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sábado, 6 de junio de 2015

Junio 2015



"El perro de Verdier" le dicen mis viejos al amigo gris y negro que pasa acostado al lado del portón de la entrada. Parece que el dueño es un hombre de la laguna que le da de comer pero lo deja atado afuera toda la noche para que le cuide el gallinero, por si las comadrejas. De todos modos el Verdier pasa frente a casa todo el día, porque los vecinos de enfrente le dan de comer y le hacen mimos, aunque no lo dejan entrar a la casa. 
Desde que llegué mi vieja y yo hemos estado desarrollando un paso de comedia que consiste en que yo llamo al Verdier y ella lo corre, porque (dice) él no se lleva bien con los gatos. 
_Vos no te preocupes_ me consuela, o cree hacerlo_ porque tiene casa y comida, y los gurises de enfrente juegan con él todo el día.
_Pero pobre, no tiene un hogar como la gente... Yo quiero que tenga donde entrar y tirarse en la cocina. _trato de aducir, sin mucha lucidez _ Él es lindo, es limpio, es bueno, se merece un hogar.
_ Si es por eso, _ tercia el Cele_ cuántos humanos también son buenos y no tienen lo que se merecen. El mundo es así.
La sabiduría cortita y al pie de mi viejo me deja sin argumentos en mi lucha Pro Adopción del Verdier. 
Voy a tener que pensar estrategias alternativas. Con la gata me salió bien, pero este es un desafío mayor.

Ampliaremos.




Estaba encantada leyendo un artículo sobre paleontología cuando se me ocurrió compartir algo de lo que dice con mis viejos.
_¿Sabían que hace 280 millones de años Cerro Largo estaba tapado por el hielo?- les pego el grito de dormitorio a dormitorio, porque ya son más de las nueve y ellos se acuestan con las gallinas.
_Bueno...-responde mi vieja- Yo me acuerdo que una vez cuando yo era chica nevó.
_ Inés, _ se oye la voz del Cele- ¡Yo no creo que vos seas TAN vieja!

Mi vieja y Mirtha Legrand, un solo corazón.




_No te gusta la Coca, no te gusta la Sprite, no te gusta el Pomelo... Solo el agua te gusta a vos?
La pregunta era de un hombre, en el asiento detrás del mío en el Rutas del Plata. La respuesta vino en una vocecita infantil de unos tres años. 
_El agua y la Guaraná. Esas me gustan.
Es un niño muy bueno, dijo eso y ya no lo volví a escuchar, porque habla bajito con el padre y la hermana, mientras el bus cruza sierras y más sierras. 
Lavalleja es una belleza. Así sí vale la pena este eterno viaje a la Laguna, de día, viendo los detalles. Por ejemplo, una chancha con cuatro lechoncitos comiendo sueltos junto a la ruta, o un señor que en su frente tiene esculturas y objetos varios hechos solo con viejas herraduras herrumbradas. Dan ganas de bajarse y recorrer cada cerro. Además por aquí el cielo azul y el calor de la tarde no parecen propios de fines de junio. 
Este es un mundo aparte. Un mundo donde el único vendedor de bus subió a pregonar alfajores serranos, damasquitos y yemitas. 
Ahora que me acuerdo aún no he hecho los honores a ciertos exponentes de la industria del postre lavallejense que me miran desde la mochila. 

Con permiso.
...

Pirarajá es un pueblo dormido junto a la ruta 8, en el que los únicos seres vivos visibles a la hora de la siesta del domingo son las gallinas. Negras, marrones, blancas, están en todos los predios y se adueñan de las veredas, corriendo desaladas si el ómnibus las asusta al pasarles cerca. 
A la salida se ven los restos abandonados hace décadas de veinte o treinta casitas iguales. El Tiempo pintó de negro sus paredes de bloques y por donde en una época hubo techo asoman ahora frondosos árboles grises y verdes. Al lado, las paredes blancas inmaculadas del cementerio del pueblo.
El niño del asiento de atrás sigue hablando con el padre. Ahí van a seguir todo el viaje, porque van para la Laguna. 

El alfajor serrano estaba delicioso.
....

El niño sigue hablando con el padre en el asiento de atrås:
_Sabías que algunos dicen que la luna es de queso?
_De queso?
_Sí, dicen, pero no es. Es de piedra. O de meteorito.

GENIO.





