando. Pero lo escucha.
¡Ah, el amor y sus cegueras temporales! 
Que nunca falten.



La CITA anda a los tumbos por un camino de barro. Algo pasó en la ruta y terminamos tomando un desvío que nos tiene hace rato viajando en modalidad Rock & Samba, con el agregado de un novedoso sistema de hidratación de pasajeros conocido como "LPM, esta catramina se llueve como afuera".

Por si no los vuelvo a ver, fue un placer haberlos conocido.




Soñé que andaba en un viaje por otro país con un grupo grande de gente. Estábamos viendo a ver adónde ir de excursión ese día; manejamos varias posibilidades hasta que al final triunfó mi moción de ir a Cape Cod, una playa llena de aves marinas y con preciosos paisajes.
Nunca en mi vida (que yo recuerde) había oído hablar de un lugar llamado así. Acabo de despertarme y de buscar, solo por si acaso, y me encuentro con que es una preciosa península playera en Massachussets, con algunas de las mejores playas de USA...

Y bueno,,, Si el inconsciente dice, habrá que ir. Mi súper yo no se opone, y el yo menos. Somos una familia muy bien avenida.




El 103 vino lleno esta mañana. Voy parada en el fondo, junto a un grupo familiar compuesto por abuela con nieto sentados y madre de pie al costado. La abuela tiene en una mano un paraguas infantil verde fluorescente y con la otra lleva abrazado al nene, que tiene unos ocho años y viene con una gruesa campera encima de la túnica. Debe haberlo vestido la vieja, pienso. Las abuelas siempre exageran con el abrigo de los niños. La madre tiene unos treinta muy mal llevados. Rezonga a la vieja por pasar comiendo caramelos y se baja en la Unión sin saludar, dejando al niño en mitad de una frase.
Los dos siguen viaje, más abrazados que antes.
En unos años lo tendré sentado en mi clase, pienso, y ojalá que siga teniendo una abuela que lo abrace cuando la madre lo ignore y se vaya sin mirarlo.

Y me bajo al encuentro de mis nuevos gurises, sin saber si vienen de abrazos o de abandonos, como todos nosotros.




El 103 viene con mucho espacio libre pero sin asientos. Un veterano petiso y yo subimos en la cooperativa y nos ubicamos en el fondo. 
Al instante un morocho con rastas de unos veinte años lo mira, se levanta y le cede su asiento al petiso, mientras su compañero a los pocos segundos hace lo propio conmigo.
_Quedate, no hay problema.-acota el veterano, ya instalándose.
_No hay problema; nosotros somos jóvenes- contesta el de las rastas. 
El amigo y yo no hablamos, pero intercambiamos una cálida sonrisa.
No me queda claro si me acaban de tratar de vieja o de confundir con una embarazada, pero no tiene importancia.

Lo que vale es la intención.




Explosiones en Pakistán dejan 38 muertos, y ni El País ni El Espectador tienen ni noticias. Se ve que la postergación del estadio de Peñarol o el debate por la edad para la jubilación son mucho más importantes, salvo para Facebook, que me dice que como estoy en la zona afectada puedo enviar una confirmación de que no he sido afectada por el atentado.

El mundo del revés.




"Vuelven las cenas bailables al gigante del barrio... El próximo sábado 12 de marzo el Parador Oriental abre sus puertas con un gran espectáculo musical. Uno de los músicos más contundentes de estos tiempos: Chico Ferry, con una de las presencias que..."
Y ahí se fue el auto-parlante, y dejé de escuchar. 

La Curva se mueve, vo', sabelo!





¡Cómo está esto!
Me aparece una nota al costado: "Acabas de mencionar “oferta“ en tu publicación Estudiantes de 14 a 18 años de liceos públicos..." (etc), que es algo que colgué en Liceos en Red, y me ofrece promocionarlo. Pagando, claro. 
El post hablaba de la posibilidad de acceder gratis al Solís, y decía algo de que "Con esta oferta el Teatro contará con 1702 localidades...". 
Se ve que en este mundo virtual (no virtuoso) las acciones desinteresadas no cuentan gran cosa.

Huelo dinero... alguien menciona una oferta... ¿Dónde, DÒNDE?




El País digital, siempre velando por dar a sus lectores informaciones objetivas de la realidad.
Párrafo en torno al (viejo) caso de O. J. Simpson, hoy:
"El veredicto, seguido por 145 millones de telespectadores, causó una gran polémica y sus detractores acusaron al jurado de ignorar las pruebas, 10 de los 12 miembros eran negros, como Simpson."
Sin pararnos a considerar la pésima redacción de este enunciado, sin discutir su simplismo ramplón, su contenido es totalmente racista y discriminador.
¿Qué pasó aquí? ¿Cortamos y pegamos sin leer más que por arribita, o de verdad pensamos que los nenes con los nenes, las nenas con las nenas, los negros con los negros y así todo?

Otra perlita más de un largo rosario. Y van...




Yocasta de 103.
"El mayor me salió inteligente pero no le gusta estudiar. Me quedó debiendo tres materias este año; una me la salvó en diciembre y las otras dos en febrero. Por lo menos me va a empezar el año sin materias del año pasado..."
En la cabeza de la buena señora el nene LE hace todo a ella.

El despertar va a ser difícil.



Esto funciona así: durante cinco años dejás las paredes intocadas y de repente en 48 hs te entra una fiebre decoradora y sálvese quién pueda. 
Que alguien me pare, plis. 
En cualquier momento entro a poner fotos de mis gatas y la cosa se hace irreversible.

Ampliaremos.