Ah, sí, sí. Bajate nomás a comprar caramelos en el quiosco de 8 de Octubre y Berro, pará el ómnibus y bajate, que los pasajeros no decimos nada. Y no te olvides de invitar a la guarda aunque eso signifique más tiempo de 103 detenido, eh? Todo bien, no nos quejamos.
Pero deberías habernos invitado a nosotros, viste. 
Imperdonable actitud.

No llega a ser aceptable, señor chofer. Puede y debe mejorar.





Iba hablando por teléfono con mi vieja, pasando por el costado del Intercambiador Belloni (alias el que algún día se inaugurará y será hermoso y tendrá BROU y locales y mural artistoso pero por ahora hace más de un año que complica el tránsito y no termina de terminarse) cuando la vi. 
Una gata peluda, entre gris y amarronada, mimosa y tierna como la que más. Es la portavoz de la patota de Los gatos de la Curva. Hace mucho que quedaron solos; son una colonia de diez o quince gordos, peludos y divinos gatos que una señora tenía en su modesta vivienda, a los que tuvo que abandonar cuando por el tema del Intercambiador su habitación fue tirada abajo y ella terminó en una pensión donde no admiten gatos... larga historia.
El caso es que hoy la portavoz del grupo se puso a maullarme y a seguir mis pasos, y en un instante aparecieron otros: uno enorme, amarillo y blanco, otro como fuego, una negra peluda y majestuosa, y entre otros uno chico, de unos tres meses, blanco y gris, absolutamente querible. 
No pensaba hacer muchos mandados en el Disco, pero ya que estaba compré un paquete de comida de gatos, para llevarles a la vuelta. Hasta aquí todo bien. Lástima que se me ocurrió que era mejor llevar el paquete abierto, para que no se pusieran ansiosos si yo demoraba en darles la comida, o incluso _pensé_ podía pedir una tijerita en Atención al Cliente en caso de ser necesario.
Pero una es una, qué se le va a hacer.
"A ver... qué dura esta bolsa... Si hago fuerza por este lado y la voy abriendo de acá... un poquito más..."
Listo.
La bolsa de porquería se rajó de punta a punta con total inquina, premeditación y alevosía.
Desparramé Gattis por todo el Disco. Léase caja, piso y zonas aledañas. Gatti, Gatti, Gatti...
La cajera me dio solidariamente una bolsita extra, y junté las que estaban encima de la caja. Todo, absolutamente todo alrededor quedó con olor a Gatti. 
De todos modos los gatos no se enteraron de nada y se quedaron comiendo de lo más panchos, creyendo tal vez que quien los alimentaba era una persona centrada y sin problemas de motricidad fina.
Ps: Si alguien quiere uno, están al costado del Intercambiador, primer pasillo. O si alguien quiere dos. O tres. O doce.

Piénsenlo.





Él tiene un año, más o menos, y llora. Llora a moco tendido desde que me subí al menos, y ya van diez o doce paradas. Se llama Kevin, y su mamá es una rubiecita de unos veintipico con una calma a prueba de balas. No serå muy efectiva, pero que es tranquila, es.
-Basta, Kevin, no le hagas esto a mamå. Ya nos bajamos. Escuchame. Basta. Ya estå. A mamá no le gusta eso.
Y el Kevin redobla la apuesta y berrea con toda la fuerza, pero ella sigue hablándole con una dulzura inconmovible.
Al fin se bajan en Comercio.
El 103 arranca y los gritos de Kevin se siguen oyendo hasta que avanzamos y el ruido del tráfico los apaga.
Me pregunto si el rol de madre podrá obrar tan maravillosamente sobre la capacidad de calmar sin alterarse de una mujer o si la rubiecita no tendría un par de Rivotril encima.

Me pregunto.






Sentimientos encontrados.
Ayer de tarde pasé un par de horas oyendo cómo podaban el árbol que la vecina de al lado tiene en su patio. 
No me gustan las podas; cada vez que estoy por ir a la Laguna y mi vieja me dice que el Cele anduvo cortando los árboles del fondo tiemblo, porque se le va la mano, y en un ratito lo que era frondoso y verde, denso y vital, se convierte en un montón de troncos pelados y un inmenso espacio libre sin gracia ni para qué. El Cele sabe lo que pienso pero no me da corte, y sé que por dentro está orgulloso de los desastres que se manda un par de veces al año.
Hoy de mañana me asomé desde la ventana de arriba y vi que la cosa era aún peor de lo que pensé: de la otrora orgullosa y alta anacagüita que se había adueñado del fondo de la vecina ya no queda ni la sombra; solo un montón de ramas y un tronco seccionado tirado en el pasillo (como todo lo que la de al lado desecha, porque muy prolija que digamos no es, la vecina). O sea que no hubo poda, sino asesinato liso y llano de una indefensa anacagüita en la plenitud de su ser.
Recién vi a Tania en la ventana, pidiendo para entrar, y algo en la imagen no me cerró del todo, hasta que me di cuenta. Mi gata estaba en la ventana, al rayo del sol. Hace años que no había sol después de las dos de la tarde en mi patio del fondo, y ahora tengo por delante horas y horas inesperadas de luz y calor en medio del invierno!!
Pobre anacagüita. 
Ojalá descanse en paz en el paraíso de las plantas. 
Bienvenido, sol. 

Y que la vecina, de ahora en más, no quiera plantar nada que sobrepase los dos metros de altura, o volvemos a las sombrías tardes del invierno, de cuyo frío no quiero acordarme.





Crónica de lunes en 103.

Voy sentada detrás de un chofer que viene escuchando rock nacional a un volumen amigable, y su selección es impecable. Lástima que la péndex de al lado viene viendo (y oyendo) uno tras otro de una serie de videos que me ensucian la música. No me animo a tirarle el celular por la ventanilla; quizás ella no sea capaz de entenderlo. 

Uh. Acabo de escuchar una versión desmayadísima del himno nacional, miro de reojo y veo que está viendo la filmación casera de un acto escolar. Tal vez no es tan péndex después de todo; mejor no le tiro el celular. 

El chofer arrancó ahora con el rock argentino.
Saaaabremos cumplir...
Nooo... no puedes ser feliz con tanta gente hablando a tu alrededoooor...

La ex péndex guarda el celular, suspira y murmura "ah, qué horrible!" Se ve que tiene problemas, pobre. Menos mal que acabo de salvarle la vida a su teléfono lleno de actos escolares. No hay caso: cuando una es buena gente es buena gente, y listo. Y me voy al primer parcial con un sexto de Medicina, a seguir esparciendo el bien, la tolerancia y la felicidad por el mundo.







Paso por una calle en Canelones: Tolentino Gonzalez, y se me viene a la memoria la imagen de mi viejo nombrando alguna vez a la tía Tolentina. Nombre alto y sonoro, si los hay. Tolentina. Tía de Celestino. Del mismo departamento que mi tía Petronila y mi bisabuela, la vieja Presolpina, madre de Albino, Albina, Aldina, Adelina, Adeal, Antenor, Alaides y la tía Santa.

Momento onomástico de la jornada.




Escena uno.
Personal del bus, siete de la mañana.
-Pará, pará... Te estás llevando a una señora con la pierna enganchada en la puerta.
La voz del guarda sonó amable pero firme, y la respuesta del conductor tuvo el mismo tono.
-El problema es que vos no me avisás nada.
-Yo no te di la voz de arrancar, vos saliste solo.
- Pero nunca me das la voz, no me decís nada.
-Sí, te digo.
-No.
Escena dos.
Chica al teléfono:
- Él me dijo si le podía dar 200 pesos para la moto y yo le dije que sí. Al rato me dice que al final agarró mil de la cómoda, y cuando voy a ver resulta que se había llevado dos mil. No, no entra más, ya fue. Me tiene que devolver la llave pero no entra más. Voy a estar manteniendo vagos, yo?
Escenas de la vida conyugal versión 103, pienso. 
Distintos problemas derivados de la convivencia, sea en una casa, sea en el trabajo.

Y me bajo rumbo a mi convivencia de dos horas con cada sexto artístico, que hoy no tendrá mucho diálogo hablado, porque tienen el primer parcial conmigo.




Crónica de bus al caer la noche.
En el silencio del 103 alguien arranca un pregón que se escucha por encima de la cumbia del chofer. El vendedor de turno es rubio, de pelo como el mío y ojos verdes no como los míos.
Empieza su discurso muy seguro de sí mismo.
- Una verdadera oferta que llega a manos de todo el pasaje capitalino, señoras y señores. Ticholos de la mejor calidad, señoras y señores. Están llevando la funda de 16 tich... Eehhh... 
Se interrumpe, mira el paquete de ticholos y los cuenta rápidamente.
- 2, 8, 16... Están llevando 20 ticholos, VEINTE, por solo 40 pesos.
Pero no espera a ver si surgen clientes, parece avergonzado del error en la presentación de la oferta y se baja en esa misma parada.
Las crónicas de bus trascienden horarios, señoras y señores. 

Como la vida misma.





En el 405 la Sole había venido dominando las primeras paradas, hasta que el guarda le pegó un grito al chofer:
- Siete y diez! 
El otro rápidamente se disculpó y puso a Sotelo.
Bien, pensé, buen cambio.
El 113 que me tomé en Comercio, por su parte, no tenía que cambiar nada porque ya venía con los Redondos a todo vapor, y me felicité por el progreso del acompañamiento sonoro de mi inmersión de viernes en la vida ciudadana. O al menos eso pensaba, hasta que cual cruel estocada del destino asomó, entre las últimas notas de Amor Francés, la voz inconfundible del señor de La Ley FM preguntando a sus oyentes que opinaban del desafío de una internauta china ( o japonesa, no recuerdo) respecto a dejar de depilarse las axilas. 
Pobre Indio, pensé. Tanto arte para morir en esta bastardez.
Y me bajé, y empecé a caminar hasta el IAVA, donde los tordos del patio por suerte no conocen de las interferencias de las voces ajenas.





_ Buenos días, señoras y señores. Voy a brindarles algo de creación espontánea, para llevar a todos el hip hop uruguayo. A ver, señora, diga una palabra, cualquiera, la primera que se le ocurra,
Uh. El improvisador de bus versión 103. Pero la señora entró en el juego enseguida.
_ Matrimonio.
El improvisador lo pensó por un momento y sin más dijo:
_ Matrimonio. Bien. A ver, señor -encaró a un canoso- dígame una palabra, la primera que se le ocurra.
El improvisador es un fraude, qué desilusión. No pudo con un matrimonio, tal vez porque no sabe del armonio, ni del antimonio. 

Oh oh. Algo terrible pasa a continuación. El canoso se envalentona, se levanta, toma la palabra y hace una larguísima oración en la que repite "señor" unas cuarenta veces, termina con tres amén y vuelve a sentarse. 
Menos mal que ya me bajo, no vaya a ser que esto sea contagioso.


Guarda, en la próxima!






Los miércoles no son uno de mis días de madrugar, por lo cual salgo de casa ya con el sol clareando el horizonte. De todos modos, depende de qué ventana mire para pronosticar lluvia (la de la cocina) o sol (la del frente). Hoy decidí optar por el sol, y saqué el paraguas de la mochila. Creo que hice bien.
En el camino a la parada una criatura ninja de pronto se descolgó de un árbol, pasó frente a mí y se encaramó a toda velocidad al portón de un vecino. Era un gato barcino ataviado con una ridícula capita negra toda agujereada, pobre. Le costó subir al portón, y eso empañó un poco su acto, pero al fin lo logró, y se fue por los muros.
Media cuadra después, un bulto en la vereda tapado con nylon negro: un televisor, que alguien habrá tirado, pero protegido, para no perjudicar a quien se lo lleve. Postales que nos pintan de cuerpo entero.
El 103 vino en un segundo, con espacio para subir y todo, y la guarda tuvo a bien devolverme tres pesos que le di de más. Vienen oyendo la bazofia de La Ley FM, pero no muy alto, al menos.
Y aquí voy rumbo al IAVA, sentada junto a un adolescente que se entretiene armando hasta el infinito un cubo de Rubik de esos que nunca llegaré a armar ni en esta ni en las próximas tres vidas.
Dejo de escribir y miro por la ventanilla del bus. Sí, es un día de sol, y de pronto me acuerdo de que hoy salgo más temprano por un tema de reuniones de cuarto y coordinación suspendida y me dan ganas de arrancar a correr de alegría como el ninja cat de mi cooperativa, pero sin la capita negra con agujeros.
Miércoles de sol adentro y afuera.

Que nunca falte.




Escrito con sexto año. Cuando quedaban diez minutos veo a un estudiante que aún no había escrito ni una palabra y tenía la hoja en blanco doblada por la mitad arriba de la mesa.
_ Pablo, aún no empezaste... ¿Querés entregar?
_ No, profe. Estoy esperando una epifanía.

No habrá estudiado, pero que tiene vocabulario, tiene.





"Esta es la auténtica curita uruguaya, porque estå la otra, la china, que nada que ver."
Chauvinismo de bus.

Lo que faltaba.




Todos sabemos que los días se acortan en invierno. Lo leímos, lo vivimos, lo comprendemos. Pero aceptarlo es otro cantar. Quizás por ello durante todo el mes de junio, al salir de casa en la mås plena y nocturna oscuridad, lo primero que pensamos tiene tintes sombríos y entonación de puteada 
Los omnibuses van con los vidrios empañados, muchos pasajeros tosen o suenan sus narices, mientras otros los miran con muda recriminación.
Somos un universo de hombres devenidos en osos.
Las ventanillas rezuman humedad, no hay vendedores y nadie habla.
Junio es el mes mås cruel, diga lo que diga el señor T. S. Eliot. Cuando volvamos a pasar por esto después de las vacaciones de julio todo estará teñido por el palpable alargamiento de los días, y el proceso de deshibernación será alegre y casi automático.
Pero mientras tanto...





Riiiing... riiing.
_ Hola.
_ Buenas tardes. ¿Hablo con Mariela Beatriz Rodríguez?
_ Sí.
:Buenas tardes, Mariela. Llamo para informarle que tiene disponible un préstamo en Créditos ya por un monto de...
_ No me interesan los créditos. Gracias, buenas tardes.
_ No es un crédito, es un préstamo, por un monto de hasta 20.000 pesos que usted...
_ No me interesa. Gracias, buenas tardes.
_ Es un préstamo de 20.000 pesos, que usted...
_ No me interesa, gracias, buenas tardes.
_ Usted puede solicitarlo...
Tu tu... Tu tu...
Pobre gurisa, yo sé que en el trabajo se lo exigen, pero le hubiera pegado un grito, de tenerla enfrente. Por teléfono no, no tiene gracia. Pero es una cagada. Primero, porque invaden tu hogar sin permiso, segundo porque no aceptan un no por respuesta, tercero (y principal) porque así enganchan a un montón de gente necesitada, llámese trabajadores de esta basura o gente que se endeuda hasta la coronilla sin poder pagarlo después.

Momento amargo del sábado de tarde. Iupi.




Soy tuio...amor soy tuuuuio... soy tuio hasta el sileeeencio...
Quisiera, qui sie eeeraaa....
Ah, la cruel sensación de la posible existencia de algo peor que La Ley FM en la radio del chofer del 103. Montaner se nos mete por los oídos sin pedir permiso y avanza destruyendo todo lo que se le cruce.
Tan enamorado de TI que la noche iora un pooooco más...




Llegar al IAVA antes de la primera hora supone como bonus track la asistencia al concierto de las aves del patio en cada mañana. No sé que es más pintoresco, si escucharlos como dueños del monumento histórico nacional o ver a una compañera jugando a aplaudir bajo el árbol a ver si se callan y cuánto demoran en arrancar de nuevo.




No nos movemos. Estamos trancados en la ruta y hasta el confín del horizonte brillan luces de autos inmóviles que esperan. Algo pasó un par de kilómetros o un par de mundos más adelante, y no sabemos qué.
Atrás quedó la ciudad embanderada y expectante para su feriado de mañana. Acá en la ruta San Cono no cuenta, y hace veinte minutos que aguardamos una señal de avanzar.
Espero que esto no sea como en La autopista del sur de Cortázar. Me voy a comer los waffles que me quedan, por las dudas.
Ampliaremos. 

Creo.





¡Otra vez la pareja de los besos ruidosos en el 103!
Esta vez fueron doce. Sí, DOCE besos de chhhuikk y muaak que se hacían oír por encima de los sonidos del tráfico matinal y del informativo que escuchaba a discreto volumen el chofer.
Ya los voy conociendo. Son los dos guardias de seguridad, o eso parecen por sus grandes camperas azules. Vienen tomando mate juntos, empiezan a despedirse en José Belloni y él se baja un par de paradas más tarde, en Piccioli.
Ya no pienso que ella ande con el primo. Ahora me inclino más bien por la teoría de primer semestre de casados.

Son tiernos, pero demasiado resonantes, al menos para un lunes de casi invierno a las siete de la mañana.